sábado, 24 de septiembre de 2011

Un debate sobre el carácter de los procesos revolucionarios en el mundo árabe (Segunda Parte)


El movimiento obrero y las demandas democráticas

Decíamos acá que Gilbert Achcar reivindica una “revolución democrática” en los países del norte de África en contraposición con un movimiento de “base de clase”. Esta posición no es la única dentro de intelectuales que se reclaman “de izquierda”. Son muchos los “marxistas” que ceden ante la “imposibilidad” de superar en la lucha los marcos del régimen de la democracia burguesa.


En su contraposición entre la agenda de la “revolución democrática” y una “revuelta con base de clase” Achcar señala que “Los dos países donde han tenido más éxito los levantamientos hasta ahora, es decir Túnez y Egipto (…) son en realidad los países donde el movimiento obrero se unió a la lucha (…) No son movimientos con un carácter radical anticapitalista – por lo cual no nos encontramos en una especie de situación posterior a la Primera Guerra Mundial. Son más bien trabajadores que aprovechan la oportunidad de la agitación actual para impulsar sus propias demandas de cambio social y reforma”. (Resaltado nuestro)



Los procesos revolucionarios de la primera posguerra estuvieron marcados por una profunda radicalización que tuvo que ver con los padecimientos brutales a los que fueron sometidas las masas en esos años. Millones de muertos y heridos, la destrucción total o parcial de ciudades y regiones enteras, las hambrunas extendidas. Precisamente por los enormes padecimientos que implica la guerra para millones, es que es partera de revoluciones.



Sin tomar en cuenta esa diferencia, es completamente parcial hacer una analogía como la que hace Achcar. Pero al mismo tiempo, el entrevistado “olvida” el retroceso de la subjetividad del movimiento de masas en las últimas décadas. Si la lucha del movimiento obrero no asume aún formas políticas más radicalizadas y no cuestiona el conjunto del poder capitalista, sino aspectos parciales de sus formas explotación, esto se halla ligado a dos factores.

Por un lado, como ya señalamos aquí, a la subjetividad del movimiento obrero e incluso del movimiento de masas que, en su conjunto, tuvo un franco retroceso en los últimos 30 años y limó la idea de la revolución social. En esto la discontinuidad del marxismo revolucionario en tanto movimiento real con influencia de masas o en sectores significativos de la vanguardia fue un elemento central.

Por otro lado y, en gran parte como consecuencia del primer aspecto, al rol de sus direcciones reformistas que no se proponen avanzar en una pelea que permita liquidar el orden burgués, sino que sostienen perspectivas de reforma del mismo sistema capitalista.

Dirección y conciencia

El siglo XX mostró que la clase trabajadora puede elevarse al plano del la lucha política superando el estadio de las luchas sindicales. Esto incluso, en ausencia de una dirección revolucionaria.

Pero también quedó en evidencia que no puede vencer a la clase capitalista sin un partido revolucionario que se proponga esa meta. Como señaló Trotsky en Lecciones de Octubre “El proletariado no puede apoderarse del Poder por una insurrección espontánea. Aun en un país tan culto y tan desarrollado desde el punto de vista industrial como Alemania, la insurrección espontánea de los trabajadores en noviembre de 1918 no hizo sino transmitir el Poder a manos de la burguesía. Una clase explotadora se encuentra capacitada para arrebatárselo a otra clase explotadora apoyándose en sus riquezas, en su "cultura", en sus innumerables concomitancias con el viejo aparato estatal. Sin embargo, cuando se trata del proletariado, no hay nada capaz de reemplazar al partido”

En la época de la “Primavera de los pueblos” el proletariado no había “madurado” lo suficiente como para enfrentar y derrotar el poder de los capitalistas. Pero en los siglos XX y XXI, el límite a la acción del movimiento obrero, en condiciones revolucionarias o prerrevolucionarias agudas como la de Egipto o Túnez, está impuesto por su dirección. Esto es absolutamente subvaluado (por no decir ignorado) por Achcar a la hora de analizar los países árabes. El rol de la dirección es fundamental en tanto impulsa a las masas a la lucha o, por el contrario, actúa como un freno a sus tendencias más radicales.

La revolución alemana de 1918, a pesar del profundo cuestionamiento al capitalismo no finalizó en el establecimiento de un gobierno de los trabajadores y el pueblo, sino en un régimen democrático burgués. Fue esencial el rol de la socialdemocracia, como explica el mismo Trotsky “En cuanto a la revolución alemana de 1918, es evidente que no fue el coronamiento democrático de la revolución burguesa, sino la revolución proletaria decapitada por la socialdemocracia, o, por decirlo con más precisión: una contrarrevolución burguesa obligada por las circunstancias a revestir, después de la victoria obtenida sobre el proletariado, formas pseudodemocráticas. (Resaltado nuestro)

A la salida de la Segunda Guerra Mundial, el stalinismo jugó el papel de encausar los procesos revolucionarios dentro de los límites del régimen capitalista, como se explica muy bien acá. En todas estas situaciones la clase trabajadora fue frenada por su dirección reformista, anulando las tendencias más revolucionarias de las luchas en curso.

El movimiento obrero en Egipto

Es innegable que la lucha por democratizar el conjunto de la vida social, incluso los sindicatos y los lugares de trabajo es un elemento central del proceso de Egipto. Estas cuestiones ya habían sido tratadas acá.
Pero reducir el proceso a la lucha por “más democracia” es limitar la profundidad del mismo. Hoy muchas de las demandas de las masas siguen sin ser resueltas. En las últimas semanas, la clase trabajadora viene tensando los músculos en una creciente cantidad de huelgas por sector y el desarrollo de nuevas organizaciones sindicales. Al mismo tiempo, el conjunto del régimen mantiene elementos de continuidad que han disparado movilizaciones masivas en las cuáles ha habido represión y enfrentamientos con las fuerzas represivas.

Esto muestra que la relación de fuerzas abierta luego de la caída de Mubarak sigue siendo favorable al movimiento de masas. Pero al mismo tiempo, evidencia que la clase trabajadora, sino sale de los límites de sus propias reivindicaciones y se eleva al plano de la lucha política es incapaz de darle una salida a una crisis que se puede mantener en el tiempo y terminar siendo resuelta por la burguesía misma, con un cambio de régimen que no afecte lo  esencial de la dominación imperialista sobre estas naciones.

Las actuales direcciones del proceso egipcio, cumplen un rol de contención enorme. Como lo señala correctamente Achcar los intentos del gobierno de negociar con la Hermandad Musulmana, una corriente moderada relacionada con sectores burgueses, tienen el objetivo de frenar el proceso y encauzarlo dentro de los límites de un cambio de régimen.

En el caso de Libia, la dirección del movimiento rebelde, a pesar de las contradicciones internas, ha señalado que garantizará las inversiones de las potencias imperialistas. La radicalización inicial que detonó la guerra civil, como continuidad de los procesos revolucionarios de Egipto y Túnez, logró ser canalizada por la dirección pequeño-burguesa del CNT  y llevada a aceptar la ayuda militar de la OTAN y la tutela de las potencias imperialistas.

Este rol que juegan las direcciones de estos procesos vuelve a evidenciar su incapacidad para dar una salida a las demandas más profundas de las masas pobres de estas naciones. Las experiencias de nacionalismos burgueses en estos países terminaron en enormes fracasos. Después de la muerte de Nasser, fue su mismo partido, dirigido por Al-Sadat el que inició el giro hacia el neoliberalismo. En Libia, el mismo régimen de Gadafi pasó de posiciones inicialmente antiimperialistas a ser un fiel aliados de los grandes potencias, siendo incluso felicitado por su conversión por los principales dirigentes imperialistas del mundo.

Estos elementos que hemos señalado no entran en el análisis que hace Achcar sobre los procesos en los países árabes. Sin embargo, son un aspecto nodal a tomar en cuenta para entender la dinámica de los procesos en curso y porque una “revolución democrática” puede terminar significando una nueva frustración para millones en esos países.  

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