sábado, 3 de marzo de 2012

Cristina sube al ring (o el bonapartismo en escena)


El principal cambio de la última semana, en la situación política nacional, es la vuelta al centro de la escena política de CFK, con el discurso en Rosario y el que dio en la apertura de las sesiones legislativas. Su retorno tiene que ver con la necesidad de imponer orden en el momento que fue definido como el peor mes de su gobierno. Hace unos días escribíamos que su silencio era funcional a evitar que las crisis en curso la salpicaran para así preservar la principal conquista de la burguesía en el período posterior a la profunda crisis del 2001.
Su salida a escena viene a reafirmar esa crisis. La ausencia de un régimen político más o menos estable, con figuras fuertes, con un mecanismo parlamentario aceitado, con una justicia deslegitimada, son una herencia de la crisis orgánica que se expresó en el 2001 y que llevó a cientos de miles a cantar Que se vayan todos. Pero a estos problemas históricos hay que sumarle un plus en los últimos meses. Cristina aplastó a la oposición burguesa en las elecciones octubre, dejando un régimen casi de partido único, pero que estratégicamente es débil por ser una coalición de intereses yuxtapuestos. Al mismo tiempo, producto de sus necesidades como camarilla gobernante, CFK se rodeó de una troupe de obsecuentes (del tipo de La Cámpora, Boudou y demás) que limita el número de cuadros capaces de actuar con reflejos ante los problemas que emergen. Un claro ejemplo es la suplantación de Aníbal Fernández (que tenía un cierto juego propio) por el intrascendente Abal Medina que, en el medio de la crisis por la masacre de Once, insistió en que “el estado había estado presente”.

Entre la agenda estratégica y la prepotencia presidencial

Cristina se despachó en su discurso en el Congreso contra los docentes. Lo hizo con los argumentos más odiados por los mismos trabajadores y trabajadoras de la educación y abrió otra crisis dentro de la coalición kirchnerista-cristinista. Desde Sabbattela hasta la burocracia de CTERA, todos tuvieron que mostrar su rechazo. ¿Se equivocó Cris? ¿Se fue de boca?
El gobierno viene subido a la ola del 54% de los votos. Esa parece la cifra mágica esgrimida como argumento legitimador para justificar cualquier cosa. La legitimidad “de origen” sirve para atacar a los docentes, evitar pronunciarse ante la masacre de Once y apoyar la mega-minería, además de espiar a los luchadores obreros y populares. Sobre este argumento edifican sus más que rebuscadas interpretaciones los intelectuales K y muchos blogueros.
Pero las palabras de Cristina contra los docentes no fueron sólo un exabrupto o una pasada de rosca. Sobre este 54% de los votos pretende montarse Cristina para arbitrar entre las clases sociales y llevar adelante lo que definimos como una agenda estratégica. Una agenda donde se busca evitar la emergencia del movimiento obrero y las masas pobres en la escena política así como impedir el desarrollo de una vanguardia política combativa de esos sectores. En esta agenda tienen su raíz el Proyecto X, el ataque a los docentes, la condena a todos los métodos de acción directa y los enfrentamientos con Moyano, entre algunos de los elementos de la situación reciente.
Los límites de la reconstrucción del régimen político argentino en todos los órdenes son los que ponen a CFK en el papel de árbitro. Árbitro que, por otra parte, debe defender los intereses estratégicos de la clase capitalista, al mismo tiempo que sostiene la base de su poder.

En defensa del (su) capital

CFK defendió la labor de Schiavi y la gestión K del servicio ferroviario. En esta defensa se juega la de todo el sistema de privatizaciones y concesiones en este sector. ¿Es viable otra forma de viajar para millones de personas? Si en 9 años de crecimiento a niveles record no se pudieron modificar estas condiciones, es la confesión de que nada serio se hará. La única alternativa para evitar que cada tren sea un potencial Cromañón en movimiento, pasa por re-estatizar el sistema en su conjunto y ponerlo bajo gestión de los trabajadores y usuarios. Muchos objetan que el estado fracasó en los 80’. Pero lo que fracasó fue la gestión del estado capitalista. El mismo que ha llenado de subsidios a las empresas para nada.
Tirar abajo la concesión de TBA puede ser una medida parcial que el gobierno utilice para recuperar cierta imagen, pero la discusión abierta acerca de la herencia menemista en los trenes seguirá ondeando sobre la cabeza del gobierno mostrando, ante cada hecho, que nada de los fundamental ha cambiado.
En su ataque a los docentes CFK asume el rol que la clase capitalista en su conjunto necesita para sostener sus ganancias en el medio de la crisis internacional. Uno de los “secretos” del crecimiento de los últimos años fueron los bajos salarios de la clase trabajadora. Esa “herencia” es lo que la burguesía autóctona y extranjera necesita garantizar. El ataque de CFK contra los docentes responde entonces a esa necesidad estratégica, junto a limitar el poder de acción de las organizaciones de la clase trabajadora.  De ahí que el exabrupto resultaba “necesario”.
Finalmente el gobierno apunta a sostener su caja como requisito fundamental de su poder de árbitro. De ahí la medida de terminar de liquidar la Ley de convertibilidad, que muchos blogueros K festejan como un gran avance, cuando tiene por función permitir el uso de reservas a discreción por parte del gobierno, para solucionar la escasez de dólares actual resultado de la fuga de capitales y de la salida de remesas de utilidades del país. Una vez más se evidencia el carácter de “bonapartismo fiscal” que negocia, premia y castiga, usando los fondos del estado, lo que lo obliga a asegurar los mismos a cada paso.

Una deslegitimación creciente

Como se escribió acá, un elemento central del cambio en la situación política es la emergencia de la indignación popular contra el gobierno y TBA por la masacre de Once. Esa misma indignación es la que recorrió a los docentes de todo el país frente al discurso de Cristina en la apertura se sesiones. Sus ataques generaron una ola de repudio que obligó a que hasta la misma burocracia sindical de CTERA que viene siendo oficialista, así como otros dirigentes sindicales de provincias, como Baradel (Buenos Aires) y Monserrat (Córdoba), salieran a responder.
Estamos ante una creciente deslegitimación política del gobierno nacional en amplios sectores de las masas. Pero lo novedoso radica en que esta crisis política ayudar a procesar una experiencia con la misma figura presidencial, la institución que más se recuperó desde el 2001. De ahí la gran significación que tiene que Cristina vuelva al centro de la escena. Cada hecho de la realidad la golpea directamente. Se trata de una situación en desarrollo. La defensa de la mega minería y el silencio ante la represión en Catamarca fueron los primeros elementos de esta deslegitimación. La denuncia del Proyecto X, pero sobre todo la impunidad ante la masacre de Once y los ataques a los docentes vienen a coronar 15 días de giro a la derecha más pronunciado. Giro que empieza a socavar la confianza que el gobierno tenía por parte de sectores de masas.
Esto recrea elementos incipientes a la apertura de una nueva “separación entre dirigentes y dirigidos”, es decir lo que se ha definido como “Crisis orgánica”. Mientras más Cristina intenta imponer su agenda estratégica, más se aleja como gobierno de las necesidades de las masas trabajadoras y alienta estas tendencias. Que parte de este paso a la oposición política se desarrolle en un sentido progresivo, hacia la ideas de la izquierda revolucionaria, depende de la actividad de ésta, en el marco de amplio campo de oportunidades que abre la situación.  

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