Hace 36 años,
en la clandestinidad y gravemente enfermo moría Agustín Tosco. El “Gringo”
encarnó la pasión, el esfuerzo militante, la abnegación y la fuerza para
soportar enormes sacrificios de una generación. Además representó, para la
clase capitalista nativa y el gran capital extranjero que dominaba (y aún domina)
la nación, una figura de la insurgencia
obrera que recorría la Argentina y que se materializó en las calles, los
lugares de trabajo y en la sociedad en general.
Tosco, como
pocos, fue un protagonista central del período, atacado y perseguido hasta su
muerte. Su valentía y la persecución sufrida no nos eximen de intentar un
análisis crítico de los límites de la política que impulsó. Es preciso sacar
lecciones de una época signada por el enfrentamiento abierto entre revolución y
contrarrevolución, donde el “Gringo” tuvo gran protagonismo.
Hoy, cuando en
Argentina vemos desarrollarse en el movimiento obrero al “sindicalismo de base”, atacado
por el gobierno, la justicia, la patronal y la burocracia sindical, sacar las lecciones del accionar de
una figura (y de una corriente político-sindical) es central.
La extensión del tema nos obliga a dos cosas: en primer lugar dividirlo en ejes. En segundo
lugar, y más importante, aclarar que se trata de apuntes para abrir un debate.
En este primer
post vamos a desarrollar una crítica a lo que podemos llamar la concepción
política de la revolución que expresó Tosco en el período 69-75. Esto implicó una
política determinada sobre el peronismo que nos proponemos debatir en el
segundo post. Finalmente (por ahora) en un tercer post vamos a señalar las
consecuencias para el “sindicalismo de liberación” producto de esta política y
los límites que esto conllevó en la vanguardia obrera.
Una concepción etapista de la lucha de la lucha de
clases y la revolución
Como se ha
escrito acá,
el proceso que se abre en el año ‘69 está signado por el desarrollo de un
ascenso revolucionario de masas con un protagonismo central de la clase obrera.
Ascenso que enfrentó primero a la dictadura de la autodenominada Revolución
Argentina y luego, de manera creciente, al peronismo en el poder. En este
período las masas tendieron a cuestionar objetivamente la estructura capitalista
nacional. Pero Tosco, más allá del discurso revolucionario y socialista, buscará
en la práctica una alianza con sectores de la burguesía nacional en el camino
de reformar el capitalismo argentino, intentando superar la opresión imperialista.
Desde su
juventud se había identificado con el peronismo. Igual que la enorme mayoría de
la clase trabajadora abrazó las banderas de la “justicia social” bajo el primer
gobierno peronista, producto de las sustanciales mejoras obtenidas por los
trabajadores.
Para Tosco, un
aspecto esencial del peronismo será el
antiimperialismo. Por eso, cuando al final del segundo gobierno de Perón, éste
empezó un giro hacia una mayor relación con el capital
imperialista, criticará
“en el 54 y 55 adoptamos una actitud
crítica hacia el peronismo (…) en la discusión sobre el petróleo estuvimos en
la oposición”(pág.57).
Su antiimperialismo lo llevó a apoyar a Frondizi en el ’58, ya que el dirigente de la UCRI hizo una campaña con tinte nacionalista. James reseña que entre los sindicatos “existía también una simpatía ideológica fundamental con algunos principios básicos de la política desarrollista (…) el nacionalismo económico de Frondizi tenía paralelos en la experiencia peronista anterior a 1955”. El giro del radical hacia una política pro-monopolios, significará para Tosco una gran decepción. En una carta a Susana Funes escribía “el degenerado político A. Frondizi, el más grande estafador de las esperanzas populares. El único caradura que sostiene que el imperialismo tiene interés en ayudar a los países subdesarrollados”.
Su antiimperialismo lo llevó a apoyar a Frondizi en el ’58, ya que el dirigente de la UCRI hizo una campaña con tinte nacionalista. James reseña que entre los sindicatos “existía también una simpatía ideológica fundamental con algunos principios básicos de la política desarrollista (…) el nacionalismo económico de Frondizi tenía paralelos en la experiencia peronista anterior a 1955”. El giro del radical hacia una política pro-monopolios, significará para Tosco una gran decepción. En una carta a Susana Funes escribía “el degenerado político A. Frondizi, el más grande estafador de las esperanzas populares. El único caradura que sostiene que el imperialismo tiene interés en ayudar a los países subdesarrollados”.
Pero el
antiimperialismo de Tosco tuvo un límite marcado por su concepción de
colaboración de clases.
Lucha antiimperialista y socialismo
El marxismo estuvo
atravesado en el siglo XX, por debates acerca del carácter de la revolución social. Entre
los aspectos del mismo se
incluía la relación, en el curso de la lucha revolucionaria, entre la
burguesía nacional y el movimiento obrero y las masas pobres.
Las corrientes estalinistas y maoístas como el PC y el PCR
sostuvieron y sostienen para América Latina la necesidad de una primera etapa
de “revolución popular” o “antiimperialista", separada indefinidamente en el
tiempo, de una segunda etapa de “revolución socialista” Esto implica la
subordinación de los intereses del proletariado a los de la burguesía nativa.
Contra esa
concepción, el trotskismo ha sostenido que “Con respecto a
los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y
semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la
resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación
nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado,
empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de
sus masas campesinas”.
Una lucha a
fondo contra la opresión imperialista implica la movilización revolucionaria de
las masas, algo que la burguesía nativa no está dispuesta a realizar. Por eso se
convierte en un freno a la lucha antiimperialista, quedando entonces planteada
como una tarea de las masas bajo la dirección del proletariado organizado de
manera independiente.
La lucha contra el imperialismo queda ligada así a
la expropiación del conjunto de los capitalistas
y a la construcción de un poder propio de la clase trabajadora y los pobres de
la ciudad y el campo.
Burguesía nacional e imperialismo en el siglo XX
La historia
mundial y de Latinoamérica demuestra cabalmente que la perspectiva de la
revolución por etapas condujo a enormes derrotas y fracasos del movimiento de
masas.
En América
Latina sólo la revolución
cubana de 1959 fue capaz de arrancar a las masas pobres del atraso y
obtener conquistas que aún hoy, de manera cada vez más degradada, se mantienen.
Pero tuvo que recurrir a los métodos de la dictadura del proletariado: la
expropiación del conjunto de los capitales nacionales e imperialistas,
“saltándose” abiertamente las etapas intermedias.
Una década
antes, la
revolución china había demostrado la misma dinámica: más allá de los
objetivos iniciales de los revolucionarios, el proceso ulterior de
enfrentamiento de clases condujo a la expropiación del conjunto de los
capitalistas para garantizar la estabilidad del nuevo régimen.
Así, al inicio
de “los 70”, la concepción etapista de la lucha revolucionaria había sido refutada
no sólo por la gran revolución rusa de 1917, sino además por las experiencias
china y cubana.
A pesar de ese
enorme caudal de experiencia histórica, las corrientes estalinistas como el PC
se mantenían en una estrategia etapista. A su izquierda un enorme conglomerado
de corrientes (que fue denominado “nueva izquierda”) criticaba abiertamente ese
reformismo.
Tosco, pese a
no haber pertenecido formalmente al PC, coincidió en muchas de sus posiciones
fundamentales. Su concepción fue esencialmente etapista., lo que lo llevaba a una política reformista. Esto, en el
terreno práctico concluía en la búsqueda de alianzas con
sectores políticos patronales, representantes de las capas burguesas oprimidas
por el capital internacional. Al mismo tiempo, ponía un límite a la perspectiva
de desarrollar una política independiente por parte de la clase obrera.
Esto lo podemos apreciar en algunas afirmaciones extraídas de sus discursos y escritos. En junio de
1969 dirá
“Tenemos una inmensa fe en que el pueblo
triunfará (…) Para ello la unidad combativa del Movimiento Obrero, del
estudiantado, de los sacerdotes progresistas, de las fuerzas civiles y militares patrióticas, de todos los
hombres y mujeres argentinos, es un factor de fundamental importancia”(pág.
282, resaltado nuestro).
En
el ’73, “Estoy a favor de la lucha
antiimperialista como un paso hacia el socialismo. En la Argentina,
el socialismo está un poco lejos, pero la lucha liberadora, antimonopolista y
antiimperialista está más cerca. En esa lucha se encuentran todos los
sectores populares y, entre ellos, desde luego, hay sectores burgueses, propietarios de pequeñas y medianas empresas,
pero no la gran burguesía ni la oligarquía que están vinculadas al orden
imperialista…también los pequeños y medianos propietarios de tierras, todos
estos tienen un papel que cumplir” (pág. 346, resaltado nuestro).
En busca de la “unidad popular”
Para Tosco, la
alianza social “antiimperialialista” debía estructurarse en una alianza política
concreta con sectores “de avanzada” de los partidos políticos patronales.
Dirá “No tengo mayores diferencias con el
sindicalismo peronista que levanta las banderas de la liberación nacional y
social de la patria (…) mi posición es el respeto a las diferencias partidarias
y a la concreción de la unidad de acción en la lucha, recorriendo todos los
caminos necesarios para construir una funcionalidad cada vez mayor entre las alas progresistas de esos dos
grandes movimientos populares (peronismo y radicalismo NdR.) y el resto de los sectores políticos de
izquierda”( La clase revolucionaria…Pág. 152, resaltado nuestro)
Su modelo de
organización política para la conquista del poder, parece haber sido la Unidad Popular que llegó al gobierno en 1970 en Chile. En 1970, decía “En primer término es cierto que yo tengo
simpatías por el ENA. En segundo lugar, el
ENA es un germen de unidad popular. Nosotros no creemos que la unidad
popular significa excluyentemente al ENA (…) la unidad popular necesita del peronismo revolucionario. Necesita del
radicalismo y de los sectores que van hacia la izquierda” (La Clase…Pág.
238, negritas nuestras), Para una referencia al ENA, ver acá.
Tosco volverá
a señalar esta idea en el VI Congreso del FAS
al señalar que “con el FAS y otras
fuerzas obreras, populares y democráticas, podremos construir el gran Frente
político que sea la palanca indispensable que necesitamos para la liberación
(…) Sostengo que desde el FAS y de otras concepciones frentistas, abrazando a hombres y organizaciones
peronistas, radicales, sociales, comunistas, cristianas, intransigentes e
independientes debe constituirse el Frente de Liberación Nacional para liberar
definitivamente a nuestra clase, a nuestro pueblo y a nuestra Patria de la
explotación y la opresión que imponen la oligarquía, la reacción interna y el
imperialismo” (La Clase…Pág. 287)
Las citas que
aquí relevamos (de las cuáles podríamos encontrar decenas más) dejan en
evidencia que el objetivo de Tosco era avanzar en la constitución de un frente político
y social de colaboración de clases, “desbordando” los reagrupamientos que no
iban abiertamente en aquella perspectiva.
Este intento
de conformar una “unidad popular” criolla implicará que Tosco se niegue a
desarrollar al interior del movimiento obrero combativo, una política de
delimitación con las corrientes políticas burguesas, centralmente con el peronismo.
Esto
significaba, de hecho, poner un freno a las tendencias más radicales
del movimiento obrero, algo que se va a expresar concretamente alrededor
de los choques con los clasistas de SiTraC-SiTraM. Al mismo tiempo,
estuvo lejos de ubicarse como un polo alternativo a los sectores que
llamaban a confiar en que el gobierno peronista daría una salida a los
reclamos de las masas.
Tosco,
con su apoyo al ala izquierda del peronismo, terminó siendo funcional a
la política (absolutamente impotente) que estos sectores impulsaron de
presionar sobre Perón para obligarlo a ir hacia la izquierda,
precisamente hacia donde el viejo General no quería ir.
Esto lo desarrollaremos más extensamente en el siguiente post.
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