Las imágenes de la represión en
Tinogasta son brutales. Mujeres con niños llevados por la policía, personas
golpeadas en el piso, muletas que ocupan el centro de la pantalla, las caras cubiertas
para que la “identidad” represora quede a salvo.
Imágenes del menemismo se dijo acá.
No es para menos. Decenas de presos entre ayer y hoy para defender los negocios
de grandes pulpos imperialistas que destruyen el medio ambiente mientras
envenenan las aguas y la tierra. Represión al servicio del saqueo imperialista.
Pero mientras la represión es
condenada de manera unánime, incluso por algunos de los funcionarios del gobierno
nacional como Aníbal Fernández, (que “olvida” la represión en el Indoamericano)
CFK aturde con su silencio. Una vez más, el silencio es la política predilecta frente
a estos hechos. Ya lo vimos cuando los hermanos Qom fueron asesinados por el
gobernador aliado de Cristina, Gildo Insfrán. Ya lo vimos en Ledesma cuando el
pueblo trabajador, que exigía vivienda en el país del crecimiento a tasas
chinas fue reprimido, asesinatos incluidos, por la policía provincial del
gobernador (también K) Walter Barrionuevo.
¿Casualidad? ¿Azar? Nada de eso. Frío
cálculo político. Lógica implacable de los hechos.
Como se ha señalado acá,
el kirchnerismo y el cristinismo constituyen un movimiento político ligado
estrechamente en sus orígenes a la crisis política y social de diciembre del
2001. Su carácter es el resultado del intento de recomponer la autoridad
política estatal luego de las jornadas revolucionarias de aquel diciembre
caliente.
Pero ese proceso implicó un
movimiento contradictorio. Para verse forzados a restaurar la confianza en las
instituciones, tuvieron que tomar aspectos de ese lenguaje que se expresó en
las calles, tuvieron que ser “agentes” de algunas de esas demandas. Agentes de
su perversión, de su aggiornamento, de la pasivización, de su negación, pero
agentes al fin.
Sobre esa base creada por años de
doble discurso, de defensa de los derechos humanos, de juzgar a los genocidas,
de repudiar los 90, de recuperar la soberanía, de muchos etcéteras de ese tipo,
se opera el actual giro político. Por lo tanto no es gratuito. Tiene su costo,
sobre todo ante aquellos que en estos años confiaron, creyeron, se ilusionaron
con el cambio de paradigma político.
Pero la defensa
de CFK de las mineras tiene una lógica de hierro. Cristina y Néstor fueron
grandes abogados de las petroleras en los 90, época del inicio indiscriminado
del saqueo a la nación ¿Cómo no iban a
serlo de las mineras en estas épocas de esplendor?
Un régimen que no termina de ser
¿Llegó el
kirchnerismo-cristinismo a recomponer la autoridad del estado burgués? Sí y no.
Sí porqué logró que amplios sectores de la población vuelvan a creer en el voto
como mecanismo de decisión, como señaló el amigo Juan Dal Maso acá
hace unos meses.
No, por qué no logró la reconstrucción
de un sistema de partidos y de figuras políticas capaces de actuar con fuerza en
momentos de crisis social aguda. Salvo la figura de Cristina, todos los demás
son reemplazables en el elenco oficial y eso constituye una debilidad central a
la hora de pensar las respuestas burguesas ante la crisis en curso.
En esa debilidad del régimen
político de la burguesía argentina, radica la necesidad de “preservar y de
preservarse” a (de) Cristina. El bonapartismo como régimen de dominio tiene
implícita esta contradicción. Elevar a una figura por sobre el conjunto de las
clases y los sectores sociales, transformarla en el árbitro(a) de la nación,
significa ponerla en el centro de la escena y, permanentemente, tratar de
sacarla de allí.
Cristina juega el papel de decir quién
“puede” y quién no “puede” hablar. Qué discurso es legítimo y cuál atenta
contra la nación. Quién está a favor del progreso del país y quiénes son “dogmáticos”
que lo retrasan. Pero al mismo tiempo carga con el peso de esas decisiones. Es la
responsable de los gestos políticos por ella avalados. La represión en
Tinogasta y en Belén es un legítimo producto de los enfervorizados discursos de
CFK contra la acción directa y a favor de la minería.
Los “aliados” del modelo y las tendencias a la acción directa
Precisamente porque hay que
evitar de alguna manera que CFK cargue con todo el peso de las decisiones
tomadas en este giro, el papel de los gobernadores es fundamental. Como
señalamos acá
hace poco más de un mes “El aparato
peronista es central en el esquema de dominación capitalista en Argentina. En
todo caso la pelea del cristinismo, con sus múltiples corrientes, es una pelea
por apropiarse de “su” parte del aparato y dirigir (negociando, cooptando y
extorsionando) al conjunto del mismo”. Es en este contexto que el gobierno
nacional no puede prescindir de los Insfrán, Barrionuevo, Corpacci. No sólo se
terceriza al ajuste sino también la represión.
Y el silencio es fundamental. Tiene un alto
significado político. Cristina no puede condenar lo que avala en cada aparición
pública. Pero tampoco puede avalar lo que muestra la continuidad con la vieja
política de los 90’. En esos silencios se expresan los límites de la recuperación
del régimen político burgués en la Argentina.
Y ese es un hándicap para las
masas trabajadoras del país. A ello se suma una “herencia” que el kirchnerismo-cristinismo
no pudo borrar: las tendencias a la acción directa que se sostienen desde el
2001 y son un elemento actuante a
futuro, cuando el movimiento de masas desarrolle una resistencia a los planes
de ajuste y sus consecuencias.
Como dijimos acá, fueron “las tendencias asamblearias y a la acción
directa. Las asambleas populares surgidas al calor de las jornadas de diciembre
sentaron una tradición que se continuó en distintos sectores del movimiento de
masas. Tradición que se enlazó y combinó con las tendencias a la acción directa
como medio de solución a diversos reclamos”
Esto es lo que se viene
expresando en la lucha contra la contaminación ambiental y la minería a cielo
abierto. Esa es una de las tareas “inconclusas” del kirchnerismo. De ahí su
necesidad de avalar, con su silencio, cada hecho represivo.
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