A PROPÓSITO DE UN ARTÍCULO DE JUAN JOSÉ SEBRELI SOBRE LA REVOLUCIÓN RUSA
Contra la desidia intelectual y el conformismo político
Fecha: Jueves 1ro de noviembre de 2007Por: Eduardo Castilla
A 90 años, la actualidad de la Revolución Rusa hace de su estudio pormenorizado una tarea imprescindible para todos aquellos que luchamos por derrotar al capitalismo e instaurar una sociedad socialista. La Verdad Obrera junto con el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”, hemos entregado a nuestros lectores ,semana a semana durante todo el 2007, la historia y las lecciones de la revolución más grande de todos los tiempos. Durante este mes de noviembre dedicaremos mayor espacio para difundir las publicaciones y actividades que estamos realizando y presentaremos una serie de notas polemizando con las posiciones sostenidas por distintos intelectuales en la prensa masiva en torno al acontecimiento revolucionario. En este caso presentamos una nota polémica escrita por Eduardo Castilla sobre la lectura liberal de José Sebreli.
Hace pocos días, el diario Perfil publicó una nota de opinión de Juan José Sebreli sobre la revolución rusa de 1917. El autor se dedica a denostar la revolución de octubre de ese año, contraponiéndola con la de febrero. Esta última habría sido una verdadera revolución popular, con la participación del conjunto del pueblo, mientras que la primera “fue planeada como una batalla militar, un teorema matemático y una partida de ajedrez; no fue pues una revolución en el sentido clásico del término, se ajustó, en cambio, a todas las características del golpe de Estado”1.
Este intelectual, que alguna vez se definió como marxista, debate la insurrección de octubre con extrema superficialidad. No lo hace por desconocimiento sino porque, al igual que toda una generación de intelectuales argentinos, busca borrar toda tradición revolucionaria que pueda servir a quienes hoy nacen a la vida política.
Si se analizan superficialmente los hechos, puede parecer que Sebreli tiene razón. La mecánica de la insurrección de octubre tuvo importantes elementos de conspiración, la misma ocurrió casi sin choques entre las fuerzas que tomaban el poder y aquellas que resistían. Los mayores enfrentamientos se desarrollaron alrededor de la toma del Palacio de Invierno.
León Trotsky ha dedicado un brillante capítulo de su obra Historia de la Revolución Rusa a reseñar la relación entre conspiración e insurrección de masas. El dirigente de aquel levantamiento escribe “Cuanto más elevado es el nivel de un movimiento revolucionario y más seria su dirección, mayor es el lugar que ocupa la conspiración en la insurrección popular” 2.
Si los bolcheviques pudieron tomar el poder en octubre casi sin derramamiento de sangre, esto se debió a la enorme madurez política de los obreros, soldados y campesinos. Sebreli, para justificar su posición, simplifica hasta al absurdo la situación existente al momento de la insurrección. En esta polémica sólo señalaremos algunas cuestiones que creemos centrales al rescatar las enseñanzas de la revolución rusa.
La relación entre insurrección y conspiración. El papel fundamental de los Soviets
A pesar de la inferioridad numérica de los bolcheviques en relación a otros partidos socialistas durante los primeros meses de la revolución, el movimiento obrero de las principales ciudades sigue al bolchevismo. Desde principios de setiembre el bolchevismo obtiene mayoría en Soviets de Petrogrado y de Moscú, que agrupaban a cientos de miles de trabajadores y avanza en conquistar hegemonía política en los Soviets de las provincias3. Después de la derrota del intento golpista de Kornilov, la influencia de los bolcheviques sobre el conjunto de las masas crece exponencialmente.
Los Soviets eran la verdadera representación de las masas revolucionarias que nacían a la vida política después de febrero. En junio se había reunido el Primer Congreso Panruso de los Soviets, que ejercía la representación de cerca de 20 millones de obreros, campesinos y soldados. El Segundo Congreso, reunido durante los días del levantamiento, representaba a sectores aún más amplios. En la sesión de apertura del mismo “se contaban seiscientos cincuenta participantes con voz y voto. Trescientos noventa eran bolcheviques”4 agrega Trotsky. Pero además, no sólo los delegados bolcheviques eran la mayoría, sino que casi la totalidad de los Soviets se pronunciaba por el derrocamiento del gobierno de Kerensky: “505 Soviets estaban a favor del paso de todo el poder a manos de los soviets, 86 por el poder de la “democracia”; 55, por la coalición; 21, por la coalición, pero sin los cadetes”5. La insurrección en contra del gobierno de Kerensky contaba entonces con el apoyo de la mayoría de las capas avanzadas de las masas rusas. No se trató, como quiere hacernos creer Sebreli, de una aventura de una minoría acompañada por unos cuantos miles de soldados ebrios.
“La organización con la que el proletariado pudo no sólo derribar al antiguo régimen, sino también sustituirlo es el soviet (...) los soviets son los órganos de las masas para la insurrección, los órganos de la insurrección y, después de la victoria, los órganos del poder” remata Trotsky. Pero la fuerza de los Soviets sin la dirección política del partido caía en la impotencia: “Sería un error evidente identificar la fuerza del partido bolchevique a la de los Soviets que él dirigía: esta última fuerza era mucho mayor que la primera; sin embargo, si faltaba la primera, se volvía impotente”6. Para concluir, si el partido bolchevique pudo tomar el poder casi sin lucha, se debió a que contaba con la gigantesca fuerza de las masas organizadas en los Soviets, que llevaron a cabo la insurrección. Pero esta fortaleza era impotente sin un plan científico, sin objetivos claros, sin una apreciación políticamente correcta de la situación, es decir sin la conspiración. Esta relación dialéctica entre ambos elementos es lo que está en la base de la mecánica del levantamiento de octubre. Pero esta relación es ocultada por Sebreli, con el objetivo de presentar al bolchevismo como una corriente ajena a las grandes masas, sólo rodeada de aventureros y sectores socialmente descompuestos.
Los bolcheviques y las masas
En segundo lugar, es preciso preguntarse (algo que Sebreli no hace) cómo los bolcheviques pudieron obtener la mayoría dentro de los Soviets. Y además, cómo los Soviets apoyaron la toma del poder. Sebreli intenta presentarnos la revolución de Febrero como un modelo de las mismas, con su heroísmo y su entrega, contraponiéndolo al “golpe” de octubre. Pero si los bolcheviques ansiaban sólo la toma del poder ¿por qué no lo tomaron durante las jornadas de julio, cuando las masas de obreros y soldados en la capital se manifestaron armadas contra el gobierno provisional? Los días 3 y 4 de julio, cerca de 30 mil soldados y obreros tomaron las calles de Petrogrado, tratando de derribar al gobierno, tomando como propias las consignas bolcheviques, entre ellas la de “Todo el poder a los Soviets”. Pero los bolcheviques se pusieron al frente del movimiento para evitar que se transformara en una insurrección abierta. Para el partido se trataba de aguardar una maduración mayor de las amplias masas, no sólo de la capital sino del conjunto de las provincias. Sólo así se podría sostener un gobierno soviético. El bolchevismo, contra todo lo que han afirmado cientos de intelectuales desde hace décadas, era una corriente orgánica al movimiento obrero, estrechamente ligada a los sectores avanzados de esta clase. Al mismo tiempo empezaba a conquistar influencia en sectores de los soldados y, en mucha menor medida, en el campesinado. No se trataba, como intenta presentarlo Sebreli, de un aparato ajeno a las masas. Fue por eso que los bolcheviques se negaron a tomar el poder en julio. Porque, al pulsar el estado de ánimo de las masas, sabían que éstas aún no estaban preparadas para sostener efectivamente un poder propio de los Soviets. Lenin era profundamente conciente de que era preciso esperar a la maduración de las masas para lanzarse a la conquista del poder. En las Tesis se Abril, elaboradas tres meses antes, había señalado que hay que “reconocer en la mayor parte de los soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría (...) mientras estemos en minoría, realizaremos la tarea de criticar y señalar los errores, propugnando al mismo tiempo, la necesidad de que todo el poder del estado pase a los soviets de diputados obreros”7. Al respecto escribe Trotsky “No basta con tomar el poder. Hay que sostenerlo. Cuando en Octubre los bolcheviques juzgaron que había llegado su hora, los peores tiempos empezaron después de la toma del poder. Fue necesario someter las fuerzas de la clase obrera a la máxima tensión para soportar los innumerables ataques de los enemigos. En julio, ni siquiera los obreros estaban dispuestos a sostener esa lucha abnegada. Tenían la posibilidad de tomar el poder y, sin embargo, lo ofrecieron el Comité Ejecutivo”8.
Una revolución incompleta
Ahora bien, ¿por qué las masas se levantaron en julio? ¿Y por qué volvieron a realizarlo en octubre, bajo la dirección bolchevique? Sebreli no explica nada. No desea explicarlo porque, en última instancia, su artículo busca construir un relato fantasioso de la revolución para igualarlo con cualquier golpe de estado. Para Sebreli, la única revolución que realmente puede ser justificada es aquella que realizan las grandes masas, de manera espontánea, pero para entregarle el poder a la burguesía.
Citemos una vez más a Trotsky, quién ya hubo de debatir con los “Sebrelis” de su época “Los historiadores oficiales (...) presentan a la insurrección de las fuerzas elementales como una calamidad histórica inevitable cuya responsabilidad recae sobre el antiguo régimen. La verdadera causa de esta indulgencia consiste en que la insurrección de fuerzas elementales no puede salir marcos del régimen burgués”9.
Es decir, los límites de los levantamientos revolucionarios espontáneos están dados por su imposibilidad de apoderarse del poder político y poner de pie un nuevo tipo de estado que, mediante la estatización de los principales medios de producción, empieza a dar una solución a los problemas profundos que originaron la revolución.
Pero si los obreros, soldados y campesinos se enfrentaron al gobierno provisional y derribaron a Kerensky, se debió a que la revolución de febrero, lejos de haber resuelto alguno de los grandes problemas de las masas, había mantenido lo esencial del viejo estado de cosas. Los soldados seguían en las trincheras, muriendo de frío, hambre y en enfrentamientos con el ejército alemán. La tierra seguía estando en manos de los terratenientes. Los patrones mantenían el control de las fábricas y periódicamente intentaban cerrarlas para desarticular al movimiento obrero. Las masas seguían padeciendo pobreza y miseria. Mientras esto ocurría el gobierno provisional (del que formaban parte los “socialistas moderados” que reivindica Sebreli), mantenía los compromisos con la Entente y frenaba toda acción revolucionaria de las masas, tanto en el campo como en la ciudad, a la espera de una Asamblea Constituyente que nunca era convocada. La falta de resolución de estos problemas nodales conducía directamente desde la revolución de febrero a la de octubre. La insurrección de las grandes masas nacía directamente de los padecimientos no resueltos.
Esto que Sebreli no analiza es la base de la cuál surge la legitimidad de la insurrección de octubre. Las masas debieron convencerse de las limitaciones de los “socialistas moderados” (mencheviques y socialrevolucionarios) por su propia experiencia. La agonía del régimen surgido en febrero llevó 8 meses. Sólo esta experiencia podía permitir luego la confianza plena en los dirigentes bolcheviques. La explicación de Sebreli (si es que en este caso se puede hablar de explicación) no permite entender como esas mismas masas de obreros, soldados y campesinos, soportaron luego casi tres años de Guerra civil contra 14 ejércitos imperialistas, nuevas hambrunas y padecimientos, entre otras cosas. La “explicación” de Sebreli tiene por objetivo denunciar la “absurda idea” de los oprimidos y explotados del mundo tomen en sus manos el poder para terminar con las miserias que impone el capitalismo.
Una conclusión necesaria
A 90 años de esa gesta heroica que protagonizaron las masas rusas, se siguen vertiendo ríos de tinta en atacarla y defenestrarla. La operación ideológica que Sebreli intenta realizar no tiene nada de original. Ya ha sido llevada adelante, con mejores argumentos, por miles de intelectuales al servicio de la clase capitalista. Al eliminar a los soviets de la historia de la insurrección de octubre, se elimina el fundamento mismo del nuevo régimen político nacido en esos agitados días. Como señala Lenin: “Los soviets son un nuevo aparato de estado (...) este aparato ofrece un vínculo con las masas, con la mayoría del pueblo, tan estrecho, tan indisoluble, tan fácil verificar y renovar, que no encontramos nada ni remotamente parecido en el anterior aparato del estado (...) por ser sus integrantes elegibles y sujetos a revocación por voluntad del pueblo, sin ninguna formalidad burocrática, es mucho más democrático que cualquier aparato anterior”10.
Al igualar la insurrección de octubre con un golpe militar, Sebreli se ubica en el terreno de la “democracia pura”, ajena a los conflictos de clase. De esta forma liquida toda perspectiva que tienda a superar la democracia actual.
La misma democracia que paga subsidios millonarios a las grandes empresas privadas, mientras millones carecen de los servicios básicos. La democracia en la cuál desapareció Julio López y fue asesinado Carlos Fuentealba. La democracia donde la misma casta política se perpetúa hace décadas, cambiando de discursos y de partidos, pero manteniendo su lealtad a los grandes grupos capitalistas nacionales y extranjeros.
León Trotsky escribió en “Bolchevismo y estalinismo” que: “el marxismo es la teoría del movimiento, no del reposo”11. Algunos intelectuales, pseudo-marxistas, por el contrario, la han convertido en el método de justificar su estancamiento político e intelectual12. Para nosotros, rescatar las lecciones de la revolución rusa, a 90 años de su triunfo, tiene un sentido militante. Son las lecciones valiosas con las cuáles se formarán las nuevas camadas de revolucionarios que se propongan, al igual que hace 90 años, tomar el cielo por asalto.
1 El artículo de Sebreli apareció en el diario Perfil, el pasado 14 de octubre.
2 Historia de la revolución rusa. Pág. 358. León Trotsky. Tomo II. Ed. Sarpe.
3 A esto podemos agregar que durante agosto los bolcheviques conquistan además más de la tercera parte de los votos en la Duma de Petrogrado, obtienen la mayoría en el Congreso de los sindicatos de los Urales, así como en las conferencia de los Comités de fábricas de Kiev. Esto demuestra palmariamente la falsedad, afirmada por Sebreli, de que los bolcheviques eran una minoría.
4 Ibíd. 2. Pág. 447.
5 Ibíd. Pág. 448.
6 Ibíd. 2. Pág. 360.
7 Las tesis de abril. Pág. 10-12 V. Lenin. ED. Anteo.
8 Ibíd. 2. Pág. 51
9 Ibíd. 2. Pág. 358-359.
10 “¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?”. V. Lenin. Citado en Sobre la actualidad de la “apuesta leninista”. Gastón Gutiérrez. Lucha de clases nº 6. Junio 2006.
11 Bolchevismo y Stalinismo. León Trotsky. Pág.30. ED. El Yunque.
12 Resulta paradojal, para decirlo en lenguaje de Sebreli que, mientras reivindica la revolución de Febrero de 1917, en la Argentina del siglo XXI, se convierta en un respetuoso a rajatabla del orden existente. Entrevistado por la revista Noticias, en el 2005 decía “Yo creo en la ley. A mí me desespera que en la Argentina no se respeten las leyes. Y en cuanto a la expresión... un joven sin lecturas no tiene los conocimientos vitales e intelectuales que debería tener un profesor. Eso no es autoritarismo. Es lo mismo que en los medios de comunicación. Ahora, todo el mundo puede expresarse. ¿A mí para que me sirve escuchar por radio o televisión a cualquier tipo que dice cualquier estupidez?
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