lunes, 22 de diciembre de 2014

Lear, las "escuelas de guerra" y la tradición obrera



 Fotos: Enfoque Rojo
Eduardo Castilla

Hoy los Indomables de Lear volvieron a entrar a la planta. La patronal se vio obligada a permitir el ingreso de la totalidad de los trabajadores que estaban en la medida cautelar. Junto a los 61 que habían sido reincorporados como resultado de las acciones de luchas previas, suman 77 trabajadores que vuelven a la planta después de más de 7 meses de durísima lucha. 
En el medio de una enorme alegría van algunas líneas de reflexión política. Líneas que pretenden “responder” a algunos debates que en estos meses hemos leído y, por momento, tenido que sufrir. Líneas que, injustamente, dejan afuera muchos aspectos y a muchos de los protagonistas de esta gran lucha.


Lear como escuela de guerra. En 1899 Lenin escribió que “la huelga enseña a los obreros a comprender cuál es la fuerza de los patrones y la de los obreros: enseña a pensar, no sólo en su patrón ni en sus camaradas más próximos, sino en todos los patrones, en toda la clase capitalista y en toda la clase obrera (…) abre los ojos, no sólo en lo que se refiere a los capitalistas sino también en lo que respecta al gobierno y a las leyes (…) comienza a comprender que las leyes se dictan en beneficio exclusivo de los ricos, que también los funcionarios defienden los intereses de los ricos” (Lenin, Tomo uno, p. 65-66).

Las huelgas devienen así verdaderas escuelas de guerra para franjas o fracciones de la clase trabajadora.  Allí se conoce la fuerza del enemigo y sus debilidades; se conocen sus aliados y los propios; se aprende a luchar con nuevos métodos y a resistir en los momentos de debilidad.

Lear tiene todos los componentes de una escuela de guerra: siete meses de lucha contra un enemigo extremadamente poderoso. Quien no sopese este elemento en el análisis de la lucha y sus resultados actuales (vale decir parciales) peca de simplismo o superficialidad.

Una huelga y sus resultados no se pueden medir por una simple operación matemática -como pretenden hacer ciertos militantes de izquierda- restando reincorporados de despedidos (echaron 240, volvieron 28) y de ahí concluir (si esto se puede definir como conclusión) que hubo una derrota.

La desigualdad de los adversarios fue manifiesta. Mientras la patronal tuvo de su lado a los gobiernos nacional y de la provincia de Buenos Aires, los trabajadores contaron con la alianza de sectores de trabajadores combativos la izquierda, esencialmente del PTS que se jugó el todo por el todo, aportando como partido más de la mitad del fondo de lucha nacional.

La patronal contó con una aliada de hierro en la burocracia sindical de Pignanelli, tanto al interior de la planta como en el conjunto de los trabajadores metalmecánicos. Dentro de la planta, con el hostigamiento constante y las patotas contra los delegados. Afuera, sembrando el temor entre los trabajadores del conjunto de la rama con el chantaje de los despidos por la crisis. Dicho sea de paso esto vuelve a demostrar la necesidad estratégica de luchar por recuperar los sindicatos como herramientas de la lucha de clases, tarea que cierta izquierda tendió a dar por “perimida” ante el ascenso electoral del FIT.

Si “toda lucha de clases es una lucha política”, la lucha de Lear se convirtió en una verdadera batalla política contra la santa alianza de patronal,  gobierno nacional y burocracia sindical, aliados estratégicos en garantizar que la crisis en curso sea pagada por la clase trabajadora y los sectores populares. Contra esa perspectiva batallaron los heroicos y heroicas trabajadoras de Lear.

Una visión que solo sume y reste despedidos y reincorporados se acerca mucho al sindicalismo contra el que Lenin discutía en el ¿Qué hacer?


Hegemonía y “obrerismo”. La lucha de Lear conmovió el escenario nacional. Lo hizo más que cualquier otro fenómeno de lucha sindical o de otro sector de las capas oprimidas y explotadas de la sociedad. Fue una confirmación de la centralidad del antagonismo entre capital y trabajo en la sociedad capitalista.

Contra las visiones que sostienen una disolución de ese antagonismo central en una multiplicidad de oposiciones al sistema, la lucha de Lear volvió a mostrar, blanco sobre negro, el poder de las grandes multinacionales en la vida nacional. Esta dura pelea echó una luz –casi cegadora- sobre el papel incondicional del Estado en la represión a los trabajadores y la defensa de la propiedad privada capitalista. En esta alianza anti-obrera, el rol de la burocracia sindical peronista del SMATA desnudó su carácter de casta parasitaria dentro de las organizaciones obreras, afín a los intereses del gran empresariado extranjero.  

Además, la enorme lucha de Lear puso frente a frente a los dos colosos sociales que tienen peso en nuestra nación y en América Latina: el capital imperialista y la clase trabajadora. En ese enfrentamiento, a pesar de toda su discursividad “anti-buitre”, el gobierno nacional sacó a relucir su alineamiento con la multinacional de EEUU. Eso implicó una importante crisis en la izquierda del kirchnerismo que se vio obligada en muchas ocasiones a diferenciarse de Berni y a rechazar la represión en la Panamericana. No sólo eso, sino que incluso, en muchas ocasiones estuvo obligada a pedir la reincorporación de los despedidos como una salida “política” a un conflicto donde los trabajadores no aflojaban.

Al poner en el centro de la escena política la lucha entre el capital y la clase trabajadora, la lucha de Lear reafirmó la corrección estratégica del trabajo de la izquierda en la construcción de fracciones combativas y antiburocráticas en el seno del movimiento obrero. La crítica hacia el supuesto “obrerismo” o “basismo” del PTS vuelve a chocar contra el muro de la realidad de la lucha de clases. Queda en evidencia que sin una fuerza real anclada en fracciones de clase es imposible influir sobre la vida política nacional de manera duradera.

Como analizamos críticamente con mi amigo Fernando Aiziczon acá y acá, la llamada Izquierda Independiente encarnó fuertemente esta crítica hacia el “obrerismo” de la izquierda trotskista. Su debilitamiento en términos de lucha social y su marcada desorientación político-electoral (que, de todos modos tiene una dirección política hacia la derecha) ponen de manifiesto lo erróneo de su crítica en este terreno.

Una concepción que ancle sus definiciones estratégicas en una clase social poderosa -como la clase obrera argentina- puede efectivamente incidir en el desarrollo de la lucha de clases y, potencialmente, en una transformación revolucionaria de la sociedad argentina. La “alternativo” parece ser impotencia política disfrazada de “novedad”.

Lejos de cualquier “obrerismo” la lucha de Lear desarrolló una labor hegemónica que le atrajo las simpatías de amplios sectores de la clase trabajadora y las clases medidas. La consigna de “Familias en la calle nunca más” sirvió como plafón para llegar a cientos de miles de trabajadores que veían (y aún ven) como la clase capitalista se prepara a descargar su crisis sobre sus espaldas. La denuncia a la brutal represión permitió ganar un apoyo activo en sectores amplios del arco progresista nacional como se vio en el apoyo, por solo citar algunos ejemplos, de Osvaldo Bayer, Mirta Baravalle y Adolfo Pérez Esquivel,  entre otros.

A años luz de un pensamiento político puramente sindical, parte fundamental de esta gran pelea se jugó en el terreno de las denuncias políticas contra Berni y las fuerzas represivas, contra el acuerdo entre las patronales de Ford y Lear o en la denuncia del encubrimiento político que realizaba el gobierno. Desnudar -como no se había hecho en décadas- el rol reaccionario y semi-fascista del SMATA para millones de personas fue parte del conjunto de herramientas de esta gran pelea política por los puestos de trabajo.


Tradición. Si, como se ha señalado, la clase obrera no es “ontológicamente” peronista, tampoco es, per se, revolucionaria. La posibilidad de una maduración subjetiva en ese sentido está dada, entre otros factores, por la influencia de las corrientes políticas de izquierda que se propongan aportar en sus luchas y organización.

La fusión entre la izquierda revolucionaria y la clase obrera no puede ser una simple operación política electoral, sino que supone un aprendizaje en el fragor de las batallas que plantea la lucha de clases.  El concepto leninista de “escuelas de guerra” está indisolublemente ligado a la conquista de trincheras y posiciones para la “guerra misma”, es decir la lucha revolucionaria abierta. La clase obrera avanza desigualmente en ese camino en la medida que puede luchar, vencer o ser derrotada pero extrayendo conclusiones en ese camino.

Partiendo de esa lógica es que el PTS se jugó el todo por el todo en Lear. Su aporte ha sido mucho más que una línea “correcta” para la lucha o una táctica “salvadora” aplicada en el “momento justo”. Los aportes que pueden ayudar a ganar una gran lucha como la de Lear se miden en experiencia militante. Esa experiencia que no son solo años sino luchas, con triunfos y derrotas. Experiencia que, por citar solo un ejemplo (y pedimos las disculpas del caso), encarna el Negro Montes, insustituible a la hora de la lucha de clases y de aportar al desarrollo de una conciencia revolucionaria entre las nuevas generaciones de obreros.

Esa experiencia es tradición y esa tradición empezó hace más de 25 años cuando el Negro, junto a otros como Quique, Lagos y el Poki, votaban solos en asambleas de miles de obreros. Esa tradición se siguió en Zanón, esa enorme escuela de la lucha de clases de Godoy y muchos otros que sabrán disculpar la omisión de sus nombres. Experiencia es la gran lucha de Terrabusi-Kraft en el 2009. Tradición son también las batallas perdidas, como la durísima pelea de Iveco, donde nuestro compañero Hernán Puddu fue echado del gremio y despedido por la patronal por el “crimen” de sentar una bandera: los contratados se defienden.

Aportar el triunfo de esta gran lucha significa el rol fundamental de los abogados del CeProDH y el PTS, poniendo el todo por el todo para ganar esta pelea también en el terreno de la legalidad burguesa. Dicho sea de paso, no conocemos si la calumnia vertida por el Partido Obrero contra ellos, en sus comunicados iniciales, ha sido retirada.

Aportar al triunfo de esta lucha implica poner el cuerpo día a día (y hora a hora), como lo hicieron cientos de militantes del PTS en zona Norte pero también en todo el país. Sobre ellos/as cayeron los golpes de la represión, las balas de goma, los gases lacrimógenos. Sobre ellos cayó también la enorme responsabilidad de juntar los cientos de miles de pesos que el PTS puso al servicio de evitar el camino más directo a la derrota de toda lucha: el hambre. En este caso ellos somos nosotros.

El gran triunfo de los trabajadores de Lear es una victoria de toda la clase trabajadora argentina. Una victoria contra las patronales automotrices, contra Berni y la represión del gobierno nacional, contra la mafia podrida de Pignanelli y la burocracia del SMATA. Es una gran bandera de lucha para las nuevas generaciones de trabajadores que empiezan a protagonizar una dura resistencia contra los ataques capitalistas. Como dijeron muchos camaradas del PTS en las redes sociales, un enorme orgullo y una felicidad gigantesca nos embarga hoy.

3 comentarios:

  1. Corrección: "Experiencia es la gran lucha de Lear en el 2009."

    Debería decir Kraft.

    Muy buen post. ;)

    ResponderEliminar
  2. Felicitaciones para los trabajadores de Lear. Buen texto de reflexión. Ahora, sin quitarles importancia a los partidos de izquierda que son los que sostienen ideológicamente a los delegados (ahí su importancia vital en las luchas) me parece que deberían hacer un esfuerzo para dejar de lado ciertas diferencias de matices y que no son de fondo (aunque a veces sostienen que sí lo son) y constituir un FIT sólido.

    ResponderEliminar
  3. Sebastian, hecha la corrección. Gracias por el aviso. Sergio gracias por comentar. Creo que las diferencias de prácticas y estrategias marcadas existen y ocultarla sería un error. Por el contario, platear los debates abiertamente sin que exista el peligro de que se rompa el FIT, es una fortaleza de este frente.

    ResponderEliminar