sábado, 24 de septiembre de 2011

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO



Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

Gabriel Celaya

Reposteando a Fernando Rosso en debate con Artemio López

UN DEBATE CON ARTEMIO LOPEZ SOBRE EL PASADO, PRESENTE Y FUTURO DEL KIRCHNERISMO

¿Progresista o Restaurador?

Fecha: Jueves 22 de septiembre de 2011
Por: Fernando Rosso

A partir de un post que publicamos en Blog “El Violento Oficio de la Crítica”, comenzó un debate con Artemio López (director de la Consultora Equis, autor del Blog Ramble Tamble y uno de los principales defensores del gobierno), alrededor del significado histórico y el momento presente del kirchnerismo y la magnitud de la crisis del 2001. La utilidad o no de las categorías del marxista italiano Antonio Gramsci, para analizar la realidad argentina, estuvieron en el centro del debate. Aquí publicamos una síntesis del intercambio, que promete seguir. Los post completos y comentarios pueden leerse en http://rambletamble.blogspot.com/ y en http://elviolentooficio.blogspot.com/

Un debate sobre el carácter de los procesos revolucionarios en el mundo árabe (Segunda Parte)


El movimiento obrero y las demandas democráticas

Decíamos acá que Gilbert Achcar reivindica una “revolución democrática” en los países del norte de África en contraposición con un movimiento de “base de clase”. Esta posición no es la única dentro de intelectuales que se reclaman “de izquierda”. Son muchos los “marxistas” que ceden ante la “imposibilidad” de superar en la lucha los marcos del régimen de la democracia burguesa.


En su contraposición entre la agenda de la “revolución democrática” y una “revuelta con base de clase” Achcar señala que “Los dos países donde han tenido más éxito los levantamientos hasta ahora, es decir Túnez y Egipto (…) son en realidad los países donde el movimiento obrero se unió a la lucha (…) No son movimientos con un carácter radical anticapitalista – por lo cual no nos encontramos en una especie de situación posterior a la Primera Guerra Mundial. Son más bien trabajadores que aprovechan la oportunidad de la agitación actual para impulsar sus propias demandas de cambio social y reforma”. (Resaltado nuestro)



Los procesos revolucionarios de la primera posguerra estuvieron marcados por una profunda radicalización que tuvo que ver con los padecimientos brutales a los que fueron sometidas las masas en esos años. Millones de muertos y heridos, la destrucción total o parcial de ciudades y regiones enteras, las hambrunas extendidas. Precisamente por los enormes padecimientos que implica la guerra para millones, es que es partera de revoluciones.



Sin tomar en cuenta esa diferencia, es completamente parcial hacer una analogía como la que hace Achcar. Pero al mismo tiempo, el entrevistado “olvida” el retroceso de la subjetividad del movimiento de masas en las últimas décadas. Si la lucha del movimiento obrero no asume aún formas políticas más radicalizadas y no cuestiona el conjunto del poder capitalista, sino aspectos parciales de sus formas explotación, esto se halla ligado a dos factores.

Por un lado, como ya señalamos aquí, a la subjetividad del movimiento obrero e incluso del movimiento de masas que, en su conjunto, tuvo un franco retroceso en los últimos 30 años y limó la idea de la revolución social. En esto la discontinuidad del marxismo revolucionario en tanto movimiento real con influencia de masas o en sectores significativos de la vanguardia fue un elemento central.

Por otro lado y, en gran parte como consecuencia del primer aspecto, al rol de sus direcciones reformistas que no se proponen avanzar en una pelea que permita liquidar el orden burgués, sino que sostienen perspectivas de reforma del mismo sistema capitalista.

Dirección y conciencia

El siglo XX mostró que la clase trabajadora puede elevarse al plano del la lucha política superando el estadio de las luchas sindicales. Esto incluso, en ausencia de una dirección revolucionaria.

Pero también quedó en evidencia que no puede vencer a la clase capitalista sin un partido revolucionario que se proponga esa meta. Como señaló Trotsky en Lecciones de Octubre “El proletariado no puede apoderarse del Poder por una insurrección espontánea. Aun en un país tan culto y tan desarrollado desde el punto de vista industrial como Alemania, la insurrección espontánea de los trabajadores en noviembre de 1918 no hizo sino transmitir el Poder a manos de la burguesía. Una clase explotadora se encuentra capacitada para arrebatárselo a otra clase explotadora apoyándose en sus riquezas, en su "cultura", en sus innumerables concomitancias con el viejo aparato estatal. Sin embargo, cuando se trata del proletariado, no hay nada capaz de reemplazar al partido”

En la época de la “Primavera de los pueblos” el proletariado no había “madurado” lo suficiente como para enfrentar y derrotar el poder de los capitalistas. Pero en los siglos XX y XXI, el límite a la acción del movimiento obrero, en condiciones revolucionarias o prerrevolucionarias agudas como la de Egipto o Túnez, está impuesto por su dirección. Esto es absolutamente subvaluado (por no decir ignorado) por Achcar a la hora de analizar los países árabes. El rol de la dirección es fundamental en tanto impulsa a las masas a la lucha o, por el contrario, actúa como un freno a sus tendencias más radicales.

La revolución alemana de 1918, a pesar del profundo cuestionamiento al capitalismo no finalizó en el establecimiento de un gobierno de los trabajadores y el pueblo, sino en un régimen democrático burgués. Fue esencial el rol de la socialdemocracia, como explica el mismo Trotsky “En cuanto a la revolución alemana de 1918, es evidente que no fue el coronamiento democrático de la revolución burguesa, sino la revolución proletaria decapitada por la socialdemocracia, o, por decirlo con más precisión: una contrarrevolución burguesa obligada por las circunstancias a revestir, después de la victoria obtenida sobre el proletariado, formas pseudodemocráticas. (Resaltado nuestro)

A la salida de la Segunda Guerra Mundial, el stalinismo jugó el papel de encausar los procesos revolucionarios dentro de los límites del régimen capitalista, como se explica muy bien acá. En todas estas situaciones la clase trabajadora fue frenada por su dirección reformista, anulando las tendencias más revolucionarias de las luchas en curso.

El movimiento obrero en Egipto

Es innegable que la lucha por democratizar el conjunto de la vida social, incluso los sindicatos y los lugares de trabajo es un elemento central del proceso de Egipto. Estas cuestiones ya habían sido tratadas acá.
Pero reducir el proceso a la lucha por “más democracia” es limitar la profundidad del mismo. Hoy muchas de las demandas de las masas siguen sin ser resueltas. En las últimas semanas, la clase trabajadora viene tensando los músculos en una creciente cantidad de huelgas por sector y el desarrollo de nuevas organizaciones sindicales. Al mismo tiempo, el conjunto del régimen mantiene elementos de continuidad que han disparado movilizaciones masivas en las cuáles ha habido represión y enfrentamientos con las fuerzas represivas.

Esto muestra que la relación de fuerzas abierta luego de la caída de Mubarak sigue siendo favorable al movimiento de masas. Pero al mismo tiempo, evidencia que la clase trabajadora, sino sale de los límites de sus propias reivindicaciones y se eleva al plano de la lucha política es incapaz de darle una salida a una crisis que se puede mantener en el tiempo y terminar siendo resuelta por la burguesía misma, con un cambio de régimen que no afecte lo  esencial de la dominación imperialista sobre estas naciones.

Las actuales direcciones del proceso egipcio, cumplen un rol de contención enorme. Como lo señala correctamente Achcar los intentos del gobierno de negociar con la Hermandad Musulmana, una corriente moderada relacionada con sectores burgueses, tienen el objetivo de frenar el proceso y encauzarlo dentro de los límites de un cambio de régimen.

En el caso de Libia, la dirección del movimiento rebelde, a pesar de las contradicciones internas, ha señalado que garantizará las inversiones de las potencias imperialistas. La radicalización inicial que detonó la guerra civil, como continuidad de los procesos revolucionarios de Egipto y Túnez, logró ser canalizada por la dirección pequeño-burguesa del CNT  y llevada a aceptar la ayuda militar de la OTAN y la tutela de las potencias imperialistas.

Este rol que juegan las direcciones de estos procesos vuelve a evidenciar su incapacidad para dar una salida a las demandas más profundas de las masas pobres de estas naciones. Las experiencias de nacionalismos burgueses en estos países terminaron en enormes fracasos. Después de la muerte de Nasser, fue su mismo partido, dirigido por Al-Sadat el que inició el giro hacia el neoliberalismo. En Libia, el mismo régimen de Gadafi pasó de posiciones inicialmente antiimperialistas a ser un fiel aliados de los grandes potencias, siendo incluso felicitado por su conversión por los principales dirigentes imperialistas del mundo.

Estos elementos que hemos señalado no entran en el análisis que hace Achcar sobre los procesos en los países árabes. Sin embargo, son un aspecto nodal a tomar en cuenta para entender la dinámica de los procesos en curso y porque una “revolución democrática” puede terminar significando una nueva frustración para millones en esos países.  

domingo, 18 de septiembre de 2011

Un debate sobre el carácter de los procesos revolucionarios en el mundo árabe (Primera Parte)



Gilbert Achcar es entrevistado por Rebelión este viernes 16 de setiembre sobre los procesos revolucionarios que se desarrollan en el mundo árabe, que constituyen un elemento central del “cambio de época” que se respira. Achcar hace una comparación con la “Primavera de los pueblos”: “Cuando digo que es una “revolución democrática” quiero decir que el actual movimiento es mucho más parecido a la “primavera de los pueblos” del Siglo XIX (1848), que se extendió por Europa desde París a Viena, que a la ola revolucionaria de 1918, que tuvo lugar después de la revolución rusa”
Al finalizar dice que “Actualmente, la metáfora primavera es mucho más justificada, incluso a pesar de que la “primavera de los pueblos” en el Siglo XIX terminó mal”
Nosotros también hemos señalado la similitud de esos procesos aquí pero marcando los límites de la analogía, precisamente lo que Achcar no hace. Así evita afrontar los problemas estratégicos que se desprenden de esta “vuelta de la revolución” a la escena mundial.

1848 en sus límites

Las revoluciones de 1848 fueron un momento transicional entre la época de las revoluciones burguesas y la época de las revoluciones proletarias. Alain Brossat escribió que se trataba del “ya no más de la revolución burguesa y el todavía no de la revolución proletaria”.
Lejos de ser revoluciones que apuntaran sólo a instaurar el régimen democrático, como en parte lo intenta mostrar Achcar, se trataba de procesos que atacaban la dominación feudal en función del desarrollo capitalista y que ponían en el orden del día las reivindicaciones sociales del movimiento obrero y las masas pobres.
Cuando todavía se podía oler la pólvora de los cañones con los se masacró al proletariado parisino, Marx escribía “Ya les habíamos dicho, hermanos, en 1848, que los liberales burgueses alemanes llegarían pronto al poder y que inmediatamente emplearían contra los obreros este poder recién obtenido (…) han sido los burgueses quienes se apropiaron del poder, utilizándolo sin dilaciones para obligar a los obreros, sus aliados en la lucha, a volver a su anterior condición de oprimidos”
La burguesía alemana, asustada ante el desarrollo de la revolución, se echó atrás, en las manos del partido feudal. En Francia, la burguesía masacra a los trabajadores en las jornadas de Junio para silenciar los reclamos  de una “república social”. Para ilustrar mejor agreguemos lo que señala Trotsky en Resultados y Perspectivas: “En el año 1848, la burguesía (…) No era lo suficientemente dispuesta ni audaz como para asumir la responsabilidad de la eliminación revolucionaria del orden social que se oponía a su dominación (…) Su tarea consistía más bien -de eso se daba ella cuenta claramente- en incluir en el viejo sistema garantías que eran necesarias, no para su dominación política, sino simplemente para un reparto del poder con las fuerzas del pasado. La burguesía había extraído algunas lecciones de la experiencia de la burguesía francesa: estaba corrompida por su traición y amedrentada por sus fracasos. No solamente se guardaba muy bien de empujar a las masas al asalto contra el viejo orden sino que buscaba un apoyo en el viejo orden, con tal de rechazar a las masas que la empujaban hacia delante”.
Eliminando estas "molestas" cuestiones del estudio de las revoluciones del Siglo XIX, es muy sencillo asociarlas a los actuales procesos en los países árabes sin mayores contradicciones. Por el contrario, reivindicar “ese legado” sin explicitar los límites de esos procesos y el cambio de época, termina siendo funcional a apoyar la “democracia” a secas, carente de contenido de clase. Por eso el entrevistado plantea que “Más bien habría que tomar en consideración el hecho de que las poblaciones de esos países están hartas de despotismo, y que necesitan urgentemente liberarse de él como cualquier otra población en el mundo. Lo que fue considerado bueno para Europa Oriental, por ejemplo, también se aplica a los países árabes”(resaltado nuestro).
Esta reivindicación de los procesos que llevaron a la caída del Muro de Berlín deja de lado el enorme hundimiento social que significaron los avances capitalistas en esos países. Incluso desde el punto de vista de la democracia burguesa, los regímenes surgidos, en muchos casos, no pasaron de tener como protagonistas a los viejos burócratas reciclados.

Democracia y contenido social

Lejos de la panacea que quiere brindarnos Achcar, la democracia no tiene un carácter social indefinido sino que responde a los intereses de la clase dominante o de su fracción dominante. Bajo la actual dominación burguesa no puede más que ser la democracia de la minoría de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Más allá del mecanismo del voto que permite cada dos o cuatro años elegir a los “representantes políticos”, las grandes cuestiones de la vida nacional siguen siendo decididas por pocos.
Los marxistas luchamos por desarrollar la pelea por las demandas democráticas en el camino de la superación del régimen capitalista. Nuestra corriente ha debatido precisamente contra la perspectiva de considerar las revoluciones democráticas como etapa "necesaria" de los procesos revolucionarios.
Pero años de derrotas del movimiento de masas han extirpado de la conciencia de las grandes masas y de los intelectuales las ideas de la revolución social. El único cambio que parece ser visto como posible se da dentro de los marcos de la democracia actual.
Pero durante los últimos 30 años las grandes potencias, de la mano de las burguesías locales, utilizaron los mecanismos de contención de la democracia burguesa para los procesos revolucionarios. Como se estudia acá la burguesía se valió de este recurso no sólo para imponer la continuidad de su dominación sino para hacer avanzar la contrarrevolución social que fue el llamado neoliberalismo.
Por el contrario, en los estados del mundo árabe, la (contra) revolución neoliberal avanzó por medios de regímenes brutalmente totalitarios como el de Mubarak, Ben Alí y Gadafi. Precisamente por ello no se puede separar o “autonomizar” la forma del régimen político, separándolo de sus resultados económicos a favor del gran capital. El retorno a las “formas democráticas” no garantiza el fin de la opresión de las masas y la nación por parte del imperialismo ni el fin de las enormes inequidades sociales generadas en las últimas décadas como lo demuestra América Latina.
En el mundo árabe en ebullición, la cuestión social está enormemente ligada a los problemas del régimen democrático. Una salida democrática que no revierta la sumisión del país al capital imperialista y el consecuente hundimiento de las condiciones de vida de las masas, sólo será una modificación parcial para que nada de lo esencial cambie.
Esto es lo que está ocurriendo en estos momentos, donde la transición en Egipto se halla estancada y esto empieza a generar crisis entre las masas y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en el poder. Es lo que sucede en Libia, donde son las potencias imperialistas por medio de la OTAN los que apadrinan el cambio político en Libia, defendiendo la recuperación de una democracia al servicio de sus intereses.  
Este tema lo desarrollaremos más extensamente en otro post.