Eduardo Castilla
Con el correr de los días va quedando en
claro que el escenario político hacia octubre está abierto y que aquellas
elecciones, junto a las PASO, son un prólogo extendido a las del 2015. Las
listas patronales “ganadoras” de hoy, tienen todavía un camino por recorrer
para consolidarse como verdaderas “opciones de poder”. De conjunto, al no
definirse un claro ganador al interior del peronismo los comicios abren un
camino de futuras crisis, choques y contradicciones, donde no faltaran las
maniobras, las denuncias cruzadas sin descartar que algún “muerto” termine
siendo depositado en la puerta de la Unidad Básica contraria. En este
escenario, la oposición no peronista puede tender a emerger y convertirse en
una opción política para las clases medias y sectores del movimiento obrero más
conservadores. Pero al mismo tiempo, esta situación de crisis y conflictos abre
una posibilidad para que la izquierda revolucionaria se transforme en un factor
actuante, que utilice la crisis “de los de arriba” para poner en acción al
“abajo” obrero, popular y juvenil, aprovechando
a su favor el “fin de ciclo” en curso.
Massismo y Sciolismo ¿hacia un peronismo en guerra?
Como dijimos en un post anterior, la elección no definió aún el tema central de la
sucesión al interior del peronismo. Lejos de ello, parecen perfilarse dos
bloques o fracciones. Uno que podría expresar el acuerdo (inestable) entre
sciolismo y kirchnerismo y otro detrás de Massa, en el que podrían confluir
sectores del peronismo de derecha, como De la Sota o la burocracia sindical moyanista,
que deberá tender puentes para reacomodarse luego de la debacle de De Narváez.
Scioli anunció que el presidenciable del 2015 se debería dirimir
en internas. Una confesión de que la “madre de las batallas” recién está en
gateras y, si salgo enseña la historia, es que las peleas en el Conurbano, lejos
están de resolverse por medio de la argumentación y los discursos. Como se dice
acá “Asoma un período de sobres y amenazas que
raramente se reflejará en las tapas de los diarios, aunque el realineamiento de
los intendentes del conurbano dará pistas sobre los destinatarios –de sobres o
amenazas–. La nueva política queda para alguna otra elección”.
Parte
de la guerra estará marcada por la apertura del “libro de pases” que, seguramente,
no verán la luz del día de manera más o menos inmediata. El balance
de Mario Ishi hacia La Cámpora y el pedido de “cambios en el gabinete”, junto a
la posibilidad de “provincializar
las elecciones” parecen estar expresando las tendencias centrífugas de una coalición
que supo ser fuerte en el marco de un escenario de crecimiento económico.
Pero
la política, en tanto economía concentrada, refleja los límites estructurales
del kirchnerismo para “volver a enamorar” a los trabajadores y la juventud. En
esa limitación estructural radica el movimiento político de sectores de
trabajadores y la juventud tanto hacia el Massismo como, en menor medida pero
no por eso menos fundamental, hacia la izquierda como se señala acá.
Algo que categóricamente se expresó en el voto al FIT. Manolo Bargue, bloguero
P que algo “conoce” del territorio bonaerense, advierte
que las mayores pérdidas electorales se dieron en el segundo y el tercer cordón
del Conurbano, zonas de fuerte composición obrera y popular.
En
esta batalla por la sucesión dentro del PJ, el kirchnerismo puro y duro está pasando a mejor vida. Muy lejos en el
tiempo quedó el “triunfo de Néstor” sobre el aparato del peronismo bonaerense.
La elección del domingo hará, ahora, a los intendentes dueños de su propio terruño porque resulta evidente
que la imagen de la “Jefa” no garpa. Algo de eso parece insinuar E. Meler
cuando afirma
que “La “revancha de los territoriales”,
clara en las provincias de la periferia tradicional, pero visible incluso en
Buenos Aires bajo la sombra de Martín Insaurralde, recobra para el ámbito local
la primacía que le corresponde, y renegocia las cuotas de poder con un gobierno
que, si bien no está –ni mucho menos- en retirada, ha visto bajar sus acciones
en estos dos años. Se viene un bienio en que el oficialismo será nominalmente
el mismo, pero las negociaciones se harán más largas, y los rostros presentes
de reunión en reunión serán también otros”.
Así,
para usar los términos de Juan Carlos Torre, el peronismo “permanente” se
impone sobre el peronismo “contingente”. Será entonces la planta baja la que
dicte las normas de convivencia con sus inquilinos de arriba.
Lágrimas en La Biblioteca
Otro síntoma categórico del “fin de ciclo”
lo constituyen los intentos vacuos de los intelectuales K de negar ese mismo
proceso. Hemos venido viendo a intelectuales y al periodismo comprometido (con
el gobierno) de Página12 destilar ríos de tinta en la refutación de la idea de “fin de ciclo”. Tanto énfasis no se
justificaría si no fuera porque implica una profunda crisis consigo misma para la
progresía oficial K que debe ahora, hacer apología de la retirada. Esa misma
intelectualidad que ayudó a construir con sus propias manos el relato, debe
ahora buscar las justificaciones de un acuerdo con el “tiempista” Scioli. Esa
misma intelectualidad, sobre la que escribimos aquí hace unos meses, se sigue golpeando la ñata
contra el vidrio cruel de la realidad.
Durante meses leímos y escuchamos a los
intelectuales agrupados en Carta Abierta (y en el conjunto de la centroizquierda
K) que la única garantía de “continuidad del modelo” residía en la Compañera CFK.
La persona era el modelo y el modelo encontraba en ella su perfecta
encarnación. Pero, a pocas horas del cierre de las urnas, el mensaje común de
nuestra prosaica intelectualidad, fue que el “fantasma de la reelección” había quedado fuera de discusión y esto
permitiría seguramente subir en las elecciones de Octubre. Espantando al
espectro pretenden convocar los votos en dos meses. Pero hasta ahora, sólo Víctor Sueiro ha logrado regresar de la muerte.
Si la intelectualidad K se vio obligada a
la “sapofagia” en función de “defender el proyecto”, estas elecciones no parecen haberle dado más
que un barniz de realismo. A pesar de los golpes de la política, utópicamente siguen
llamando a “abrir el diálogo”, como pide Horacio González. Pero a esta altura resulta
evidente que no habrá tal diálogo. La etapa “bonapartista” del kirchnerismo
clausura la posibilidad del debate y la disidencia. Allí reside (o residía) la
funcionalidad de La Cámpora: obsecuencia sin discusión, a pesar de los chiflidos de la realidad.
Así, el “significante vacío” que siempre
fue la “defensa del modelo” ¿se llenará a partir de ahora con el nombre Scioli?
La próxima Carta Abierta nos lo dirá. Esperamos ansiosos su publicación.
Las elecciones y la izquierda: entre la invisibilización y los intentos de
integración
Como ya señalamos el Frente de Izquierda
hizo una muy buena elección, logrando 900 mil votos en todo el país con
importantes votaciones en el interior pero además con buenos resultados en franjas
del movimiento obrero. Dentro de este marco, un aspecto central es que
emergieron, en algunos sectores, aún minoritarios de la clase trabajadora,
tendencias a la militancia por la elección del FIT. Este es un elemento muy
importante que enfrenta (aún embrionariamente) la tradición que forjó el
peronismo de dividir la lucha y la actividad sindical de la actividad política,
confinada a la casta que se dedica a la misma.
La política de los medios de comunicación
y el conjunto de las instituciones del régimen hacia la gran elección de la
izquierda tiene un movimiento pendular que oscila entre la invisibilización y
el intento de integración. Así, la gran elección del Frente de Izquierda en Santa Fe, donde obtuvieron casi 50mil votos y lograron
importantes votaciones en zonas obreras como San Lorenzo o en Villa
Constitución y San
Nicolás, está siendo ocultada por el conjunto de los medios de esa
provincia, intentando borrarla directamente del mapa de los resultados.
Al mismo tiempo, presenciamos el intento
por integrar a la izquierda al régimen, “unificando a todos los ganadores” de
esta elección, más allá de las profundas diferencias de clase que expresa cada
programa político. Tanto las felicitaciones públicas de Cobos en Mendoza como
de De la Sota en Córdoba a las elecciones del FIT van en este sentido, pretenden
“reducir la distancia” entre el electorado del FIT y el electorado general. Los
votos son así un marco común para todas las fuerzas políticas, más allá de las
diferencias que se esconden en cada partido, en función de las clases sociales
a las que representa o aspira a representar. Sobre estos rasgos de la
democracia capitalista y el rol del sufragio hemos escrito con más detalle aquí.
Estos intentos de ocultamiento e
integración intentan limitar la influencia que pueda llegar a conquistar la
izquierda. Precisamente lo que está en cuestión es si podremos aprovechar el peso
electoral conquistado por arriba para avanzar en el diálogo y la organización con
franjas cada vez más amplias de la clase trabajadora y la juventud que quiebra
vínculos con el kirchnerismo y transformar eso en la base de la construcción de
un fuerte partido revolucionario de vanguardia.
Volvamos al post de MB que citamos más
arriba. El bloguero P(eronista) afirma que “Donde hay Comisión Interna, participar. Donde no la hay, crearla. (…)
En cuanto a los T (los trotskistas),
que espero que realicen una gran elección, y la Burocracia, que están más para
la mortaja o el pañal de adultos; verán aparecer ¿nuevos? jugadores para
disputar las Conducciones del MOO”. A pesar del lenguaje críptico, se puede
entrever que la preocupación de MB tiene que ver con las posibilidades que estas
elecciones abren para los T al interior de la clase obrera. La preocupación no
reside sólo en el caudal electoral, sino en ser parte de “disputar” las
conducciones del movimiento obrero organizado.
Esta
posibilidad emerge como resultado del entrecruzamiento de dos factores. El primero
es la gran elección de la izquierda que no es sólo un resultado fortuito,
producto de la vacancia en los espacios político, sino el producto de una
militancia consciente y perseverante en fracciones de la clase trabajadora
desde hace años, lo que se ha evidenciado en la conquista de comisiones
Internas, cuerpos de delegados y en múltiples batallas parciales. El segundo
factor es la limitación profunda del peronismo (en su versión K y en su versión
Massa) para dar solución a las demandas reales de las masas trabajadoras. Los
límites del kirchnerismo son los límites “a izquierda” del peronismo actual. El
Massismo se halla a su derecha, presentándose como el candidato de las
patronales. Hoy CFK, con su llamado
a dialogar con los “titulares” se propone precisamente disputar ese lugar, el
de garante de las ganancias capitalistas.
Frente
a ellos, y en el marco del declive estructural del gobierno, para la izquierda
se plantea la posibilidad de avanzar en convertirse en una fuerte corriente en
el movimiento obrero y la juventud, a condición de no ser ajena al desarrollo
real de esas fracciones de vanguardia y peleando claramente contra los intentos
de domesticación con los cuáles la clase capitalista y sus políticos, intentan
frenar ese potencial desarrollo.
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