jueves, 25 de julio de 2013

La civilización occidental y cristiana. León Ferrari


En 1965, León Ferrari presentó en el Premio Di Tella un monumental montaje de objetos que, por los campos de los que provenían y por la energía que liberaban en su yuxtaposición, se volvieron insostenibles. Pese al clima de libertad absoluta que el Instituto defendía en forma incuestionable, la obra de Ferrari no pudo ser resistida. Ese conjunto consistía en un montaje de objetos y de palabras: resultaba de la simple superposición de un Cristo de santería, lacerado y sangrante, sobre la réplica de un avión norteamericano FH 107 que se utilizaba en ese momento en la guerra de Vietnam, reunido todo bajo el título de  La civilización occidental y cristiana, el lema que actuaba como justificativo de la fuerza invasora en el teritorio asiático. (Andrea Giunta, Las batallas de la vanguardia entre el peronismo y el desarrollismo)

EC

miércoles, 17 de julio de 2013

El naufragio del relato K. Apuntes sobre Chevron y la designación de Milani




Eduardo Castilla

La última semana fue testigo de dos pasos más en el giro a la derecha que viene describiendo el kirchnerismo en el gobierno, pasos que expresan profundamente los límites del autodenominando  “modelo nacional y popular”. Por todos lados tiende a emerger la crisis de un discurso que se construyó en base a la comparación con “los 90” como década “perdida” a manos del neoliberalismo. Si en todo caso, muchas de las crisis que emergen en este fin de ciclo, hacen retornar ese fantasma, es el resultado de la continuidad con aquella década, tanto en el terreno de los problemas estructurales como en la persistencia de una casta política que, si bien recicló su discurso, no “se fue”.
Eso y no otra cosa es lo que expresa el acuerdo con Chevron firmado ayer por el gobierno nacional que vienen a implicar un salto en la entrega del patrimonio nacional. A su vez, la designación de Milani como jefe del Ejército, abre una nueva brecha en las murallas del gobierno de los “derechos humanos” que se suma a la crisis del Espionaje de Proyecto X. 

Chevron y la “soberanía energética”

El acuerdo firmado ayer, por el cual la multinacional estadounidense se compromete a una inversión de 1240 millones de dólares en el yacimiento de Vaca Muerta, es una verdadera entrega del patrimonio nacional. Se vuelve a evidenciar que no hay (ni hubo) pelea alguna por la “soberanía energética” sino golpes de timón pragmáticos para descomprimir tal o cual crisis estructural, “heredadas” pero no resueltas al cabo de la “década ganada”.
Repasemos algunos de los puntos centrales de este acuerdo que “garantiza la soberanía energética”. Según se informa aquí:
-“A partir del quinto año, las firmas gozarán “del derecho a comercializar libremente en el mercado externo el 20% de la producción de hidrocarburos líquidos y gaseosos producidos en dichos Proyectos, con una alícuota del 0% de derechos de exportación. Es, decir, prácticamente se le entrega el 20% del conjunto de la producción nacional a una multinacional imperialista sin ningún tipo de contraparte. 
-Además, el decreto establece que las empresas que adhieran a este régimen "tendrán la libre disponibilidad del 100 por ciento de las divisas provenientes de la exportación de tales hidrocarburos, en cuyo caso no estarán obligados a ingresar las divisas correspondientes a la exportación del 20 por ciento de hidrocarburos". Este mecanismo es la contraparte directa del brutal cepo cambiario que imponen a millones de personas. Mientras ningún “ciudadano de a pie” puede comprar dólares con alguna libertad, este nuevo régimen les permite a las empresas gozar el beneficio de hacer lo que quieran con los mismos: reinvertirlos o enviarlos a sus casas matrices. Es decir se garantiza la continuidad de la “fuga de capitales” tantas veces negada.
-Además, y ya rayando lo bizarro, el estado está obligado, por medio del nuevo decreto, a “resarcir a las firmas” si, para sostener el auto-abastecimiento local, éstas no logran  exportar ese 20% sobre el que tienen el conjunto de los beneficios antes señalados. Así, el auto-abastecimiento se sigue “garantizando” a costa de fenomenales gastos del tesoro nacional. Si hasta ahora fue el resultado de las importaciones de combustible, a partir del 5º año de vigencia de este acuerdo, será el resultado de pagarles a las multinacionales que producen (y ganan) en terreno nacional
Pero lo que implica un salto en este intento de atraer al capital imperialista lo constituye el hecho de que no se trata de un acuerdo puntual sino de una modificación del régimen de inversiones en hidrocarburos. Es decir, el Decreto 929 garantiza una base para las futuras inversiones extranjeras a multinacionales imperialistas que puedan llevar adelante una inversión superior a los U$1000 millones, garantizando todos estos beneficios y la posibilidad de concesiones en áreas específicas por 35 años. Ante tanta capacidad de entregar del patrimonio nacional y haciendo caso omiso de la vergüenza, Raúl Dellatorre, en Página12, escribe que “Lo que importa es el contrapeso y la capacidad del Estado y la petrolera bajo gestión estatal para imponer el interés nacional y social. Sólo así se logra preservar la soberanía nacional energética”. Es evidente que el estado, con este acuerdo, está demostrando su absoluta debilidad siquiera para imponer una reglamentación mínimamente exigente.
Cuando se anunció la nacionalización de YPF (que no era más que la nacionalización del 17% del total de la producción) escribíamos que “lo que puede ser un éxito de coyuntura, reforzando el gobierno y dándole aire, presenta contradicciones a futuro no menores (…) el gobierno sufre un problema fiscal estructural. De esa contradicción nacieron a la vida la Resolución 125, la nacionalización de los fondos de las AFJP’s y las modificaciones de la Carta Orgánica del Central (…) Esa base estructural limita las posibilidades de inversión en exploración y extracción”. Precisamente ese es ahora el argumento de los analistas, tanto del gobierno como de la oposición para justificar la alianza con Chevron.
Víctor Bronstein, Ingeniero del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad, escribe que este acuerdo con Chevron es necesario por dos motivos: “El primero es que aportan los dólares en un proyecto que requiere de un enorme esfuerzo inversor. El segundo es que traen conocimiento y tecnología para poner en marcha los pozos”. Es innegable que las inversiones que no se hicieron en tecnología ni durante los 90’ ni durante la “década ganada” no se pueden realizar en un año y con importantes franjas de la producción en manos de empresas privadas. Pero “los dólares” que aporta Chevron podrían ser obtenidos tanto de las mismas empresas que se hallan en la rama del petróleo y el gas, como de retenciones más altas a las mineras o a los sectores de los grandes capitalistas del agro que, como dijimos acá, salieron de la esfera de la lucha por la “distribución de la renta”, hace rato.
Como se explica en el Dossier de este primer número de la revista Ideas de Izquierda, los terratenientes  y grandes empresarios capitalistas se llevaron en estos diez años una renta agraria cercana a 7500 millones de dólares. Si esa renta hubiese sido efectivamente apropiada por el estado, se trataría de una cifra 6 veces superior a la inversión que ahora compromete Chevron. Es decir, “los dólares” están y estuvieron todos estos años, pero en manos de las grandes corporaciones a las que el gobierno no quiso tocar.

Milani y nuevo golpe al relato de los “derechos humanos” 

El gobierno viene claramente haciendo agua en uno de los que fue sus terrenos privilegiados. Parte importante de su legitimidad política en estos años derivó de haber tomado un tema central en la historia nacional como es la cuestión del Genocidio, reapropiándose de un discurso reivindicativo de la generación de los 70’ como una generación militante que luchaba por sus ideales. Esa reapropiación (completamente parcial) sirvió para galvanizar a parte de su base social y en particular a sus corrientes militantes. Pero las denuncias del Proyecto X y el surgimiento del espionaje de la Gendarmería, así como el ninguneo brutal del gobierno nacional a la comunidad QOM, junto a la represión y asesinato de integrantes de esa comunidad por parte de gobiernos como del Formosa y Chaco, fueron golpes a ese discurso en los últimos meses.
La asunción de Milani parece estar siendo un salto en este tipo de crisis, poniendo en una situación de defensividad al gobierno. Las acusaciones que lo vinculan con el Operativo Independencia y el Batallón 601 muestran que tuvo un rol dentro de la represión estatal en la dictadura. La acusación que la está haciendo Ramón Olivera, ex preso político en La Rioja, sobre su participación en su secuestro y el de su padre, junto a la existencia de simulacros de fusilamiento, ponen en claro su rol en el accionar represivo. Ante esta catarata de ataques, Milani ha decidido presentarse a la justicia de La Rioja “espontáneamente”, negando las acusaciones de que es objeto. Más allá de cómo se desarrolle esta crisis política, de fondo lo que se evidencia son los límites del discurso de reconciliación nacional que el gobierno venia ensayando en las últimas semanas, a tono con su giro a la derecha que tenia expresión, por ejemplo, en el acuerdo con el Papa y la Iglesia.  
Ese discurso de reconciliación no puede ser impuesto esencialmente como resultado de las disputas políticas que existen por arriba. Que Clarín y La Nación hagan una campaña furibunda contra Milani por su rol en la dictadura no resiste el menos análisis. Su rol claro en la dictadura del 76’ (y en el caso de La Nación en todas las anteriores) está ampliamente reconocido. Pero en este caso también hay una responsabilidad política del gobierno nacional. Tan limitada fue su política de encarcelar a los responsables del Golpe, dejando casi sin tocar a los responsables civiles, que los grandes medios y los empresarios a su cargo, siguen completamente impunes. No es otro sino el caso de Magnetto.
El intento de cerrar las brechas entre el movimiento de masas y las fuerzas represivas fue una política de estado de la clase capitalista desde el retorno a la democracia, pasando por la Obediencia Debida y el Punto Final, los Indultos y demás decretos menemistas. Si el kirchnerismo se vio obligado a “jugar con fuego” en este terreno, hizo todo lo posible por reducir la “caza de genocidas” a los viejos gerontes inofensivos que estaban en retirada y no cumplían un rol activo. La aparición de las acusaciones contra Milani está mostrando la continuidad real de ese aparato represivo y poniendo al descubierto lo limitado de esas reformas kirchneristas. Estas brechas por arriba, donde las fracciones políticas burguesas se atacan con munición gruesa, permiten, en este caso, que la política de reconciliación con las fuerzas represivas encuentre nuevos límites. 

Crisis por arriba y emergencia de la izquierda revolucionaria

Las crisis por arriba y las peleas entre las fracciones políticas de la clase capitalista son hándicaps para la clase trabajadora, la juventud y la izquierda clasista y revolucionaria. En un mundo que empieza a tener como protagonista a la “política en las calles”, con las enormes movilizaciones en Brasil, Bolivia o Chile para nombrar sólo nuestro continente, las peleas centrales de la izquierda tienen que estar puestas en el camino de prepararse para la emergencia de crisis generalizadas que permitan avanzar en el camino de la fusión entre ella y la clase obrera, es decir en la construcción de un partido revolucionario de vanguardia.
En función de esa apasionante y más que necesaria tarea, las condiciones subjetivas de la clase trabajadora y la juventud presentan múltiples contradicciones. Pero la existencia de una potencial “nueva generación obrera”, no atada de manera directa al peronismo, abre enormes posibilidades para la izquierda (al respecto se puede consultar la muy buena nota de Paula Varela en la Revista Ideas de Izquierda de este mes) a condición de que decida dejar de “mirar de afuera” luchas centrales de la clase trabajadora como, por ejemplo, la que están dando los trabajadores despedidos de VW por su reincorporación en estos momentos o la gran pelea de las trabajadora de Kromberg


En esa tarea apostamos activamente.  

lunes, 1 de julio de 2013

Violencia y política en los 70'. El retorno tardío de la Teoría de los dos demonios


Eduardo Castilla

En estos días hemos visto el retorno, un tanto degradado, de la Teoría de los dos demonios. Si el libro de Ricardo Leis ya había logrado algunas primeras discusiones (Horacio González aquí y respuesta de Leis) ahora se viene a agregar un nuevo “arrepentido” y la salida del libro Eran Humanos, no héroes de Graciela Fernández Meijide que tiene por objetivo “criticar la violencia política de los 70”. En su edición de este domingo, La Voz del Interior, entrevista a Leis y Fernández Meijide sobre sus respectivos libros. ¿De dónde emerge este retorno del debate que se dio hace un par de años con el No Matarás? ¿Se expresa alguna novedad desde el punto de vista de los argumentos? Intentemos delinear algunas respuestas a partir de las entrevistas.

De kirchnerismo, oposición y batallas ideológicas

Estas discusiones emergen necesariamente al calor del declive del kirchnerismo. Mientras sostuvo su hegemonía política al interior del peronismo, el gobierno nacional impuso su relato de la militancia juvenil setentista como fundamento ideológico propio, en la actualidad, cuando empieza a debilitarse, surge un discurso alternativo desde el peronismo opositor. Quién mejor expuso, en estos meses, ese discurso ideológico fue De la Sota con su defensa de la figura de Rucci y su reivindicación del Perón del tercer gobierno, el de las Tres A. Junto al pedido de reducción de penas hacia los genocidas a cambio de información, estos puntos constituyen ejes vertebradores de un peronismo de derecha en el plano ideológico y de un discurso “anti-confrontación” en el terreno más estrictamente político, ataque lanzado contra el kirchnerismo. Es en este clima político donde renace la discusión sobre la violencia política en los 70’. Como parte de ese intento de “reconciliación nacional”, los libros de Leis y Meijide se inscriben en el panorama ideológico-cultural del momento.

Reconciliación y falsificación histórica

Héctor Leis viene defendiendo la idea de realizar un monumento en el que conste el nombre de todas las víctimas, hayan sido asesinadas por el terrorismo de estado o por las organizaciones guerrilleras. En el reportaje que le realiza La Voz, después de recurrir a la metafísica ahistórica más absurda (hay “una admiración argentina por la violencia que viene de la época de unitarios y federales”) pide la reconciliación para terminar con la “cultura política de la violencia” y afirma que “La memoria se empobrece y falsifica cuando no se pone al servicio de la verdad y la reconciliación”. Salvando la obviedad de que algo “se falsifica” cuando “no se pone al servicio de la verdad” tanto el relato de Reis como el Fernández Meijide se proponen construir una corriente de opinión contra la idea de que se debió haber tomado las armas contra la democracia.
Hace pocas semanas, en su respuesta a Horacio González, Leis escribía “Creer que debíamos refundar la Nación fue el error más grave de nuestra generación. A ese error le llamamos “revolución” (…) No es errado levantarse en armas cuando los medios usados no son terroristas y la revolución está dirigida a recuperar la democracia y las libertades perdidas (…) Te recuerdo que me levanté en armas contra la dictadura de Onganía, fui preso al inicio del gobierno de Lanusse y amnistiado por Cámpora. Mi error fue no haber parado ahí, y haber ingresado en una organización terrorista para construir la utopía socialista (…) lamento no haber puesto todos mis anhelos revolucionarios en favor de la democracia y la Constitución, en vez de hacer una opción por el totalitarismo socialista”.
Por su parte, Fernández Meijide dice, este domingo, que “Se dice que fueron héroes sin reconocer que eran militantes que habían idealizado su capacidad de modificación de la realidad, y que no reconocían ni la idea de democracia ni la de derechos humanos”.
Si definimos ideología como “falsa conciencia” estamos ante una clara operación ideológica: poner a salvo a la democracia (burguesa) de la lucha de clases simplificando y recortando la historia. A pesar de que Leis se atribuya a sí mismo la “verdad”, en ambas entrevistas faltan cuestiones históricas centrales, sin las cuáles es imposible entender el origen del golpe militar de marzo del 76.

Los 70’, el gobierno “democrático” y las Tres A

Como ya se ha señalado, la Teoría de los dos demonios presupone un extremismo de derecha, expresado en las Fuerzas Armadas, y uno de izquierda, en las organizaciones guerrilleras. Frente a ellos, la “democracia” intenta ser presentada como el mecanismo que debió ser respetado a rajatabla y no erosionado. Lo que todos los “arrepentidos” dejan de lado es que esa democracia, contra la que “atentaron”, actuaba abiertamente contra los luchadores obreros y populares, a través de la brutal represión que empezó bajo el gobierno de Perón, tanto en el terreno legal como en el ilegal, y que se agudizó con Isabel y López Rega. No está demás recordar (un poquito de “verdad” no viene mal) que la “erosión” a la democracia vino de la derecha peronista que llegó al poder de la mano del voto popular. ¿Paradoja? No. Peronismo.
Como escribimos hace unos días, la Masacre de Ezeiza fue el inicio de la acción contrarrevolucionaria abierta del peronismo de derecha, al frente del cuál se pondría Perón a su llegada al país. La formación de las Tres A se hizo bajo la supervisión de López Rega en el Ministerio de Bienestar Social. Las mismas empezaron a actuar “oficialmente” en Noviembre de 1973, a poco más de un mes de las elecciones que habían consagrado la fórmula Perón-Perón. La reforma del Código Penal se hizo a inicios del 74’, no sólo fortaleciendo las penas contras las organizaciones guerrilleras, sino también contra las formas de lucha que la clase obrera llevaba adelante, como las tomas de fábricas. La reforma de la Ley de Asociaciones Sindicales se hizo a favor de una podrida burocracia que estaba abiertamente cuestionada y, precisamente por eso, fue parte operativa de la Triple A. La “democracia” se erosionó bajo el impulso del gobierno más votado de la historia nacional.
Como afirmaba León Trotsky en La Lucha contra el fascismo en Alemania, libro de próxima aparición, reeditado por el CEIP y el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx “en el desarrollo de la lucha de clases, llega un momento en que es necesario decidir la cuestión de quién es el amo del país: el capital financiero o el proletariado. Las disertaciones sobre la nación y sobre la democracia en general constituyen, en tales condiciones, el embuste más descarado. Delante de nuestros propios ojos, una pequeña minoría está organizando y armando, por así decirlo, a la mitad de la nación para aplastar y estrangular a la otra mitad. No es cuestión ahora de reformas secundarias, sino de la vida o la muerte de la sociedad burguesa. Tales cuestiones nunca se decidieron mediante el voto. Quien recurra en la actualidad al Parlamento o al Tribunal Supremo de Leipzig, está engañando a los obreros y, en la práctica, está ayudando al fascismo”.
Si bien Trotsky analiza el surgimiento del fascismo, la analogía es utilizable hasta cierto punto. Mientras el Ministerio de Bienestar Social armaba las Tres A junto a la burocracia sindical de la CGT de Rucci y Lorenzo Miguel más tarde, la “disertación” sobre la democracia carecía de sentido. Es por eso que el “atentado” contra la democracia que acusa Reis no era tal y la “cultura de la violencia política” que critican ambos entrevistados fue el resultado del accionar del propio estado capitalista que se amparaba en la “elección democrática” de Perón.
El límite de Montoneros radicaba en su concepción estratégica que negaba el papel activo de las masas en la lucha revolucionaria, sustituyendo su accionar por una guerra de aparatos contra las fuerzas represivas. Precisamente eso le imposibilitaba ver que era necesario ganar a las masas para la lucha revolucionaria y esto requería un proceso que permitiera la experiencia con el gobierno peronista, no con la “democracia en general”. Lo verdaderamente revolucionario del período abierto a partir de mayo del 73’ no radicaba en la transformación “desde arriba” por parte del gobierno peronista, sino en el choque que se preparaba entre las masas obreras y el peronismo en el poder que había retornado al país a imponer orden. Es decir, la “democracia” estaba destinada a saltar por los aires en la medida en que el gobierno fuera incapaz de frenar el ascenso revolucionario en curso. Esta es la razón final del Golpe militar de marzo del 76'. 

La democracia en cuestión

De conjunto estas entrevistas van dirigidas a enfrentar políticamente al kirchnerismo, pero además a intentar imponer un clima de reconciliación “entre argentinos”, lavando la cara de las reaccionarias instituciones represivas del estado y de esta democracia que, en estos 30 años, causó brutales estragos en la vida de millones de pobres y trabajadores. De la hiperinflación a la híper-desocupación, para luego sufrir el brutal golpe de la devaluación. De los muertos en los saqueos del 89’ a los muertos en los Crímenes Sociales de Once y Castelar, pasando por los asesinados en Plaza de Mayo en Diciembre de 2001, por Mariano Ferreyra y por los miles de jóvenes ultimados o desaparecidos por la policía como Luciano Arruga. Bajo el kirchnerismo, la “democracia” fue ampliamente generosa con los grandes empresarios nacionales y extranjeros, pero no lo fue con los asesinados por pedir tierra y vivienda en el Parque Indoamericano y Ledesma.  Fue generosa con los empresarios asesinos como Cirigliano pero no con los pasajeros de los trenes.
Hoy, al igual que bajo el peronismo de los 70’, la democracia sigue siendo un régimen político al servicio de los explotadores, un régimen de opresión, control y dominación sobre los trabajadores y el pueblo pobre, donde las verdaderas decisiones se toman en los pasillos de las grandes empresas o en los ministerios donde se aloja la casta política que se enriquece mientras les sirve.

Si hace treinta años la Teoría de los dos demonios pudo ganar adhesión social, hoy tiene sus días contados. Como lo demuestran las movilizaciones en Brasil, la democracia abstracta, carente de contenido social, empieza a verse cuestionada por medio del ataque a la casta política que dirige el estado. Sobre esas tendencias que recorren el mundo y abren la posibilidad de una nueva y extendida militancia juvenil, hay que apoyarse para avanzar en la lucha revolucionaria por imponer una democracia verdaderamente generosa que permita decidir a las masas trabajadoras sobre todas y cada una de las grandes cuestiones de la vida nacional.