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martes, 20 de octubre de 2015

Cinco años



Cinco años se pasan volando. Pero es mucho tiempo igual. O poco. Depende.

Cinco años en los que nuestra lucha permitió que parte, solo una parte, de los responsables del asesinato de Mariano fueran presos.

Pero nuestra lucha fue insuficiente para que cayera Tomada y todos los empresarios que habían sido cómplices de la situación que llevó al  asesinato de Mariano. Y en ese sentido, aún es poco el tiempo.

Nuestra lucha tampoco alcanzó para que a Pedraza le dieran perpetua. Sí sirvió para que vaya preso y que un manto de condena social pese sobre él.

Mariano es hoy una bandera de lucha para todos nosotros. Es también una demostración cabal de los métodos de la burocracia sindical peronista que, desde aquellos tiempos en que armaba la Triple A, hasta la actualidad, ha cambiado relativamente poco.

Cinco años es poco tiempo para lograr que un movimiento obrero, que sufrió enormes derrotas en la dictadura y el menemismo, se ponga de pie y se pueda sacar de encima a todos los Pedraza, los Moyano y los demás que no entran en la letra de la canción que cantamos siempre. Sin embargo, en ese camino estamos.

Cinco años es suficiente tiempo para corroborar que el llamado progresismo kirchnerista era un relato de gran escala. Pedraza está preso. Pero al lado de Cristina (y ahora de Scioli) están los Gerardo Martínez, los Caló o los Pignanelli, parte de la misma escuela y de la misma casta podrida que se hace millonaria a costa de entregar conquistas obreras a la clase capitalista.

A su lado, también Aníbal Fernández, que dirigía a las fuerzas policiales que liberaron las zona donde fue asesinado Mariano. El mismo Aníbal de Puente Pueyrredón. Dos masacres separadas por casi una década, con un protagonista en común, hoy “casualmente” candidato a gobernador del “proyecto nacional y popular”.

Cinco años es tiempo suficiente para ratificar que las batallas que Mariano libraba, junto y al mismo tiempo que muchos de nosotros, siguen pendientes y son parte de nuestro motor cotidiano.

EC



lunes, 28 de septiembre de 2015

De Diego, Daer y el PCR (o breve comentario sobre la traición)


Eduardo Castilla

Hace pocos días Julián de Diego, abogado que defiende abiertamente a las grandes multinacionales, decía que la productividad había bajado en Argentina por responsabilidad de los delegados de izquierda. El vocero de las patronales decía a través del diario Cronista Comercial (otro vocero de las mismas) que:

“La pérdida de productividad y el tiempo perdido por medidas de fuerza anómalas, asambleas supuestamente espontáneas, e interrupciones en tareas y producción, son la segunda causal de los últimos diez años después de las ausencias por enfermedades o accidentes. A estas malas prácticas se le debe adicionar la regulación del nivel o del ritmo de producción, utilizado como medio de presión en momentos en donde la empresa debe responder a una mayor demanda de sus bienes o servicios”.

Más claro, échele agua. Resulta ser que enfermarse constituye una “mala práctica”, salvo que quien se enferme sea el gerente.

De Diego solo abre el camino a la burocracia sindical. El jueves pasado, en una entrevista esclarecedora, Rodolfo Daer (STIA) afirmaba que en las elecciones de Mondelez (ex Kraft) del día anterior, “ganó el equilibrio, la sensatez y las convicciones profundas de defender de la mejor forma a los compañeros de la fábrica”. 

Curiosa forma de hablar de quien no pudo pisar durante años la planta, precisamente por su historial de traiciones, a pesar de su “sensatez”.

Como ya se sabe, lo que triunfó en esa planta fue un rejunte de sectores de la burocracia verde (oficialista en el STIA), La Cámpora y el PCR. Las “convicciones profundas” suenan a cuento chino. Se trata de gente cuyo único acuerdo es atacar al PTS, la corriente trotskista que dirigía la Comisión Interna.

Hoy lunes, el periodista especializado en cuestiones sindicales de Clarín, Ricardo Cárpena lo confirma.

“La alegría de Daer en estas horas es seguramente la misma que sienten el empresariado y el Gobierno por el retroceso del PTS en una de las más importantes plantas del país, dentro de un contexto en el que los poderes político y económico entraron en pánico por la “marea roja” sindical”.

El papel de comparsa de la patronal y la burocracia lo cumple, una vez más, el PCR. El maoísmo local tiene en su haber una camionada de traiciones. Desde su apoyo al gobierno que armaba la Triple A allá por los años 74 y 75, pasando por el apoyo activo a Menem en el año 89’ hasta esta pequeña gran traición donde, de la mano de uno de los dirigentes afines al oficialismo, aporta a la derrota de la lista combativa y antiburocrática en Mondelez.

Pero, como bien advierte el periodista de Clarín, “quizá no haya que descorchar champaña antes de tiempo. Si hay ajuste, los platos rotos los pagarán los trabajadores, pero también la dirigencia que avale al próximo Presidente. La “zurda loca”, como llamaba al trotskismo el metalúrgico Juan Belén, hace ese cálculo de lo más cuerdo”.

La realidad vuelve a evidenciar el carácter abiertamente traidor del PCR. Junto a la burocracia de Daer, ellos también pagarán los platos rotos ante la vanguardia obrera y combativa.

lunes, 22 de diciembre de 2014

Lear, las "escuelas de guerra" y la tradición obrera



 Fotos: Enfoque Rojo
Eduardo Castilla

Hoy los Indomables de Lear volvieron a entrar a la planta. La patronal se vio obligada a permitir el ingreso de la totalidad de los trabajadores que estaban en la medida cautelar. Junto a los 61 que habían sido reincorporados como resultado de las acciones de luchas previas, suman 77 trabajadores que vuelven a la planta después de más de 7 meses de durísima lucha. 
En el medio de una enorme alegría van algunas líneas de reflexión política. Líneas que pretenden “responder” a algunos debates que en estos meses hemos leído y, por momento, tenido que sufrir. Líneas que, injustamente, dejan afuera muchos aspectos y a muchos de los protagonistas de esta gran lucha.


Lear como escuela de guerra. En 1899 Lenin escribió que “la huelga enseña a los obreros a comprender cuál es la fuerza de los patrones y la de los obreros: enseña a pensar, no sólo en su patrón ni en sus camaradas más próximos, sino en todos los patrones, en toda la clase capitalista y en toda la clase obrera (…) abre los ojos, no sólo en lo que se refiere a los capitalistas sino también en lo que respecta al gobierno y a las leyes (…) comienza a comprender que las leyes se dictan en beneficio exclusivo de los ricos, que también los funcionarios defienden los intereses de los ricos” (Lenin, Tomo uno, p. 65-66).

Las huelgas devienen así verdaderas escuelas de guerra para franjas o fracciones de la clase trabajadora.  Allí se conoce la fuerza del enemigo y sus debilidades; se conocen sus aliados y los propios; se aprende a luchar con nuevos métodos y a resistir en los momentos de debilidad.

Lear tiene todos los componentes de una escuela de guerra: siete meses de lucha contra un enemigo extremadamente poderoso. Quien no sopese este elemento en el análisis de la lucha y sus resultados actuales (vale decir parciales) peca de simplismo o superficialidad.

Una huelga y sus resultados no se pueden medir por una simple operación matemática -como pretenden hacer ciertos militantes de izquierda- restando reincorporados de despedidos (echaron 240, volvieron 28) y de ahí concluir (si esto se puede definir como conclusión) que hubo una derrota.

La desigualdad de los adversarios fue manifiesta. Mientras la patronal tuvo de su lado a los gobiernos nacional y de la provincia de Buenos Aires, los trabajadores contaron con la alianza de sectores de trabajadores combativos la izquierda, esencialmente del PTS que se jugó el todo por el todo, aportando como partido más de la mitad del fondo de lucha nacional.

La patronal contó con una aliada de hierro en la burocracia sindical de Pignanelli, tanto al interior de la planta como en el conjunto de los trabajadores metalmecánicos. Dentro de la planta, con el hostigamiento constante y las patotas contra los delegados. Afuera, sembrando el temor entre los trabajadores del conjunto de la rama con el chantaje de los despidos por la crisis. Dicho sea de paso esto vuelve a demostrar la necesidad estratégica de luchar por recuperar los sindicatos como herramientas de la lucha de clases, tarea que cierta izquierda tendió a dar por “perimida” ante el ascenso electoral del FIT.

Si “toda lucha de clases es una lucha política”, la lucha de Lear se convirtió en una verdadera batalla política contra la santa alianza de patronal,  gobierno nacional y burocracia sindical, aliados estratégicos en garantizar que la crisis en curso sea pagada por la clase trabajadora y los sectores populares. Contra esa perspectiva batallaron los heroicos y heroicas trabajadoras de Lear.

Una visión que solo sume y reste despedidos y reincorporados se acerca mucho al sindicalismo contra el que Lenin discutía en el ¿Qué hacer?


Hegemonía y “obrerismo”. La lucha de Lear conmovió el escenario nacional. Lo hizo más que cualquier otro fenómeno de lucha sindical o de otro sector de las capas oprimidas y explotadas de la sociedad. Fue una confirmación de la centralidad del antagonismo entre capital y trabajo en la sociedad capitalista.

Contra las visiones que sostienen una disolución de ese antagonismo central en una multiplicidad de oposiciones al sistema, la lucha de Lear volvió a mostrar, blanco sobre negro, el poder de las grandes multinacionales en la vida nacional. Esta dura pelea echó una luz –casi cegadora- sobre el papel incondicional del Estado en la represión a los trabajadores y la defensa de la propiedad privada capitalista. En esta alianza anti-obrera, el rol de la burocracia sindical peronista del SMATA desnudó su carácter de casta parasitaria dentro de las organizaciones obreras, afín a los intereses del gran empresariado extranjero.  

Además, la enorme lucha de Lear puso frente a frente a los dos colosos sociales que tienen peso en nuestra nación y en América Latina: el capital imperialista y la clase trabajadora. En ese enfrentamiento, a pesar de toda su discursividad “anti-buitre”, el gobierno nacional sacó a relucir su alineamiento con la multinacional de EEUU. Eso implicó una importante crisis en la izquierda del kirchnerismo que se vio obligada en muchas ocasiones a diferenciarse de Berni y a rechazar la represión en la Panamericana. No sólo eso, sino que incluso, en muchas ocasiones estuvo obligada a pedir la reincorporación de los despedidos como una salida “política” a un conflicto donde los trabajadores no aflojaban.

Al poner en el centro de la escena política la lucha entre el capital y la clase trabajadora, la lucha de Lear reafirmó la corrección estratégica del trabajo de la izquierda en la construcción de fracciones combativas y antiburocráticas en el seno del movimiento obrero. La crítica hacia el supuesto “obrerismo” o “basismo” del PTS vuelve a chocar contra el muro de la realidad de la lucha de clases. Queda en evidencia que sin una fuerza real anclada en fracciones de clase es imposible influir sobre la vida política nacional de manera duradera.

Como analizamos críticamente con mi amigo Fernando Aiziczon acá y acá, la llamada Izquierda Independiente encarnó fuertemente esta crítica hacia el “obrerismo” de la izquierda trotskista. Su debilitamiento en términos de lucha social y su marcada desorientación político-electoral (que, de todos modos tiene una dirección política hacia la derecha) ponen de manifiesto lo erróneo de su crítica en este terreno.

Una concepción que ancle sus definiciones estratégicas en una clase social poderosa -como la clase obrera argentina- puede efectivamente incidir en el desarrollo de la lucha de clases y, potencialmente, en una transformación revolucionaria de la sociedad argentina. La “alternativo” parece ser impotencia política disfrazada de “novedad”.

Lejos de cualquier “obrerismo” la lucha de Lear desarrolló una labor hegemónica que le atrajo las simpatías de amplios sectores de la clase trabajadora y las clases medidas. La consigna de “Familias en la calle nunca más” sirvió como plafón para llegar a cientos de miles de trabajadores que veían (y aún ven) como la clase capitalista se prepara a descargar su crisis sobre sus espaldas. La denuncia a la brutal represión permitió ganar un apoyo activo en sectores amplios del arco progresista nacional como se vio en el apoyo, por solo citar algunos ejemplos, de Osvaldo Bayer, Mirta Baravalle y Adolfo Pérez Esquivel,  entre otros.

A años luz de un pensamiento político puramente sindical, parte fundamental de esta gran pelea se jugó en el terreno de las denuncias políticas contra Berni y las fuerzas represivas, contra el acuerdo entre las patronales de Ford y Lear o en la denuncia del encubrimiento político que realizaba el gobierno. Desnudar -como no se había hecho en décadas- el rol reaccionario y semi-fascista del SMATA para millones de personas fue parte del conjunto de herramientas de esta gran pelea política por los puestos de trabajo.


Tradición. Si, como se ha señalado, la clase obrera no es “ontológicamente” peronista, tampoco es, per se, revolucionaria. La posibilidad de una maduración subjetiva en ese sentido está dada, entre otros factores, por la influencia de las corrientes políticas de izquierda que se propongan aportar en sus luchas y organización.

La fusión entre la izquierda revolucionaria y la clase obrera no puede ser una simple operación política electoral, sino que supone un aprendizaje en el fragor de las batallas que plantea la lucha de clases.  El concepto leninista de “escuelas de guerra” está indisolublemente ligado a la conquista de trincheras y posiciones para la “guerra misma”, es decir la lucha revolucionaria abierta. La clase obrera avanza desigualmente en ese camino en la medida que puede luchar, vencer o ser derrotada pero extrayendo conclusiones en ese camino.

Partiendo de esa lógica es que el PTS se jugó el todo por el todo en Lear. Su aporte ha sido mucho más que una línea “correcta” para la lucha o una táctica “salvadora” aplicada en el “momento justo”. Los aportes que pueden ayudar a ganar una gran lucha como la de Lear se miden en experiencia militante. Esa experiencia que no son solo años sino luchas, con triunfos y derrotas. Experiencia que, por citar solo un ejemplo (y pedimos las disculpas del caso), encarna el Negro Montes, insustituible a la hora de la lucha de clases y de aportar al desarrollo de una conciencia revolucionaria entre las nuevas generaciones de obreros.

Esa experiencia es tradición y esa tradición empezó hace más de 25 años cuando el Negro, junto a otros como Quique, Lagos y el Poki, votaban solos en asambleas de miles de obreros. Esa tradición se siguió en Zanón, esa enorme escuela de la lucha de clases de Godoy y muchos otros que sabrán disculpar la omisión de sus nombres. Experiencia es la gran lucha de Terrabusi-Kraft en el 2009. Tradición son también las batallas perdidas, como la durísima pelea de Iveco, donde nuestro compañero Hernán Puddu fue echado del gremio y despedido por la patronal por el “crimen” de sentar una bandera: los contratados se defienden.

Aportar el triunfo de esta gran lucha significa el rol fundamental de los abogados del CeProDH y el PTS, poniendo el todo por el todo para ganar esta pelea también en el terreno de la legalidad burguesa. Dicho sea de paso, no conocemos si la calumnia vertida por el Partido Obrero contra ellos, en sus comunicados iniciales, ha sido retirada.

Aportar al triunfo de esta lucha implica poner el cuerpo día a día (y hora a hora), como lo hicieron cientos de militantes del PTS en zona Norte pero también en todo el país. Sobre ellos/as cayeron los golpes de la represión, las balas de goma, los gases lacrimógenos. Sobre ellos cayó también la enorme responsabilidad de juntar los cientos de miles de pesos que el PTS puso al servicio de evitar el camino más directo a la derrota de toda lucha: el hambre. En este caso ellos somos nosotros.

El gran triunfo de los trabajadores de Lear es una victoria de toda la clase trabajadora argentina. Una victoria contra las patronales automotrices, contra Berni y la represión del gobierno nacional, contra la mafia podrida de Pignanelli y la burocracia del SMATA. Es una gran bandera de lucha para las nuevas generaciones de trabajadores que empiezan a protagonizar una dura resistencia contra los ataques capitalistas. Como dijeron muchos camaradas del PTS en las redes sociales, un enorme orgullo y una felicidad gigantesca nos embarga hoy.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Aquel diciembre cordobés. A un año de la crisis que sacudió Córdoba


 
Foto: Carlos Paul Amiune

 Eduardo Castilla

Hace un año la policía provincial se amotinaba exigiendo importantes aumentos salariales. Córdoba vivía, a partir de ese momento, una de las crisis sociales y políticas más importantes desde el fin de la dictadura. Presentamos dos artículos escritos para La Izquierda Diario sobre esta cuestión. 


Aquel diciembre cordobés: las razones del motín policial (I parte)

 Aquel diciembre cordobés: una brecha social profunda (II parte)

 

domingo, 21 de septiembre de 2014

Negociando en retirada (editorial de editoriales publicado en La Izquierda Diario este domingo)

A partir de este domingo La Izquierda Diario se propone analizar críticamente los editoriales de los principales diarios del país. Es en ellas donde pueden encontrarse definiciones políticas centrales que seguirán jugando un papel a lo largo de la semana que se inicia. Es allí donde se condensan ideas y temáticas que dan fundamento a la construcción del poder político de las distintas tendencias o fracciones de la clase dominante. Si los medios oficialistas fueron –y siguen siendo- fundamentales a la hora de “construir el relato” kirchnerista, no menos esencial es el papel de los medios de comunicación opositores y sus principales periodistas a la hora de respaldar los intereses de sectores empresariales o opuestos al gobierno.



Sebastián Tudino y Eduardo Castilla

“Francisco es Bergoglio”
 
El diario que fundara Mitre, en la pluma de Morales Solá, y el principal diario oficialista, bajo la firma de Horacio Verbitsky, coinciden en hacer centro de sus editoriales en la reunión que mantuvieron Cristina Fernández y el papa Francisco ayer sábado.
Aunque Morales Solá trata de marcar los límites de la reunión, centrando las preocupaciones vaticanas en la gobernabilidad argentina, lo cierto es que, para la estrategia oficial de fortalecer discursivamente su negociación con los fondos buitres, la reunión juega a favor.
En el caso de la editorial de Verbitsky esta ventaja para el gobierno nacional lo lleva a soslayar el pasado -no tan pasado- de Francisco (que sigue siendo Bergoglio) haciendo un relato progresista de la Iglesia, algo que dista mucho de la realidad y su historia de apoyo a genocidas.
El discurso papal contra el “sistema financiero” mundial –un apoyo más bien timorato-, no solo expresa conveniencia para el gobierno sino que también es parte de la estrategia vaticana para acercar la iglesia a sus fieles y avanzar en la imposición de su propia agenda cultural al interior del país. La reunión de ayer, tendrá sus costos. La agenda cultural e igualitaria de la que supo ufanarse el gobierno, sufre y sufrirá nuevos embates.
Lo cierto es que la estrategia gubernamental pretende fortalecer sus posiciones negociadoras en lo que queda de tiempo hasta que el 1º de enero de 2015 cuando caiga la cláusula RUFO. Allí se verá si los buitres, que hoy son el centro de los ataques oficiales, pasan a ser nuevamente “bonistas respetables” o si, por el contario, como sostiene Julio Blanck en Clarín, prima una línea política que implique más y mayor confrontación.
Seguramente, la sobrecarga épica del relato oficial encontrará en esa fecha una nueva frustración, superior aún al reconocido carácter de “pagadores seriales”, que ya reivindicara la presidenta y que se pudo apreciar en los acuerdos con el CIADI, el Club de París, REPSOL y el 92% restante de los “buitres buenos”.

Un “chavismo” a la medida de los empresarios

Otro tema ineludible en todos los análisis es la recientemente votada Ley de Abastecimiento. La normativa, vigente desde 1974 y que ningún gobierno aplicó, sufrió numerosos recortes en el tratamiento legislativo. Los mismos fueron una concesión hecha a la medida de los empresarios y de sectores de la oposición. La norma se termina convirtiendo así en un simple factor de presión sobre el empresariado, con escaso margen de efectividad en el supuesto de que voluntad política no faltase, lo cual ya es suponer demasiado.
Como declaró Nicolás del Caño, diputado nacional del PTS en el Frente de Izquierda, “la Sociedad Rural y los grandes empresarios pueden dormir tranquilos”. Del Caño votó en contra de la normativa, pero desde un lugar claramente diferenciado del conjunto de la oposición, que actuó como vocero de las grandes empresas.
Lo cierto es que el empresariado (industrial y rural) puso el grito en el cielo porque ven a un gobierno débil y en retirada, que durante una década les garantizó “levantarla en pala”. Lejos de ceder, estos ataques a un supuesto “chavismo” buscan imponer más presiones para optimizar sus ganancias. Los pedidos de devaluación que vienen teniendo carácter público son parte de esta estrategia que también implica la continuidad de suspensiones y despidos en ramas específicas como la automotriz, otrora estrella del modelo económico kirchnerista. Por si hiciera falta confirmación, Mario Wainfield, otro de los editorialistas de Página12, tiene que reconocer que no hay ningún precedente de confiscaciones hechas por el gobierno nacional.
Otro enemigo “a medida” que eligió el gobierno son los gremios opositores, en especial los conducidos por Moyano y Barrionuevo. Como justamente señala Wainfield, los dirigentes sindicales son de lo más cuestionado socialmente y quienes menos se modernizaron tras las “crisis de representatividad” que vivió el conjunto de las estructuras políticas argentinas a fines de 2001.
Lo que parece olvidar el cronista es que en la vereda del gobierno no proliferan nuevos dirigentes de pasado o presente probo. Muy por el contrario, después de apoyarse durante una década en el ahora enemigo Moyano, el gobierno se recuesta sobre el Secretario General de la UOCRA, Gerardo Martínez, colaborador con la última dictadura militar o en la UOM de Antonio Caló y Juan Belén que, hace no mucho tiempo, despotricaba contra “la zurda loca”.
Más recientemente, la “estrella” de los aliados sindicales del gobierno es el Secretario General del SMATA Ricardo Pignanelli. Este garantizó, con su espectacular inmovilismo, 14 mil suspensiones en la rama y se ha convertido en el vocero principal de los ataques a las representaciones de fábrica que no le responden y resisten los despidos y las suspensiones. El ejemplo más destacado es la empresa LEAR, donde tiene influencia política la izquierda partidaria a través del PTS.
La intención del editorialista de Página12 es golpear sobre las conducciones sindicales opositoras para desprestigiar los importantes pronunciamientos nacionales que significaron los dos paros nacionales del 2014. Pero la mano nunca podrá tapar el sol. Lo que es resistido por los periodistas afines al oficialismo es reconocer que amplios sectores de la clase trabajadora han emprendido una ruptura política lenta, pero persistente, con el gobierno que decía defender el empleo.

¿Operación Buenos Aires? (o como pelear el aparato para garantizarse la cuota de poder)

El cuarto elemento que desvela a todos los editorialistas es la aparición de Máximo Kirchner. Más allá de los análisis del discurso y las contestaciones afiebradas de la oposición republicana, lo interesante es leer en la estrategia oficial la necesidad de disputar el poder de la provincia de Buenos Aires como única vía de garantizar la supervivencia del kirchnerismo pos 2015.
La Cámpora, una agrupación “estatizada”, no tiene razón de ser sin su vinculación al estado y su administración. La “estrategia Bachellet” -que anuncian diversos analistas- de mantenerse como identidad propia ante un futuro gobierno necesariamente “a la derecha”, no puede realizarse simplemente desde el llano por gente que nunca conoció esa adversidad.
Sea con Máximo, sea con la propia Cristina, la estrategia oficialista buscará limar todo lo posible el poder de sus aliados/adversarios, como Scioli, para condicionar el armado de cada una de las listas y garantizarse el calorcito del poder desde donde preparar un retorno en 2019. Sin embargo, en un país como Argentina, atravesado por un sinfín de contradicciones externas e internas, hablar de candidaturas y retornos parece un poco apresurado.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Atilio López, la Triple A y el peronismo (publicado en La Izquierda diario)


A partir de este martes la izquierda lanzó su primer diario digital. En La izquierda diario publicamos el artículo que dejamos a continuación.



Eduardo Castilla
Este martes 16 se cumplieron 40 años del asesinato de Atilio López, histórico dirigente de la UTA, uno de los protagonistas del Cordobazo y quien fuera además vicegobernador de la provincia de Córdoba desde mayo de 1973 hasta el golpe policial que pasó a la historia como Navarrazo, ocurrido en febrero de 1974.
En este aniversario el kirchnerismo local, junto a autoridades nacionales, del municipio y de la UTA, llevaron a cabo distintos eventos de homenaje a la memoria de López. Estos incluyeron el descubrimiento de una placa en la sede de la UTA Córdoba, la colocación de un busto conmemorativo en la esquina de Bulevar San Juan y Avenida Vélez Sarsfield y un festival del que participaron, entre otros, Paola Bernal y el Dúo Coplanacu. La presencia de autoridades nacionales -como el secretario de Derechos Humanos de la Nación Martín Fresneda- y del intendente de la ciudad, Ramón Mestre, dio notoriedad a los actos conmemorativos.

Tragedias políticas

Atilio López fue asesinado por la Triple A, organización paraestatal armada directamente por el gobierno nacional al que López había apoyado. Una de las mayores tragedias políticas de la historia de los años ‘70 fue la protagonizada por la izquierda peronista, dentro de la cual se enrolaba el histórico dirigente de la UTA.
Protagonista de importantes luchas que habían golpeado a la dictadura de la llamada Revolución Argentina -entre ellas el mismo Cordobazo o el Viborazo de 1971- López, como parte de esa izquierda peronista, privilegió el alineamiento con la política gubernamental del peronismo a partir de 1973.
El viejo General vuelto del exilio se proponía instaurar el “orden” y la “paz entre los argentinos”. Su rol esencial -y así lo afirmaba Perón- consistía en frenar la lucha creciente de la clase trabajadora, el pueblo pobre y la juventud. Pero esto significaba aplicar una política represiva sobre los sectores más conscientes que, incluso, se proponían la lucha por el socialismo.
La Triple A nació de esa necesidad. Fue la herramienta que creó el gobierno peronista para derrotar a los sectores sobre los cuales su hegemonía política era limitada. Diversos cálculos estiman entre 1500 y 2000 la cifra de asesinados por esa organización paraestatal. Eran luchadoras y luchadores obreros, juveniles, populares, militantes de la izquierda peronista y de la izquierda marxista. El asesinato de López refleja entonces una tragedia colectiva.
La subordinación política de López al peronismo gobernante significó, en varias ocasiones, una frustración para los sectores avanzados de la juventud y la clase trabajadora. Una de ellas ocurrió al plantearse la normalización de la CGT Córdoba con una conducción completamente peronista, hecho ocurrido en julio de 1973. Eso motivó importantes tensiones con Agustín Tosco y René Salamanca.
Un segundo hecho de importancia fue el abandono, casi sin pelea, del gobierno provincial luego del Navarrazo. Tanto López como Obregón Cano pusieron su suerte en manos de Perón y el gobierno nacional. Pero éste terminó avalando el golpe mediante la Intervención federal de la provincia. Algo que no debería haber extrañado dado que el gobierno nacional, la derecha peronista cordobesa y las conducciones sindicales burocráticas venían alentando el golpe desde hacía meses.
La enorme tragedia de una generación de luchadores populares en los años 70’ fue la de confiar en un proyecto político que declaraba, desde sus inicios, abiertamente y sin ambages que su objetivo era liquidar la lucha de clases. En este marco es posible entender el asesinato de López por un gobierno peronista.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Macartismo, represión y fin de ciclo (o sobre el nerviosismo kirchnerista)



Eduardo Castilla

El conflicto entre el gobierno y las patronales del campo dejó en la historia reciente –historia que se superará a sí misma- algunas frases célebres. Entre ellas estaba aquella pregunta que hacía referencia al “nerviosismo” de cierta corporación mediática.
A pesar del crecimiento el gobierno en los índices de popularidad, como resultado de la épica “anti-buitres”, podría hacerse la misma pregunta a algunos funcionarios que se desencajan antes las preguntas y debates que la izquierda trotskista presenta en el Congreso o ante los reclamos y las acciones de sectores combativos de la clase trabajadora, en defensa de sus puestos de trabajo. 

Un intento de “bonapartismo” senil

La batalla contra los holdouts que, finalizado diciembre, seguramente se convertirá en un nuevo acuerdo antinacional que profundizará el endeudamiento, sirvió a los fines de la recuperación de la imagen presidencial y dio bases a una revitalización parcial del gobierno.
Desde esa fortaleza el gobierno intenta recrear su política de confrontar con todos los sectores sociales, ubicándose en defensa de “todos los argentinos”. De allí se entienden las duras discusiones con la UIA, la continuidad de una política que denuncia a Griesa y al mismo EEUU -expresada en la denuncia en La Haya-, la dureza frente al reclamo del impuesto a las Ganancias que hace –o hacía para ser más precisos- la CGT Balcarce y, sobre todo, la dureza contra la vanguardia obrera y la izquierda trotskista, contra la que se ha lanzado una campaña macartista.
Pero esta fortaleza es relativa y está mediada por las limitaciones propias del agotamiento de un ciclo político. Agotamiento que responde al fin de las variables que lo hicieron posible durante poco más de una década. Que, en la coyuntura, el gobierno haya ocupado el centro de la escena política, no soluciona los problemas estructurales que son los límites al resurgir del “modelo”. 

El país buitre y sus consecuencias

A lo largo de la década que pasó, el peso del capital extranjero en la economía nacional lejos estuvo de revertirse. Argentina siguió siendo un país dominado por las patronales de EEUU y europeas.  Esta fracción del capital continuó así con un enorme peso en grandes decisiones políticas y económicas.
Esta es la explicación estructural a la forma en que han actuado la autopartista Lear y la gráfica Donnelley, ambas de origen norteamericano, dejando en la calle a cientos de trabajadores. Bien por despidos, en complot abierto con el SMATA, bien con un cierre absolutamente ilegal, ambas patronales han dejado en claro que sus intereses económicos se hallan por encima de la legislación nacional.  
Esto peso de las grandes multinacionales extranjeras constituye un talón de Aquiles de cualquier gobierno de un país semicolonial. Los intereses de esas multinacionales se rigen a escala global o por sus cotizaciones en la Bolsa de Nueva York. La soberanía  o la estabilidad política del gobierno local son un valor de undécimo orden para las mismas. Menos valor aún tiene entonces la vida de los trabajadores y sus familias.
El gobierno kirchnerista -como lo evidencia la represión constante a los trabajadores y trabajadoras de Lear- lejos está de recurrir a la misma épica de la que hace gala contra los buitres financieros. Frente a las patronales norteamericanas que despiden, el cipayismo menemista vuelve a emerger. 

Desempleo y “caos social”

El problema del crecimiento del desempleo es ya un factor político-social de primer orden. Desde los datos brindados por el mismo gobierno, pasando por analistas y consultores de todo tipo, hasta la misma Iglesia, todos confirman el crecimiento del desempleo.
Como bien se señaló aquí, la conflictividad social emerge a la luz del crecimiento de despidos y las suspensiones. La respuesta de sectores de la clase trabajadora es un cuestionamiento a la “libertad” que tienen las patronales de prescindir de la fuerza de trabajo obrera cuando las ganancias “no cierran”. Este mecanismo, presente en el corazón del capitalismo desde sus inicios, es lo que ponen en cuestión las acciones de resistencia de sectores de trabajadores como ocurre en Lear, Donnelley, Emfer y otras luchas.
El verdadero “caos social” no es el que Capitanich denuncia atacando a la izquierda, sino el que se produce como resultante del crecimiento de despidos, suspensiones, pobreza y crisis social. No hay “agitadores” sino condiciones sociales que implican resistencia obrera. En este sentido, se podía decir que el verdadero propugnador del “caos” ha sido el gobierno que, lejos de dar solución a las demandas obreras y populares, permite el accionar impune de las patronales.
Aquí, en el crecimiento de desempleo, radica uno de los principales topes ante los que se encuentra la recuperación política del gobierno. Si la desocupación sigue aumentando, el relato contra los buitres dejará de surtir efecto y abrirá paso a un nuevo y mayor cuestionamiento en su contra. 

El mundo según Berni

Ayer Capitanich volvió a reiterar los ataques contra la izquierda. El peronismo facho emerge en la escena nacional como parte de las “soluciones” que el gobierno tiene para ofrecer ante los reclamos de la clase trabajadora.
En el universo político la figura del Secretario de Seguridad Berni viene siendo central. Es la cara visible de la verdadera política frente al “reclamo social”. Política que no es más el endurecimiento constante de la represión a las luchas obreras, como pudo verse la semana pasada en la Panamericana, cuando usando gas pimienta y destrozando la puerta de un auto, Gendarmería se llevo detenida, entre otros, a Victoria Moyano Artigas, nieta recuperada y militante del PTS. A menos de 48 horas de la aparición de Guido Carlotto, la verdadera cara del gobierno nacional volvía a asomar a través de la represión estatal.
Es en ese marco que tiene que entenderse la nueva avanzada del gobierno nacional con la Ley Antipiquetes, con la que se propondrá, a tono con la oposición patronal, ponerles límites a las acciones de la clase trabajadora y los sectores populares que se encuentran respondiendo frente a la crisis.

Donnelley, Lear y una perspectiva para la clase obrera

El escenario nacional está marcado así por la unidad creciente entre tres fuerzas: las grandes patronales, el gobierno nacional y la burocracia sindical peronista. Unidad no absoluta ni completa, pero que comparte el objetivo estratégico de liquidar la influencia que, al interior de la clase trabajadora, ha venido conquistando el Frente de Izquierda y, en particular, el PTS.
Los ataques de Capitanich, Berni y Pignanelli demuestran que la verdadera oposición política y sindical al gobierno y las patronales está protagonizada por la izquierda trotskista, referenciada en la independencia política de la clase trabajadora, una concepción opuesta por el vértice al peronismo y a las diversas lógicas políticas que, dentro de la misma izquierda, apostaron a la colaboración con el mismo en diversos momentos de la historia (maoístas y stalinistas).
Esa fusión entre los sectores combativos de la clase trabajadora y la izquierda trotskista es lo que se halla en la base de la actual resistencia a los ataques en curso. Es lo que permite además que las luchas sindicales se eleven a un plano político, en el que las mismas sirven como ejemplo para el conjunto de la clase trabajadora.
La conquista de la opinión pública mediante campañas para hacer conocido el conflicto, la utilización de diversos métodos de lucha, combinando las acciones en las calles con la utilización de recursos legales -como los fallos judiciales- permitieron a los trabajadores de Lear sortear no sólo un ataque feroz, resistir las constantes represiones de Gendarmería y la Bonaerense, sino además haber avanzando en imponerle la burocracia y el gobierno la reincorporación parcial de trabajadores y el retorno de los delegados a la planta.
Ayer martes, la puesta en producción de la gráfica Donnelley, a pesar de la ausencia de la patronal, es un ejemplo de cómo los trabajadores son los únicos verdaderamente interesados en la continuidad de las fuentes de trabajo. Esta acción, al mismo tiempo, permitió empezar a mostrar el carácter parasitario de la patronal. Los obreros hicieron producir la empresa sin necesidad de gerentes. Los verdaderos productores demostraron que la fábrica funciona gracias a ellos. Frente a los cierres patronales, que pueden ser un factor en la crisis por venir, la acción obrera muestra una salida opuesta a quedar en la calle desocupado.
A fines de la década del 90’ la crisis capitalista golpeó brutalmente sobre la clase trabajadora y el pueblo. La década menemista –en la que los Kirchner, Capitanich y muchos integrantes del actual gobierno fueron oficialistas- dejó un tendal de desocupación y pobreza.
La clase trabajadora venía de sufrir enormes golpes y, debido a ello, fue incapaz de una respuesta que le permitiera frenar esos ataques. Las conducciones sindicales burocráticas fueron parte de los engranajes que aplastaron la capacidad de resistencia obrera.
Hoy, en el fin de ciclo kirchnerista, y cuando la crisis avanza sobre el país, la fusión entre la izquierda trotskista y sectores combativos del movimiento obrero es una realidad. Una realidad que, al mismo tiempo  que permite evitar que suspensiones y despidos pasen sin ningún obstáculo, pone en cuestión abiertamente el carácter del gobierno y sus recursos discursivos de tinte progresista, así como el control totalitario de los gremios por parte de la burocracia sindical peronista.
Precisamente por eso, las luchas de Lear y Donnelley marcan una perspectiva para el conjunto de la clase trabajadora. Frente al país de las patronales, sus cómplices como Pignanelli o Caló y sus políticos serviles, la posibilidad de evitar nuevas catástrofes para el pueblo trabajador recae en la lucha, la organización y la extensión de la unidad de la clase trabajadora.