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viernes, 19 de septiembre de 2014

Atilio López, la Triple A y el peronismo (publicado en La Izquierda diario)


A partir de este martes la izquierda lanzó su primer diario digital. En La izquierda diario publicamos el artículo que dejamos a continuación.



Eduardo Castilla
Este martes 16 se cumplieron 40 años del asesinato de Atilio López, histórico dirigente de la UTA, uno de los protagonistas del Cordobazo y quien fuera además vicegobernador de la provincia de Córdoba desde mayo de 1973 hasta el golpe policial que pasó a la historia como Navarrazo, ocurrido en febrero de 1974.
En este aniversario el kirchnerismo local, junto a autoridades nacionales, del municipio y de la UTA, llevaron a cabo distintos eventos de homenaje a la memoria de López. Estos incluyeron el descubrimiento de una placa en la sede de la UTA Córdoba, la colocación de un busto conmemorativo en la esquina de Bulevar San Juan y Avenida Vélez Sarsfield y un festival del que participaron, entre otros, Paola Bernal y el Dúo Coplanacu. La presencia de autoridades nacionales -como el secretario de Derechos Humanos de la Nación Martín Fresneda- y del intendente de la ciudad, Ramón Mestre, dio notoriedad a los actos conmemorativos.

Tragedias políticas

Atilio López fue asesinado por la Triple A, organización paraestatal armada directamente por el gobierno nacional al que López había apoyado. Una de las mayores tragedias políticas de la historia de los años ‘70 fue la protagonizada por la izquierda peronista, dentro de la cual se enrolaba el histórico dirigente de la UTA.
Protagonista de importantes luchas que habían golpeado a la dictadura de la llamada Revolución Argentina -entre ellas el mismo Cordobazo o el Viborazo de 1971- López, como parte de esa izquierda peronista, privilegió el alineamiento con la política gubernamental del peronismo a partir de 1973.
El viejo General vuelto del exilio se proponía instaurar el “orden” y la “paz entre los argentinos”. Su rol esencial -y así lo afirmaba Perón- consistía en frenar la lucha creciente de la clase trabajadora, el pueblo pobre y la juventud. Pero esto significaba aplicar una política represiva sobre los sectores más conscientes que, incluso, se proponían la lucha por el socialismo.
La Triple A nació de esa necesidad. Fue la herramienta que creó el gobierno peronista para derrotar a los sectores sobre los cuales su hegemonía política era limitada. Diversos cálculos estiman entre 1500 y 2000 la cifra de asesinados por esa organización paraestatal. Eran luchadoras y luchadores obreros, juveniles, populares, militantes de la izquierda peronista y de la izquierda marxista. El asesinato de López refleja entonces una tragedia colectiva.
La subordinación política de López al peronismo gobernante significó, en varias ocasiones, una frustración para los sectores avanzados de la juventud y la clase trabajadora. Una de ellas ocurrió al plantearse la normalización de la CGT Córdoba con una conducción completamente peronista, hecho ocurrido en julio de 1973. Eso motivó importantes tensiones con Agustín Tosco y René Salamanca.
Un segundo hecho de importancia fue el abandono, casi sin pelea, del gobierno provincial luego del Navarrazo. Tanto López como Obregón Cano pusieron su suerte en manos de Perón y el gobierno nacional. Pero éste terminó avalando el golpe mediante la Intervención federal de la provincia. Algo que no debería haber extrañado dado que el gobierno nacional, la derecha peronista cordobesa y las conducciones sindicales burocráticas venían alentando el golpe desde hacía meses.
La enorme tragedia de una generación de luchadores populares en los años 70’ fue la de confiar en un proyecto político que declaraba, desde sus inicios, abiertamente y sin ambages que su objetivo era liquidar la lucha de clases. En este marco es posible entender el asesinato de López por un gobierno peronista.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El Navarrazo: A 40 años del golpe de Perón


Eduardo Castilla 

Nota publicada en La Verdad Obrera el 27/2/14

“En estos momentos, lo que hay en Córdoba, ustedes saben, es un foco de infección” Juan Domingo Perón, 20/02/74

Hace 40 años se producía el golpe policial conocido como Navarrazo. El jefe de policía provincial, Antonio Navarro, deponía al gobernador Obregón Cano y su vice Atilio López, cercanos a la izquierda peronista.
Simultáneamente, policías y comandos civiles armados por la derecha peronista y la burocracia sindical de las 62 Organizaciones Peronistas, patrullaban las calles de la ciudad, atacaban locales sindicales y aterrorizaban a la población.
Pablo Bonavena relata: “la policía ocupa dos radios de la ciudad y sabotea otras dos, dejándolas fuera de servicio. Emite además un comunicado informando que Obregón Cano había sido detenido en el mismo momento en que estaba proveyendo de armas a civiles de “conocida militancia marxista”1.
Por la mañana, las 62 Organizaciones declaran un paro en apoyo a la sublevación. Por la tarde celebran su “Congreso normalizador” con la presencia de Otero, ministro de Trabajo de la Nación. De la “nueva” CGT se excluye a todos los gremios no alineados con el gobierno nacional.
Por la noche, Marco Agodino, presidente de la Cámara de Diputados, es proclamado gobernador interino. Dos días después Perón firma el proyecto de intervención federal. La renuncia de Obregón Cano y López -una completa formalidad- cerrará este capítulo y abrirá el de las intervenciones y la persecución brutal al movimiento obrero.

El porqué del Navarrazo

El retorno de Perón a la Argentina tuvo por finalidad desactivar el enorme ascenso revolucionario que se había abierto a partir del Cordobazo. Esto implicaba una política contrarrevolucionaria hacia la vanguardia combativa y antiburocrática en el movimiento obrero. De esa necesidad surgió el accionar de la Triple A y los llamados de Perón a luchar contra la “infiltración marxista”.
En Córdoba se concentraba una fuerte vanguardia antiburocrática, expresada en organizaciones como Luz y Fuerza, dirigido por Tosco, el SMATA de Salamanca y la UTA, dirigida en ese momento por Tapia. Esos sindicatos, que habían tenido protagonismo en el Cordobazo, contaban con enorme influencia en el conjunto de la población obrera y popular. Liquidarla fue uno de los objetivos centrales del Navarrazo y las posteriores intervenciones2.

La ausencia de reacción popular

El Descamisado -periódico de Montoneros- afirmará que “el pueblo no salió a la calle porque no es estúpido, cualquier movilización hubiera sido una masacre”3. Tosco dirá que “hay una relación de fuerzas básica que está dada por el teniente coronel Navarro y su policía con las armas en la mano. Centenares de fascistas armados y entrenados”4. En la ciudad del Cordobazo y el Viborazo, Navarro había triunfado casi sin lucha.
Tosco, Salamanca y las organizaciones guerrilleras fueron impotentes ante el golpe, a pesar de que los ataques armados contra la vanguardia obrera eran una postal diaria5. Ni Montoneros ni el PRT-ERP tuvieron una política para armar a la vanguardia obrera en función de enfrentar a los comandos civiles y las fuerzas policiales en las calles, poniendo en evidencia la impotencia de su estrategia de guerra de aparatos contra las fuerzas represivas que sostuvieron a lo largo del período.
Tosco y Salamanca apostaron, hasta el momento del golpe, a que Obregón Cano llamara a los trabajadores a movilizarse contra la derecha. Política impotente ya que el gobernador nunca estuvo dispuesto a desafiar a Perón.
Una respuesta militar de la vanguardia obrera podría haber arrastrado a sectores de masas y derrotado el golpe, lo opuesto a la afirmación de Montoneros de que hubiera sido “una masacre”. En el Cordobazo, las masas en las calles habían derrotado a las fuerzas policiales a pesar de los asesinatos cometidos por éstas. Esa experiencia existía en las masas.
Pero ese objetivo militar implicaba, en el terreno político, una clara denuncia del rol que cumplía Perón como responsable de la represión. Ni Montoneros, ni Tosco o Salamanca lo hicieron. Durante los meses previos, e incluso después, llamaron a la ambigua “defensa del gobierno popular” contra la derecha. Esto sembró confusión entre la vanguardia obrera y las masas en general, impidiendo prepararse para acciones contrarrevolucionarias a gran escala como el Navarrazo.


1 Lucha de clases, guerra civil y genocidio en Argentina. Pág. 224
2 Durante el período de Lacabanne se atacó abiertamente a Luz y Fuerza y SMATA. Este último fue intervenido por la directiva nacional del gremio.
3 El Descamisado Nº42. Marzo de 1973.
4 Entrevista a Tosco en La Voz del Interior. En Textos Reunidos, tomo II. Editorial UNC.
5 En octubre, un comunicado de Luz y Fuerza denunciaba “los atentados a las organizaciones sindicales combativas, a otros locales e instituciones (…) el criminal ametrallamiento de una asamblea de trabajadores de la construcción” que buscan “crear un clima de intimidación y terror”. Agustín Tosco. Textos reunidos II. Pág. 237.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Sobre el parlamento y la política revolucionaria. A propósito del pensamiento de Lenin y el gran ejemplo de Raúl Godoy





Paula Schaller
El punto de vista revolucionario hacia la intervención parlamentaria quedó delineado, desde que allá por los años 20' del siglo pasado, Lenin discutiera contra las alas ultraizquierdistas del comunismo internacional que negaban la necesidad de la participación en el parlamento y en los sindicatos reaccionarios. Como es sabido, Lenin tildaba de infantil la posición de negarse a la intervención parlamentaria por considerar "caduco el parlamentarismo", lo que llevaba a confundir los "tiempos históricos", que de conjunto en la época imperialista marcan una tendencia a la agudización de la crisis capitalista, la consecuente exacerbación de la lucha de clases y por lo tanto al agotamiento de las vías parlamentarias como canales de expresión de la actividad política; con los "tiempos políticos", que lejos estaban de mostrar un descreimiento generalizado de las masas en el parlamento. En últimas, Lenin estaba diciendo que un partido revolucionario que se precie de tal no puede pasar por encima de la propia experiencia de las masas, ni pretender resolver ésta por la vía administrativa de la abstracción teórica. Ni hablar, además, de que hoy no estamos en los años '20 y que la experiencia de más de 30 años sin revoluciones proletarias reverdeció las ilusiones parlamentaristas de las masas, aunque hoy haya crisis de las democracias neoliberales.
Así, que la vanguardia organizada en partido revolucionario  haya asimilado las conclusiones más avanzadas sobre la necesidad de superar las instituciones que lejos de los intereses "universales" instrumentan el poder burgués (como el parlamento), no implica que la mayoría de la clase haya procesado estas conclusiones y menos aún que las haya generalizado como "sentido común". Claro que esto no quiere decir caminar al compás de los sectores más atrasados, que en este caso implicaría alentar las expectativas de las masas en el Parlamento burgués como ámbito "natural" del manejo de la política y, en un sentido amplio, de resolución de sus condiciones de vida: "Precisamente porque las masas atrasadas de obreros (...) están imbuidas (...) de prejuicios democrático-burgueses y parlamentarios, precisamente por esto  únicamente en el seno de instituciones como los parlamentos burgueses pueden (y deben) los comunistas sostener una lucha prolongada, tenaz, sin retroceder ante ninguna dificultad para denunciar, desvanecer y superar dichos prejuicios." Sólo tiene sentido usar la tribuna parlamentaria si es para alentar la auto-confianza de las masas en sus propias fuerzas. Pero esta confianza no se fortalece "en abstracto" o por mera declamación desde la tribuna parlamentaria, sino en la construcción concreta de una organización anclada en el seno de la clase obrera y la juventud que pueda pesar decisivamente en la lucha de clases. Porque, como decía Trotsky, las masas no se convencen por doctrinas sino que "razonan en base a los hechos", y más que mil discursos las convence una organización con perspectivas y el propósito de vencer. 

Los "jefes"... 

En sus "notas sobre Maquiavelo...", el gran teórico de la política moderna, Gramsci dice: "Quien ha nacido en la tradición de los hombres de gobierno, por todo el complejo de la educación que absorbe del ambiente familiar, en el cual predominan los intereses dinásticos o patrimoniales, adquiere casi automáticamente los caracteres del político realista." Permítasenos hacer abstracción del propósito directo de esta afirmación, que no contiene ninguna impugnación de orden moral o denuncia política sino que busca subrayar que las tesis de Maquiavelo, elaboradas en el s. XV, tuvieron el gran mérito de independizar el carácter y las reglas propias, específicas, de la política respecto de la ideología tradicional-religiosa, mostrando la necesidad de forjar un "jefe", una dirección consciente de sus propósitos; y tomemos aquello que esta afirmación contiene respecto a la formación y reproducción del personal dirigente de los grupos dominantes.
En efecto, como regla general, los representantes políticos de los partidos burgueses nacen en un medio intelectual-cultural que los hace conscientes de sus "intereses patrimoniales" y los prepara para su función, sin descartar lógicamente que los partidos burgueses también se nutren de la asimilación de los burócratas sindicales, cuya reproducción de sus condiciones de vida se independiza relativamente de su medio social, o aquellos casos en los que se desarrollan bajo formas frente-populistas o movimientistas y recurren a la cooptación de dirigentes del movimiento de masas. El caso es que si algo distingue a los cuadros políticos de los partidos dominantes es que se seleccionan a través del carrerismo político-burocrático, cuyas chances de "llegar más lejos" están condicionadas por la cercanía y el patrocinio de los poderes económicos (y sus capataces "territoriales"). Estos métodos de reproducción se corresponden directamente con el contenido social de su función: ya lo demostraron por estos días kirchneristas, radicales y emepenistas votando la entrega a la imperialista Chevron con brutal represión, desnudándose abiertamente como una casta servil a los intereses capitalistas. 
Volviendo a Lenin, éste planteaba que, por el contrario, la clase obrera y el partido revolucionario seleccionan y forjan a sus "jefes" en el combate, lo que no implica sólo "la guerra misma" sino la preparación en cada "escuela de guerra" como las luchas económicas (cada huelga o enfrentamiento reivindicativo a la patronal, a la burocracia) y políticas, combinando el trabajo ilegal con el legal. Es en esa arena donde los jefes "pasan la prueba" (o no) y se ganan (o no) el derecho de conducir a su propia clase.
Raúl Godoy, que por estos días dio un gran ejemplo de utilización revolucionaria de la tribuna parlamentaria (a lo que nos referimos más abajo), se forjó al calor de la intervención en múltiples "escuelas de guerra", desde la pelea paciente primero por recuperar la comisión interna de la fábrica y después por recuperar el sindicato ceramista de manos de la burocracia sindical, la lucha contra el vaciamiento patronal en 2001 y la puesta en producción bajo gestión obrera de Zanón, pasando por la permanente intervención en la lucha de clases del sindicato ceramista, que no sólo funciona democráticamente con dirigentes revocables, rotativos y sometidos al mandato de asamblea, sino que es un aliado incondicional de cada sector en lucha.
La Lista Marrón, que conduce el sindicato, es uno de los más avanzados ejemplos de corrientes clasistas en el movimiento obrero, precisamente porque levanta un programa obrero y popular para el gobierno de los trabajadores desde el cual se pronuncian y plantean una política ante los principales debates nacionales y provinciales, con lo que no es casual que integren las listas del Frente de Izquierda con la que obtuvieron la representación de los ceramistas en la legislatura. La banca que hoy ocupa Raúl Godoy, como dirigente del PTS, en la legislatura neuquina, no sólo contiene esta tradición sino que es una nueva "escuela de guerra" en el camino de forjar los políticos que requiere la clase obrera, que para su propio empoderamiento también necesita aprender a manejar las artes parlamentarias a la manera revolucionaria. Como decía Lenin: "hay que hacer pasar a los 'jefes', entre otras pruebas, también por la del parlamento. La crítica, la más violenta, más implacable, más intransigente, debe dirigirse no contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben -y más aún contra los que no quieren-, utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna parlamentaria a la manera revolucionaria."

...y las batallas políticas

Antes de adentrarnos en la gran batalla política que por estos días dio Raúl Godoy en la legislatura neuquina, permítasenos de nuevo, salvando las enormes distancias, una licenciosa analogía. En 1925, 3 años después de la llegada del fascismo al poder en Italia, Gramsci dio una gran lucha política en el parlamento como diputado con el propio Mussolini como antagonista directo. La polémica, que estuvo centrada en denunciar las leyes que pretendían suprimir la masonería, en definitiva apuntaba a desenmascarar que el fascismo quería avanzar en la prohibición de la actividad política comunista. Se trataba ahí de develar a ojos de las masas el carácter y los objetivos de un fascismo que todavía no había avanzado en suprimir todos los elementos de democracia en el régimen político, incluido el propio parlamento. La discusión sobre la masonería contenía entonces una batalla política de mayor alcance.
La denuncia que Raúl Godoy hizo desde la legislatura neuquina contra el acuerdo con la imperialista Chevron no se trata "únicamente" (si se nos permite el reduccionismo) de la defensa del medio ambiente y de la soberanía de nuestros recursos sino de una cuestión esencial de estrategia revolucionaria: señalar a cientos de miles porqué no se puede confiar en ningún político burgués, por mucho que éste se disfrace de cordero y se diga "nacional y popular", así como el carácter reaccionario del parlamento mismo. Aunque varios legisladores se retiraron del recinto denunciando la represión y negándose a votar el acuerdo, ninguno lo pudo hacer desde la perspectiva de clase que lo hizo Raúl Godoy, denunciando la brutal sumisión al imperialismo que hermana a todas las variantes políticas patronales ya sean éstas kirchneristas, emepenistas, radicales, etc. etc., algo que simbolizó al retirarse dejándoles la bandera norteamericana para que "sesionen bajo esa bandera", la de los intereses reales que defienden.
Por eso Godoy fue uno de los (muy) pocos que se puso al frente de la movilización y el que está siendo demonizado y perseguido por el conjunto del régimen político neuquino y el gobierno nacional que, en boca de Parrilli, salió a azuzar la vieja (y muy gorila) teoría de la “alianza golpista” entre la izquierda y la derecha, acusando de golpistas a los que son reprimidos por movilizarse contra la entrega al imperialismo.  De fondo, en la demonización a Raúl Godoy subyace lo que todo político burgués considera un pecado imperdonable: un obrero utilizando el parlamento para hacer política de clase.  
Es que el parlamento proporciona a los políticos revolucionarios de la clase obrera una enorme posibilidad de desplegar una "agitación política" que favorezca el avance de la conciencia en franjas amplias del movimiento obrero y los sectores populares. Al respecto, escribía muy tempranamente Lenin “Si no hay en el campo económico problema de la vida obrera que no sea utilizable para la agitación económica, tampoco hay en el campo político problema que no sirva de objeto de agitación política. Estos dos géneros de agitación se encuentran tan indisolublemente ligados en la actividad de los socialdemócratas como lo están entre sí las dos caras de una medalla. Tanto la agitación política como la económica son igualmente indispensables para el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado, tanto la agitación política como la económica son igualmente indispensables como dirección de la lucha de clases de los obreros rusos, puesto toda lucha de clases es lucha política... La agitación política multilateral es precisamente el foco donde coinciden los intereses candentes de la educación política del proletariado y los intereses candentes de todo el desarrollo social y de todo el pueblo, en el sentido de todos los elementos democráticos de él. Nuestro deber es mezclarnos en todas las cuestiones planteadas por los liberales, definir nuestra actitud socialdemócrata ante ellas y tomar medidas para que el proletariado participe activamente en su solución y obligue a resolverlas a su modo.” Quiere decir Lenin con esto que "el arte" de la agitación es poder elevar las denuncias, sobre todo aquellas más sensibles, al terreno del enfrentamiento con el régimen para señalar a la clase obrera sus amigos y enemigos y levantar una perspectiva propia.  
En un momento político como el actual, donde el kirchnerismo acentúa su declive y pierde el amplio apoyo que supo concitar en franjas de la juventud, las clases medias y los trabajadores que se entusiasmaron con el "modelo nacional y popular", denunciar cada hecho que expone su verdadero carácter pro-burgués y por lo tanto pro-imperialista, levantando un programa obrero y socialista, es un medio muy importante para acelerar la experiencia política con el gobierno y extender la influencia de los revolucionarios. Pero, como "la consciencia se construye en la práctica", la agitación parlamentaria es justamente eso: sólo un medio, ni "el fin en sí", ni tampoco el más importante, y está siempre subordinado al centro de gravedad: la construcción de una fuerza social militante anclada en el seno de la clase obrera y la juventud, que se foguee en cada "escuela de guerra" (incluida la propia lucha parlamentaria), preparando incansablemente el ejército para "la guerra misma". En eso andamos. 

domingo, 9 de junio de 2013

Del Cordobazo al Navarrazo. Guerra civil y autodefensa obrera. Apuntes (Segunda parte)

Lo político y lo militar en el Navarrazo

Desde el punto de vista de la derecha, el Navarrazo, presenta un alto nivel de preparación en el terreno militar y en el político. Leemos “A las cero horas del 28 de febrero de 1974 comienza la asonada golpista cuando la policía asalta la Casa de Gobierno, tomando como rehenes a varios funcionarios. El jefe de la sedición, Navarro, permanecía mientras tanto en la Central de Policía ubicada en la Plaza San Martín, cuyos accesos habían sido cortados por efectivos policiales colocando coches de pasajeros aportados por sus propietarios (…) la policía ocupa dos radios de la ciudad y sabotea otras dos, dejándolas fuera de servicio. Emite además un comunicado informando que Obregón Cano había sido detenido en el mismo momento en que estaba proveyendo de armas a civiles de “conocida militancia marxista”, y que era “un infiltrado, un hombre de Cámpora, un criptomarxista” (…) se colocan bombas contra el local de SMATA, en la vivienda del ministro de Gobierno y de un juez que investigaba la participación policial en el asesinato de cinco dirigentes agrarios en Laguna Larga. El golpe continúa con el asalto policial al local del diario La Voz del Interior y con la puesta bajo custodia policial y de civiles armados de la sede del Sindicato de Luz y Fuerza. Avanzada la mañana, las 62 Organizaciones deciden un paro en apoyo al movimiento golpista e informan que, no obstante la situación que se vivía, realizarían un plenario normalizador de la CGT”.
En esta breve crónica pueden verse los elementos de preparación político-militar: la toma de la sede de gobierno, el copamiento de los medios de comunicación y su utilización para intentar legitimar el golpe, la utilización de la ideología peronista en sus aspectos más reaccionarios y macartistas. Al mismo tiempo, su reivindicación del “peronismo auténtico”, permitía encontrar un cierto punto de apoyo en las ilusiones de sectores de masas que todavía confiaban políticamente en Perón.
La relación de fuerzas a la que aludía Tosco se había preparado políticamente. No había caído del cielo, sino que era el fruto de meses de ataques políticos y físicos por parte de la derecha peronista que no tuvieron respuesta por parte del movimiento obrero combativo y la izquierda. En octubre del 73, un comunicado de Luz y Fuerza describía “los atentados a las organizaciones sindicales combativas, a otros locales e instituciones, la “toma” de la legislatura provincial, el Banco Social, el explosivo colocado en el domicilio del diputado Fausto Rodríguez y el criminal ametrallamiento de una asamblea de trabajadores de la construcción en el local de la CGT regional son la dramática y trágica evidencia del claro objetivo de crear un clima de intimidación y terror”.
A los golpes de la derecha, desde el movimiento obrero combativo se respondía con declaraciones y la defensa del gobierno provincial. El 8 de febrero del ‘74, un comunicado del MSC declaraba la “Defensa institucional del gobierno de Córdoba”. En octubre del '73, Luz y Fuerza había afirmado que se perseguía “la intervención al gobierno de Córdoba”. Esto no iba de la mano con una preparación para dicho escenario. Así, la derecha avanzó casi sin obstáculos en la provincia, lo que fue inclinando la relación de fuerzas a favor del golpe.

De las barricadas a la autodefensa

Lo que ponía en escena esta situación era la ausencia de una política para desarrollar las tendencias autónomas que se habían expresado en el Cordobazo y que habían creado una relación de fuerzas a favor de las masas. Esto no era el resultado “natural” de la conciencia de las masas mismas sino la ausencia de una perspectiva estratégica de las corrientes que dirigían. La clase obrera es potencialmente revolucionaria, pero es la acción de determinadas corrientes (con sus estrategias) la que impulsa qué elementos pueden potenciarse en su actividad y cuáles no.
En el debate sobre la huelga general en Alemania, a inicios del siglo XX, Parvus señalaba que “El significado de la barricada debe visualizarse en dos direcciones. En primer lugar era un punto de reunión y un medio organizativo (…) en segundo lugar, era una construcción de defensa: protección del lado del pueblo y obstáculo del lado de los militares. El poder de esta obstrucción sobre los militares no estaba solamente determinado por su aspecto material sin principalmente por su efecto moral”. Engels había señalado algo similar, escribiendo que “hasta en la época clásica de las luchas de calles, la barricada tenía más eficacia moral que material. Era un medio para quebrantar la firmeza de las tropas”.
Las barricadas durante el Cordobazo y el Viborazo habían aportado a esa cohesión de las masas, golpeando moralmente a las fuerzas represivas. Esas batallas les habían permitido un reconocimiento de la potencialidad de sus fuerzas a la vez que “educarse” en el arte del combate callejero. Pero esto sólo podía ser el germen de una política de autodefensa consciente que superara el estadio de la espontaneidad. Esta política fue la que estuvo ausente en las direcciones combativas del movimiento obrero. En el caso del peronismo legalista era el resultado “lógico” de su raigambre peronista. En el caso de Tosco, su política de presión sobre la izquierda peronista lo llevó a confiar en la existencia de “soluciones por arriba” dejando limitada la perspectiva de la organización “por abajo” del movimiento obrero.
Aquí podríamos tomar la definición de Gramsci que señalaba “La crisis crea peligrosas situaciones inmediatas porque los diversos estratos de la población no poseen la misma capacidad de orientarse rápidamente y de reorganizarse con el mismo ritmo. La clase dirigente tradicional (…) cambia hombres y programas y reasume el control que se le estaba escapando con una celeridad mayor de cuanto ocurre en las clases subalternas”. Desde el Cordobazo, la clase dirigente había cambiado a su personal político (retorno de Perón) pero además había iniciado los preparativos para enfrentar las tendencias a la guerra civil con el accionar de las Tres A.
Las “clases subalternas” o, para ser precisos, sus direcciones, estaban lejos de ver este cambio de escenario. La existencia de organizaciones contrarrevolucionarias como las Tres A no era nueva. A la experiencia internacional del fascismo se le podían sumar las conformaciones locales, de las cuáles la Liga Patriótica pasó a ser una de las más emblemáticas. Es decir, la apertura de un ascenso revolucionario, preanunciaba la necesidad de pasar de los “triunfos morales en las barricadas” a nuevos triunfos político-militares contra la derecha y esto no estaba en la perspectiva de las direcciones combativas del movimiento obrero.

Autodefensa y vanguardia obrera

Haciendo un paralelismo con una situación que contenía elementos similares, citemos a León Trotsky quién señalaba que “la lucha física no es sino uno de los “otros medios” de la lucha política (…) es imposible detener la lucha política cuando se transforma, por la fuerza de su desarrollo interno, en lucha física” (Adónde va Francia). Precisamente, frente a esta transformación de la lucha política en lucha física, la preparación política asume un rol central. El resultado de los enfrentamientos físicos depende (en sus nueve décimas partes, según Trotsky) de la preparación política. “¿En qué consiste la preparación política? En la cohesión revolucionaria de las masas, en su liberación de las esperanzas serviles en la clemencia, la generosidad, la lealtad de los esclavistas “democráticos””.
Como ya lo señalamos, en los meses anteriores al Navarrazo, las organizaciones que influenciaban a la vanguardia obrera no habían preparado a la clase trabajadora para el enfrentamiento político el gobierno nacional y al mismo Perón. Frente a cada acción de la derecha se había respondido con comunicados pero no se habían dado pasos en la organización concreta de la autodefensa de las organizaciones obreras. De conjunto, frente a la “guerra civil de baja intensidad” que estaba en curso desde el Cordobazo en adelante, las distintas corrientes políticas que influían a la vanguardia no se habían preparado para una respuesta a la altura de los ataques. Aquí reside centralmente la explicación de la “parálisis” de las masas y la vanguardia frente al golpe de Navarro.

Los límites de las corrientes guerrilleras ante el Navarrazo

Frente al Navarrazo, las organizaciones armadas de la izquierda revolucionaria (peronista y marxista) también fueron impotentes. Citamos una vez más a Bonavena: “Por la noche se produce un recio intercambio de disparos (…) miembros de Montoneros atacan con pistolas y fusiles automáticos a militantes peronistas ortodoxos y comandos civiles nacionalistas” (Pág. 226). Montoneros, a pesar de contar con peso en sectores de masas, fue incapaz de preparar destacamentos de combate para enfrentar una acción como la de Febrero del 74’.
Por su parte, el PRT señaló, después del golpe, “Reiteradamente habíamos advertido que se aproximaba la intervención a nuestra Provincia. Lo señalamos públicamente y lo planteamos expresamente ante los más importantes funcionarios provinciales (…) Después de la masacre de Ezeiza, después del autogolpe del 13 de julio, o sea, o sea, a partir de los principales acontecimientos que marcaban la contraofensiva de la derecha y del continuismo, nadie podía engañarse-salvo que pecara de ingenuidad política-de que Córdoba (…) podía escapar a una intentona” (La Historia del PRT-ERP por sus protagonistas. Daniel De Santis). Precisamente esto demuestra la falta de orientación estratégica o, como mínimo, la discordancia entre las definiciones generales y la práctica político-militar de esta organización que tampoco se preparó para esta perspectiva.
Como señaló Juan Carlos Marín “En el "Navarrazo" sucedido en Córdoba, la misma ciudad donde meses antes el presidente cubano Dorticós fuera llevado en andas al palco que recordaba los acontecimientos de mayo de 1969, se repite en forma ampliada pero con mayor dramatismo político el mismo "desarme político" y la misma "prescindencia" de las organizaciones revolucionarias ante hechos que se inscribían en el desarrollo específico y concreto que tomaba la lucha de clases, y en la que el peronismo oficial volvía a tener la iniciativa”. Precisamente este conjunto de elementos demuestra la limitación estratégica de las organizaciones guerrilleras para aportar a la organización de la autodefensa de masas.
Marín también señala que “En forma quizás desordenada, errática y a veces errónea pero permanente, las organizaciones revolucionarias buscaron generar y mantener las condiciones de desarrollo del armamento del pueblo”. Creemos que la respuesta ante el Navarrazo evidencia que esto no fue así. Las organizaciones revolucionarias en lugar de batallar por el desarrollo de formas de autodefensa (milicias, grupos especiales, etc.) al interior de las organizaciones obreras de vanguardia, (que se sostuviera sobre los triunfos morales conquistados en las barricadas del ‘69) desarrollaron una política alternativista de “guerra de aparatos” contra las fuerzas represivas, dejando de lado el necesario armamento y preparación de los sectores combativos del movimiento obrero.
De conjunto, la situación abierta por el Cordobazo, planteaba la necesidad de la organización de la autodefensa obrera y popular. En este sentido iba lo que citamos antes de Trotsky. Éste, en el Programa de Transición establece una dinámica de las tendencias al armamento del proletariado para los momentos de ascenso revolucionario. Señala que La burguesía no se limita en ninguna parte a utilizar solamente la policía y el ejército oficiales (…) Las bandas fascistas sólo pueden ser contrarrestadas victoriosamente por los destacamentos de obreros armados que sienten tras de sí el apoyo de millones de trabajadores. La lucha contra el fascismo no se inicia en la redacción de una hoja liberal, sino en la fábrica y termina en la calle. Los elementos amarillos y los gendarmes privados en las fábricas son las células fundamentales del ejército del fascismo. Los piquetes de huelgas son las células fundamentales del ejército del proletariado. Por allí es necesario empezar” (resaltado propio).

Como queda en evidencia en las descripciones que hemos realizado, ni la perspectiva de las direcciones combativas del movimiento obrero (Tosco, Salamanca, etc.) ni la estrategia de las organizaciones guerrilleras pudo desarrollar las tendencias que se habían expresado en el Cordobazo para convertirlas en organización para la autodefensa consciente. Éste fue uno de los límites centrales a la hora de enfrentar la asonada golpista de Febrero del 74’.