sábado, 22 de diciembre de 2012

Apuntes sobre la crisis social y los saqueos. Tensiones abiertas en el fin de ciclo




Eduardo Castilla

Hace una semana habíamos escrito acerca de los “tiempos desacordes” de la situación nacional, donde abstrajimos un tiempo de la política, otro de la maduración de la subjetividad obrera y un tiempo, más lento, de la economía. Pero las expresiones directas de esta última esfera son las que acaban de hacer entrada en escena en los últimos días, con los saqueos que se vieron en todo el país. En última instancia, lo “económico” emergió en el marco de la dinámica más veloz de lo “político”.
Los saqueos que cruzaron al país desde el jueves pasado muestran la emergencia de la Argentina profunda y pauperizada que, a pesar de los malabares del INDEC y los diez años de crecimiento, nunca desapareció sino que fue “ocultada” con montañas de subsidios y planes que, a luz de la sintonía fina, empiezan a flaquear. Como se dice acá una gran parte de la población -principalmente de la juventud- sigue viviendo en condiciones de extrema pobreza, sin trabajo o con empleos "en negro" y precarios. A diez años del mayor crecimiento económico de toda la historia nacional según las mismas cifras oficiales existen en la Argentina más un millón y medio de desocupados y casi cinco millones tienen empleos precarios "en negro", mientras que un millón de jóvenes no estudia ni trabaja”.
La emergencia de los sectores más pobres de la población, su entrada en escena, se da en una situación de creciente debilitamiento del poder político, conjugado con acciones de sectores de masas que salen a reclamar por lo propio. Si las clases medias tuvieron su 13S y su 8N y el movimiento obrero hizo su gran demostración de fuerza en el parazo del 20N, resulta lógico que las masas pobres que sufren padecimientos agudizados por la inflación, lleven a cabo sus propias acciones para dar solución a sus demandas. A su modo, las capas más explotadas de la sociedad argentina entran en el torbellino del “fin de ciclo”.  
Sólo la continuidad de una pobreza estructural, en el marco de una inicial actividad de sectores de masas, hizo posible esta situación. Quiénes intentan “naturalizar” los saqueos argumentan que también los hubo en los años anteriores. Sí y no. La realidad es siempre concreta. Estos sucesos aparecen en el momento de declinación clara del kirchnerismo. Lo hacen desafiando a un gobierno golpeado que, además, es su propio gobierno. De ahí la dinámica más explosiva que esto puede implicar a futuro.
Lo que salta a la vista entonces es una crisis de los mecanismos de control sobre un sector central de las masas pobres que, acorde a las políticas mundiales de las últimas décadas, fue contenido con asistencia estatal, fluctuando como mano de obra desocupada a mano de obra precarizada, en negro o tercerizada. La explosividad de estos días muestran los límites tendenciales del control burgués sobre estas franjas a las que, el kirchnerismo dominó a través de pactos con intendentes y gobernadores. Esto es lo que parece estar entrando en crisis.
Mención aparte merece el cinismo de capitalistas y gobiernos que, mientras bombardean 24 horas diarias por todos los medios posibles acerca de los “beneficios” del consumo de todo tipo de mercancías, sanciones y condenan a las masas por apropiarse de los mismos. Cuando la felicidad es igualada al consumo de plasmas, LCDs y demás artilugios, “argumentar” que eso no expresa hambre es cargar culpas sobre quiénes son víctimas de un sistema que todo lo mercantiliza y sobre todo construye necesidades. Es en casos como éste donde el cinismo capitalista se muestra con total desparpajo. Aunque lo que más indigna es el recurso a este tipo de “argumentos” por parte de los llamados progresistas en defensa del gobierno “nacional y popular”.  

¿Otro pilar del “poder real” en declive?

Se ha escrito que el kirchnerismo combinó la demagogia política con el control del movimiento de masas a través del poder real que ejercían la burocracia sindical, los barones del conurbano (y los gobernadores de las provincias) junto a las fuerzas represivas. Pero a medida que se desarrolla el fin de ciclo kirchnerista, este armado de control sobre el movimiento de masas va desgastándose y entrando en crisis.
En dos de esos pilares ya emergieron profundas limitaciones. La ruptura con Moyano además de quitarle el “control de las calles” al oficialismo,  le granjeó un poderoso enemigo que hoy apuesta a la recomposición de la oposición patronal. Significó el pase a la oposición de una franja importante del movimiento obrero, proceso que ha tendido a profundizarse después del 20N, con los límites que se señalan aquí. Por su lado, la CGT oficialista se encuentra atada de pies y manos a la pobre política del gobierno, lo que limita a esta ala de la burocracia para actuar de manera hegemónica. La CGT oficialista es tan débil como débil resulta el magnetismo propio del gobierno. De ahí los constantes rumores que la acercan a Moyano y los permanentes pedidos de “resultados” que estas conducciones ejercen.  
Por su parte, las fuerzas represivas ya tuvieron su “agosto” en Setiembre.  Acá señalamos la crisis de las llamadas “fuerzas democráticas”. Entre las “viejas” policías provinciales y las “nuevas” fuerzas represivas, el gobierno parece no contar con base firme en ningún lado. Allí se juegan internas, negocios y todo tipo de vínculos con las mafias o las redes de trata como lo demuestran cientos de ejemplos. Todo esto no implica aún la pérdida de control sobre el aparato del estado, pero potencialmente muestra los límites de este organismo para actuar contra la protesta social.
En este marco, los saqueos agregan un ingrediente a esta ensalada de conflictos, golpeando sobre el tercer pilar del poder real. La extensión de los saqueos por varias provincias, pero centralmente en el Conurbano, lugar esencial no sólo para ganar elecciones sino para impedir la acción de las masas, pone de manifiesto un punto de falla del poder político burgués. Si detrás de esto están las internas políticas burguesas, es una cuestión de segundo orden. Los saqueos hacen entrar en escena la ruptura de la legalidad burguesa en dos cuestiones: el ataque a la propiedad privada y los enfrentamientos con las fuerzas represivas, elementos que ya se han expresado en anteriores acciones de los sectores más empobrecidos de las masas. Y precisamente esto ocurre en el lugar donde el peronismo y el kirchnerismo como su expresión hegemónica actual (en declive) cimentaron su poder en estos años.
¿Se inicia la pérdida de control también con este sector? ¿Son las capas más pobres de las masas las que pueden empezar a asomar en la situación política como lo hicieron a fines del 2010 en la lucha por tierra del Parque Indoamericano? Recordemos, de paso, lucha salvajemente reprimida en común por macristas y kirchneristas, que dejó en evidencia que la solución al problema de la vivienda del “modelo” era un Ministerio para mejorar la represión estatal.
La continuidad del limitado crecimiento económico así como las necesidades de volver a la “sintonía fina” son elementos que puede hacer que esta tendencia tienda a desarrollarse en el 2013. Las necesidades electorales del kirchnerismo, dependiendo de las alianzas que pueda tejer, es una contratendencia. Pero el agotamiento estructural del “modelo” y su lento declinar, preanuncian más bien el primer escenario, aunque sea difícil medir tiempos y ritmos. 
No estamos ante el inicio de la delaruización del kirchnerismo, pero sí ante un acelerado fin de ciclo. Aunque la situación estructural dista de ser similar a la del 2001 (y en ese sentido, los apologistas del gobierno tienen razón), existen enormes límites para que un nuevo “relato” kirchnerista puede hacerse fuerte en el futuro y recuperar seriamente esa base social.

Culpables

El gobierno nacional y la burocracia moyanista cruzaron acusaciones de culpabilidad. El gobierno directamente atacó a las organizaciones sindicales (camioneros, gastronómicos y ATE), poniendo en el banquillo de los acusados al movimiento obrero, dándoles continuidad a la política anti-obrera que viene desarrollando. De paso, le sumó el ataque a la izquierda dura, continuando la ola macartista. Pero este ataque parece haber “despertado la solidaridad” de otras alas de la burocracia, lo que tal vez evidencie un error de cálculo del gobierno. Lo que dicta los “exabruptos” del gobierno es la necesidad de reducir la potencia de su enemigo, el movimiento obrero. Sea por la vía del intento integracionista con la CGT Balcarce, sea por la vía de una guerra de desgaste contra el moyanismo, el objetivo del período que se aproxima es doblegar al movimiento obrero para garantizar una rentabilidad mayor a la burguesía.
Las mutuas acusaciones son el resultado de sus propias limitaciones estratégicas. El kirchnerismo, a casi una década de dirección del estado burgués, no tiene otra opción que buscar conspiradores. La única “explicación posible” es el sabotaje, salvo que se quiera demitir el fracaso del modelo de “inclusión social”·
Por su parte la burocracia está obligada a ensayar un discurso de demonización del gobierno nacional porque va de la mano con su estrategia de fortalecer a la oposición político-patronal. Si se admite seriamente que las demandas de millones están insatisfechas, se tiene que admitir que la convivencia con “el modelo” por casi una década lo convierte en cómplice del fracaso. Pero al mismo tiempo, la burocracia, como actor político-social que expresa la oposición de franjas de masas, debería tomar efectivamente esas demandas en sus manos. Como consecuencia de sus límites para hacerlo, la burocracia moyanista no puede más que entrar en el falso debate de los culpables.
Este era el cierre que le faltaba al 2012, evidenciando la continuidad de la caída del kirchnerismo. Si durante el año que termina fue difícil sostener la mística (salvando la muy parcial excepción de la estatización del 17% de la vieja YPF) el 2013 promete ser un año altamente volátil desde este punto de vista. Las posibilidades de la emergencia de una izquierda revolucionaria en el movimiento obrero que aproveche estas tendencias están abiertas.

Declaración del PTS ante los saqueos

(PTS, 21/12/12) Ante los hechos sucedidos en Bariloche, Rosario y algunas zonas del Gran Buenos Aires, donde produjeron saqueos a supermercados y otros comercios, el PTS denuncia en primer lugar que estos hechos son la consecuencia de que, bajo los gobiernos kirchneristas, una gran parte de la población -principalmente de la juventud- sigue viviendo en condiciones de extrema pobreza, sin trabajo o con empleos en negro y precarios. A diez años del mayor crecimiento económico de toda la historia nacional según las mismas cifras oficiales existen en la Argentina más un millón y medio de desocupados y casi cinco millones tiene empleos precarios "en negro", mientras que un millón de jóvenes no estudia ni trabaja, Esto se agrava por la inflación que produce aumenta la carestía de la vida y afecta en primer lugar a los sectores más pobres, mientras que los empresarios y banqueros siguen con la fiesta llevándosela "en pala" como reconoció la misma Presidenta Cristina Fernández. Mientras que por estas fechas los artículos suntuosos se venden al por mayor en los shoppings para unos pocos, en los barrios populares se evidencia la cada vez más brutal diferenciación social que produjo este "modelo nacional y popular".
Rechazamos la represión contra las personas que llegan a esta situación desesperante y exigimos la libertad de todos los detenidos. Asimismo repudiamos las declaraciones macartistas de los funcionarios nacionales, encabezados por el Jefe Gabinete, Juan Manuel Abal Medina y el Secretario de Seguridad, Sergio Berni, volviendo a acusar a organizaciones sociales, sindicales y a la izquierda y llamando a reprimir.
El PTS no impulsa ningún saqueo y defiende los históricos métodos de lucha del movimiento obrero, a la vez que comprende la situación a la que son empujadas miles de familias indigentes de nuestro país que las llevan a tomar estas acciones desesperadas.
En la confrerencia de prensa de la CGT y la CTA opositoras, Moyano y Micheli denunciaron la campaña de infundios generada por el gobierno K y su inmensa corporación mediática. Pero consecuentemente con la tradicional postura de la dirigencia sindical burocrática que en los noventa dejó librados a su suerte a millones de desocupados que se vieron obligados a desarrollar el movimiento piquetero, esta vez también quienes están al frente de los sindicatos le dan la espalda a los sectores más explotados y oprimidos de la sociedad, como los millones de trabajadores desocupados y precarizados. En la citada conferencia de prensa notablemente nadie mencionó el tarifazo al transporte que acaba de imponer el gobierno K, un nuevo atentado al nivel de vida particularmente de las franjas más empobrecidos del pueblo trabajador. La impotencia de estos sectores pobres es también responsabilidad de la burocracia sindical.
El PTS en el Frente de Izquierda sostiene que hay que encausar la lucha por alimentos y vivienda dirigiéndola hacia el poder político y exigir: cese inmediato de la represión y libertad a todos los presos; entrega inmediata de bolsones de alimentos en todos los barrios carenciados del país bajo el control de delegados barriales elegidos democráticamente; anulación del tarifazo al transporte; plan nacional de obras públicas bajo el control de las organizaciones obreras para realizar las obras de infraestructura que necesita el pueblo poniendo a trabajar a cientos de miles de trabajadores, con un salariio mínimo que sea equivalente al costo de una canasta familiar; juicio y castigo a los responsables de los asesinatos en Rosario.

Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS)

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El 2001 y los años kirchneristas (reposteo propio)



Hace un año publicamos este artículo con el amigo Fernando Rosso. A pesar del tiempo transcurrido, lo volvemos a postear hoy para refrescar algunas discusiones. 

El 2001 y los años kirchneristas 

Fernando Rosso/Eduardo Castilla

En anteriores números de LVO reflejamos algunas de las principales discusiones en torno a las jornadas revolucionarias de diciembre del 2001. Intentamos dar cuenta allí de la intervención del movimiento obrero, los movimientos piqueteros y las tendencias políticas que se habían expresado en esta crisis.

Al mismo tiempo discutimos los límites que tuvieron esas jornadas para imponer una salida propia de los explotados, lo que permitió que el proceso terminara siendo encarrilado por la burguesía de la mano del peronismo, primero con Duhalde y después con los Kirchner.

Sin embargo, la clase dominante se vio obligada a recurrir a distintos mecanismos políticos y sociales e ideológicos para poder canalizar la situación, al tiempo que intentaba reconstruir la autoridad estatal, fuertemente cuestionada por la acción de masas.



Crisis de autoridad y restauración



El 2001 expresó un momento de “escisión” (al decir de Antonio Gramsci) entre las masas y sus representantes políticos tradicionales. Tal escisión con el régimen político y sus instituciones - la justicia, el parlamento, los grandes medios de comunicación y la burocracia sindical - se manifestó en el lema de cientos de miles: “que se vayan todos”.

Las jornadas del 19 y 20 dejaron establecida una relación de fuerzas a favor de las grandes masas que no podía ser obviada por quienes tomaron las riendas del poder estatal. Así, se vieron obligados a capear el temporal recurriendo a toda clase de “promesas demagógicas”[1] en la búsqueda de recomponer la autoridad y evitar que la crisis se siguiera llevando puesto al personal político del estado. Esa fue la tarea que el kirchnerismo (bajo el gobierno de Néstor y luego con Cristina Fernández)  vino a realizar.

Hace poco definíamos: “Es evidente el rol restaurador de la coalición gobernante (…). Tuvo su primera fase ("kirchnerista pura") donde la propia burguesía tuvo que aceptar "compromisos y limitaciones" para ocultar el elemento restaurador: paritarias, discurso "setentista", de "no represión" a la protesta social, demagogia en DDHH, ocultamiento de los impresentables del peronismo; y la nueva fase ("cristinista") donde se propone realizar la restauración hasta el final: pérdida de peso y poder de los sindicatos y ataque a la izquierda sindical clasista en particular, discurso contra los piquetes, alianza más fuerte con los empresarios, Boudou como la "gran figura" del "nueva" coalición, apoyo abierto en y al aparato pejotista” [2].

Hoy, con el evidente giro a la derecha, podemos agregar que el acercamiento abierto a los empresarios y la condena a las acciones de lucha de la clase obrera y a sus organizaciones son nuevos elementos que reafirman esa sentencia.

La recuperación económica, que comienza en el año 2003, fue un elemento esencial el asentamiento del proyecto restauracionista. Y esta recuperación tuvo dos motores centrales: la devaluación duhaldista, que significó un saqueo al salario e hizo relativamente “competitiva” a la economía argentina, y el crecimiento internacional que favoreció especialmente a las materias primas que exportaba el país.

Hay un debate sobre el carácter del kirchnerismo, donde los partidarios del gobierno argumentan que éste es la respuesta política  legítima y “progresista” a la crisis del 2001. Hay algo de verdad en esta lectura, no puede entenderse el kirchnerismo sin el 2001. Pero para nosotros más que una respuesta histórica progresiva, fue el emergente de una ausencia: la de la clase obrera ocupada y su representación política, es decir su propio partido revolucionario. Esta ausencia, como describimos en los artículos anteriores, fue producto del rol traidor de la burocracia sindical y de las derrotas que habían minado estructuralmente la fuerza de los trabajadores, durante los años 90 (con la desocupación como máxima expresión). Sobre la base de esta debilidad de “los de abajo” pudo montarse el proyecto restaurador. Los cuestionamientos y las demandas expresadas en las calles en las jornadas del 2001 y durante los meses siguientes no obtuvieron respuestas bajo el ciclo kirchnerista. Se tomaron, sobre todo en el discurso, demandas parciales y se cambiaron las formas, pero la sustancia de la estructura del capitalismo semicolonial argentino quedó, hasta hoy intacta. Las salidas que propone Cristina, ante el nuevo episodio de la crisis internacional, constatan esta realidad.



Las relaciones de fuerza y un nuevo “espíritu de época”, legados del 2001



Si esta fue la salida política “por arriba” a la crisis del 2001, la experiencia de las jornadas revolucionarias y el proceso que abrió, dejaron tendencias profundas “por abajo” y un nuevo “espíritu de época” en la experiencia de las clases.

En primer lugar, las tendencias asamblearias y a la acción directa. Las asambleas populares surgidas al calor de las jornadas de diciembre sentaron una tradición que se continuó en distintos sectores del movimiento de masas. Tradición que se enlazó y combinó con las tendencias a la acción directa como medio de solución a diversos reclamos. El periodista José Natanson señala: “Así como el burbujeo asambleario pos 2001 tenía antecedentes remotos (…), sus secuelas no se limitan a tres o cuatro meses de entusiasmo: desde el movimiento ambientalista de Gualeguaychú a –guste o no– los cortes de ruta decididos en asambleas por los productores rurales durante el conflicto del campo, con su conato de cacerolazo incluido, parece evidente que la dinámica de autoorganización ha dejado una marca y un aprendizaje. Quizás el resultado más significativo de la crisis del 2001 sea el haber consolidado una sociedad en estado de alerta permanente (…)”. (Diez años después, ahora. Le Monde Diplomatique. Diciembre de 2011)

Estas tendencias tuvieron una expresión particular en el movimiento obrero, donde vimos el desarrollo extendido de la ocupación de empresas y luego el fenómeno del  sindicalismo de base, como emergente de un cuestionamiento a la burocracia sindical. La base objetiva de este proceso estuvo en la recuperación económica y en el crecimiento de la ocupación en las filas obreras. Los rasgos de desarrollo subjetivo tuvieron su origen en la continuidad de una burocracia sindical mafiosa y propatronal que contradictoriamente, en estos años, pudo sostener una ubicación negociadora gracias a las enormes ganancias capitalistas, pero que generó el surgimiento de fracciones importantes a su izquierda.

La experiencia de Zanón bajo gestión obrera, que está cumpliendo 10 años y la corriente organizada alrededor del periódico Nuestra Lucha, ayudaron a poner en pie una tendencia clasista en el movimiento obrero a nivel nacional, como parte de ese sindicalismo de base. Una corriente que desarrolle este elemento “democrático” que emergió en el 2001 e incluso de un salto a dar batalla también en el terreno político. Quizá ésta sea la marca más importante, incluso más que la gestión obrera misma, que dejará en la Historia, la enorme epopeya ceramista. El intento de ubicarse como un “nexo” entre lo más avanzado que dieron las jornadas y las experiencias actuales de la clase obrera.  

Asímismo las tendencias a la autoorganización y la acción directa emergieron en grandes luchas estudiantiles. En Córdoba y la UBA se desarrollaron las Asambleas Interfacultades en el 2005. En estas mismas ciudades surgieron asambleas “interestudiantiles” el año pasado, agrupamiento que dirigió la grandes movilizaciones y tomas de establecimientos por las mejoras edilicias y contra la reforma educativa.

Otra expresión de esas tendencias a la acción directa, combinadas con elementos de guerra civil, se vieron en los grandes combates que libraron los hermanos inmigrantes por tierra y vivienda y que culminaron con la salvaje represión del Parque Indoamericano; o la lucha del pueblo de Ledesma en Jujuy, también brutalmente reprimida por el gobernador kirchnerista Barrionuevo y la patronal del “cristinista” Pedro Blaquier.

El segundo aspecto central que emergió en los últimos años y expresa la relación de fuerzas existente desde el 2001, es lo que definimos como “aires igualitarios”, que expresaron el profundo sentimiento de millones de hacer valer en la realidad la presunta “Igualdad ante la ley”. El 2001 fue un golpe fenomenal y una reversión de una parte de las rémoras culturales e ideológicas de la década de los 90. La juventud que creció al calor de aquellas jornadas pudo superar, en parte, el individualismo reinante en los años menemistas, mucho de esos jóvenes entraron a las fábricas y empresas y son parte de una nueva generación obrera y estudiantil que todavía tiene mucho para decir.

Un ejemplo nítido de estas aspiraciones se vio en la conquista de la Ley de Matrimonio Igualitario que se discutió ampliamente en los lugares de trabajo y que contó con un consenso generalizado, derrotando el intento reaccionario de la Iglesia de impedir la sanción de la ley. Otro gran ejemplo de esta tendencia fue la lucha de los tercerizados del ferrocarril Roca, que logró el pase a planta permanente de 3000 trabajadores. (Ver Entre los aires de igualitarismo y los proyectos de restauración, LVO 384).

Sacar lecciones del proceso de conjunto, las grandes maniobras que la burguesía tuvo que llevar adelante, así como retomar las mejores experiencias legadas por el 2001, es una tarea central para dotarse de una programa, una estrategia y un partido que se prepare para vencer.

viernes, 14 de diciembre de 2012

¿Qué es perder?


Esto lo escribimos hace un poco menos de dos años para alguien que se fue hace dos años justo hoy. Sólo un recuerdo, pero los recuerdos tiene peso, a veces, peso que se mide en toneladas. 

¿Qué es perder?


Se preguntó esa noche. ¿Había algo que se pudiera responder? Tampoco lo sabía. Lo que sí sabía es que había perdido. Que había ese no sé qué. Que ya no estaba. Que se había ido.
Había perdido mucho se dijo H. Si pudiera poner todo en una balanza habría que medir en relación a lo que perdieron aquel septiembre lejano, en el que él había ganado, pero tantos perdieron por tan poco, para ganar tan nada.
Y ahí estaba, sentado en la compu, diciéndole al teclado lo que no sabía muy bien qué sentido tenía. Lo que no quería era perder de nuevo. Perder la oportunidad de expresar, de decir lo que sentía y no había dicho nunca o hace tiempo. Tal vez alguna vez entre amigos que ya no estaban o que no eran tan amigos o que nunca lo fueron, pero ocupaban el espacio circunstancial que ocupan las amistades en esos años en que todo está vacío.
Juan fue derecho a la heladera. Sentía que había que abrir el vino y darle un solo saque. Un fondo blanco, como decíamos cuando éramos chicos. H lo miró extrañado.
Quiénes eran ellos después de tantos años. Qué habían hecho con sus vidas. Valió la pena dejarlo todo atrás. H tenía dudas. Podría haber sido mejor. La vida, los amigos, las mujeres, salir, emborracharse... dejar de tener responsabilidad.
Juan lo miraba extrañado. - ¿Qué tiene que ver?-, le preguntó -Si hicimos eso y mucho más. ¿Qué perdiste?-
-Nada - le dijo H. - Nada y todo eso que te estoy diciendo. Me siento como si toda la vida pasara por delante mío, me mirara y se cagara de risa. Como si todo lo que hicimos no valió la pena porque estamos acá, sentados en el living de una casa vieja, llena de pulgas, tirados entre la mugre, mirando el techo, que además da mucho asco y pensando que no tenemos nada. -
-¿Había que tener algo? - No sabía, dijo Juan- Si hubiera sabido te metía una patada en el orto hace tiempo. No tenemos nada y no pasa nada. Tenemos lo que elegimos tener. Tenemos hambre pero del bueno. Tenemos sed, de la mejor. Tenemos odio, mucho odio, del más refinado, del que se consigue en las mejores joyerías de Europa. Del que se busca en los lejanos palacios de la India. Si es que uno puede viajar. Del que sale del fondo que está al fondo del todo, ese donde sólo se escuchan gritos peleados y pelados de todo, que gritan.
- ¿Y mamá? - dijo H. O preguntó, porque no era un decir, era preguntar para saber. No era que no sabía donde estaba. Estaba tirada en Tanti. Desparramada por el medio del río, de las sierras, de la nada. La olían los pumas y los lagartos. La sentían los espinillos. Cuando uno que se tiraba al río estaba nadando en la vieja. Sintiendo su aroma a madre limpia.
Pero la pregunta no era porque no sabía. Era porque decía que no estaba, que no estuvo, que debería haber estado. O por lo menos H debería haber estado. Y se la perdió. A lo mejor eso era lo que originaba la pregunta. No era otra cosa. Lo otro lo eligió. Tenía razón Juan. Las novias no las tuvo. Fueron pasando. Los amigos quedaron atrás. Tan atrás como esa plaza donde jugabas de chico, donde tomabas una botella de vino y te subías a un poste de 30 metros de alto sólo para ver esa ciudad de mierda, un poco menos de mierda de lo que era.
Atrás quedó mamá, la plaza, el vino, la cajita, la escalera, los amigos, todo. Pero lo que se perdió era mamá.
-Mamá estaría contenta- dijo Juan.
-Seguro - dijo H, ¿vos decís?... No creo. Para mí que mira desde las gotas del río y se enoja y te dice que tiraste la vida a la mierda. Que ella quería un ingeniero, no un tipo que nade en la mugre. Pero la mugre se elije. ¿Vos elegiste?-
Sí- dijo H.-Elegí



E.C

jueves, 13 de diciembre de 2012

Tiempos desacordes en la situación nacional: crisis, saltos y oportunidades para la izquierda revolucionaria





Por Eduardo Castilla


Los tiempos de la política nacional se desarrollan mediante saltos y giros bruscos, donde el reloj empieza a marcar tiempo de descuento para el gobierno “nac&pop”. Pero así como no existe la linealidad en el desarrollo histórico global, menos aún puede haberla en el análisis de la política coyuntural. Estos cambios abruptos configuran, en su conjunto, el paso de una situación política a otra. Contra todo mecanicismo abstracto o lineal, los tiempos de cada “esfera” o aspecto de la realidad son distintos e influyen, de diversas formas, sobre el conjunto. Trataremos acá de hacer algunos apuntes sobre los tiempos de la situación política, económica y de la lucha de clases, así como de las oportunidades para la izquierda revolucionaria. A propósito de Córdoba, algo sobre esto garabateamos acá

Los “tiempos desacordes” de la situación nacional

Tomando a Bensaïd podríamos apuntar que la “discordancia de los tiempos” en Argentina se expresa con ritmos  y magnitudes distintas en la esfera de la política, la economía y la lucha de clases, partiendo obviamente de analizarlos dentro de una totalidad dinámica.

Los tiempos de la economía están marcados por un declive cada vez mayor del esquema de crecimiento sobre el que se basó el kirchnerismo. En este post del amigo Esteban se señalan los elementos estructurales y coyunturales que explican la decadencia del “modelo”. Pero la economía aún no ha entrado en situación de “catástrofe”, ni siquiera de estancamiento abierto. Asistimos a una desaceleración que tenderá a mantenerse en el 2013 o transformarse en un leve crecimiento. Contra una estabilidad duradera se alzan las tendencias de la situación económica mundial. A favor de esta continuidad inestable están los altos precios de los comoditties y la parcial recuperación de Brasil. Seguramente, las necesidades de “la caja” obligarán al gobierno a mantener medidas que apuntalan la desaceleración, como el cepo cambiario y las restricciones a ciertas ramas que importan. Sólo un salto hacia el capital internacional, cerrando una nueva negociación con los Fondos Buitres y arreglando con el Club de París, podría permitirle sortear en parte ese escenario. Pero esto no parece un camino de rosas ni en el plano de la política doméstica ni en el de las negociaciones internacionales.

Como lo ha mostrado la tradición marxista, no hay linealidad entre la esfera de las tensiones económicas y la de las disputas políticas. Ya Engels señalaba que “La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta --las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados (…) incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes (…) ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma.

Precisamente son los “reflejos” de las luchas reales en el cerebro de los contrincantes, con sus triunfos y derrotas parciales, los que dinamizan la crisis y los tiempos en el terreno de la política, naciendo sobre los factores antes señalados, pero desarrollando su propia lógica.

La política en movimiento

Por un lado emerge abiertamente una crisis entre la Justicia y el poder Ejecutivo. El escandaloso fallo en el caso Marita Verón, pone de manifiesto la continuidad de una justicia retrógrada ligada por múltiples lazos al mundo de la trata. Pero ésta es una de las expresiones. El desafío de la Cámara que prorrogó la cautelar a favor de Clarín por la Ley de Medios, así como la independencia evidenciada por la Corte Suprema, ponen de manifiesto una tensión entre dos poderes del estado, preanunciando crisis futuras. Se trata de un salto en las fisuras dentro del mismo régimen. Si en el período 2009-2011, el Parlamento dominado por la oposición fue una traba al gobierno, asistimos ahora a la impugnación por parte de una corporación sobre la que el Ejecutivo tiene aún menos control. La “independencia” del poder judicial es la que asegura su absoluta dependencia del verdadero poder social en manos de la burguesía.

En ese marco, como se dice acá, “Con la renovación parcial de la Corte Suprema se logró en parte represtigiar al Poder Judicial y al mismo tiempo dejarlo intacto en el resto de sus estratos”. Es ese el rol que empieza a jugar la Corte, poniendo el peso de la “renovación” al servicio de abrir el juego en la transición que se abre con el fin del ciclo kirchnerista.

Junto a esta tensión “intra-régimen” se desarrollan las peleas por la crisis de sucesión dentro del peronismo y las disputas por la emergencia de una oposición política burguesa. La debilidad de las variantes políticas de oposición dentro del arco burgués, hacen que todo esté teñido de una alta volatilidad, generando chisporroteos, crisis políticas provinciales y realineamientos de todo tipo.

Todos estos elementos son el resultado de las limitaciones estratégicas del kirchnerismo, al que podríamos ubicar en un punto intermedio entre “fenómeno de coyuntura” y fenómeno de “carácter orgánico” aunque estuvo más cerca del primero, en tanto fue “del tipo restauración y reorganización y no del tipo característico de la fundación de nuevos Estados y nuevas estructuras nacionales y sociales”. Decimos en un lugar intermedio porque, con todos sus límites, logró imponer una hegemonía duradera sobre franjas amplias de las clases dominantes y de las subalternas, manteniendo una continuidad política y logrando restaurar parte del poder estatal golpeado en las jornadas del 2001.

Pero, a pesar de los diez años transcurridos y las condiciones económicas favorables, en tanto administración provisional del estado burgués y garante de las reglas de la acumulación capitalista, mantuvo el viejo régimen político con modificaciones superficiales. No sólo el “poder real” (del que se ha escrito acá) sino también la superestructura del régimen político: la justicia con dinosaurios retrógrados y los partidos políticos patronales que, más allá de alguna renovación parcial, muestran las viejas caras del menemismo. Que son sino Scioli o De la Sota queriendo disputar la conducción peronista.

Asistimos entonces al declive vertiginoso de CFK, sin crisis económica aguda y en ausencia de radicalización del movimiento de masas, lo que pone de manifiesto lo endeble de la construcción kirchnerista a pesar de años de hegemonía política. Las derrotas recientes anuncian las futuras. El anuncio de un intento (y van) de “pacto social” hacia el 2013 ya empieza a naufragar. A los límites en el plano económico y la ausencia de verdaderos mecanismos de control de precios, se agrega que parte de las burocracias oficialistas tienen, en el interior de sus gremios, fuertes oposiciones sindicales que pueden hacer saltar todo intento de fijar límites en las paritarias. El llamado a “democratizar” la justicia no puede terminar más que una expresión de deseos, como terminó el 7D que era la madre de todas las batallas y terminó siendo menos que una bengala.

Las posibilidades de la emergencia de una nueva subjetividad obrera  

En este marco, los tiempos de la lucha de clases se encuentran en un punto intermedio entre los tiempos de la economía y los de la crisis política. Si los primeros están atenuados por las “ventajas comparativas” de la Argentina en el terreno internacional y los segundos agudizados por la excesiva prepotencia que el 54% le inyectó a la camarilla kirchnerista, los tiempos de la lucha de clases están mediados por las derrotas que el movimiento obrero sufrió en las últimas décadas.

La relación de fuerzas y las condiciones materiales resultantes del golpe genocida del ’76, convergieron en la construcción de una conciencia posibilista y conformista que ató su bienestar a la consecución de objetivos limitados en los marcos del régimen capitalista. Bajo los años de la democracia burguesa, una franja enorme del pueblo trabajador “aprendió a vivir” en las peores condiciones, “naturalizando” la brutalidad capitalista, trasladándose a la periferia de las ciudades, masificando las villas miseria en la versión local del Planeta de los Slums y aceptando condiciones de superexplotación brutales, donde el límite físico puede ser la vida misma, como ocurre en la construcción. Los 90’ dejaron una clase obrera devastada en su conciencia y debilitada en sus fuerzas materiales. Eso explica su falta de protagonismo durante el 2001. Demás está decir que las traiciones de la burocracia sindical peronista fueron un factor central en esas derrotas.

Pero la fuerza subjetiva de una clase es el resultado de múltiples batallas y combates, llevados a cabo bajo una determinada fortaleza o debilidad social, lo que Gramsci llama “la relación de fuerzas objetiva” y ubica en el primer escalón de la tipología correspondiente. Los años del kirchnerismo y el crecimiento a base de soja y exportaciones (previa devaluación del salario obrero) abrieron la posibilidad de la recuperación objetiva, que fue dando lugar a la subjetiva, pero a niveles más lentos, porque la conciencia siempre va detrás de la existencia, a veces a una distancia considerable. Esa maduración estuvo mediada por la enorme división de las filas obreras, conquista estratégica de la burguesía en el terreno económico que se convirtió en un factor retardatario de la lucha de clases.

El 20N acelera la maduración de la autoconfianza obrera. Los tiempos más agudos de la disputa política motorizan las acciones de la burocracia sindical, en el marco de un terreno fértil donde la lucha de clases era más bien una expresión de descontento extendido que ahora asume formas más abiertas. Ese descontento tenía, necesariamente, que trasladarse a las calles, ante los límites de la oposición burguesa. Y al trasladarse a las calles alienta a la clase obrera a responder los ataques que recibe de distintos enemigos. Así, en estas condiciones, se puede forjar una nueva subjetividad que tienda a superar el peso de las derrotas pasadas.

Izquierda y movimiento obrero en la declinación del “modelo”

De los tiempos desacordes de la realidad nacional emergen las posibilidades de la política revolucionaria y se ensanchan los marcos para el desarrollo del marxismo como guía para la acción, en tanto sea capaz de empalmar con la clase obrera “realmente actuante”. Lenin decía que el “éxito” de los bolcheviques tenía uno de sus fundamentos en la férrea disciplina y ponía, como condición de ésta, la más amplia fusión de la vanguardia revolucionaria con las amplias masas proletarias y no proletarias.

En el escenario de combinación entre una crisis política en curso y las tendencias a la emergencia de la clase trabajadora y sus demandas, se abre el abanico para un doble desarrollo de la izquierda, si es capaz de “fusionarse” con los destacamentos avanzados que la clase vaya haciendo “nacer”, tomando sus demandas y convirtiéndolas en verdaderas batallas contra el conjunto del régimen capitalista.   

Por un lado, desarrollo en tanto corriente política que ocupe el lugar “vacante” de la centroizquierda y la llamada izquierda kirchnerista, hoy en crisis ante la debacle del “modelo”. Pero esta posibilidad es, al mismo tiempo, la posibilidad de una crisis si la izquierda no avanza en una construcción “estructural” en la clase trabajadora, aprovechando las tendencias antes señaladas para buscar conquistar posiciones. Esas posiciones pueden actuar como el trampolín que permita multiplicar la fuerza de la vanguardia obrera revolucionaria cuando el elemento más lento de la situación, el económico, cambie abruptamente y genere respuestas de las masas.  Pero esas respuestas no serán el resultado necesario (en el sentido filosófico) de la crisis. El mismo Gramsci escribía “Se puede excluir que las crisis económicas produzcan, por sí mismas, acontecimientos fundamentales; sólo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal”. Precisamente tienen que existir los factores subjetivos capaces de “difundir, plantear y resolver” las cuestiones que la crisis plantee al movimiento obrero y las masas pobres.

Durante décadas la izquierda tuvo limitado su acceso al movimiento obrero a gran escala. Si hasta los  años ‘70 esto fue consecuencia de la relación orgánica establecida con el primer peronismo, durante los ‘80 y ‘90, esos muros fueron el resultado de las derrotas previas. Pero en los años de recuperación económica bajo el kirchnerismo, parte de la izquierda revolucionaria, esencialmente el PTS, avanzó en el movimiento obrero de manera “posicional”, conquistando bastiones como resultado de importantes batallas, como fueron la defensa de la gestión obrera en Zanón o la lucha contra la patronal imperialista de Kraft en el 2009, que parieron dos de las instituciones más representativas del sindicalismo de base. Hoy esas posiciones conquistadas pueden convertirse en las bases de un salto a la luz de un mayor desarrollo de las tendencias a la emergencia del movimiento obrero. De esta forma pueden preparar posiciones aún mayores que permitan planificar el paso a la “guerra de maniobra”.