Desde esa
visión es que Tosco definirá a la clase obrera como el “factor fundamental de la lucha por la liberación nacional y la justicia
social”. Dirá que el sindicalismo de liberación “es el que atiende tanto a la defensa de los derechos y reivindicaciones
de carácter inmediato de los compañeros y que plantea la lucha contra el
imperialismo internacional del dinero, su manifestación concreta de monopolios
de la producción, de la distribución, de los servicios, de las finanzas
internacionales (…) que plantea la transformación revolucionaria de las
estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción
y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal-social y
no privada”
Criticó abiertamente el sindicalismo
apolítico. Estuvo en el vértice opuesto a quienes reivindicaban ir “de la casa al trabajo y del
trabajo a la casa”. Pero también en este aspecto, su visión estuvo limitada por
una concepción de colaboración de clases. De ahí que se negó a ser parte de
una corriente obrera política
independiente y privilegió los acuerdos con sectores de la izquierda peronista
en el camino de un movimiento policlasista.
Ya vimos en el
anterior post
como esto se expresó en el rechazó de las postulaciones a presidente en marzo y
octubre del 73. Allí desarrollamos la crítica a su abstención y cómo esto colaboró
a fortalecer la figura de Perón. Pero su concepción etapista y reformista lo
llevó a la construcción de proyectos en el movimiento obrero que terminaron
subordinados a la política de conciliación de clases que impulsaba el PC y que
Tosco tomaba como propia.
La experiencia
de la CGT de los Argentinos (CGTA) será una temprana confirmación en el tiempo
de los límites de este tipo de proyectos.
La CGTA surge en
marzo del 68’ en el marco de las disputas dentro del movimiento obrero, entre
los sectores participacionistas de la burocracia sindical y los enfrentados a
la dictadura de Onganía. Estos últimos se identificarán bajo un discurso
antiimperialista y confluirán con los Sacerdotes del Tercer Mundo, corrientes
del movimiento estudiantil e intelectuales, expresando la radicalización
creciente de fracciones amplias de vanguardia.
Josefina
Luzuriaga en un trabajo en elaboración señala: “En la CGTA van a confluir dirigentes “duros” de la burocracia
peronista, con una corriente de izquierda peronista político y sindical, junto
a personalidades como Rodolfo Walsh, el artista plástico Carpani o el grupo de
artistas de vanguardia “Tucumán Arde” (…) se establece una relación fluida, por
primera vez, entre sindicatos y sectores del movimiento estudiantil, como
durante las jornadas del Rosariazo y el Cordobazo (…) puede considerarse a la
CGTA como una expresión de lo “previo”, pero también de lo “nuevo” que
comenzaba a emerger.
Tosco será,
junto con Ongaro,
una de las figuras centrales de la CGTA. Allí verá la herramienta para forjar
un movimiento obrero combativo, plural y antiimperialista. Pero este proyecto iba a
estrellarse contra las decisiones de su propio impulsor. Desde Madrid las
órdenes cambiarán. Perón y Vandor estrecharan lazos.
“Perón que anteriormente había convocado a Ongaro
para dar su apoyo al nacimiento de la CGTA, comienza las conversaciones con el
Lobo. Desde junio de 1968 hasta principios de 1969 ambos trabajan un plan para
unificar la CGT y
acometer la reorganización de las 62. Entonces, muchos dirigentes piensan que
es tiempo de volver al redil” (Agustín Tosco
1930-1975…Pág. 110).
Para Tosco
esta derrota lo llevó a recluirse en el trabajo en el movimiento obrero de
Córdoba. Citamos nuevamente a Licht “Ya
con la CGTA en
franco descenso-debido principalmente al apoyo que Perón otorga a la CGT ortodoxa-, el
lucifuercista entiende que será mejor defender la central local, su autonomía,
su amplitud ideológica y con los peronistas combativos que allí se aglutinan” (ídem,
pág. 153)
El fracaso de la CGTA fue producto de la
subordinación a Perón, que impuso los ritmos y
los límites. Una anécdota relatada por Licht pinta de cuerpo entero (y destila
un machismo exacerbado) el uso que hacía Perón de los sectores combativos del
movimiento obrero . Señala la autora que “…en
1970 Atilio López viajó a Madrid para entrevistarse con Perón. Allí el líder le
muestra los jardines y los perritos. Lo lleva abrazado y en un momento, sin
soltar el brazo, le dice: “Che, Atilio, me dijeron que estás en maridaje con
Tosco”. López contestó: Sí, general, pero le explico…” Perón lo interrumpió:
“No, no está mal, pero que el marido seas vos”. (Pág. 180)
Córdoba: los límites del “pluralismo sindical”
Córdoba aparecerá
entonces como el reducto de un movimiento obrero pluralista donde convivían los
diversos sectores en los estaba dividida la estructura sindical. Pero esa
unidad era una excepcionalidad. El ataque de la dictadura contra el movimiento
de masas, sectores de la burguesía y pequeña burguesía, la proscripción del
peronismo, la persecución y encarcelamiento de militantes obreros,
estudiantiles y populares, eran factores que unificaban. Además Córdoba vivía
un proceso agudo de lucha de clases a partir del Cordobazo: en los años 70-71,
mientras a nivel nacional se declararon sólo 4 paros generales, en la provincia
mediterránea se realizaron 19.
Pero cuando el
peronismo vuelve al poder, en mayo del ‘73, reemergieron las tensiones al
interior del movimiento obrero cordobés. Esto se expresó en la presión a la que
se vio sometida la alianza sindical “plural”. Desde la asunción de Obregón Cano
y López se desató una feroz presión para obligar a la reorganización de la CGT
Córdoba expulsando a los gremios independientes y de izquierda de la mesa
directiva, intentando imponer una conducción completamente peronista y
verticalista.
Brennan señala que “El viraje decisivo se produjo en la convención nacional de las 62
Organizaciones, realizada en julio (del 73. NDR) (…) López fue obligado a dar su acuerdo a una reunificación de los
campos beligerantes del movimiento obrero peronista de Córdoba a través de unas
62 organizaciones reunidas (…) la decisión de López dejó anonadados a los
sindicatos de izquierda. Los independientes en particular contemplaban
incrédulos la capitulación de último momento del vicegobernador (…) cuando
López, unos días después, criticó ásperamente a sus ex compañeros, diciendo que
la unificación de la CGT
de las 62 organizaciones era cosa juzgada y que Tosco y Salamanca, en todo
caso, no tenían voz en los asuntos peronistas, resultó claro que la estrecha relación se rompía bajo el peso de la
restauración peronista” (El Cordobazo…Págs. 320-321. Negritas propias)
De ahí en más, Tosco buscaría la unidad
con otros sectores combativos, como Salamanca, pero su proyecto de unificarse
con el ala izquierda del peronismo entraba en declive. Bajo el peso de la “restauración
peronista”, no había alineamiento intermedio posible. O se estaba con Perón o
se era un “apátrida marxista”.
La ofensiva
desatada por Perón y la burguesía desde el poder central se reforzó durante los
últimos meses del 73 y los primeros del 74. El peso y la fuerza de la vanguardia combativa del
movimiento obrero eran muy importantes en Córdoba. Había que “hacer tronar el
escarmiento” para dar un ejemplo a todo el país. Había que echar a Obregón Cano
y Atilio López para, desde el poder del estado, dirigir una ofensiva abierta
contra el movimiento obrero. Este objetivo estará detrás del Navarrazo.
Los golpistas
enarbolarán la bandera del “auténtico peronismo”, para garantizarse el apoyo, o
por lo menos la pasividad, de sectores amplios del movimiento obrero. Es que la
negativa de la izquierda peronista de enfrentar abiertamente a Perón, permitía
que esa “relativa confianza” se sostuviera. A esta política se adaptaban los
dirigentes del sector combativo del movimiento obrero. Días antes del golpe
policial, el Movimiento Sindical Clasista criticaba las modificaciones de la
Ley de Asociaciones Profesionales y la reforma al Código penal, pero “no se colocaba en una línea de oposición
total al presidente Perón, sino a sus sectores burocráticos y de derecha”.
Pero el golpe en curso se preparaba “bajo
las órdenes del General”. Como señala Pablo Bonavena “La escalada golpista contra el gobierno de Córdoba asomó con evidencia
en los días posteriores a la masacre de Ezeiza, cuando los rumores de una
posible intervención comenzaron a circular con gran intensidad” (Lucha
de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. Pág. 219). La
secuencia de hechos que se desencadenan preanuncian el golpe de la derecha
peronista: toma de la sede de la CGT, “custodia” de la misma por las fuerzas
policiales, represión brutal a la huelga de San Francisco, incluso contra la
política del gobierno provincial, enfrentamiento con el clero y los productores
de carne, choque con la patronal del trasporte urbano.
La derecha “avisaba”
que se preparaba abiertamente para enfrentar a la vanguardia obrera y juvenil. La
izquierda peronista y la vanguardia obrera de Córdoba veían los hechos
desarrollarse pero eran impotentes para formular una política de verdadera
independencia de la clase obrera, requisito necesario para la preparación de una
autodefensa que pudiera golpear a la derecha.
En octubre de
1973, un comunicado de prensa de Luz y Fuerza señalaba “los atentados a las organizaciones sindicales combativas, a
otros locales e instituciones, la “toma” de la legislatura provincial, el Banco
Social, el explosivo colocado en el domicilio del diputado Fausto Rodríguez y
el criminal ametrallamiento de una asamblea de trabajadores de la construcción
en el local de la CGT regional son la dramática y trágica evidencia del claro
objetivo de crear un clima de intimidación y terror” (Textos reunidos, pág. 237)
Frente a esta
ofensiva, se postulaba “la defensa institucional del gobierno provincial”
(Bonavena, Pág. 223). Tosco, a pesar de que producidos los hechos planteará
críticamente la falta de preparación para resistir, durante meses apoyó a
Obregón Cano y López, reservando sus críticas sólo al Pacto Social, dejando de
lado a Perón.
Como ya señalamos “Ante esta ofensiva, la respuesta del
movimiento obrero combativo aparece completamente impotente. En una entrevista
realizada a Tosco, dirigente de Luz y Fuerza, se podía leer lo siguiente:
“Pregunta: ¿Y cómo es que no se ha producido ninguna
reacción de tipo masivo?
Tosco: Se están haciendo actos relámpagos, algunas
asambleas de fábrica, etc. (…), pero hay una relación de fuerzas básica que
está dada por el teniente coronel Navarro y su policía con las armas en la
mano. Centenares de fascistas armados y entrenados bajo la conducción de
organismos policiales y parapoliciales”
Un comunicado
del Movimiento Sindical Combativo, del 8 de marzo proclamaba “la continuidad de la lucha (…) se resuelve
una intensa campaña de información, volantes, pintadas y comunicados (…) se
organizaran actos relámpagos de protesta en la zona céntrica y reuniones
masivas en los lugares de trabajo y en los barrios” (Textos
Reunidos II. Pág. 280)
Es evidente que las corrientes que tenían
peso de dirección en el movimiento obrero, en los sectores del sindicalismo
combativo, no estaban preparadas para dar una respuesta a la altura del ataque
planteado. Y esto tenía que ver con una concepción política y estratégica. La
búsqueda de una alianza con la izquierda peronista limitaba la capacidad de
acción de las corrientes independientes. El mismo Atilio López se retiró de su
cargo de vicegobernador sin dar ninguna batalla seria, apostando a que Perón,
como líder del movimiento, fallara a su favor, cosa que no ocurrió.
Pero ayudar a
procesar la experiencia política con el gobierno de Perón, y derrotar a las tendencias
más reaccionarias en curso, era necesaria la existencia un polo político a la
izquierda del peronismo que lo enfrentara abiertamente, denunciando su rol
contrarrevolucionario y su papel de verdadero responsable de las 3A y de cada
medida tendiente a debilitar las tendencias combativas en el seno de las masas.
Precisamente esta es la perspectiva que estuvo ausente en la visión y en la
política de Tosco.
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