Por Manolo Romano
A partir de algunas repercusiones que ha tenido la película Memoria para Reincidentes, está (re)apareciendo un concepto nuevo (a escala de
un público amplio) en el debate actual de la historia de los 70 que puede
influir ideológicamente los próximos años de la izquierda en la Argentina. El
periodista David Blaustein,
partidario del kirchnerismo señaló, al comentar la película, que "Los
procesos de la izquierda revolucionaria, la izquierda insurreccional, se van a
convertir en un material absolutamente imprescindible”.
Años atrás, cuando la crisis orgánica
carcomía el final del gobierno de Menem y desde el inicio del de De la Rua, se
abrió una disputa cultural entre "tres relatos" de lo sucedido en los
‘70. Al de los propios militares que, en su cara más benigna, hablaban de
“errores y excesos” en el marco de una “guerra contra la subversión apátrida”,
y al ya desgastado discurso alfonsinista de “la teoría de los dos demonios”, se
agregó un tercero que se diferencia de los anteriores en reivindicar la
militancia revolucionaria.
Sin embargo, esta última visión que
podríamos llamar de un “setentismo ligth”, adoptado por un sector afín al
kirchnerismo después del 2001, ponía en un plano muy secundario la acción de la
clase trabajadora y su tendencia a la insubordinación al régimen burgués que
recorrió todo el período abierto con el Cordobazo hasta el golpe militar.
Los trotskistas del PTS dimos una
batalla en este “frente ideológico”, como lo llamaba Engels, ante las falsas
interpretaciones históricas, desde lo que llamamos un “cuarto relato”. No porque creamos que de
relatos se trata la historia, sino en el mismo sentido que Trotsky debatió
sobre “tres concepciones de la revolución rusa” luego del ensayo revolucionario
de 1905. Sobre nuestro ensayo revolucionario de los ‘70, planteamos que el
trasfondo y motor del proceso 69-76, fue la Insurgencia Obrera.
En esta nueva
etapa, no es casual que se comience a reconsiderar el protagonismo de “la
izquierda insurreccional” en los 70. Hace rato que la izquierda K y sectores
aledaños, en su acompañamiento al giro derechista de Cristina, dejó de
coquetear con un discurso que reivindique la militancia de la izquierda
guerrillera, y más en general, a todo cambio social por la vía de la violencia
revolucionaria para obtener los ideales “setentistas”.
Ya en el Luna
Park del 2010, cuando la presidenta fue oradora excluyente en el acto de las
juventudes kirchneristas, se reivindicó una “sociedad policlasista” firmando
así la partida de nacimiento de La Cámpora que surge, en realidad, como "La Solano Lima" conservadora del statu quo de
la dominación capitalista y aportando para ello funcionarios en la burocracia
estatal.
En el presente
de incertidumbre capitalista por la crisis internacional y de declive de un
gobierno que ya agotó “sus relatos” por izquierda, se abre una brecha para
pasar a una ofensiva ideológica.
Ya no se trata
de oponer defensa a los discursos dominantes, sino de hacer emerger un discurso
revolucionario capaz de ganar las mentes de decenas de miles. Mientras que para
las nuevas generaciones el Che Guevara es poco más que un poster luego de la
derrota del proyecto guerrillerista, la potencialidad revolucionaria de clase
obrera sigue latente. Como comentan algunos trabajadores que vieron la
película: "si ya pasó, puede volver a suceder".
Aquella "izquierda insurreccional" de la clase obrera que
tendencialmente se expresó en los ‘70 como fenómeno político social, en los
"azos" del período, no se terminó de abrir paso como un partido con
influencia decisiva ante los convulsivos acontecimientos de la lucha de clases
que pudiera superar la estrategia predominante de los aparatos guerrilleristas
y la loza del peronismo y su burocracia sindical en el grueso de la clase
obrera, antes que el golpe militar asestara su derrota.
Está planteada actualmente la oportunidad de una ofensiva ideológica que
alimente, en esta nueva etapa, la preparación militante de la organización de un
partido revolucionario.
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