El movimiento obrero y las demandas democráticas
Decíamos acá que Gilbert
Achcar reivindica una “revolución democrática” en los países del norte de
África en contraposición con un movimiento de “base de clase”. Esta posición no es la única dentro de
intelectuales que se reclaman “de izquierda”. Son muchos los “marxistas” que
ceden ante la “imposibilidad” de superar en la lucha los marcos del régimen de
la democracia burguesa.
En su contraposición entre la agenda de la “revolución democrática”
y una “revuelta con base de clase” Achcar señala que “Los dos países donde
han tenido más éxito los levantamientos hasta ahora, es decir Túnez y Egipto
(…) son en realidad los países donde el movimiento obrero se unió a la lucha (…)
No son movimientos con un carácter radical anticapitalista – por lo cual
no nos encontramos en una especie de situación posterior a la Primera Guerra
Mundial. Son más bien trabajadores que aprovechan la oportunidad de la
agitación actual para impulsar sus propias demandas de cambio social y
reforma”. (Resaltado nuestro)
Los procesos revolucionarios de la primera posguerra estuvieron
marcados por una profunda radicalización que tuvo que ver con los padecimientos
brutales a los que fueron sometidas las masas en esos años. Millones de muertos
y heridos, la destrucción total o parcial de ciudades y regiones enteras, las
hambrunas extendidas. Precisamente por los enormes padecimientos que implica la
guerra para millones, es que es partera de revoluciones.
Sin tomar en cuenta esa diferencia, es completamente parcial hacer
una analogía como la que hace Achcar. Pero al mismo tiempo, el entrevistado
“olvida” el retroceso de la subjetividad del movimiento de masas en las últimas
décadas. Si la lucha del movimiento obrero no asume aún formas políticas más
radicalizadas y no cuestiona el conjunto del poder capitalista, sino aspectos
parciales de sus formas explotación, esto se halla ligado a dos factores.
Por un lado, como ya señalamos aquí, a la
subjetividad del movimiento obrero e incluso del movimiento de masas que, en su
conjunto, tuvo un franco retroceso en los últimos 30 años y limó la idea de la
revolución social. En esto la discontinuidad del marxismo revolucionario en tanto
movimiento real con influencia de masas o en sectores significativos de la
vanguardia fue un elemento central.
Por otro lado y, en gran parte como consecuencia del primer
aspecto, al rol de sus direcciones reformistas que no se proponen avanzar en
una pelea que permita liquidar el orden burgués, sino que sostienen
perspectivas de reforma del mismo sistema capitalista.
Dirección y conciencia
El siglo XX mostró que la clase trabajadora puede elevarse al
plano del la lucha política superando el estadio de las luchas sindicales. Esto
incluso, en ausencia de una dirección revolucionaria.
Pero también quedó en evidencia que no puede vencer a la clase
capitalista sin un partido revolucionario que se proponga esa meta. Como señaló
Trotsky en Lecciones de Octubre “El proletariado no puede apoderarse del
Poder por una insurrección espontánea. Aun en un país tan culto y tan
desarrollado desde el punto de vista industrial como Alemania, la insurrección
espontánea de los trabajadores en noviembre de 1918 no hizo sino transmitir el
Poder a manos de la burguesía. Una clase explotadora se encuentra capacitada
para arrebatárselo a otra clase explotadora apoyándose en sus riquezas, en su
"cultura", en sus innumerables concomitancias con el viejo aparato
estatal. Sin embargo, cuando se trata del proletariado, no hay nada capaz de
reemplazar al partido”
En la época de la “Primavera de los pueblos” el proletariado no
había “madurado” lo suficiente como para enfrentar y derrotar el poder de los
capitalistas. Pero en los siglos XX y XXI, el límite a la acción del movimiento
obrero, en condiciones revolucionarias o prerrevolucionarias agudas como la de
Egipto o Túnez, está impuesto por su dirección. Esto es absolutamente
subvaluado (por no decir ignorado) por Achcar a la hora de analizar los países
árabes. El rol de la dirección es fundamental en tanto impulsa a las masas a la
lucha o, por el contrario, actúa como un freno a sus tendencias más radicales.
La revolución alemana de 1918, a pesar del profundo
cuestionamiento al capitalismo no finalizó en el establecimiento de un gobierno
de los trabajadores y el pueblo, sino en un régimen democrático burgués. Fue
esencial el rol de la socialdemocracia, como explica el mismo Trotsky “En
cuanto a la revolución alemana de 1918, es evidente que no fue el coronamiento
democrático de la revolución burguesa, sino la revolución proletaria
decapitada por la socialdemocracia, o, por decirlo con más precisión: una
contrarrevolución burguesa obligada por las circunstancias a revestir, después
de la victoria obtenida sobre el proletariado, formas pseudodemocráticas. (Resaltado
nuestro)
A la salida de la Segunda Guerra Mundial, el stalinismo jugó el
papel de encausar los procesos revolucionarios dentro de los límites del
régimen capitalista, como se explica muy bien acá.
En
todas estas situaciones la clase trabajadora fue frenada por su dirección
reformista, anulando las tendencias más revolucionarias de las luchas en curso.
El movimiento
obrero en Egipto
Es innegable que la lucha por democratizar el conjunto de la vida
social, incluso los sindicatos y los lugares de trabajo es un elemento central
del proceso de Egipto. Estas cuestiones ya habían sido tratadas acá.
Pero reducir el proceso a la lucha por “más democracia” es limitar
la profundidad del mismo. Hoy muchas de las demandas de las masas siguen sin
ser resueltas. En las últimas semanas, la clase trabajadora viene tensando los
músculos en una creciente cantidad de huelgas por sector y el
desarrollo de nuevas organizaciones sindicales. Al mismo tiempo, el conjunto
del régimen mantiene elementos de continuidad que han disparado movilizaciones masivas en las
cuáles ha habido represión y enfrentamientos con las fuerzas represivas.
Esto muestra que la relación de fuerzas abierta luego de la caída
de Mubarak sigue siendo favorable al movimiento de masas. Pero al mismo tiempo,
evidencia que la clase trabajadora, sino sale de los límites de sus propias
reivindicaciones y se eleva al plano de la lucha política es incapaz de darle
una salida a una crisis que se puede mantener en el tiempo y terminar siendo resuelta
por la burguesía misma, con un cambio de régimen que no afecte lo esencial de la dominación imperialista sobre
estas naciones.
Las actuales direcciones del proceso egipcio, cumplen un rol de
contención enorme. Como lo señala correctamente Achcar los intentos del
gobierno de negociar con la Hermandad Musulmana, una
corriente moderada relacionada con sectores burgueses, tienen el objetivo de
frenar el proceso y encauzarlo dentro de los límites de un cambio de régimen.
En el caso de Libia, la dirección del movimiento rebelde, a pesar
de las contradicciones internas, ha señalado que garantizará las inversiones de
las potencias imperialistas. La
radicalización inicial que detonó la guerra civil, como continuidad de los
procesos revolucionarios de Egipto y Túnez, logró ser canalizada por la
dirección pequeño-burguesa del CNT y llevada a aceptar la ayuda militar de la OTAN y la
tutela de las potencias imperialistas.
Este rol que juegan las direcciones de estos procesos vuelve a
evidenciar su incapacidad para dar una salida a las demandas más profundas de
las masas pobres de estas naciones. Las experiencias de nacionalismos burgueses
en estos países terminaron en enormes fracasos. Después de la muerte de Nasser,
fue su mismo partido, dirigido por Al-Sadat el que inició el giro hacia el
neoliberalismo. En Libia, el mismo régimen de Gadafi pasó de posiciones
inicialmente antiimperialistas a ser un fiel aliados de los grandes potencias,
siendo incluso felicitado por su conversión por los principales dirigentes imperialistas
del mundo.
Estos elementos que hemos señalado no entran en el análisis que
hace Achcar sobre los procesos en los países árabes. Sin embargo, son un aspecto
nodal a tomar en cuenta para entender la dinámica de los procesos en curso y
porque una “revolución democrática” puede terminar significando una nueva
frustración para millones en esos países.
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