martes, 29 de noviembre de 2011

Tosco y el sindicalismo de liberación (Apuntes para el debate III)

Por el pequeño intercambio que se dio aquí, es preciso aclarar que Tosco se definirá públicamente como marxista desde 1973, lo que está ligado a la cuestión de cómo evaluar su pensamiento, y las discusiones que se abren alrededor del mismo.
Desde esa visión es que Tosco definirá a la clase obrera como el “factor fundamental de la lucha por la liberación nacional y la justicia social”. Dirá que el sindicalismo de liberación “es el que atiende tanto a la defensa de los derechos y reivindicaciones de carácter inmediato de los compañeros y que plantea la lucha contra el imperialismo internacional del dinero, su manifestación concreta de monopolios de la producción, de la distribución, de los servicios, de las finanzas internacionales (…) que plantea la transformación revolucionaria de las estructuras y que reclama en lo inmediato que los grandes medios de producción y las palancas fundamentales de la economía sean de propiedad estatal-social y no privada”
Criticó abiertamente el sindicalismo apolítico. Estuvo en el vértice opuesto a quienes  reivindicaban ir “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”. Pero también en este aspecto, su visión estuvo limitada por una concepción de colaboración de clases. De ahí que se negó a ser parte de una  corriente obrera política independiente y privilegió los acuerdos con sectores de la izquierda peronista en el camino de un movimiento policlasista.  
Ya vimos en el anterior post como esto se expresó en el rechazó de las postulaciones a presidente en marzo y octubre del 73. Allí desarrollamos la crítica a su abstención y cómo esto colaboró a fortalecer la figura de Perón. Pero su concepción etapista y reformista lo llevó a la construcción de proyectos en el movimiento obrero que terminaron subordinados a la política de conciliación de clases que impulsaba el PC y que Tosco tomaba como propia.
La experiencia de la CGT de los Argentinos (CGTA) será una temprana confirmación en el tiempo de los límites de este tipo de proyectos.

Primera experiencia frustrada: la CGT de los Argentinos.

La CGTA surge en marzo del 68’ en el marco de las disputas dentro del movimiento obrero, entre los sectores participacionistas de la burocracia sindical y los enfrentados a la dictadura de Onganía. Estos últimos se identificarán bajo un discurso antiimperialista y confluirán con los Sacerdotes del Tercer Mundo, corrientes del movimiento estudiantil e intelectuales, expresando la radicalización creciente de fracciones amplias de vanguardia.
Josefina Luzuriaga en un trabajo en elaboración señala: “En la CGTA van a confluir dirigentes “duros” de la burocracia peronista, con una corriente de izquierda peronista político y sindical, junto a personalidades como Rodolfo Walsh, el artista plástico Carpani o el grupo de artistas de vanguardia “Tucumán Arde” (…) se establece una relación fluida, por primera vez, entre sindicatos y sectores del movimiento estudiantil, como durante las jornadas del Rosariazo y el Cordobazo (…) puede considerarse a la CGTA como una expresión de lo “previo”, pero también de lo “nuevo” que comenzaba a emerger.
Tosco será, junto con Ongaro, una de las figuras centrales de la CGTA. Allí verá la herramienta para forjar un movimiento obrero combativo, plural y  antiimperialista. Pero este proyecto iba a estrellarse contra las decisiones de su propio impulsor. Desde Madrid las órdenes cambiarán. Perón y Vandor estrecharan lazos.
“Perón que anteriormente había convocado a Ongaro para dar su apoyo al nacimiento de la CGTA, comienza las conversaciones con el Lobo. Desde junio de 1968 hasta principios de 1969 ambos trabajan un plan para unificar la CGT y acometer la reorganización de las 62. Entonces, muchos dirigentes piensan que es tiempo de volver al redil” (Agustín Tosco 1930-1975…Pág. 110). 
Para Tosco esta derrota lo llevó a recluirse en el trabajo en el movimiento obrero de Córdoba. Citamos nuevamente a Licht “Ya con la CGTA en franco descenso-debido principalmente al apoyo que Perón otorga a la CGT ortodoxa-, el lucifuercista entiende que será mejor defender la central local, su autonomía, su amplitud ideológica y con los peronistas combativos que allí se aglutinan” (ídem, pág. 153)
El fracaso de la CGTA fue producto de la subordinación a Perón, que impuso los ritmos y los límites. Una anécdota relatada por Licht pinta de cuerpo entero (y destila un machismo exacerbado) el uso que hacía Perón de los sectores combativos del movimiento obrero . Señala la autora que “…en 1970 Atilio López viajó a Madrid para entrevistarse con Perón. Allí el líder le muestra los jardines y los perritos. Lo lleva abrazado y en un momento, sin soltar el brazo, le dice: “Che, Atilio, me dijeron que estás en maridaje con Tosco”. López contestó: Sí, general, pero le explico…” Perón lo interrumpió: “No, no está mal, pero que el marido seas vos”. (Pág. 180)

Córdoba: los límites del “pluralismo sindical”

Córdoba aparecerá entonces como el reducto de un movimiento obrero pluralista donde convivían los diversos sectores en los estaba dividida la estructura sindical. Pero esa unidad era una excepcionalidad. El ataque de la dictadura contra el movimiento de masas, sectores de la burguesía y pequeña burguesía, la proscripción del peronismo, la persecución y encarcelamiento de militantes obreros, estudiantiles y populares, eran factores que unificaban. Además Córdoba vivía un proceso agudo de lucha de clases a partir del Cordobazo: en los años 70-71, mientras a nivel nacional se declararon sólo 4 paros generales, en la provincia mediterránea se realizaron 19.
Pero cuando el peronismo vuelve al poder, en mayo del ‘73, reemergieron las tensiones al interior del movimiento obrero cordobés. Esto se expresó en la presión a la que se vio sometida la alianza sindical “plural”. Desde la asunción de Obregón Cano y López se desató una feroz presión para obligar a la reorganización de la CGT Córdoba expulsando a los gremios independientes y de izquierda de la mesa directiva, intentando imponer una conducción completamente peronista y verticalista.
Brennan señala que “El viraje decisivo se produjo en la convención nacional de las 62 Organizaciones, realizada en julio (del 73. NDR) (…) López fue obligado a dar su acuerdo a una reunificación de los campos beligerantes del movimiento obrero peronista de Córdoba a través de unas 62 organizaciones reunidas (…) la decisión de López dejó anonadados a los sindicatos de izquierda. Los independientes en particular contemplaban incrédulos la capitulación de último momento del vicegobernador (…) cuando López, unos días después, criticó ásperamente a sus ex compañeros, diciendo que la unificación de la CGT de las 62 organizaciones era cosa juzgada y que Tosco y Salamanca, en todo caso, no tenían voz en los asuntos peronistas, resultó claro que la estrecha relación se rompía bajo el peso de la restauración peronista(El Cordobazo…Págs. 320-321. Negritas propias)
De ahí en más, Tosco buscaría la unidad con otros sectores combativos, como Salamanca, pero su proyecto de unificarse con el ala izquierda del peronismo entraba en declive. Bajo el peso de la “restauración peronista”, no había alineamiento intermedio posible. O se estaba con Perón o se era un “apátrida marxista”.

El Contra-cordobazo: impotencia para responder.

La ofensiva desatada por Perón y la burguesía desde el poder central se reforzó durante los últimos meses del 73 y los primeros del 74. El peso  y la fuerza de la vanguardia combativa del movimiento obrero eran muy importantes en Córdoba. Había que “hacer tronar el escarmiento” para dar un ejemplo a todo el país. Había que echar a Obregón Cano y Atilio López para, desde el poder del estado, dirigir una ofensiva abierta contra el movimiento obrero. Este objetivo estará detrás del Navarrazo.
Los golpistas enarbolarán la bandera del “auténtico peronismo”, para garantizarse el apoyo, o por lo menos la pasividad, de sectores amplios del movimiento obrero. Es que la negativa de la izquierda peronista de enfrentar abiertamente a Perón, permitía que esa “relativa confianza” se sostuviera. A esta política se adaptaban los dirigentes del sector combativo del movimiento obrero. Días antes del golpe policial, el Movimiento Sindical Clasista criticaba las modificaciones de la Ley de Asociaciones Profesionales y la reforma al Código penal, pero “no se colocaba en una línea de oposición total al presidente Perón, sino a sus sectores burocráticos y de derecha”

Pero el golpe en curso se preparaba “bajo las órdenes del General”. Como señala Pablo Bonavena “La escalada golpista contra el gobierno de Córdoba asomó con evidencia en los días posteriores a la masacre de Ezeiza, cuando los rumores de una posible intervención comenzaron a circular con gran intensidad” (Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina. Pág. 219). La secuencia de hechos que se desencadenan preanuncian el golpe de la derecha peronista: toma de la sede de la CGT, “custodia” de la misma por las fuerzas policiales, represión brutal a la huelga de San Francisco, incluso contra la política del gobierno provincial, enfrentamiento con el clero y los productores de carne, choque con la patronal del trasporte urbano.
La derecha “avisaba” que se preparaba abiertamente para enfrentar a la vanguardia obrera y juvenil. La izquierda peronista y la vanguardia obrera de Córdoba veían los hechos desarrollarse pero eran impotentes para formular una política de verdadera independencia de la clase obrera, requisito necesario para la preparación de una autodefensa que pudiera golpear a la derecha.
En octubre de 1973, un comunicado de prensa de Luz y Fuerza señalaba “los atentados a las organizaciones sindicales combativas, a otros locales e instituciones, la “toma” de la legislatura provincial, el Banco Social, el explosivo colocado en el domicilio del diputado Fausto Rodríguez y el criminal ametrallamiento de una asamblea de trabajadores de la construcción en el local de la CGT regional son la dramática y trágica evidencia del claro objetivo de crear un clima de intimidación y terror”  (Textos reunidos, pág. 237)
Frente a esta ofensiva, se postulaba “la defensa institucional del gobierno provincial” (Bonavena, Pág. 223). Tosco, a pesar de que producidos los hechos planteará críticamente la falta de preparación para resistir, durante meses apoyó a Obregón Cano y López, reservando sus críticas sólo al Pacto Social, dejando de lado a Perón.
Como ya señalamos “Ante esta ofensiva, la respuesta del movimiento obrero combativo aparece completamente impotente. En una entrevista realizada a Tosco, dirigente de Luz y Fuerza, se podía leer lo siguiente: 
“Pregunta: ¿Y cómo es que no se ha producido ninguna reacción de tipo masivo?
Tosco: Se están haciendo actos relámpagos, algunas asambleas de fábrica, etc. (…), pero hay una relación de fuerzas básica que está dada por el teniente coronel Navarro y su policía con las armas en la mano. Centenares de fascistas armados y entrenados bajo la conducción de organismos policiales y parapoliciales”
Un comunicado del Movimiento Sindical Combativo, del 8 de marzo proclamaba “la continuidad de la lucha (…) se resuelve una intensa campaña de información, volantes, pintadas y comunicados (…) se organizaran actos relámpagos de protesta en la zona céntrica y reuniones masivas en los lugares de trabajo y en los barrios” (Textos Reunidos II. Pág. 280) 
Es evidente que las corrientes que tenían peso de dirección en el movimiento obrero, en los sectores del sindicalismo combativo, no estaban preparadas para dar una respuesta a la altura del ataque planteado. Y esto tenía que ver con una concepción política y estratégica. La búsqueda de una alianza con la izquierda peronista limitaba la capacidad de acción de las corrientes independientes. El mismo Atilio López se retiró de su cargo de vicegobernador sin dar ninguna batalla seria, apostando a que Perón, como líder del movimiento, fallara a su favor, cosa que no ocurrió.

Pero ayudar a procesar la experiencia política con el gobierno de Perón, y derrotar a las tendencias más reaccionarias en curso, era necesaria la existencia un polo político a la izquierda del peronismo que lo enfrentara abiertamente, denunciando su rol contrarrevolucionario y su papel de verdadero responsable de las 3A y de cada medida tendiente a debilitar las tendencias combativas en el seno de las masas. Precisamente esta es la perspectiva que estuvo ausente en la visión y en la política de Tosco. 

jueves, 10 de noviembre de 2011

Gregorio Flores


No recuerdo cuando lo conocí. Supongo que en una marcha o una charla lo vi por primera vez. Supongo que me habrán dicho “ese es Gregorio Flores” y yo habré preguntado de quién se trataba. En todo caso no tiene importancia. Lo importante es que lo conocí, que llegue a charlar con él, a hacerle preguntas, a saber algo de como fue su vida. Pero lo conocí poco. No tuve el placer de charlar con él profundamente. De hacerme su amigo, de poder preguntarle como se sentía, como veía todos hoy. Pero lo conocí y no es lo mismo.
No sé si es un sentimiento compartido. Tendría que serlo. Por lo menos para los de mi generación. Los que empezamos a militar allá por  mediados de los años 90, cuando todos o casi todos eran menemistas, cuando para ser antimenemista tenías que ser radical o del Frepaso. Cuando pasabas por los cursos de la universidad y la gente te miraba como bicho raro recién salido del manicomio.
Para mí el Goyo fue un símbolo. No por Sitrac-Sitram, que también lo fue. Sino por bancársela, por seguir remando, por querer convencer a todos de que la pelea seguía, por no conformarse con lo establecido y querés ir más allá.
Fue un obrero revolucionario y socialista en una época en que ser revolucionario era ser un paria. Fue un intelectual de su clase, que era una forma de levantarse contra lo sagrado. En el país donde escriben los doctores, los abogados, los sociólogos, en ese país escribía el Goyo.
Fue un revolucionario conciente. Y lo siguió siendo hasta el fin de sus días. No me canso de hacer la lista de todos los que se cansaron. De todos los que dijeron que tiraban la toalla, de las miles de páginas escritas para decir que los setenta fueron una locura y que sólo se puede aspirar a vivir en democracia. De los que dejaron de indignarse por las brutales injusticias de este mundo capitalista, para no indignarse por nada.
Gregorio no lo hizo. Escribió, militó, marchó, discutió.
Me vienen tres imágenes a la mente. Colón y General Paz. El Goyo con el banderín y su bolsito. Sonriendo, como siempre. Con esa sonrisa que te transmitía una confianza en la clase obrera que muchas cosas no pueden transmitir.Sonriendo como en la foto.Era un tipo terriblemente amigable.
Me acuerdo de verlo en un bar, a una cuadra de plaza San Martín. Poco antes de una marcha. Me acuerdo haberle dicho que tenía ganas de hacerle una entrevista para que me cuente más de Sitrac. Me acuerdo que me dijo que no hablaba más de eso. Que recordarlo lo ponía muy triste. Que hablar de los setenta lo hacía largarse a llorar. Llorar. 
Pero también me acuerdo del Goyo luchando. Creo que fue en el 2008. En un camping pasando Alta Gracia, llegando a Anizacate. Hicimos un campamento junto a  muchos trabajadores y el Goyo fue un invitado de honor. Y me acuerdo que discutimos. Y discutimos fuerte. El Goyo con Mao y el Che a muerte. Nosotros debatiendo estrategias. Y no nos pusimos de acuerdo. Pero el Goyo la peleó y la peleó. Contra todos. Si lo medíamos por el número era un abuso. Pero el tipo se la bancó.
Hoy estamos tristes. Es una tristeza profunda. Se fue uno de los nuestros en el sentido más profundo del término. Uno de los imprescindibles como diría Bertolt Brecht. Para mí el Goyo fue un ejemplo en ese sentido. Cuando todos renunciaban a la lucha, él siguió. Fue un ejemplo como otros compañeros que estuvieron y se bancaron los setenta, los ochenta y los noventa. Firmeza de ideas, orgullo de lucha, deseo de barrer con todo. Después discutiremos estrategias, porque hay que discutirlas, pero somos los que verdaderamente estamos de este lado de la barricada.

martes, 8 de noviembre de 2011

Tosco y el peronismo. Apuntes para el debate(II)

Como decíamos acá, la concepción etapista de Tosco lo llevó a buscar “alas de avanzada” dentro de los partidos patronales. Se proponía incluir a la izquierda peronista en su proyecto de “Unidad popular”.
Silvia Licht dice “Perón no genera en Agustín la menor simpatía. Sin embargo, el lucifuercista brega por la unidad con la mayoría de los trabajadores (…) reconoce en las bases peronistas un potencial revolucionario que les permitiría, sin forzar su identidad, forjar el camino hacia una sociedad socialista” (Pág. 162, negritas nuestras)
En las cartas a Susana Funes se ve que no hay, ni por asomo, confianza en “el General”. Hagamos un recorrido corto: Julio de 1971, “el avance popular y revolucionario no para. Aquí el freno mayor está dado indudablemente por los participacionistas, dialoguistas y su gran jefe exiliado. Pero ya desaparecerá ese freno que tanto embroma”. Marzo del 72: “Toda la ofensiva del régimen para eliminar a la oposición está en pleno acuerdo con Perón. Así pasó con mi prisión, con SITRAC, SITRAM…”. En otra carta del mismo mes plantea “veremos que opina el de Madrid, que está en el gran pacto con Frondizi y Lanusse”.

Más claro…imposible.

La visión de Tosco era correcta. Lejos de volver para llevar adelante la “Patria Socialista”, Perón retornaba a la Argentina para intentar desactivar el proceso revolucionario en curso desde el Cordobazo.
Rucci dijo “Perón se fue del país para evitar un baño de sangre; y fíjese como se escribe la historia: tiene que volver al país para evitarle un baño de sangre”.
Pero alguna cuota de sangre era necesaria. Había que liquidar a los sectores de vanguardia que podían socavar el control del líder y la burocracia sindical peronista. De esa necesidad surgieron la Triple A, el Navarrazo y la reforma del Código Penal.
Señalan Ruth Werner y Facundo Aguirre “el regreso de Perón no debía cumplir (…) el viejo papel integrador de la clase obrera al estado que tuviera en sus orígenes, sino un rol a la medida de los intereses del capital nacional, de ataque a los trabajadores, de negociación con el imperialismo y de restablecimiento del orden y la “unidad nacional” para pacificar al país”.
La vuelta de Perón fue preparada con la llamada “primavera camporista”, pero el giro político hacia la derecha se inicia con la masacre de Ezeiza. A partir de ese momento, el peronismo en el poder golpeará sobre su propia izquierda y sobre la vanguardia obrera y juvenil para impedir que se conviertan en referentes ante las masas.

El candidato que no fue

Pero Tosco apoya en las elecciones de marzo del 73 a la fórmula del FREJULI en Córdoba. “Nosotros damos nuestra identificación-y la doy personalmente- con la fórmula Obregón Cano-López, porque queremos ser consecuentes con una línea de unidad combativa que ha sido práctica en la CGT de la cuál es secretario general el compañero Atilio López, del peronismo y del sector combativo, como también de otros sectores de izquierda (…) en cuanto al orden nacional no tenemos el mismo concepto por la propia composición del FREJULI, por la presencia de Solano Lima, por lo que significa Frondizi…”( La clase revolucionaria…Pág. 197).
Al mismo tiempo que llama a votar por el FREJULI en Córdoba, se niega a aceptar el ofrecimiento de diversas organizaciones (como el PST y el PRT) para ser candidato a presidente en las elecciones de marzo y octubre de aquel año.
De esta manera se niega a levantar la bandera de una alternativa política de la clase trabajadora, independiente de todo sector patronal. En lugar de aportar a forjar una corriente independiente de vanguardia por fuera del peronismo, que intentara dialogar con las expectativas de las masas en el gobierno y buscara desenmascarar la política contrarrevolucionaria de Perón, Tosco colaboró en el reforzamiento de las ilusiones de masas en “el General” al negarse a aparecer como alternativa política.
Diversos autores señalan que su identificación con la política del PC tuvo un peso central en esta decisión. Ruth Werner y Facundo Aguirre afirman que “La política del PST se basaba en una corriente objetiva, impulsada incluso por otras organizaciones de izquierda como el PRT-ERP, que aspiraba oponer a la casi indiscutible figura de Perón una alternativa obrera encarnada en el lucifuercista cordobés (…) Tosco, cercano al PC, declinó el ofrecimiento del PST (otro tanto haría con el mismo ofrecimiento por parte del FAS)” (Pág. 384-385)
Brennan afirma que “Tosco declinó la postulación, seguro de la imprudencia y de los efectos perniciosos que probablemente tendría sobre el movimiento de los trabajadores disidentes una oposición política a Perón. Su análisis también tenía que ver con el poco entusiasmo que la idea despertó en la Alianza Popular Revolucionaria, una coalición de partidos de izquierda dominada por el PC que apoyaba la candidatura de Perón” (El Cordobazo…Pág. 323)

Hacia la “teoría del cerco”

A pesar de las críticas correctas al Pacto Social y la derecha peronista, Tosco no denunciará abiertamente a Perón. Nos atrevemos a afirmar que terminó adhiriendo a una especie de “teoría del cerco” para no romper puentes con la izquierda peronista.
En abril del 74, en el Plenario de Gremios combativos convocado por el MSB dirá este gobierno copado y hegemonizado cada vez más por las fuerzas contrarrevolucionarias de la derecha está reprimiendo a los obreros y militantes revolucionarios que luchan (…) Lo que pasa compañeros peronistas, es que hay una ofensiva contrarrevolucionaria de derecha a la cuál es sensible el General, haciendo lo que quieren los que mandan, los Otero, los López Rega, los Llambí y todo cuanto reaccionario están anidados en el gobierno denominado popular(Cuadernos de Información Popular)
Este intento de presentar a Perón como “dirigido” por López Rega se expresará también alrededor del balance del Navarrazo, cuando sostenga lo que el gobierno central no entiende es que apoyando a Navarro está dando carta blanca a muchos “navarros” que en el día de mañana no van a alzarse ya contra un gobernador sino, precisamente, contra el mismo presidente”. (La clase revolucionaria…Pág. 277)
Como ya hemos señalado en otra parte, Perón impulsó el derrocamiento de Obregón Cano y Atilio López para luego designar un interventor federal e iniciar un período de ataques permanentes contra las organizaciones combativas del movimiento obrero cordobés. Comprendía perfectamente lo que ocurría en Córdoba y era uno de los artífices de esa situación.
En el período que va desde el inicio de la apertura electoral hasta la muerte de Perón, Tosco no se diferenciará claramente del viejo general. Atacar a Perón es atacar a los trabajadores en su apreciación. Esto permite la posibilidad de que Perón se consolide como la única opción política para los trabajadores, recreando la crisis que llevó al final del primer peronismo. Una clase obrera que depende, para la solución de sus reclamos, de las buenas gestiones de un militar al frente del estado burgués.
Por otro lado, esta lógica política de Tosco terminará llevando a un callejón sin salida al sindicalismo combativo sobre el que influenciaba. Como veremos en el post siguiente, los proyectos a los cuales apostó en el movimiento obrero terminaron en fracasos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Contra la desidia intelectual y el conformismo político (a 94 años de la revolución rusa)

Hoy se cumplen 94 años de la gran revolución que barrió con el régimen zarista en Rusia. Publicamos un artículo escrito hace algunos años donde debatíamos contra Juan José Sebreli. 

A PROPÓSITO DE UN ARTÍCULO DE JUAN JOSÉ SEBRELI SOBRE LA REVOLUCIÓN RUSA

Contra la desidia intelectual y el conformismo político

Fecha: Jueves 1ro de noviembre de 2007
Por: Eduardo Castilla

A 90 años, la actualidad de la Revolución Rusa hace de su estudio pormenorizado una tarea imprescindible para todos aquellos que luchamos por derrotar al capitalismo e instaurar una sociedad socialista. La Verdad Obrera junto con el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”, hemos entregado a nuestros lectores ,semana a semana durante todo el 2007, la historia y las lecciones de la revolución más grande de todos los tiempos. Durante este mes de noviembre dedicaremos mayor espacio para difundir las publicaciones y actividades que estamos realizando y presentaremos una serie de notas polemizando con las posiciones sostenidas por distintos intelectuales en la prensa masiva en torno al acontecimiento revolucionario. En este caso presentamos una nota polémica escrita por Eduardo Castilla sobre la lectura liberal de José Sebreli.

Hace pocos días, el diario Perfil publicó una nota de opinión de Juan José Sebreli sobre la revolución rusa de 1917. El autor se dedica a denostar la revolución de octubre de ese año, contraponiéndola con la de febrero. Esta última habría sido una verdadera revolución popular, con la participación del conjunto del pueblo, mientras que la primera “fue planeada como una batalla militar, un teorema matemático y una partida de ajedrez; no fue pues una revolución en el sentido clásico del término, se ajustó, en cambio, a todas las características del golpe de Estado”1.
Este intelectual, que alguna vez se definió como marxista, debate la insurrección de octubre con extrema superficialidad. No lo hace por desconocimiento sino porque, al igual que toda una generación de intelectuales argentinos, busca borrar toda tradición revolucionaria que pueda servir a quienes hoy nacen a la vida política.
Si se analizan superficialmente los hechos, puede parecer que Sebreli tiene razón. La mecánica de la insurrección de octubre tuvo importantes elementos de conspiración, la misma ocurrió casi sin choques entre las fuerzas que tomaban el poder y aquellas que resistían. Los mayores enfrentamientos se desarrollaron alrededor de la toma del Palacio de Invierno.
León Trotsky ha dedicado un brillante capítulo de su obra Historia de la Revolución Rusa a reseñar la relación entre conspiración e insurrección de masas. El dirigente de aquel levantamiento escribe “Cuanto más elevado es el nivel de un movimiento revolucionario y más seria su dirección, mayor es el lugar que ocupa la conspiración en la insurrección popular” 2.
Si los bolcheviques pudieron tomar el poder en octubre casi sin derramamiento de sangre, esto se debió a la enorme madurez política de los obreros, soldados y campesinos. Sebreli, para justificar su posición, simplifica hasta al absurdo la situación existente al momento de la insurrección. En esta polémica sólo señalaremos algunas cuestiones que creemos centrales al rescatar las enseñanzas de la revolución rusa.


La relación entre insurrección y conspiración. El papel fundamental de los Soviets


A pesar de la inferioridad numérica de los bolcheviques en relación a otros partidos socialistas durante los primeros meses de la revolución, el movimiento obrero de las principales ciudades sigue al bolchevismo. Desde principios de setiembre el bolchevismo obtiene mayoría en Soviets de Petrogrado y de Moscú, que agrupaban a cientos de miles de trabajadores y avanza en conquistar hegemonía política en los Soviets de las provincias3. Después de la derrota del intento golpista de Kornilov, la influencia de los bolcheviques sobre el conjunto de las masas crece exponencialmente.
Los Soviets eran la verdadera representación de las masas revolucionarias que nacían a la vida política después de febrero. En junio se había reunido el Primer Congreso Panruso de los Soviets, que ejercía la representación de cerca de 20 millones de obreros, campesinos y soldados. El Segundo Congreso, reunido durante los días del levantamiento, representaba a sectores aún más amplios. En la sesión de apertura del mismo “se contaban seiscientos cincuenta participantes con voz y voto. Trescientos noventa eran bolcheviques”4 agrega Trotsky. Pero además, no sólo los delegados bolcheviques eran la mayoría, sino que casi la totalidad de los Soviets se pronunciaba por el derrocamiento del gobierno de Kerensky: “505 Soviets estaban a favor del paso de todo el poder a manos de los soviets, 86 por el poder de la “democracia”; 55, por la coalición; 21, por la coalición, pero sin los cadetes”5. La insurrección en contra del gobierno de Kerensky contaba entonces con el apoyo de la mayoría de las capas avanzadas de las masas rusas. No se trató, como quiere hacernos creer Sebreli, de una aventura de una minoría acompañada por unos cuantos miles de soldados ebrios.
“La organización con la que el proletariado pudo no sólo derribar al antiguo régimen, sino también sustituirlo es el soviet (...) los soviets son los órganos de las masas para la insurrección, los órganos de la insurrección y, después de la victoria, los órganos del poder” remata Trotsky. Pero la fuerza de los Soviets sin la dirección política del partido caía en la impotencia: “Sería un error evidente identificar la fuerza del partido bolchevique a la de los Soviets que él dirigía: esta última fuerza era mucho mayor que la primera; sin embargo, si faltaba la primera, se volvía impotente”6. Para concluir, si el partido bolchevique pudo tomar el poder casi sin lucha, se debió a que contaba con la gigantesca fuerza de las masas organizadas en los Soviets, que llevaron a cabo la insurrección. Pero esta fortaleza era impotente sin un plan científico, sin objetivos claros, sin una apreciación políticamente correcta de la situación, es decir sin la conspiración. Esta relación dialéctica entre ambos elementos es lo que está en la base de la mecánica del levantamiento de octubre. Pero esta relación es ocultada por Sebreli, con el objetivo de presentar al bolchevismo como una corriente ajena a las grandes masas, sólo rodeada de aventureros y sectores socialmente descompuestos.


Los bolcheviques y las masas


En segundo lugar, es preciso preguntarse (algo que Sebreli no hace) cómo los bolcheviques pudieron obtener la mayoría dentro de los Soviets. Y además, cómo los Soviets apoyaron la toma del poder. Sebreli intenta presentarnos la revolución de Febrero como un modelo de las mismas, con su heroísmo y su entrega, contraponiéndolo al “golpe” de octubre. Pero si los bolcheviques ansiaban sólo la toma del poder ¿por qué no lo tomaron durante las jornadas de julio, cuando las masas de obreros y soldados en la capital se manifestaron armadas contra el gobierno provisional? Los días 3 y 4 de julio, cerca de 30 mil soldados y obreros tomaron las calles de Petrogrado, tratando de derribar al gobierno, tomando como propias las consignas bolcheviques, entre ellas la de “Todo el poder a los Soviets”. Pero los bolcheviques se pusieron al frente del movimiento para evitar que se transformara en una insurrección abierta. Para el partido se trataba de aguardar una maduración mayor de las amplias masas, no sólo de la capital sino del conjunto de las provincias. Sólo así se podría sostener un gobierno soviético. El bolchevismo, contra todo lo que han afirmado cientos de intelectuales desde hace décadas, era una corriente orgánica al movimiento obrero, estrechamente ligada a los sectores avanzados de esta clase. Al mismo tiempo empezaba a conquistar influencia en sectores de los soldados y, en mucha menor medida, en el campesinado. No se trataba, como intenta presentarlo Sebreli, de un aparato ajeno a las masas. Fue por eso que los bolcheviques se negaron a tomar el poder en julio. Porque, al pulsar el estado de ánimo de las masas, sabían que éstas aún no estaban preparadas para sostener efectivamente un poder propio de los Soviets. Lenin era profundamente conciente de que era preciso esperar a la maduración de las masas para lanzarse a la conquista del poder. En las Tesis se Abril, elaboradas tres meses antes, había señalado que hay que “reconocer en la mayor parte de los soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría (...) mientras estemos en minoría, realizaremos la tarea de criticar y señalar los errores, propugnando al mismo tiempo, la necesidad de que todo el poder del estado pase a los soviets de diputados obreros”7. Al respecto escribe Trotsky “No basta con tomar el poder. Hay que sostenerlo. Cuando en Octubre los bolcheviques juzgaron que había llegado su hora, los peores tiempos empezaron después de la toma del poder. Fue necesario someter las fuerzas de la clase obrera a la máxima tensión para soportar los innumerables ataques de los enemigos. En julio, ni siquiera los obreros estaban dispuestos a sostener esa lucha abnegada. Tenían la posibilidad de tomar el poder y, sin embargo, lo ofrecieron el Comité Ejecutivo”8.
Una revolución incompleta
Ahora bien, ¿por qué las masas se levantaron en julio? ¿Y por qué volvieron a realizarlo en octubre, bajo la dirección bolchevique? Sebreli no explica nada. No desea explicarlo porque, en última instancia, su artículo busca construir un relato fantasioso de la revolución para igualarlo con cualquier golpe de estado. Para Sebreli, la única revolución que realmente puede ser justificada es aquella que realizan las grandes masas, de manera espontánea, pero para entregarle el poder a la burguesía.
Citemos una vez más a Trotsky, quién ya hubo de debatir con los “Sebrelis” de su época “Los historiadores oficiales (...) presentan a la insurrección de las fuerzas elementales como una calamidad histórica inevitable cuya responsabilidad recae sobre el antiguo régimen. La verdadera causa de esta indulgencia consiste en que la insurrección de fuerzas elementales no puede salir marcos del régimen burgués”9.
Es decir, los límites de los levantamientos revolucionarios espontáneos están dados por su imposibilidad de apoderarse del poder político y poner de pie un nuevo tipo de estado que, mediante la estatización de los principales medios de producción, empieza a dar una solución a los problemas profundos que originaron la revolución.
Pero si los obreros, soldados y campesinos se enfrentaron al gobierno provisional y derribaron a Kerensky, se debió a que la revolución de febrero, lejos de haber resuelto alguno de los grandes problemas de las masas, había mantenido lo esencial del viejo estado de cosas. Los soldados seguían en las trincheras, muriendo de frío, hambre y en enfrentamientos con el ejército alemán. La tierra seguía estando en manos de los terratenientes. Los patrones mantenían el control de las fábricas y periódicamente intentaban cerrarlas para desarticular al movimiento obrero. Las masas seguían padeciendo pobreza y miseria. Mientras esto ocurría el gobierno provisional (del que formaban parte los “socialistas moderados” que reivindica Sebreli), mantenía los compromisos con la Entente y frenaba toda acción revolucionaria de las masas, tanto en el campo como en la ciudad, a la espera de una Asamblea Constituyente que nunca era convocada. La falta de resolución de estos problemas nodales conducía directamente desde la revolución de febrero a la de octubre. La insurrección de las grandes masas nacía directamente de los padecimientos no resueltos.
Esto que Sebreli no analiza es la base de la cuál surge la legitimidad de la insurrección de octubre. Las masas debieron convencerse de las limitaciones de los “socialistas moderados” (mencheviques y socialrevolucionarios) por su propia experiencia. La agonía del régimen surgido en febrero llevó 8 meses. Sólo esta experiencia podía permitir luego la confianza plena en los dirigentes bolcheviques. La explicación de Sebreli (si es que en este caso se puede hablar de explicación) no permite entender como esas mismas masas de obreros, soldados y campesinos, soportaron luego casi tres años de Guerra civil contra 14 ejércitos imperialistas, nuevas hambrunas y padecimientos, entre otras cosas. La “explicación” de Sebreli tiene por objetivo denunciar la “absurda idea” de los oprimidos y explotados del mundo tomen en sus manos el poder para terminar con las miserias que impone el capitalismo.


Una conclusión necesaria


A 90 años de esa gesta heroica que protagonizaron las masas rusas, se siguen vertiendo ríos de tinta en atacarla y defenestrarla. La operación ideológica que Sebreli intenta realizar no tiene nada de original. Ya ha sido llevada adelante, con mejores argumentos, por miles de intelectuales al servicio de la clase capitalista. Al eliminar a los soviets de la historia de la insurrección de octubre, se elimina el fundamento mismo del nuevo régimen político nacido en esos agitados días. Como señala Lenin: “Los soviets son un nuevo aparato de estado (...) este aparato ofrece un vínculo con las masas, con la mayoría del pueblo, tan estrecho, tan indisoluble, tan fácil verificar y renovar, que no encontramos nada ni remotamente parecido en el anterior aparato del estado (...) por ser sus integrantes elegibles y sujetos a revocación por voluntad del pueblo, sin ninguna formalidad burocrática, es mucho más democrático que cualquier aparato anterior”10.
Al igualar la insurrección de octubre con un golpe militar, Sebreli se ubica en el terreno de la “democracia pura”, ajena a los conflictos de clase. De esta forma liquida toda perspectiva que tienda a superar la democracia actual.
La misma democracia que paga subsidios millonarios a las grandes empresas privadas, mientras millones carecen de los servicios básicos. La democracia en la cuál desapareció Julio López y fue asesinado Carlos Fuentealba. La democracia donde la misma casta política se perpetúa hace décadas, cambiando de discursos y de partidos, pero manteniendo su lealtad a los grandes grupos capitalistas nacionales y extranjeros.
León Trotsky escribió en “Bolchevismo y estalinismo” que: “el marxismo es la teoría del movimiento, no del reposo”11. Algunos intelectuales, pseudo-marxistas, por el contrario, la han convertido en el método de justificar su estancamiento político e intelectual12. Para nosotros, rescatar las lecciones de la revolución rusa, a 90 años de su triunfo, tiene un sentido militante. Son las lecciones valiosas con las cuáles se formarán las nuevas camadas de revolucionarios que se propongan, al igual que hace 90 años, tomar el cielo por asalto.
1 El artículo de Sebreli apareció en el diario Perfil, el pasado 14 de octubre.
2 Historia de la revolución rusa. Pág. 358. León Trotsky. Tomo II. Ed. Sarpe.
3 A esto podemos agregar que durante agosto los bolcheviques conquistan además más de la tercera parte de los votos en la Duma de Petrogrado, obtienen la mayoría en el Congreso de los sindicatos de los Urales, así como en las conferencia de los Comités de fábricas de Kiev. Esto demuestra palmariamente la falsedad, afirmada por Sebreli, de que los bolcheviques eran una minoría.
4 Ibíd. 2. Pág. 447.
5 Ibíd. Pág. 448.
6 Ibíd. 2. Pág. 360.
7 Las tesis de abril. Pág. 10-12 V. Lenin. ED. Anteo.
8 Ibíd. 2. Pág. 51
9 Ibíd. 2. Pág. 358-359.
10 “¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?”. V. Lenin. Citado en Sobre la actualidad de la “apuesta leninista”. Gastón Gutiérrez. Lucha de clases nº 6. Junio 2006.
11 Bolchevismo y Stalinismo. León Trotsky. Pág.30. ED. El Yunque.
12 Resulta paradojal, para decirlo en lenguaje de Sebreli que, mientras reivindica la revolución de Febrero de 1917, en la Argentina del siglo XXI, se convierta en un respetuoso a rajatabla del orden existente. Entrevistado por la revista Noticias, en el 2005 decía “Yo creo en la ley. A mí me desespera que en la Argentina no se respeten las leyes. Y en cuanto a la expresión... un joven sin lecturas no tiene los conocimientos vitales e intelectuales que debería tener un profesor. Eso no es autoritarismo. Es lo mismo que en los medios de comunicación. Ahora, todo el mundo puede expresarse. ¿A mí para que me sirve escuchar por radio o televisión a cualquier tipo que dice cualquier estupidez?

sábado, 5 de noviembre de 2011

Agustín Tosco. A 36 años de su muerte. Apuntes para el debate (I)

Hace 36 años, en la clandestinidad y gravemente enfermo moría Agustín Tosco. El “Gringo” encarnó la pasión, el esfuerzo militante, la abnegación y la fuerza para soportar enormes sacrificios de una generación. Además representó, para la clase capitalista nativa y el gran capital extranjero que dominaba (y aún domina) la nación, una figura de la  insurgencia obrera que recorría la Argentina y que se materializó en las calles, los lugares de trabajo y en la sociedad en general.
Tosco, como pocos, fue un protagonista central del período, atacado y perseguido hasta su muerte. Su valentía y la persecución sufrida no nos eximen de intentar un análisis crítico de los límites de la política que impulsó. Es preciso sacar lecciones de una época signada por el enfrentamiento abierto entre revolución y contrarrevolución, donde el “Gringo” tuvo gran protagonismo.
Hoy, cuando en Argentina vemos desarrollarse en el movimiento obrero al “sindicalismo de base”, atacado por el gobierno, la justicia, la patronal y la burocracia sindical, sacar las lecciones del accionar de una figura (y de una corriente político-sindical) es central.

La extensión del tema nos obliga a dos cosas: en primer lugar dividirlo en ejes. En segundo lugar, y más importante, aclarar que se trata de apuntes para abrir un debate.
En este primer post vamos a desarrollar una crítica a lo que podemos llamar la concepción política de la revolución que expresó Tosco en el período 69-75. Esto implicó una política determinada sobre el peronismo que nos proponemos debatir en el segundo post. Finalmente (por ahora) en un tercer post vamos a señalar las consecuencias para el “sindicalismo de liberación” producto de esta política y los límites que esto conllevó en la vanguardia obrera.  

Una concepción etapista de la lucha de la lucha de clases y la revolución

Como se ha escrito acá, el proceso que se abre en el año ‘69 está signado por el desarrollo de un ascenso revolucionario de masas con un protagonismo central de la clase obrera. Ascenso que enfrentó primero a la dictadura de la autodenominada Revolución Argentina y luego, de manera creciente, al peronismo en el poder. En este período las masas tendieron a cuestionar objetivamente la estructura capitalista nacional. Pero Tosco, más allá del discurso revolucionario y socialista, buscará en la práctica una alianza con sectores de la burguesía nacional en el camino de reformar el capitalismo argentino, intentando superar la opresión imperialista.

Desde su juventud se había identificado con el peronismo. Igual que la enorme mayoría de la clase trabajadora abrazó las banderas de la “justicia social” bajo el primer gobierno peronista, producto de las sustanciales mejoras obtenidas por los trabajadores.
Para Tosco, un aspecto esencial del peronismo será  el antiimperialismo. Por eso, cuando al final del segundo gobierno de Perón, éste empezó un giro hacia una mayor relación con el capital imperialista, criticará “en el 54 y 55 adoptamos una actitud crítica hacia el peronismo (…) en la discusión sobre el petróleo estuvimos en la oposición”(pág.57).
Su antiimperialismo lo llevó a apoyar a Frondizi en el ’58, ya que el dirigente de la UCRI hizo una campaña con tinte nacionalista. James reseña que entre los sindicatos “existía también una simpatía ideológica fundamental con algunos principios básicos de la política desarrollista (…) el nacionalismo económico de Frondizi tenía paralelos en la experiencia peronista anterior a 1955”. El giro del radical hacia una política pro-monopolios, significará para Tosco una gran decepción. En una carta a Susana Funes escribía “el degenerado político A. Frondizi, el más grande estafador de las esperanzas populares. El único caradura que sostiene que el imperialismo tiene interés en ayudar a los países subdesarrollados”.
Pero el antiimperialismo de Tosco tuvo un límite marcado por su concepción de colaboración de clases.

Lucha antiimperialista y socialismo

El marxismo estuvo atravesado en el siglo XX, por debates acerca del carácter de la revolución social. Entre los aspectos del mismo se incluía la relación, en el curso de la lucha revolucionaria, entre la burguesía nacional y el movimiento obrero y las masas pobres. 
Las corrientes estalinistas y maoístas como el PC y el PCR sostuvieron y sostienen para América Latina la necesidad de una primera etapa de “revolución popular” o “antiimperialista", separada indefinidamente en el tiempo, de una segunda etapa de “revolución socialista” Esto implica la subordinación de los intereses del proletariado a los de la burguesía nativa.
Una lucha a fondo contra la opresión imperialista implica la movilización revolucionaria de las masas, algo que la burguesía nativa no está dispuesta a realizar. Por eso se convierte en un freno a la lucha antiimperialista, quedando entonces planteada como una tarea de las masas  bajo la dirección del proletariado organizado de manera independiente.
La lucha contra el imperialismo queda ligada así a la expropiación del conjunto de los capitalistas y a la construcción de un poder propio de la clase trabajadora y los pobres de la ciudad y el campo.

Burguesía nacional e imperialismo en el siglo XX

La historia mundial y de Latinoamérica demuestra cabalmente que la perspectiva de la revolución por etapas condujo a enormes derrotas y fracasos del movimiento de masas.
En América Latina sólo la revolución cubana de 1959 fue capaz de arrancar a las masas pobres del atraso y obtener conquistas que aún hoy, de manera cada vez más degradada, se mantienen. Pero tuvo que recurrir a los métodos de la dictadura del proletariado: la expropiación del conjunto de los capitales nacionales e imperialistas, “saltándose” abiertamente las etapas intermedias.
Una década antes, la revolución china había demostrado la misma dinámica: más allá de los objetivos iniciales de los revolucionarios, el proceso ulterior de enfrentamiento de clases condujo a la expropiación del conjunto de los capitalistas para garantizar la estabilidad del nuevo régimen.
Así, al inicio de “los 70”, la concepción etapista de la lucha revolucionaria había sido refutada no sólo por la gran revolución rusa de 1917, sino además por las experiencias china y cubana.
A pesar de ese enorme caudal de experiencia histórica, las corrientes estalinistas como el PC se mantenían en una estrategia etapista. A su izquierda un enorme conglomerado de corrientes (que fue denominado “nueva izquierda”) criticaba abiertamente ese reformismo.

Tosco, pese a no haber pertenecido formalmente al PC, coincidió en muchas de sus posiciones fundamentales. Su concepción fue esencialmente etapista., lo que lo llevaba a una política reformista. Esto, en el terreno  práctico concluía en la búsqueda de alianzas con sectores políticos patronales, representantes de las capas burguesas oprimidas por el capital internacional. Al mismo tiempo, ponía un límite a la perspectiva de desarrollar una política independiente por parte de la clase obrera.
Esto lo podemos apreciar en algunas afirmaciones extraídas de sus discursos y escritos. En junio de 1969 dirá “Tenemos una inmensa fe en que el pueblo triunfará (…) Para ello la unidad combativa del Movimiento Obrero, del estudiantado, de los sacerdotes progresistas, de las fuerzas civiles y militares patrióticas, de todos los hombres y mujeres argentinos, es un factor de fundamental importancia”(pág. 282, resaltado nuestro).
En el ’73,  “Estoy a favor de la lucha antiimperialista como un paso hacia el socialismo. En la Argentina, el socialismo está un poco lejos, pero la lucha liberadora, antimonopolista y antiimperialista está más cerca. En esa lucha se encuentran todos los sectores populares y, entre ellos, desde luego, hay sectores burgueses, propietarios de pequeñas y medianas empresas, pero no la gran burguesía ni la oligarquía que están vinculadas al orden imperialista…también los pequeños y medianos propietarios de tierras, todos estos tienen un papel que cumplir” (pág. 346, resaltado nuestro).

Pero la dinámica del proceso revolucionario argentino, abierto a partir del Cordobazo, se orientaba en un sentido contrario y puso sobre el tapete la necesidad de que la clase trabajadora construyera una organización claramente delimitada de la representación política de la burguesía nacional.

En busca de la “unidad popular”

Para Tosco, la alianza social “antiimperialialista” debía estructurarse en una alianza política concreta con sectores “de avanzada” de los partidos políticos patronales.
Dirá “No tengo mayores diferencias con el sindicalismo peronista que levanta las banderas de la liberación nacional y social de la patria (…) mi posición es el respeto a las diferencias partidarias y a la concreción de la unidad de acción en la lucha, recorriendo todos los caminos necesarios para construir una funcionalidad cada vez mayor entre las alas progresistas de esos dos grandes movimientos populares (peronismo y radicalismo NdR.) y el resto de los sectores políticos de izquierda”( La clase revolucionaria…Pág. 152, resaltado nuestro)
Su modelo de organización política para la conquista del poder, parece haber sido la Unidad Popular que llegó al gobierno en 1970 en Chile. En 1970, decía “En primer término es cierto que yo tengo simpatías por el ENA. En segundo lugar, el ENA es un germen de unidad popular. Nosotros no creemos que la unidad popular significa excluyentemente al ENA (…) la unidad popular necesita del peronismo revolucionario. Necesita del radicalismo y de los sectores que van hacia la izquierda (La Clase…Pág. 238, negritas nuestras), Para una referencia al ENA, ver acá.
Tosco volverá a señalar esta idea en el VI Congreso del FAS al señalar que “con el FAS y otras fuerzas obreras, populares y democráticas, podremos construir el gran Frente político que sea la palanca indispensable que necesitamos para la liberación (…) Sostengo que desde el FAS y de otras concepciones frentistas, abrazando a hombres y organizaciones peronistas, radicales, sociales, comunistas, cristianas, intransigentes e independientes debe constituirse el Frente de Liberación Nacional para liberar definitivamente a nuestra clase, a nuestro pueblo y a nuestra Patria de la explotación y la opresión que imponen la oligarquía, la reacción interna y el imperialismo (La Clase…Pág. 287)
Las citas que aquí relevamos (de las cuáles podríamos encontrar decenas más) dejan en evidencia que el objetivo de Tosco era avanzar en la constitución de un frente político y social de colaboración de clases, “desbordando” los reagrupamientos que no iban abiertamente en aquella perspectiva.
Este intento de conformar una “unidad popular” criolla implicará que Tosco se niegue a desarrollar al interior del movimiento obrero combativo, una política de delimitación con las corrientes políticas burguesas, centralmente con el peronismo.
Esto significaba, de hecho, poner un freno a las tendencias más radicales del movimiento obrero, algo que se va a expresar concretamente alrededor de los choques con los clasistas de SiTraC-SiTraM. Al mismo tiempo, estuvo lejos de ubicarse como un polo alternativo a los sectores que llamaban a confiar en que el gobierno peronista daría una salida a los reclamos de las masas. 
Tosco, con su apoyo al ala izquierda del peronismo, terminó siendo funcional a la política (absolutamente impotente) que estos sectores impulsaron de presionar sobre Perón para obligarlo a ir hacia la izquierda, precisamente hacia donde el viejo General no quería ir. 
Esto lo desarrollaremos más extensamente en el siguiente post.

martes, 1 de noviembre de 2011

POR EL DERECHO AL ABORTO

Hoy reposteamos a las compañeras de Pan y Rosas. La discusión a fondo acá. hoy se abre en la Comisión de Legislación Penal el debate sobre el derecho al Aborto libre, legal, seguro y gratuito.



POR EL DERECHO AL ABORTO

 
Pan y Rosas y la Juventud del PTS se suman a la convocatoria y te invitan a movilizarte el próximo martes 1º de noviembre, para apoyar el proyecto de despenalización y legalización del aborto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en el debate que se iniciará en la comisión de Legislación Penal del Congreso.
Tenemos que impedir que la Coalición Cívica, derrotada de modo aplastante en las recientes elecciones, maniobre el debate con la introducción –a través del diputado Carlos Vega que preside la comisión- de un proyecto que, en vez de avanzar en nuestros derechos, modificaría regresivamente la legislación actual sobre aborto no punible y podría imponerse, contra el proyecto de legalización. Detrás del “proyecto Vega” y otros similares, se encuentran los fundamentalistas como Cynthia Hotton y los jerarcas de la Iglesia, dispuestos a iniciar una nueva cruzada reaccionaria contra el derecho al aborto, como ya hicieron cuando se trató la ley de matrimonio igualitario.

¡Fuera la Iglesia y los fundamentalistas de nuestras vidas!

¡Por la separación de la Iglesia del Estado!

¡No a los proyectos reaccionarios que pretenden hacer retroceder la legislación de aborto no punible actualmente vigente!

El proyecto de la Campaña por el Derecho al Aborto cuenta con 50 firmas de diputados y diputadas de todos los bloques. Sin embargo, sabemos que ese apoyo es minoritario a la hora de tratar y aprobar la ley en el Congreso. En la propia comisión de Legislación Penal, integrada por 31 diputados, ¡hay sólo 7 que firmaron el proyecto de la Campaña!
El kirchnerismo, que el año próximo contará con quórum propio y mayoría absoluta junto a los bloques aliados, no reúne sin embargo, las 129 voluntades que se necesitarán para la aprobación del proyecto de legalización, porque en su seno conviven una minoría de diputados y diputadas que firmaron el proyecto, con una mayoría aplastante de legisladores, pero también gobernadores, intendentes, ministros de Salud, otros funcionarios de gobierno y hasta la misma Cristina Kirchner que están en contra del derecho al aborto.
Hasta ahora, lamentablemente, progresistas de distinto color político e incluso la misma Campaña han optado por la vía del lobby y las negociaciones, como si se pudiera “convencer” al reaccionario aparato del PJ que forma parte del gobierno, sus gobernadores fervorosamente religiosos, como Scioli y otros, o sus retrógrados diputados que mantienen vínculos estrechos con el Vaticano y obispos locales y que -gracias a la “libertad de conciencia” que el kirchnerismo otorgó a su bloque- ya mostraron sus “convicciones” votando en contra del matrimonio igualitario.
Esta “estrategia” adoptada por las autoras del proyecto de ley, no sólo no podrá triunfar sobre los sectores derechistas -que existen en la oposición, pero también en el propio seno del mayoritario bloque kirchnerista- sino que, además, impidió la organización y el fortalecimiento de un poderoso movimiento de lucha por nuestros derechos, que se expresara masivamente en las calles, denunciando las más de 300 muertes de mujeres por año por abortos clandestinos, lo que hubiera podido demostrar que somos una gran mayoría de la población quienes exigimos educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.

¡Por la aprobación inmediata del proyecto de legalización del aborto! Por nuestro derecho a decidir.

¡Ni una muerta más por abortos clandestinos!

¡Pongamos en pie un verdadero movimiento de lucha por el derecho al aborto, con independencia del Estado y sus instituciones!

Sólo el Frente de Izquierda ha demostrado mantener una coherencia absoluta con esta histórica demanda del movimiento de mujeres de Argentina, movilizándose, difundiendo el proyecto en lugares de trabajo y estudio, organizando a las mujeres trabajadores, estudiantes y amas de casa para enfrentar a la Iglesia reaccionaria en los Encuentros Nacionales de Mujeres y acompañando todas las iniciativas de lucha y movilización por el derecho al aborto. Y en la reciente campaña electoral, el Frente de Izquierda fue la única fuerza que se pronunció abiertamente por el derecho al aborto, cuando oficialistas y opositores de derecha y “progresistas” (como el FAP de Binner, con candidatos de la CTA como De Gennaro) se callaron la boca.
Las compañeras de Pan y Rosas y la Juventud del PTS que integramos el Frente de Izquierda estamos convencidas de que este derecho no saldrá del Congreso si no es por la demostración de voluntad de lucha y movilización de las miles de mujeres que no queremos ni una muerta más por abortos clandestinos. Por esta perspectiva, te invitamos a militar con nosotras.