Como decíamos acá,
la concepción etapista de Tosco lo llevó a buscar “alas de avanzada” dentro de
los partidos patronales. Se proponía incluir a la izquierda peronista en su
proyecto de “Unidad popular”.
Silvia
Licht dice “Perón no genera en
Agustín la menor simpatía. Sin embargo, el lucifuercista brega por la unidad
con la mayoría de los trabajadores (…) reconoce en las bases peronistas un
potencial revolucionario que les permitiría, sin forzar su identidad, forjar el camino hacia una sociedad
socialista” (Pág. 162, negritas nuestras)
En las cartas
a Susana Funes se ve que no hay, ni por asomo, confianza en “el General”. Hagamos
un recorrido corto: Julio de 1971, “el
avance popular y revolucionario no para. Aquí el freno mayor está dado
indudablemente por los participacionistas, dialoguistas y su gran jefe exiliado. Pero ya desaparecerá ese freno que tanto
embroma”. Marzo del 72: “Toda la
ofensiva del régimen para eliminar a la oposición está en pleno acuerdo con Perón. Así pasó con mi prisión, con SITRAC,
SITRAM…”. En otra carta del mismo mes plantea “veremos que opina el de Madrid, que está en el gran pacto con Frondizi
y Lanusse”.
Más claro…imposible.
La visión de
Tosco era correcta. Lejos de volver para llevar adelante la “Patria
Socialista”, Perón retornaba a la Argentina para intentar desactivar el proceso
revolucionario en curso desde el Cordobazo.
Rucci dijo “Perón se fue del país para evitar un baño
de sangre; y fíjese como se escribe la historia: tiene que volver al país para
evitarle un baño de sangre”.
Pero alguna
cuota de sangre era necesaria. Había que liquidar a los sectores de vanguardia
que podían socavar el control del líder y la burocracia sindical peronista. De esa
necesidad surgieron la Triple A, el Navarrazo y la reforma del Código Penal.
Señalan Ruth Werner y Facundo Aguirre “el regreso de Perón no debía cumplir (…) el
viejo papel integrador de la clase obrera al estado que tuviera en sus
orígenes, sino un rol a la medida de los intereses del capital nacional, de
ataque a los trabajadores, de negociación con el imperialismo y de
restablecimiento del orden y la “unidad nacional” para pacificar al país”.
La vuelta de
Perón fue preparada con la llamada “primavera camporista”, pero el giro político hacia
la derecha se inicia con la masacre de Ezeiza. A partir de ese momento, el
peronismo en el poder golpeará sobre su propia izquierda y sobre la vanguardia
obrera y juvenil para impedir que se conviertan en referentes ante las masas.
El candidato que no fue
Pero Tosco apoya en las elecciones de
marzo del 73 a
la fórmula del FREJULI en Córdoba. “Nosotros
damos nuestra identificación-y la doy personalmente- con la fórmula Obregón
Cano-López, porque queremos ser consecuentes con una línea de unidad combativa
que ha sido práctica en la CGT de la cuál es secretario general el compañero
Atilio López, del peronismo y del sector combativo, como también de otros sectores
de izquierda (…) en cuanto al orden nacional no tenemos el mismo concepto por
la propia composición del FREJULI, por la presencia de Solano Lima, por lo que
significa Frondizi…”( La clase revolucionaria…Pág. 197).
Al mismo
tiempo que llama a votar por el FREJULI en Córdoba, se niega a aceptar el
ofrecimiento de diversas organizaciones (como el PST y el PRT) para ser
candidato a presidente en las elecciones de marzo y octubre de aquel año.
De esta manera
se niega a levantar la bandera de una alternativa política de
la clase trabajadora, independiente de todo sector patronal. En lugar de
aportar a forjar una corriente independiente de vanguardia por fuera del
peronismo, que intentara dialogar con las expectativas de las masas en el
gobierno y buscara desenmascarar la política contrarrevolucionaria de Perón,
Tosco colaboró en el reforzamiento de las ilusiones de masas en “el General” al
negarse a aparecer como alternativa política.
Diversos
autores señalan que su identificación con la política del PC tuvo un peso central
en esta decisión. Ruth Werner y Facundo Aguirre afirman que “La política del PST se basaba en una
corriente objetiva, impulsada incluso por otras organizaciones de izquierda
como el PRT-ERP, que aspiraba oponer a la casi indiscutible figura de Perón una
alternativa obrera encarnada en el lucifuercista cordobés (…) Tosco, cercano al
PC, declinó el ofrecimiento del PST (otro tanto haría con el mismo ofrecimiento
por parte del FAS)” (Pág. 384-385)
Brennan afirma
que “Tosco declinó la postulación, seguro
de la imprudencia y de los efectos perniciosos que probablemente tendría sobre
el movimiento de los trabajadores disidentes una oposición política a Perón. Su
análisis también tenía que ver con el poco entusiasmo que la idea despertó en
la Alianza Popular Revolucionaria, una coalición de partidos de izquierda
dominada por el PC que apoyaba la candidatura de Perón” (El Cordobazo…Pág.
323)
Hacia la “teoría del cerco”
A pesar de las
críticas correctas al Pacto Social y la derecha peronista, Tosco no denunciará
abiertamente a Perón. Nos atrevemos a afirmar que terminó adhiriendo a una
especie de “teoría
del cerco” para no romper puentes con la izquierda peronista.
En abril del 74, en el Plenario de
Gremios combativos convocado por el MSB
dirá “este gobierno copado y hegemonizado cada vez más por las fuerzas
contrarrevolucionarias de la derecha está reprimiendo a los obreros y
militantes revolucionarios que luchan (…) Lo que pasa compañeros peronistas, es
que hay una ofensiva contrarrevolucionaria de derecha a la cuál es sensible el General, haciendo lo que quieren los que mandan, los Otero, los López Rega,
los Llambí y todo cuanto reaccionario están anidados en el gobierno
denominado popular” (Cuadernos de
Información Popular)
Este intento
de presentar a Perón como “dirigido” por López Rega se expresará también
alrededor del balance del Navarrazo, cuando sostenga “lo que el gobierno central no
entiende es que apoyando a Navarro está dando carta blanca a muchos
“navarros” que en el día de mañana no van a alzarse ya contra un gobernador
sino, precisamente, contra el mismo presidente”. (La clase revolucionaria…Pág.
277)
Como ya hemos
señalado en otra parte,
Perón impulsó el derrocamiento de Obregón Cano y Atilio López para luego
designar un interventor federal e iniciar un período de ataques permanentes
contra las organizaciones combativas del movimiento obrero cordobés. Comprendía
perfectamente lo que ocurría en Córdoba y era uno de los artífices de esa
situación.
En el período
que va desde el inicio de la apertura electoral hasta la muerte de Perón, Tosco
no se diferenciará claramente del viejo general. Atacar a Perón es atacar a los
trabajadores en su apreciación. Esto permite la posibilidad de que Perón se
consolide como la única opción política para los trabajadores, recreando la
crisis que llevó al final del primer peronismo. Una clase obrera que depende,
para la solución de sus reclamos, de las buenas gestiones de un militar al
frente del estado burgués.
Por otro lado,
esta lógica política de Tosco terminará llevando a un callejón sin salida al
sindicalismo combativo sobre el que influenciaba. Como veremos en el post siguiente,
los proyectos a los cuales apostó en el movimiento obrero terminaron en
fracasos.
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