martes, 24 de enero de 2012

Malvinas: fuegos de artificio o política de soberanía nacional


Un tema central que ha removido algunas discusiones sobre el patriotismo y le dio algo de letra a la oposición, fueron las acusaciones del primer ministro Cameron de “colonialista” a la Argentina por su reclamo de soberanía sobre Malvinas.
Esta afirmación, sino fuera porque entrañó la esclavitud y la muerte de millones de personas en todo el mundo, bajo las balas y los cañones de los ejércitos de su majestad, movería a risa. Que un ministro británico llame colonialista a otro gobierno es una muestra de verdadero cinismo.
En estas semanas hemos visto como los medios oficialistas no paran de reivindicar la estrategia realista y exitosa de Argentina de haber logrado que Malvinas fuera un reclamo común del MERCOSUR. Que los países de la región no permitan la entrada de buques de ese origen es un cierto logro que muestra la solidaridad alrededor del planteo de soberanía, pero tiene todos los límites de una política de presión sobre los organismos internacionales.  

“Colonialismo” y legitimidad imperialista

Los años 90’, con sus secuelas de miseria y hambre para millones en todo el mundo, dejaron marcas profundas en la subjetividad de las masas en relación al imperialismo y sus dictados. En la década que terminó, el fracaso de las operaciones de EEUU y las potencias imperialistas aliadas (Gran Bretaña, España y otras) en Irak, así como el empantanamiento actual en Afganistán, son otros tantos condimentos de una crisis de legitimidad que afecta en primer lugar a EEUU, pero también al conjunto de las potencias imperialistas. El desencanto con el dominio de EEUU en Medio Oriente es parte de ese proceso, junto con la emergencia de cuestionamientos a este orden mundial, algo que, por ejemplo, se expresa en el desafío iraní sosteniendo el enriquecimiento de uranio más allá de las amenazas por parte de las potencias imperialistas, incluida Gran Bretaña. El cuestionamiento a la soberanía británica en Malvinas por parte de los países del MERCOSUR está ligado o es expresión de esa crisis de “legitimidad” imperialista. 

Símbolos

Algunos analistas señalan la actual situación precaria de Gran Bretaña: crisis económica en curso, aislamiento en relación a Europa por su negativa a suscribir el último tratado, crisis política interna. Todo ello en contraposición al avance de la estrategia argentina, que ha integrado el reclamo de parte importante de América Latina y que contó con el llamado a negociar hecho por EEUU.
Sin embargo, por el momento, como lo dice el bloguero peronista Abel “esta es – y probablemente lo será por bastantes años – una batalla simbólica. Para ellos y para nosotros. Los mensajes del gobierno argentino, y los del inglés, están y estarán dirigidos, principalmente, a sus respectivos pueblos.”
El gobierno de Cameron está obligado a sacar de la escena la situación interna de Gran Bretaña. Reforzar el carácter chauvinista en aquella nación está directamente relacionado con lograr una base social que le permita avanzar en los ataques contra las masas trabajadoras. Pero el gobierno argentino también utiliza el tema Malvinas para salir de la agenda doméstica. En estos días la realidad nacional está marcada por el ajuste que se inicia en común en las provincias y desde el gobierno nacional.
La “traición” de EEUU a Gran Bretaña puede explicarse por el deseo de tejer puentes con América Latina. Como señaló Timerman “habrán valorado el impacto que tiene la cuestión de las Malvinas en América latina”. Pero esta señal política, que no afecta en nada lo esencial, ya que es sólo un llamado a negociar, podía ser esperable. Argentina vino dando muestras de un giro hacia las posiciones de EEUU. Como se señalaba en este post, su “lugar en el mundo” estaba cada vez más cerca del gran amo del norte. De ahí que este “gesto” ayude a la continuidad de una relación cada vez más imbricada.

La improbabilidad dentro de la improbabilidad

El verdadero problema radica en las escasas posibilidades de que Gran Bretaña acepte una negociación por la soberanía de las islas. Los permanentes llamados a la negociación, realizados incluso por la ONU, no surtieron ningún efecto. Y precisamente el problema estriba en que frente al imperialismo esgrimir razones de derecho internacional tiene la “pequeña” limitación de que el derecho internacional lo deciden esas potencias.
Si la improbable negociación se diese, aún habría que esperar que Gran Bretaña aceptara entregar Malvinas. Pero el imperialismo británico se halla lejos de querer una solución pacífica  de la cuestión. A pesar de que existan cuestionamientos en su propio país, es altamente improbable que esta potencia resigne un lugar estratégico desde el punto de vista económico (con los nuevos yacimientos de petróleo encontrados) y desde el punto de vista geopolítico.
De ahí que la hipótesis de negociación (muy improbable) por soberanía, puede terminar conduciendo a algún tipo de acuerdo formal en el mejor de los casos o terminar en un fracaso liso y llano. En una situación de crisis internacional como la actual, las potencias imperialistas, lejos de tender hacia el pacifismo, tenderán a aumentar los gestos belicistas o militaristas.

El “problema nacional” y las clases   

La historia del siglo XX demostró que las vías para enfrentar y derrotar al imperialismo estuvieron ligadas a la revolución social. Sólo enfrentamientos del conjunto de las masas pudieron establecer un freno a los intentos de diversos imperialismos de imponer o perpetuar su dominación. En esos procesos, las clases sociales fueron un factor actuante.
Precisamente en los “problemas nacionales” la dinámica de esas luchas fue acorde a los postulados de la concepción marxista, contrariando, por ejemplo, la apreciación que hace Abel acá sobre que el marxismo considera a la nacionalidad como una ficción burguesa.
Lejos de ello, los marxistas sostenemos que los problemas de la independencia nacional (y la cuestión de eliminar un enclave imperialista en territorio nacional es parte de esa cuestión) sólo pueden ser resueltos bajo la dirección revolucionaria de la clase trabajadora y el pueblo pobre, enfrentando al imperialismo y con completa independencia de los sectores burgueses autóctonos.
Es la misma burguesía la que hace una ficción de la “nacionalidad”. Si tomamos, la realidad actual. ¿Se puede hablar de nacionalidad cuando de las 500 principales empresas del país, más del 60% son de capital extranjero, cuando se sanciona la Ley Antiterrorista impuesta por el GAFI y a pedido de EEUU, cuando se fugan millones del país por remesas de utilidades? La misma clase capitalista que se enriquece bajo los gobiernos kirchneristas es la que fugó (y fuga) miles de millones de dólares al extranjero y permitió la venta de todas las empresas estatales en los años 90. Ahí está la verdadera ficción.
En definitiva y para cerrar, los “fuegos de artificio” del gobierno nacional, están lejos de significar una verdadera pelea por erradicar ese enclave del imperialismo y recuperar las islas para el territorio nacional.

domingo, 15 de enero de 2012

Movimiento obrero y cristinismo (La vigencia del peronismo. Segunda parte)


Decíamos en el anterior post que la “vigencia” del peronismo tuvo un punto de apoyo en la liquidación de las tendencias más radicales al interior de la clase obrera y los sectores populares. Esas tendencias, que alcanzaron un punto muy alto en las jornadas de junio y julio del 75, fueron abortadas no ya por el peronismo en el poder, sino por la dictadura militar del 76 que aplastó al movimiento obrero secuestrando, torturando y desapareciendo a miles de compañeros y compañeras.
Los años del neoliberalismo, como ocurrió en todo el mundo, implicaron cambios en la estructura del peronismo, en la clase trabajadora y en la relación entre ambos. Como dice Daniel James “la diferencia está en la forma en la que el peronismo se relaciona con la clase obrera (…) a nadie se le ocurriría hablar del sindicalismo como la columna vertebral de peronismo actual. La forma de relacionarse con la masa es a través de los aparatos políticos. O del clientelismo. Hoy la unidad básica juega un papel que no tenía en el peronismo clásico. Y esto es un cambio en la sociedad, surgido del impacto de la ofensiva neoliberal de los últimos 30 años (…) Los sindicatos existen, claro, pero piense en una fuerza de trabajo en la que todavía hay más del 30 por ciento de trabajadores en negro”. Esto es señalado por los mismos blogueros peronistas como lo hace Abel acá.
Pero el peronismo en el poder fue parte de esa ofensiva contra el movimiento obrero. El menemismo fue el peronismo en la época de la restauración burguesa, aplicando los planes neoliberales, atacando la salud y la educación públicas, avanzando en las reformas del mercado laboral, permitiendo un avance fenomenal de la desocupación y el trabajo precario. Este ataque contra las condiciones de vida de las masas fue acompañado y avalado por todo el peronismo en el poder político.
El peronismo como “forma de poder estatal” cumplió esta función, mientras que el peronismo como “movimiento social”, expresado en la dirección de la clase trabajadora en manos de la burocracia sindical, se convirtió en garante de estos ataques paralizando las fuerzas de la clase trabajadora, traicionando las grandes peleas contra las privatizaciones y permitiendo el aumento constante de la desocupación.

El peronismo y su vínculo orgánico con la clase trabajadora

El peronismo actual, en su versión cristinista-kirchnerista (una coalición como lo hemos definido) no escapa a la crisis de representación de los partidos políticos que hizo eclosión en el 2001. El modelo “nac&pop” no ha sido suficiente como para recomponer una relación orgánica profunda entre peronismo y clase trabajadora.
Si el peronismo de los orígenes pudo crear un vínculo duradero con la clase trabajadora, las bases sociales y económicas que dieron nacimiento a esa relación no se sostienen en la actualidad y tienen pocas posibilidades de recrearse, en el marco de la crisis internacional en curso y de las primeras respuestas que está dando el gobierno nacional a la misma.  
Hoy no existe en el amplio abanico peronista, alguien que simbolice para las masas trabajadoras, grandes conquistas o el ingreso a la “ciudadanía política y social”. La “fuerza” de Perón derivaba de lo que el viejo líder representaba para las masas obreras que lucharon por su retorno. Era el símbolo de las conquistas logradas contra las patronales y que los gobiernos de la Libertadora intentaban arrancar.
La huida tras el golpe del 55’ evitó que la clase trabajadora procesara una experiencia con ese “primer peronismo”. Los ataques de la burguesía reforzaban ese vínculo ya que el peronismo había logrado instalar en la conciencia de las masas obreras la confianza en el accionar paternalista del estado burgués.
Pero en las actuales condiciones, las conquistas perdidas en los años de neoliberalismo no fueron “devueltas” por el kirchnerismo. A pesar de la grandilocuencia de los discursos sobre la “igualdad”, el salario de amplias franjas de trabajadores se mantuvo al mismo nivel de los últimos años de la convertibilidad. La creación de gran cantidad de puestos de trabajo se hizo a costa de una enorme porción de trabajo en negro e inestable (precarizados/contratados), el problema de la vivienda siguió sin resolverse y ante los reclamos surgió la represión contra el pueblo trabajador, como en Ledesma o Soldatti.
Aunque para millones de trabajadores y jóvenes, al lado de los terribles años del menemismo y De la Rua esta situación es mejor, no hay grandes conquistas bajo los gobiernos kirchneristas comparables en magnitud a lo obtenido bajo Perón. Hoy es altamente improbable que la clase trabajadora dé “la vida por Cristina”, aunque el peronismo siga siendo la opción política más votada por la clase trabajadora y los sectores populares.

Cristina no es Perón y Moyano no es Vandor

De esos mismos límites deriva la incapacidad de CFK para ejercer un control más real sobre la burocracia sindical. Si Perón pudo disciplinar a Vandor e imponer sus líneas directrices desde el exilio, el cristinismo tiene enormes límites para cumplir un papel similar. Como señala la revista El Estadistael sindicalismo como corporación, funciona de una manera orquestadamente eficaz, ya que, a diferencia de lo sucedido en los gobiernos de Juan Domingo Perón, la CGT tiene un mayor grado de autonomía no sólo respecto al Estado sino también en relación a los partidos políticos (…) el movimiento sindical argentino no puede ser fácilmente controlado desde arriba”. Es precisamente de esa situación que surge la imposibilidad para el gobierno de crear una fracción propia dentro del sindicalismo.
Pero si CFK no tiene la legitimidad que tenía Perón, la burocracia sindical actual tampoco goza de un gran prestigio. Si durante los años de la Resistencia Peronista y los años 60’, las conducciones sindicales gozaron de una cierta legitimidad, la misma estuvo en consonancia con tomar el reclamo de la vuelta de Perón.
Hoy, luego del retroceso de los años 90 y de la transformación de sectores de la burocracia en empresarios, las conducciones sindicales tienen un alto grado de cuestionamiento en la base de la clase trabajadora.
La actual burocracia sindical carga en sus espaldas las traiciones de los años neoliberales. Ese derrotero entreguista y mafioso ha dado los Daer, Zanola, Venegas o Moyano: dirigentes millonarios al frente de sindicatos hace décadas y que no permiten expresiones disidentes u opositores a su interior y que, durante las dos últimas décadas incluso avanzaron en convertirse en empresarios. Esta burocracia se sostiene por medio de métodos mafiosos como lo demostró cabalmente el asesinato de Mariano Ferreyra por parte de la patota de Pedraza, ejemplo extremo de un modus operandi altamente repetido. Expresión de esta crisis de legitimidad es el uso de las barrabravas por parte de la burocracia sindical para actuar contra los conflictos obreros que desafían su control.
Esta es la base del proceso de desarrollo del llamado sindicalismo de base que se viene expresando en importante luchas y se reforzará a la luz de las respuestas a los ataques capitalistas.

martes, 3 de enero de 2012

La “vigencia del peronismo” y la lucha de clases (una respuesta a Abel Fernández. 1° parte)


El post que colgamos ayer sobre la relación entre Soria y el kirchnerismo disparó una respuesta un tanto ofuscada en el Blog de Abel Fernández. Acá queremos responder a algunas cuestiones que nos parecen centrales. Por la extensión de la respuesta vamos a dividir el tema en dos post. En esta ocasión es preciso agradecer la importante colaboración de Fernando Rosso en esta respuesta.


Abel finaliza su post señalando que “Sucede que el peronismo ejerce el poder estatal, y se plantea, como toda fuerza política en serio, seguir haciéndolo. El troskismo no tiene ese problema, y por eso puede dedicarse, sin contradicciones, a cuestionarnos. Eso sí, creo que a nosotros nos viene bien cuestionarnos a nosotros mismos. Ayuda a nuestra vigencia (resaltado mío)
La vigencia del peronismo como movimiento político no es sólo el resultado de su capacidad para incorporar las “alas disidentes” o para la rosca interna. Este es un atributo fundamental que, posiblemente, el resto de los partidos políticos patronales de la Argentina no tengan en igual medida.
La cita de James del post anterior (y que Abel reivindica) tenía el objetivo de mostrar las tensiones en la “vigencia” del peronismo. Pero la misma definición esconde una contradicción que no es tal. El peronismo, como forma de “poder estatal” y como “movimiento social” tiene una unidad estratégica.
En el poder o en el llano, el peronismo sustenta la conciliación de clases, la unidad entre el movimiento obrero y los sectores de la burguesía que defienden los intereses de la nación frente al imperialismo y las oligarquías locales que son sus aliadas. Desde esta concepción, el peronismo en su conjunto no se propone superar los límites de la sociedad capitalista sino apostar a su “humanización”.
“Buscamos suprimir la lucha de clases suplantándola por un acuerdo justo entre obreros y patrones al amparo de la justicia que emana del estado” (James, Pág. 51)
De ahí que, en tanto “forma estatal” como “movimiento social” el peronismo se haya sostenido y perpetuado sobre la base de evitar tendencias más revolucionarias y hacia la independencia de clase que se expresaban entre los trabajadores pudieran desarrollarse.

El “primer peronismo” ante el golpe gorila del ‘55

El primer peronismo llegó al poder como resultado de una combinación de circunstancias. Una parte fundamental estuvo en el rol del Partido Laborista fundado por Cipriano Reyes, Luis Gay y otros dirigentes. Como señalan Murmis y Portantiero en un trabajo clásico “en el proceso de génesis del peronismo tuvieron una intensa participación dirigentes y organizaciones gremiales viejas, participación que llegó a ser fundamental a nivel de los sindicatos y de la Confederación General de Trabajo y muy importante en el Partido Laborista” (Pág. 132)
El papel político que cumplió Perón fue  preventivo: el de evitar que la crisis social y política que se continuaba desde la “Década Infame”, acuciada por las consecuencias de la posguerra desembocara en “el resurgimiento del comunismo adormecido”. Para lograrlo se vio “obligado a hablar el lenguaje de la revolución”.  Una vez en el gobierno, inclinó la balanza hacia la centralización del poder, intentando liquidar las tendencias independientes. No está demás recordar que Cipriano Reyes fue a parar con los huesos a la cárcel por negarse a la subordinación.
James señala que “gran parte de los esfuerzos del Estado peronista desde 1946 hasta su deposición en 1955 pueden ser vistos como un intento de institucionalizar y controlar el desafío herético que había desencadenado (…) el peronismo fue en cierto sentido, para los trabajadores, un experimento social de desmovilización pasiva” (Pág. 51).
El “desafío herético” tuvo como fin evitar la irrupción independiente del movimiento obrero en la escena nacional en una situación de crisis. El peronismo convirtió a la clase trabajadora en un actor de la vida política a costa de liquidar su independencia, borrando las tradiciones más anticapitalistas del proletariado y estableciendo un rígido sistema de control sobre ella, mediante la regimentación del Ministerio de Trabajo y el poderoso control de la burocracia sindical.
Pero cuando las condiciones políticas y económicas cambiaron, el peronismo en el poder tuvo que empezar a atacar a la clase trabajadora. Su incapacidad para llevar adelante la tarea de imponer nuevas condiciones de explotación a una clase obrera que resistía esos intentos, fue lo que condujo a su caída. Frente al golpe del 55’, Perón prefirió “rendirse para evitar un baño de sangre” (que los trabajadores igual sufrieron), la dirección de la CGT negoció con el gobierno de facto y la burocracia política del “estado peronista” huyó raudamente. La clase obrera resistió en soledad el golpe militar, mientras que el “peronismo oficial” escapaba.
Alejandro Horowicz dice en Los cuatro peronismos “el peronismo resultó el camino defensivo del movimiento obrero (…) a condición de que las diferencias se dirimieran parlamentariamente, pero mostró su incapacidad de defenderse eficazmente cuando la oposición política abandonó el terreno de la legalidad constitucional (Pág. 116)
Cuando la lucha de clases desbordó abiertamente los marcos de la legalidad burguesa, la clase obrera se halló incapacitada para responder a la altura de la circunstancias. Combatió heroicamente a la Libertadora, pero el peso de la dirección peronista, de su aparato y de la burocracia fue un gigantesco elemento limitante.

73-76: peronismo en el poder y represión a gran escala.

En los años 70, el peronismo en el poder cumplió el papel de liquidar las tendencias más revolucionarias de las masas que progresivamente iban cuestionando la dominación capitalista en Argentina.
Perón retornó al país después de 18 años de exilio de la mano de un formidable proceso de lucha de clases, donde los trabajadores, la juventud y los sectores populares fueron protagonistas. A partir de mayo del ‘69 se abrió un momento de crecientes luchas sociales que incluyeron semi-insurrecciones locales, durísimas luchas de la clase trabajadora con métodos radicalizados como las tomas con rehenes, el surgimiento de corrientes combativas y clasistas en el movimiento obrero y una creciente radicalización de la juventud y de los trabajadores. Perón fue la carta que tuvo que jugar la burguesía argentina, a su pesar, para intentar darle un cauce a este poderoso ascenso. Ese retorno tenía por objetivo liquidar las tendencias de creciente autonomía que se expresaban en la clase trabajadora y que podían conducir a la independencia política.
El peronismo en el estado fue el responsable de armar a la Triple A, imponer la Ley de Prescindibilidad, la reforma del Código Penal y la Reforma de la Ley de Asociaciones Profesionales. El difícil equilibrio que intentó con el Pacto Social, se complementaba con un ataque abierto a los sectores de avanzada: el sindicalismo clasista, las comisiones internas y cuerpos de delegados que no respondían a la burocracia, los sectores de trabajadores que salían a luchar desafiando de esa forma el Pacto Social.
En ese marco, la vigencia del peronismo se sostuvo en la liquidación de esas tendencias más avanzadas. Esto incluyó golpes brutales sobre el ala izquierda de su propio movimiento: Atilio López y Julio Troxler, peronistas asesinados por la Triple A armada por Perón. La masacre de Ezeiza: una masacre hecha por peronistas contra peronistas. Lorenzo Miguel, Victorio Calabró y el Gordo Rodríguez, dirigentes sindicales peronistas asesinando y entregando obreros peronistas. El Navarrazo, golpe policial contra el gobierno cordobés peronista “de izquierda” encabezado por Obregón Cano y Atilio López.
En este marco, las tendencias más avanzadas a la ruptura del movimiento obrero con el peronismo se expresaron en las Jornadas de Junio y Julio del 75, donde la clase obrera paralizó el país por primera vez en contra de un gobierno peronista al mismo tiempo que se movilizaba activamente desconociendo a sus direcciones sindicales. Las debilidades y la ausencia de una estrategia clara por parte de las corrientes que dirigían las Coordinadores Interfabriles fue el mayor límite que tuvo esta gran acción de la clase obrera para avanzar aún más.
El peronismo como “movimiento social” también fue un freno a las tendencias más radicales del movimiento obrero. Como se evidencia acá la burocracia sindical fue un freno central. Actuó primero frenando y traicionando las luchas, para luego directamente ser parte de la represión paraestatal, integrando las bandas de las 3A.
La izquierda sindical peronista, a pesar de su oposición a la burocracia, no fue capaz de estructurar una corriente política-sindical independiente. Como señalamos en este post, Atilio López fue parte de la “restauración peronista” en el movimiento obrero, aportando a liquidar las tendencias más radicales, como los clasistas de SiTrAC-SiTraM.
La izquierda peronista organizada alrededor de la Tendencia revolucionaria mostró sus enormes limitaciones estratégicas al privilegiar una guerra de aparatos contra las Fuerzas Armadas, al mismo tiempo que intentaban una presión “in extremis” sobre el propio Perón para obligarlo a ir más allá, hacia la “Patria Socialista”.
Tanto en cuanto “poder estatal” como en cuanto “movimiento social” el peronismo cumplió el papel de freno de esas tendencias más radicales. La “vigencia” del peronismo se basó en la derrota del movimiento obrero. Un parte central de su continuidad estuvo asegurada por la presencia de los políticos y burócratas sindicales que fueron “admitidos” por la dictadura de Videla.
En el post que acompaña a éste intentaremos señalar las condiciones de actualidad que permiten hablar o no de esa vigencia.

lunes, 2 de enero de 2012

Soria, el peronismo y el poder real


La reivindicación que hicieron los gobernadores peronistas del difunto Carlos Soria viene a esconder una riña política que es parte de los tires y aflojes del actual esquema de gobierno. “No podía creer este trágico desenlace. Lamentamos mucho la pérdida de un gran trabajador de la política, un luchador, un gran peronista” dijo Scioli. Para el Gallego se fue un amigo: “Con Carlos Soria compartimos tres décadas de compañerismo y amistad. Fue un luchador de fuertes convicciones”. El lobbista de las mineras, José Luis Gioja, también lo recordó como “un compañero y un verdadero amigo”
Para los “gobernas” es necesario reivindicar la trayectoria “militante” de viejo cuño en el peronismo, tan atacada por la llamada “izquierda kirchnerista”. En este aspecto, rememorar al difunto es parte de la pelea al interior de la coalición gobernante.
Pero al mismo tiempo, hay una reivindicación de una figura del orden. Para quiénes quieran lujo de detalles, este video que me pasó el amigo Fernando Rosso abunda en ellos.
Jefe de la SIDE bajo Duhalde, responsable intelectual de los asesinatos del Puente Pueyrredón, Ministro de Justicia de “Tachuela” en sus últimos años como gobernador, defensor del accionar policial en la masacre de Ramallo y, para que no falte nada, comensal del genocida nazi Erich Priebke.
Soria fue un funcionario central en el esquema represivo de los gobiernos de Duhalde, tanto en el provincial, como en el nacional. Un verdadero peronista de derecha que no tenía ningún prurito a la hora de proclamarlo. Podríamos decir entonces que se fue una de las encarnaciones del peronismo como partido del orden, una figura del verdadero “poder real”, que se aprestaba a seguir cumpliendo ese papel con el ajuste que acaba de votar la legislatura de Río Negro.

Kirchnerismo y aparato peronista: necesidades mutuas

A pesar de las denuncias contra Soria, CFK no tuvo problemas en recibirlo en la Rosada. Además sus ministros viajaron a Río Negro para hacer campaña por él en la elección a gobernador. Ese apoyo fue uno de los componentes que le permitió ganar por amplio margen en la provincia, recuperándola para el peronismo después de 20 años de gobiernos radicales.
Pero si Soria necesitó del caudal de apoyo popular de CFK, ésta al mismo tiempo necesitó (y necesita) a los gobernadores como Soria y al aparato del viejo peronismo para gobernar.
Daniel James sostiene en Resistencia e integración que “Las tensiones resultantes de ese legado ambiguo (del primer peronismo. NdR) fueron considerables. En último término podría decirse que la principal de ellas se centró en el conflicto entre el significado del peronismo como movimiento social y sus necesidades funcionales como forma específica del poder estatal” (Pág. 58. ED. Siglo XXI)
Si el kirchnerismo apareció como un movimiento disruptivo en la política nacional, fue en función la reconstrucción de la autoridad estatal golpeada por las jornadas de diciembre del 2001. Eso lo obligó a jugar, en cierta medida como “movimiento social”, tomando las banderas de los DDHH, cuestionando la legitimidad política de los años 90 y los ajuste neoliberales, ya derrotados por las masas en las calles.
Pero como “forma específica de poder estatal” no podía prescindir de los mecanismos que permitieron sortear la crisis del 2001 y darle continuidad a la dominación capitalista. Intendentes del Conurbano y gobernadores fueron parte de contener a las masas pobres, con la ayuda inestimable de los fondos del Banco Mundial destinados a los Planes Jefes y Jefas de Hogar. La burocracia sindical en todas sus alas impidió que la clase trabajadora pudiera dar una salida propia. Incluso le impidió intervenir de manera defensiva frente a los brutales ataques con los que se descargó la crisis. Las fuerzas represivas fueron un componente esencial, aunque con menor peso en este esquema por la crisis que atraviesan desde la salida de la dictadura.
Como señalamos acáMás allá de concesiones, compromisos y demagogia, el kirchnerismo se basa en el “poder organizado” que constituye al propio peronismo: la burocracia sindical, la burocracia política (barones del conurbano, gobernadores, etc.) y las fuerzas represivas. En los tres casos estos centros del poder real del peronismo son estrechamente dependientes del Estado burgués, desde ya las fuerzas represivas y la burocracia política, pero también la propia burocracia sindical, cuya fortaleza deviene justamente del carácter “estatizado” de los sindicatos. Esta es la gran verdad que ofusca a los intelectuales K”.
Los tibios ensayos políticos de la “transversalidad” y la “concertación plural” no pasaron de las gateras. Néstor y Cristina (Él y Ella), después de andar por los sinuosos caminos del progresismo, volvieron al bosque que más conocen y aprecian, el del aparato peronista, a pesar de la tragedia que eso significó para cierta intelectualidad que luchaba por construir “por fuera del peronismo”. Como le dijo Néstor a cierto “filósofo” (cuasi-semi K) "La política es no hacerle asco a nada".
Todo esto no significa que no exista ninguna tensión entre cristinismo y pejotismo. Al contrario, esto es lo que venimos discutiendo en distintos blogs. Pero la muerte de Soria y su relación con el cristinismo en los últimos meses ameritaban resaltar este aspecto.
El aparato peronista es central en el esquema de dominación capitalista en Argentina. En todo caso la pelea del cristinismo, con sus múltiples corrientes, es una pelea por apropiarse de “su” parte del aparato y dirigir (negociando, cooptando y extorsionando) al conjunto del mismo. Mientras la situación nacional se mantenga dentro de ciertos límites de estabilidad económica, los “triunfos parciales” de CFK serán posibles. Cuando la crisis internacional en curso golpee más abiertamente sobre el país, generando mayores consecuencias sociales, políticas y en el terreno de la lucha de clases, veremos agudizarse estas peleas. En esos momentos de agudización de lucha de clases, nuevamente se pondrá en escena la contradicción entre el peronismo en su forma de “poder estatal” y en su forma de “movimiento social”. Está de más aclarar que, en este enfrentamiento, el gobierno nacional cumplirá cabalmente su papel de partido del orden.

Ningún ajuste de cuentas o riña Tres militantes del FPDS fueron asesinados. Inmediato esclarecimiento del crimen de los compañeros

LUNES 02 DE ENERO
COMUNICADO DE PRENSA

Ningún ajuste de cuentas o riña
Tres militantes del FPDS fueron asesinados.
Inmediato esclarecimiento del crimen de los compañeros

Nos ha llegado hoy la lamentable noticia del asesinato artero de 3 compañeros del  M26 y el FPDS de Rosario, masacrados en los festejos de fin de año.
Así como les expresamos a los compañeros del FPDS telefónicamente apenas conocimos esta terrible noticia, en este momento de dolor queremos acercarles nuestra mayor solidaridad y bronca, reafirmar que como siempre el PTS estará a entera disposición para impulsar la movilización unitaria por el esclarecimiento del asesinato, como así también exigir el castigo a los responsables materiales como institucionales, ya que difícilmente un ataque de estas características no cuente con anuencia y complicidad policial. 


Partido de los Trabajadores Socialistas
 

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Partido de los Trabajadores Socialistas - Santa Fe
ptssantafe@gmail.com