Este post surgió de un mail que
el amigo Fernando Rosso
nos mandó a los cordobeses a propósito de la nota que se publica acá. Allí Diego Tatián, actual decano de la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la UNC hace una reseña del libro “Nueve lecciones
sobre economía y política en el marxismo”, de José María Aricó, editado
hace pocos meses por FCE.
En la reseña Tatián escribe sobre
Aricó que éste “recupera el concepto
leniniano de “formación económico-social” (particularmente agudas las páginas
de la lección sexta en las que contrapone esta noción de Lenin a la de
“revolución permanente” que Trotsky había acuñado inspirado en Parvus), y
promueve un marxismo como estudio de singularidades sociales, a contrapelo del
dogmatismo con el que se confronta”.
Tenemos que decir que Tatián se
quedó corto en su reseña, porque debería haber agregado que Aricó “recupera” no
sólo este concepto, sino que incluso repite, con pequeñas modificaciones,
muchos de los viejos argumentos estalinistas dirigidos contra Trotsky y la
Teoría de la revolución permanente. En este aspecto el hijo dilecto de los “gramscianos
argentinos”, por lo menos en esta Lección, no aporta nada distinto a sus ex
camaradas del PC. En esta misma sección no
dejamos de hallar definiciones verdaderamente sorprendentes que bien, hacen
gala de un enorme desconocimiento histórico o, por el contrario, se tratan de una
falsificación consciente de las cosas.
Rusia y Europa
Según Aricó “el análisis de Trotsky presuponía una sobrevaloración de la capacidad
revolucionaria del proletariado europeo. Subordinar la posibilidad del triunfo
del movimiento socialista a la capacidad de extensión del movimiento
revolucionario ruso a la socialdemocracia europea (…) era no comprender el
nivel, el grado de conciencia, de organización, de consistencia de este
proletariado” (pág. 200)
Agrega que esto “establecer sin discusión la dependencia de
la revolución con respecto a la situación internacional, estableció un límite
fundamental en la medida en que el resultado de la revolución e convertía en un
interrogante” (pág. 201)
Aricó quiere mostrar un
contrapunto entre Trotsky y a Lenin. A tal extremo llega que acerca de Lenin
escribe “nunca confió en que una
revolución externa pudiera determinar la suerte de la revolución interna. Este
pensamiento siempre estuvo ausente del horizonte mental de Lenin” (pág. 203).
Esta afirmación se choca contra la tradición histórica del marxismo
revolucionario ruso. Repite el viejo argumento, un tanto modificado, de que
Trotsky no confiaba en las fuerzas internas del proletariado ruso para edificar
el socialismo. Argumento que el estalinismo va a reiterar constantemente a
partir de 1924, cuando surge la teoría del socialismo en un solo país, aunque tenemos
dudas sobre si los “teóricos” del estalinismo llegaron tan lejos en su negación
del pensamiento de Lenin como lo hizo Aricó.
En Lenin, hay una continuidad entre la revolución rusa y
la revolución europea. En el Informe
sobre la revolución de 1905, Lenin escribía “la revolución rusa sigue siendo un prólogo de la futura revolución europea. Es indudable que esta
futura revolución solo puede ser una revolución proletaria (…) no nos debe
engañar el silencio sepulcral que ahora reina en Europa. Europa está preñada de
revolución” (A propósito de las consignas. Ed. Anteo, Pág. 36). El
resaltado del propio Lenin, intenta mostrar la continuidad entre ambos
procesos.
Pero al mismo tiempo, establecía
una dependencia entre la revolución
rusa triunfante y sus posibilidades de sostenerse frente a la presión del
imperialismo mundial. A principios de 1918, decía “El hecho de que estemos atrasados nos ha empujado hacia adelante, y
pereceremos sino sabemos resistir hasta el momento en que encontremos el
poderoso apoyo de los obreros insurrectos de los otros países” (Lenin,
Obras Escogidas. Ed. Cartago)
Como relata, E.H. Carr, durante
las negociaciones de Brest-Litovsk, ante el aval de Zinoviev y Stalin a su
posición, “Lenin rechazó el apoyo que le
viniese basado en cualquiera de esos dos argumentos. Existía “un movimiento de
masas en “Occidente”, aunque la revolución no había comenzado aún y si los
bolcheviques cambiaban su táctica contando con ella “traicionarían al
socialismo internacional”. Por otro lado, si
Zinoviev tenía razón y si “el movimiento germánico es capaz de desarrollarse
inmediatamente en el caso de una ruptura de las negociaciones de paz, habremos
de sacrificarnos, puesto que la revolución alemana será mucho más poderosa que
la nuestra” (citado en Cómo
se armó la revolución, pág. 30-31, resaltado propio).
Contraponer a Lenin y Trotsky en
este aspecto es la falsificación más lisa y llana de la historia. El profundo
realismo político de Lenin que lo lleva a insistir en la firma inmediata de la
paz, no se puede confundir con un pensamiento socialista nacional, que
considerara que la revolución rusa era pasible de triunfar y desarrollarse en
los marcos del retroceso de la revolución mundial.
Campesinado y proletariado
Como si no hubiera pasado la
historia, Aricó repetirá los argumentos estalinianos cuando escribe “Otra cosa que preocupaba a Lenin, y que no
percibía Trotsky, era la falsedad del argumento según el cual el campesinado no
podía conformar su partido político, pues existía en Rusia un partido que
expresaba las pasiones del campesinado: el partido socialista revolucionario”
(pág. 204).
La "falsedad" de la afirmación de
Aricó reside en que Trotsky planteaba “que
los partidos pequeño burgueses con una base campesina pueden acaso asumir una
apariencia de política independiente en los días pacíficos de la historia (…) cuando
la crisis revolucionaria de la sociedad pone a la orden del día los problemas
fundamentales de la propiedad, el partido pequeño burgués campesino se
convierte en un instrumento de la burguesía contra el proletariado” (La Revolución
Permanente)
Pero además, la historia enseña
que, en la cuestión relativa al problema campesino, Trotsky “tuvo razón” contra
Lenin. En el pensamiento de éste, hay un giro importante tras la revolución de
Febrero. Todo aquel que haya leído la historia de la revolución rusa, conoce este
cambio que se expresará en las Tesis de Abril y que implicará una dura pelea política
contra los “viejos bolcheviques” que defendían la fórmula de “dictadura
democrática de obreros y campesinos”.
Que Lenin revisó su propia visión
no es un secreto. Si Aricó no lo sabía (algo realmente dudoso) Tatián debería
saberlo. En las Tesis de
Abril se señala “La peculiaridad del
momento actual en Rusia consiste en el paso
de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía
por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización,
a su segunda etapa, que debe poner el
poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado (…) Reconocer
que, en la mayor parte de los Soviets de diputados obreros, nuestro partido
está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos
pequeñoburgueses y oportunistas -sometidos a la influencia de la burguesía y
que llevan dicha influencia al seno del proletariado-, desde los socialistas
populares y los socialistas revolucionarios hasta el Comité de Organización”(resaltado
propio). La formulación de Lenin es “permanentista” y señala claramente que los
partidos que expresan “las pasiones” del movimiento campesino están subordinados
a los que expresan los intereses de la burguesía en plena revolución.
De Lenin a Mao
La contraposición entre Lenin y
Trotsky sobre el problema campesino (que por otro lado Trotsky contesta en La
Revolución Permanente, libro que Tatián y Aricó deberían haber leído) sirve
al fundador de Pasado y Presente para justificar su apoyo al maoísmo. Afirma “Lenin reconsidera el problema del movimiento
campesino y se ubica ante las puertas de un tema cuyo reconocimiento habrá que
esperar hasta la Revolución china. Sólo entonces se verá con claridad que no es
verdad que el movimiento campesino no tenga potencialidades propias, que
necesite imprescindiblemente de la presencia física del proletariado” (pág.
206)
Sobre la estrategia del maoísmo
hemos escrito recientemente acá
y acá
marcando los límites de la conquista del poder por parte de una guerrilla con
base campesina, tanto en el plano de la revolución socialista como tal como en
el plano del internacionalismo proletario. Sobre el marxismo de Aricó (y el de
la corriente Pasado y Presente) se pueden consultar estos dos muy buenos
artículos de Juan
Dal Maso y Ariane
Díaz.
En otro post discutiremos el “uso
político” que Tatián hace de esta falsa contraposición entre Trotsky que Aricó
establece entre Trotsky y el análisis más concreto
de Lenin de la formación social rusa. En este post volcamos las primeras
impresiones surgidas al leer el capítulo.
Buen post, Eduardo. Esperamos el (o los) próximo(s).
ResponderEliminarsaludos,
DP
Hola fiera, me parece bien la crítica del "stalinismo" de Aricó. Yo estoy leyendo el libro a paso de tortuga como Bujarin y la primera parte me pareció bastante buena en cuanto a las cuestiones de teoría marxista más alejadas del problema estratégico. Me parece que los PyP, más allá de que hayan sido expulsados del PC y de que tuvieron un momento consejista (incluidos los apuntes sobre Sitrac-Sitram), nunca rompieron con la estrategia frentepopulista (reivindicada por Aricó en la intro de Mariátegui y los orígenes...) además de que nunca se tomaron el trabajo de estudiar bien a Trotsky (Portantiero nombra solamente los escritos sobre el fascismo en Alemania). De todos modos, para hacerle justicia a Aricó, debo decir que mi artículo que linkeás agarraba principalmente la cuestión político-estratégica debatiendo con los argumentos de La Cola del Diablo y con Los Usos de Portantiero y no los aspectos teóricos más generales. Capaz cuando termine de leer el libro, puedo meter bocado al respecto. Un abrazo.
ResponderEliminarJuan: estaría bueno que puedas aportar en esta discusión. A mí me llamó poderosamente la atención que Aricó usara los mismos argumentos que Trotsky contesta en La Revolución Permanente. Esto va en el sentido de que decís vos. No se tomaron el trabajo de estudiar a Trotsky, pero ni siquiera parecen haber leído un libro central como la Permanente.
ResponderEliminarYo sólo leí la lección sexta para ver esa contrapunto entre Trotsky y Lenin, pero me parece que el libro puede ayudar a clarificar una visión de lo que fue el "marxismo de Aricó". Horacio Crespo dice algo en este sentido en el prólogo.
un abrazo