Gilbert Achcar es entrevistado
por Rebelión este
viernes 16 de setiembre sobre los procesos revolucionarios que se desarrollan
en el mundo árabe, que constituyen un elemento central del “cambio de época”
que se respira. Achcar hace una comparación con la “Primavera de los pueblos”: “Cuando digo que es una “revolución
democrática” quiero decir que el actual movimiento es mucho más parecido a la
“primavera de los pueblos” del Siglo XIX (1848), que se extendió por Europa
desde París a Viena, que a la ola revolucionaria de 1918, que tuvo lugar
después de la revolución rusa”
Al finalizar dice que “Actualmente, la metáfora primavera es mucho
más justificada, incluso a pesar de que la “primavera de los pueblos” en el
Siglo XIX terminó mal”
Nosotros también hemos señalado
la similitud de esos procesos aquí pero marcando los
límites de la analogía, precisamente lo que Achcar no hace. Así evita afrontar
los problemas estratégicos que se desprenden de esta “vuelta de la revolución”
a la escena mundial.
1848 en sus límites
Las revoluciones de 1848 fueron
un momento transicional entre la época de las revoluciones burguesas y la época
de las revoluciones proletarias. Alain Brossat escribió
que se trataba del “ya no más de la
revolución burguesa y el todavía no de la revolución proletaria”.
Lejos de ser revoluciones que
apuntaran sólo a instaurar el régimen democrático, como en parte lo intenta
mostrar Achcar, se trataba de procesos que atacaban la dominación feudal en
función del desarrollo capitalista y que ponían en el orden del día las reivindicaciones
sociales del movimiento obrero y las masas pobres.
Cuando todavía se podía oler la
pólvora de los cañones con los se masacró al proletariado parisino, Marx
escribía “Ya les habíamos dicho,
hermanos, en 1848, que los liberales burgueses alemanes llegarían pronto al
poder y que inmediatamente emplearían contra los obreros este poder recién
obtenido (…) han sido los burgueses quienes se apropiaron del poder,
utilizándolo sin dilaciones para obligar a los obreros, sus aliados en la
lucha, a volver a su anterior condición de oprimidos”
La burguesía
alemana, asustada ante el desarrollo de la revolución, se echó atrás, en las
manos del partido feudal. En Francia, la burguesía masacra a los trabajadores
en las jornadas
de Junio para silenciar los reclamos de una “república social”. Para
ilustrar mejor agreguemos lo que señala Trotsky en Resultados
y Perspectivas: “En el año 1848, la
burguesía (…) No era lo suficientemente dispuesta ni audaz como para asumir la
responsabilidad de la eliminación revolucionaria del orden social que se oponía
a su dominación (…) Su tarea consistía más bien -de eso se daba ella cuenta
claramente- en incluir en el viejo sistema garantías que eran necesarias, no para
su dominación política, sino simplemente para un reparto del poder con las
fuerzas del pasado. La burguesía había extraído algunas lecciones de la
experiencia de la burguesía francesa: estaba corrompida por su traición y
amedrentada por sus fracasos. No solamente se guardaba muy bien de empujar a
las masas al asalto contra el viejo orden sino que buscaba un apoyo en el viejo
orden, con tal de rechazar a las masas que la empujaban hacia delante”.
Eliminando estas "molestas" cuestiones del estudio de las revoluciones del Siglo XIX, es muy sencillo
asociarlas a los actuales procesos en los países árabes sin mayores
contradicciones. Por el contrario, reivindicar “ese legado” sin explicitar los
límites de esos procesos y el cambio de época, termina siendo funcional a apoyar
la “democracia” a secas, carente de contenido de clase. Por eso el entrevistado
plantea que “Más bien habría que tomar en
consideración el hecho de que las poblaciones de esos países están hartas de
despotismo, y que necesitan urgentemente liberarse de él como cualquier otra
población en el mundo. Lo que fue
considerado bueno para Europa Oriental, por ejemplo, también se aplica a los países árabes”(resaltado
nuestro).
Esta reivindicación de los
procesos que llevaron a la caída del Muro de Berlín deja de lado el enorme hundimiento social que significaron los avances capitalistas en esos países. Incluso
desde el punto de vista de la democracia burguesa, los regímenes surgidos, en
muchos casos, no pasaron de tener como protagonistas a los viejos burócratas reciclados.
Democracia y contenido social
Lejos de la panacea que quiere
brindarnos Achcar, la democracia no tiene un carácter social indefinido sino
que responde a los intereses de la clase dominante o de su fracción dominante. Bajo
la actual dominación burguesa no puede más que ser la democracia de la minoría de
los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Más allá del mecanismo del
voto que permite cada dos o cuatro años elegir a los “representantes
políticos”, las grandes cuestiones de la vida nacional siguen siendo decididas
por pocos.
Los marxistas luchamos por desarrollar
la pelea por las demandas democráticas en el camino de la superación del
régimen capitalista. Nuestra corriente ha debatido precisamente contra la perspectiva de considerar las revoluciones
democráticas como etapa "necesaria" de los procesos revolucionarios.
Pero años de derrotas del
movimiento de masas han extirpado de la conciencia de las grandes masas y de
los intelectuales las ideas de la revolución social. El único cambio que parece
ser visto como posible se da dentro de los marcos de la democracia actual.
Pero durante los últimos 30 años las
grandes potencias, de la mano de las burguesías locales, utilizaron los
mecanismos de contención de la democracia burguesa para los procesos
revolucionarios. Como se estudia acá la
burguesía se valió de este recurso no sólo para imponer la continuidad de su
dominación sino para hacer avanzar la contrarrevolución social que fue el
llamado neoliberalismo.
Por el contrario, en los estados
del mundo árabe, la (contra) revolución neoliberal avanzó por medios de
regímenes brutalmente totalitarios como el de Mubarak, Ben Alí y Gadafi. Precisamente
por ello no se puede separar o “autonomizar” la forma del régimen político,
separándolo de sus resultados económicos a favor del gran capital. El retorno a
las “formas democráticas” no garantiza el fin de la opresión de las masas y la
nación por parte del imperialismo ni el fin de las enormes inequidades sociales
generadas en las últimas décadas como lo demuestra América Latina.
En el mundo árabe en ebullición,
la cuestión
social está enormemente ligada a los problemas del régimen democrático. Una
salida democrática que no revierta la sumisión del país al capital imperialista
y el consecuente hundimiento de las condiciones de vida de las masas, sólo será
una modificación parcial para que nada de lo esencial cambie.
Esto es lo que está ocurriendo en
estos momentos, donde la transición en Egipto se halla estancada y esto empieza
a generar crisis entre las masas y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas en
el poder. Es lo que sucede en Libia, donde son las potencias imperialistas por
medio de la OTAN
los que apadrinan el cambio político en Libia, defendiendo la recuperación de
una democracia al servicio de sus intereses.
Este tema lo desarrollaremos más extensamente en otro post.
No hay comentarios:
Publicar un comentario