miércoles, 30 de mayo de 2012

Cordobazo: revolución y contrarrevolución en Córdoba


Eduardo Castilla


“Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el
instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla
.
Walter Benjamin

Como todo hecho histórico donde las masas participan activamente, el Cordobazo implica un quiebre del devenir político y social. Esas grandes acciones son escenarios de irrupción del pueblo trabajador que vienen a alterar el curso de los acontecimientos y poner la historia fuera de los gabinetes, los congresos y las sedes partidarias. Poner la historia en las calles, las plazas, los barrios, las fábricas y las universidades.  
Desde ese punto de vista, el Cordobazo cambió significativamente el panorama político nacional de los años 60 y 70, pero además implicó profundas modificaciones en la conciencia de los explotados. En ese sentido, tiene el carácter de hecho fundante de una tradición en el movimiento obrero y la juventud.
Al mismo tiempo, precisamente por su significación histórica, el Cordobazo se convierte en “terreno en disputa” en cuanto a los sentidos comunes que genera o se pueden intentar generar a partir del mismo. ¿Punto de cierre o punto de apertura de un periodo histórico? ¿Espontaneidad u organización? ¿Revolución o lucha contra la dictadura? Tal vez los puntos centrales de muchos debates que se han abierto en la historia. A riesgo de incurrir en repeticiones volvemos sobre algunos de esos nudos para dar nuestra visión.
Porque si la “herencia de todas las generaciones muertas acosa la mente de las vivas como una pesadilla” la herencia del Cordobazo acosa la mentes de las generaciones vivas y una parte de éstas buscar escaparle a muchas de las verdades forjadas al calor de las barricadas en las calles de aquel mayo violento de hace 43 años. Así se constituyen mitos o, para usar un término en boga, “relatos” que buscan relegitimar el presente a partir de una reconstrucción del pasado en términos “inofensivos”. Las viejas tradiciones son incorporadas, pero dejando de lados las aristas filosas que puedan tener implicancias reales en el presente. Dichos “relatos” tienen una clara funcionalidad político-ideológica que apunta a sostener y legitimar el statu quo existente. 

“Relato I”: el espontaneísmo no existió

Mucho se ha debatido sobre este punto. Y no es casual ya que este “relato” tiene por función justificar la continuidad de la burocracia sindical actual así como limitar la compresión del verdadero proceso que se operaba en las masas obreras del período del Cordobazo. En esta versión de la historia, los protagonistas son los “dirigentes” que “organizaron” esa gran batalla en las calles. Los trabajadores cumplen su papel “encolumnados” dentro de las organizaciones obreras. Sostener la espontaneidad de la acción de masas es atacar a las organizaciones sindicales.
Tal vez el paradigma de esta visión sea este libro donde se pretende abordar la historia “sin mitos”. Pero no ha sido el único. Cuando se cumplieron 40 años del Cordobazo, una andanada de textos escritos por representantes e ideólogos de la burocracia sindical defendió esta idea con el objetivo de cubrir de (falsa) gloria a las direcciones sindicales.
Uno de ellos, fue Lucio Garzón Maceda que, en el libro La CGT Córdoba de La Falda al Cordobazo, señala “siempre en toda contienda hay algo espontáneo, siempre está la creación individual. Pero debo decirle que hasta las dos de la tarde, todo se desarrollaba como estaba previsto. El paro activo, el encolumnamiento masivo y su distribución geográfica, los actos de distracción policial, el combate callejero”.
Esta visión de la ejemplar organización que garantizaron los sindicatos, sin embargo, tiene su “pequeño” talón de Aquiles. “Lo único que no fue previsto fue la derrota de la policía; nunca esperamos que la policía se replegara y retirase por falta de gases y por temor. Son imponderables que juegan para uno u otro contendiente (…) es ahí cuando los trabajadores se sienten dueños. Se desparraman, al no tener a nadie que los contenga, libremente por toda la ciudad y realizan atentados a sitios representativos del imaginario y conforme la creatividad popular”[1]
El “imponderable” en cuestión constituye un aspecto esencial del Cordobazo: la derrota de las fuerzas policiales y la toma de la ciudad por los trabajadores, la juventud y el pueblo. Sin tomar en cuenta este “detalle” casi no se puede hablar de Cordobazo. Garzón Maceda no se pregunta cómo se explica la derrota de la policía. Precisamente esto viene a mostrar que no todo estaba organizado y que la espontaneidad jugó un papel central, superando los planes originales de los dirigentes y siendo protagonista de la derrota de las fuerzas policiales.
Al respecto, James Brennan señala “A pesar de los intensos esfuerzos de Tosco por restaurar la disciplina. Esto se manifiesta imposible (…) el dirigente lucifuercista, por ejemplo, no había estado involucrado en los incendios de la avenida Colón ni se lo había consultado sobre la decisión de quemar el Club de oficiales”[2]
Este libro además muestra el “verdadero papel” que jugaron muchos dirigentes en esas horas de combate. Eso viene a tirar por tierra el argumento de la organización del Cordobazo. Señala Brennan “El espectáculo era tan impáctate que hizo que muchos de los organizadores obreros comenzara a amilanarse, temiendo que la protesta hubiera llegado demasiado lejos. La dirigencia de la UOM se retiró a su sede central en la más segura zona este de la ciudad y dejó de participar por completo del levantamiento. Juan Carlos Toledo, un periodista que cubría los acontecimientos para un diario local, Los Principios, visitó la sede de la CGT donde habían buscado refugio Correa y otros dirigentes gremiales. Encontró allí trabajadores asustados y dirigentes aturdidos, una visión que contrastaba con el desafío y la ira que había advertido en los rostros de los obreros de las columnas del SMATA (…) Torres había estado en su sede sindical desde las primeras horas de la tarde y pasado de la euforia y la petulancia y de ésta al abatimiento. Desde el comienzo de los incendios en la Avenida Colón se había hundido en un sombrío malhumor y cortado temporariamente las comunicaciones con Tosco, apartándose durante un período de varias horas de la participación directa en el levantamiento”[3]
Constituye una verdad de Perogrullo afirmar que si los sindicatos no convocaban al paro y la movilización, no se producían los enfrentamientos que abrieron paso a la semi-insurrección que constituye el Cordobazo. Pero en Córdoba se convocaron más de 20 paros generales a lo largo de este período y tan sólo dos terminaron con una semi-insurrección de masas. El argumento de que estaba “todo previsto” no constituye más que un intento de presentar a dirigentes al frente de las masas combatientes, cuando la enorme mayoría de ellos estuvieron en la retaguardia.
Por eso es más preciso hablar de momentos o episodios al interior de las jornadas que constituyen el Cordobazo. El episodio de la huelga general con movilización abre el camino para el enfrentamiento a las fuerzas represivas. El asesinato de Máximo Mena es un detonante de ese cambio en la situación como muy bien lo describe el compañero Orzaocoa en la entrevista que se podrá ver aquí.
Precisamente, esos elementos de espontaneidad que escapan claramente al control de las organizaciones sindicales, constituyen un aspecto esencial del período porque son un termómetro de la fuerza social obrera. La batalla en las calles contra la policía y el desborde del control de las organizaciones sindicales son elementos de autonomía obrera que tenderán a desarrollarse abiertamente en el siguiente período. En ese sentido, el Cordobazo abre un proceso de agudización de la lucha de clases con crecientes elementos de guerra civil. Esto nos lleva directamente al “relato II”. 

“Relato II”: el Cordobazo sólo fue posible por la existencia de la dictadura.

Esta tesis o idea ha sido sostenida por todos aquellos que consideran que lo particular del Cordobazo hay que buscarlo en la unidad del conjunto del pueblo contra la dictadura de la llamada Revolución Argentina, lo cual viene a abonar la “teoría” de que las duras luchas posteriores al retorno de la democracia en 1973 y el regreso de Perón, habrían constituido “excesos” por fuera de ese objetivo.
En este catálogo entran tanto las acciones de las organizaciones guerrilleras como los grandes combates dados por la clase trabajadora, como el Villazo y la huelga general contra el Plan Rodrigo. Pero además, en el estante de los que “no vieron” que se luchaba sólo por la democracia se coloca también a los sindicatos clasistas como Sitrac-Sitram, “culpables” de haber expresado un programa socialista y haber denunciado a la burocracia sindical peronista.
No cabe duda que ese elemento de unidad contra Onganía existió. Aquí hemos señalado que El ataque de la dictadura contra el movimiento de masas, sectores de la burguesía y pequeña burguesía, la proscripción del peronismo, la persecución y encarcelamiento de militantes obreros, estudiantiles y populares, eran factores que unificaban” al conjunto de las clases contra la dictadura militar.
A principios de 1973, en la revista Pasado y Presente Juan Carlos Portantiero, lo ilustraba mejor: “Los reclamos del capital mediano y pequeño y de la burguesía agraria; las explosiones regionales que abarcaban zonas de desigual desarrollo económico, político y social, la situación de exasperación que desbordaba, en los hechos, los intentos conciliadores de la burocracia sindical y el descontento generalizado  de la pequeña burguesía expropiada políticamente y sometida a una creciente pauperización, crearon una acumulación de fuerzas opositoras al proyecto monopolista tan poderosa, abrieron una crisis social tan honda, que precipitó la fractura del monolitismo militar”
Esta fractura era el resultado del intento de superar el “empate hegemónico” que expresaba una situación en la cual el gran capital extranjero era predominante en la estructura social y económica, pero no podía imponer claramente sus designios en el terreno político y social. Una expresión de esa impotencia era gobernar a través de la dictadura de la llamada Revolución Argentina y no a través de mecanismos consensuales.
Si bien el Cordobazo surge en esta situación, la perspectiva del proceso que se abre, la trasciende ampliamente. En ese marco es preciso distinguir las dinámicas de las distintas clases sociales que “concurren” en la acción del mayor cordobés. Al respecto se puede aplicar esta definición de Lenin acerca de la revolución rusa de 1905: “El medio principal de esa transición fue la huelga de masas. La peculiaridad de la revolución rusa consiste precisamente en que, por su contenido social, fue una revolución democrático-burguesa mientras que, por sus medios de lucha, fue una revolución proletaria[4]
Salvando las distancias, (que toda analogía tiene por principio) los medios de lucha que se abren claramente con el Cordobazo y se extienden a lo largo de los años 70 hasta el golpe genocida, son métodos claramente proletarios: la huelga y la movilización, las toma de fábricas con rehenes, los piquetes para garantizar las medidas de lucha, las asambleas como forma de organización que le imprime un carácter democrático a toda acción obrera. Esos medios de lucha le dan claramente una tónica proletaria al proceso. A su lado, el movimiento estudiantil, constituye un actor central de esa alianza política y social que golpea en distintos momentos del período.
Pero el conjunto de las clases sociales no sigue claramente un camino revolucionario. Las fracciones capitalistas ligadas al mercado interno, intentan forzar una transición hacia un gobierno menos abiertamente favorable a los monopolios. Como señala Brennan, ya hacia el final del periodo de Lanusse y con el retorno de Perón, los empresarios nacionales, agrupados en la CGE se volcarán a pedir la protección del estado y se volverán garantes del orden. De ahí la participación directa de Gelbard en el gobierno nacional. “Luego de la cuasi-desaparición bajo el gobierno de Onganía, los industriales que conformaban la CGE, la “burguesía nacional” tan frecuentemente ensalzada por los peronistas, habían vuelto a ascender a una situación de influencia y poder considerables a comienzos de los años setenta (…) habían sido los principales promotores de la ley 19.135 sobre la industria automotriz, promulgada por Lanusse en 1971. Estaban decididos a impulsar aún más una legislación nacionalista para el sector automotor bajo el régimen peronista”.[5]
Si bien en el período abierto por el Cordobazo se entroncan claramente las demandas democráticas (contra la dictadura) con demandas sociales, estás últimas van a desarrollarse y empezar a cuestionar, progresivamente, la dominación capitalista en Argentina. Ahí se expresa la tendencia a la emergencia autónoma de la clase trabajadora. Tendencia, alimentada por la comprobación de la gigantesca fuerza social expresada en las calles de la Docta.
Tabular al Cordobazo como “rebelión contra la dictadura” tiene el objetivo de segmentar el proceso social que se abre. Allí la clase obrera profundiza su insubordinación mientras los capitalistas locales tienden, progresivamente, a volcarse al “orden”.
En ese sentido, se puede hablar de la emergencia de elementos de una nueva hegemonía a partir de la acción en las calles. Hegemonía que tenía por sujeto al proletariado. Pero esto proceso no alcanzó a trascender al plano político. En esto cumplió un rol esencial la dirección burocrática del movimiento obrero y el peronismo en su conjunto.
Así, el “relato II” busca, por un lado, quitarle filo revolucionario a la clase obrera y su accionar, diluyéndola dentro del marco del “pueblo”. Por otro, apunta a legitimar la democracia y el tercer gobierno peronista con el objetivo de sostener la imposibilidad actual de que una acción de ese tipo vuelva a repetirse.  

Del Cordobazo al Navarrazo

Pero la dinámica del proceso revolucionario abierta en mayo del 69, sólo se clausura casi 7 años después con un golpe genocida que empezó militarizando 200 empresas, luego de haber pasado por mecanismos como las 3A o el Comando Libertadores de América. Incluso el mismo Navarrazo fue impotente para frenar la movilización revolucionaria de la clase obrera cordobesa a pensar de haberle impuesto una derrota a su vanguardia, como hemos señalado aquí.
Pero el mismo Navarrazo, que pasó también a la historia como el Contra-Cordobazo, constituye la confirmación de que el período abierto por el Cordobazo no puede reducirse a la pelea por la vuelta de la democracia.  La clase capitalista argentina y el peronismo en el poder fueron los artífices de un golpe dado con el objetivo de imponer una derrota estratégica a los sectores avanzados del movimiento obrero. Precisamente por ello, presentó un alto nivel de preparación tanto en el terreno militar como en el terreno político.
Pablo Bonavena hace un relato bastante detallado del levantamiento policial en la página 224 de este libro. Allí pueden verse elementos centrales del golpe: la toma de la sede de gobierno, el copamiento de los medios de comunicación y su utilización para legitimar el golpe, la utilización de la ideología peronista en sus aspectos más reaccionarios y macartistas con la reivindicación del “peronismo auténtico” como punto de apoyo en las ilusiones de sectores de masas que todavía confiaban en Perón. La derecha del peronismo había venido preparando el golpe durante meses. Se trataba de derrotar el proceso de masas abierto desde el Cordobazo y restaurar el orden burgués.
En Córdoba se instauró un régimen de persecución y ataques abiertos contra las organizaciones obreras combativas. Se intervinieron Luz y Fuerza y el SMATA, estallaron bombas y grupos parapoliciales atacaron los locales de esos sindicatos. Además fueron asesinados por la Triple A, el Cuqui Curuchet (abogado de Sitrac-Sitram) y Atilio López. Empezó asimismo a actuar el Comando Libertadores de América provocando secuestros y desapariciones, adelantando los métodos de la dictadura del 76. En resumidas cuentas, se instauró un régimen de características fascistas que tuvo por objetivo, liquidar a la clase obrera como sujeto autónomo.
Del análisis de este periodo es posible desprender una conclusión clara. La acción del Cordobazo trascendió ampliamente el cuestionamiento a la dictadura de Onganía, enfrentó al gobierno peronista, elegido en el año 73 y sólo pudo ser derrotado bajo el Proceso abierto en el 76.
En este nuevo aniversario del Cordobazo, las lecciones estratégicas del periodo abierto con aquella gran acción de masas, sirven para preparar las futuras batallas de una lucha de clases que se hace cada vez más nítida. En Córdoba, como hemos escrito aquí, el régimen político intenta montar un freno preventivo a la emergencia de la clase obrera, pero lo hace no sin algunas contradicciones. Incluso, en ese objetivo, recurre a las burlas hacia la misma historia, como se puede ver en este plenario de burócratas sindicales intentando recuperar algo de imagen.
Pero como escribió León Trotsky, “las leyes de la historia son más fuertes que cualquier aparato burocrático”. Tarde o temprano, la clase obrera cordobesa retomará las leyes de la historia en sus manos. Para ser un factor actuante en esos momentos nos preparamos.



[1] La CGT Córdoba de la Falda al Cordobazo. Edición UOGC. Córdoba. 2009. Pág. 99-100
[2] El Cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba. Sudamericana.1996. Pág. 197. Recordemos que los incendios en la Avenida Colón son hechos emblemáticos de la jornada.  

[3] Ídem. Pág. 198
[4] Informe sobre la revolución de 1905. Lenin. Ed. Anteo. Pág. 21-22.
[5]  El Cordobazo. Pág. 353-354.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Crisis capitalista y polarización de clase: el ascenso de la ultraderecha en Europa


Por Paula Schaller

A mediados de los años 30’, Trotsky, analizando la degradación de la democracia parlamentaria en la Europa de entreguerras y el ascenso de Hitler al poder, planteó que “Si hacemos una analogía con la electricidad, podemos definir a la democracia como un sistema de cortacorrientes y fusibles destinado a amortiguar los violentos choques generados por las luchas nacionales o sociales. La historia de la humanidad no conoce otra época como ésta, tan cargada de antagonismos. La sobrecarga corriente se manifiesta en distintos puntos del sistema europeo. Bajo la excesiva tensión de los antagonismos de clase e internacionales, los cortacorrientes de la democracia se funden o se rompen. Esta es la esencia del corto circuito de la dictadura.” Si en la actual situación internacional todavía no podemos hablar de antagonismos de clase e inter-estatales de semejante envergadura (que, pocos años después de que Trotsky escribiera esto, llevarían al estallido de la Segunda Guerra Mundial, previa derrota de la revolución española y desvío del ascenso revolucionario en Francia), vemos que la histórica crisis capitalista con epicentro en Europa ya empezó a profundizar las tendencias a la polarización social y política, con el fortalecimiento de grupos de extrema-derecha que, con discursos xenófobos contra los inmigrantes, soberanistas contra  la Unión Europea y populistas contra las “elites políticas”, ganan adhesión entre sectores de la pequeño-burguesía arruinada y franjas de los trabajadores. De hecho, como se plantea acá el electorado tradicional del Frente Nacional habría cambiado su composición social, siendo ahora en un 40 % de extracción obrera.

Los ritmos y la dinámica del fortalecimiento de las tendencias proto-fascistas estarán determinados por el grado de avance de la lucha de clases; precisamente por eso en la coyuntura, donde no hay ascenso revolucionario del proletariado y las masas europeas, aún no son los extremos los que priman sino las distintas variantes intermedias de contención que intentan administrar la crisis, como es el caso de Hollande en Francia o el posible triunfo del partido izquierdista Syriza en Grecia. Lo mismo indican las recientes elecciones municipales en Italia, donde distintas expresiones de la centroizquierda obtuvieron un contundente triunfo en 92 de 177 municipios. Por eso en nuestra opinión es apresurado hablar, como hacen algunos analistas, del desarrollo de una “Primavera parda” (cuestión que puede tributar al objetivo político de encaminar el apoyo de las masas hacia distintas variantes de centro en aras de “salvar una democracia amenazada”). Pero, aunque no prime en la coyuntura la política de los extremos, el crecimiento de las variantes ultraderechistas tiene significación en tanto fenómeno anticipatorio de la perspectiva de mayores confrontaciones sociales en el marco de una histórica crisis capitalista que está muy lejos de encaminarse a alguna salida de largo plazo.

En el terreno electoral, lo demostraron recientemente Francia, donde el Frente Nacional de Marine Le Pen obtuvo un 18 %, y Grecia, donde el partido neonazi Amanecer Dorado obtuvo casi un 7 % de los votos y 21 diputados en el parlamento, sumándose a la tendencia que ya se expresó en Holanda, Bélgica, Dinamarca, Austria, Suecia, Finlandia, Suiza y Gran Bretaña.

Particularmente en el caso griego, uno de los países más pobres de la eurozona en que la crisis golpeó muy duramente, donde la lucha de clases está más avanzada por la radicalidad de las respuestas que vienen dando las masas -que protagonizaron desde el inicio de la crisis decenas de huelgas generales y múltiples enfrentamientos con la policía-, éstos grupos no sólo son fracciones parlamentarias superestructurales sino verdaderas bandas de asalto que intervienen en la lucha callejera atacando a los inmigrantes al mejor estilo, -aunque en  menor escala histórica, ya que todavía no expresan las tendencias a la acción directa de fracciones de las masas-, de los squadristi de Mussolini (grupos de choque que luego serían conocidos como los Camisas Negras) o las SA de Hitler (bandas paramilitares, también conocidas como Camisas Pardas, en las que Hitler se apoyó para llegar al poder y que luego descabezó para evitar que disputaran autoridad). El vocero del heleno Amanecer Dorado, Ilyas Panayotaros, proclama abiertamente: “Todos los problemas de Grecia son culpa de los inmigrantes. Son parásitos y criminales. Cuando gobernemos, los deportaremos y blindaremos las fronteras con minas y vallas electrificadas”; mientras que su líder, Nikos Michaloliakos, reivindica sin tapujos el régimen fascista del general  Metaxas que gobernó Grecia entre 1936 y 1941. Lo mismo vimos el año pasado en Inglaterra en el marco de las revueltas juveniles desatadas en Londres tras el asesinato en manos de la policía de un joven negro, donde emergieron grupos fascistas ultra-nacionalistas como la Liga de Defensa de Inglaterra o el Partido Nacional Británico que salían a las calles a apalear a los manifestantes amenazado con “matar a los negros” y “exterminar” a inmigrantes. Un discurso similar vemos en el caso del Partido por la Libertad (PVV) de Holanda -que hace pocos días fue noticia mundial por negarse a sostener con sus diputados el gobierno liberal-conservador que pretendía avanzar en la aplicación de los planes de ajuste exigidos por Alemania-, donde su líder, Geert Wilders, plantea, al mejor estilo de un cruzado medieval, que la civilización europea está en guerra con el Islam “bárbaro e invasor”, exigiendo que el Corán y las escuelas musulmanas sean prohibidas en Holanda.                                                                                                     

En el marco de la crisis capitalista que degrada las condiciones de vida de millones, los partidos y fracciones de ultraderecha como el lepenismo en Francia, Amanecer Dorado en Grecia o el PVV holandés son los que más resueltamente expresan programática y políticamente el estado de ánimo reinante entre sectores de la pequeño-burguesía que no quieren“sacrificarse” para salvar al resto, por eso proclaman un fuerte discurso anti-europeísta, nacionalista y xenófobo. Como se plantea acá “Durante la campaña, la líder del Frente Nacional, Le Pen, lanzó un llamado a que Francia abandone la zona euro y que se restituya al franco; criticó la integración política de Francia con la Unión Europea.” Como contracara de lo mismo, éste discurso prende entre amplios sectores golpeados por la crisis que rechazan que sus destinos sigan estando regidos por los designios del capital financiero alemán, el más poderoso de la eurozona. Así logró Marine Le Pen desprestigiar a Sarkozy y quitarle gran parte de su base electoral, acusándolo de estar sometido a los “diktados” de Merkel. Buscan darle una salida reaccionaria a la crisis, basada fundamentalmente en la restricción de la inmigración y en un cierto retorno al Estado de Bienestar pero sólo para los nacionales (“Francia para los franceses”). Desde este punto de vista, en perspectiva, el crecimiento de la ultraderecha es un anticipo político de la tendencia a mayores confrontaciones y antagonismos inter-estatales, puesto que la unidad burguesa de Europa mediante la Unión Europea no sólo no ha logrado el desarrollo en bloque del conjunto de sus países, dando una salida de fondo a los problemas de las masas, sino que ha sido incapaz de aplacar los antagonismos de las distintas burguesías, de las cuales las más fuertes han basado su crecimiento y hoy buscan su salida en un salto en la semicolonización de las burguesías menores. Pero fundamentalmente, y en esto nos interesa detenernos, el crecimiento de la ultraderecha, aunque no plantee hoy una dinámica de confrontación social aguda,  anticipa la tendencia engendrada por la crisis a mayores choques entre las clases, donde, por regla general, mientras más resuelta sea la organización y las respuestas que den los explotados en su lucha por defender sus condiciones de vida, más virulentas serán las soluciones de fuerza que busque imponer la burguesía. La riquísima experiencia política y social acumulada en las décadas de la entre-guerras del s. XX no sólo nos permite darnos una idea de la envergadura histórica de las salidas de la burguesía desesperada: el fascismo, los genocidios, la barbarie de la guerra mundial (sólo la Segunda, por ejemplo, causó más del doble de muertes que la gran “peste negra” del s. XIV en Europa, que había sido considerada como una de las mayores retracciones demográficas de la historia), sino que es una fuente de grandes lecciones político-estratégicas para orientarnos en los grandes combates que se anuncian, y que nuevamente sembrarán la posibilidad del triunfo de los explotados. Esto abordaremos en un próximo post.

Colaboración de Eduardo Castilla y Manolo Romano

 

Tercer programa de Giro a la Izquierda

 
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