Por Paula Schaller
El próximo mes
de agosto se cumplirán 72 años del asesinato de León Trotsky. Su legado es tan
rico que contiene no sólo la herencia de su gran experiencia revolucionaria, su
combate contra la burocratización del primer Estado obrero de la historia, su
teoría-programa de la revolución permanente, sino asimismo toda una serie de
desarrollos teóricos que enriquecieron y vivificaron la teoría marxista al
calor de los novedosos acontecimientos históricos que vivió. Entre estos se
encuentran sus elaboraciones sobre el fascismo y los diversos tipos de
bonapartismos surgidos de la degradación de la democracia parlamentaria. De
hecho, es posible ubicar a Trotsky como el marxista revolucionario que más
agudamente captó la dinámica de los regímenes políticos de entre-guerras, con
todos los fenómenos que estos presentaron y combinaron, dando como resultado
diversas formas de dominación transicionales para las que había que desarrollar
herramientas de explicación como base para la intervención política. Esto es
reconocido por teóricos como Perry Anderson, quien matizando la extendida
concepción que ubica a Gramsci como el pensador más “lúcido” sobre las formas de dominación
occidentales, plantea: “el conocimiento de Trotsky sobre Alemania, Inglaterra y
Francia era en realidad mayor que el de Gramsci. Sus escritos sobre las tres
formaciones sociales más importantes de Europa occidental en el período de
entre guerras son inconmensurablemente superiores a los de los ‘Cuadernos de la
cárcel’. Contienen
ciertamente la única teoría desarrollada del estado capitalista moderno en el
marxismo clásico en sus textos sobre la Alemania nazi.”[1] Precisamente
por
su gran significación teórico-política, las definiciones de Trotsky
sobre el
fascismo y el bonapartismo han sido ampliamente discutidas desde
diversas
corrientes, tanto en el momento de su formulación como a posteriori. Una
de estas críticas es la que proviene de Nicos Poulantzas, que
en su conocida obra Fascismo y dictadura, donde emprende una crítica al
abordaje teórico que la
III Internacional de Stalin realizó en torno al fenómeno del
fascismo, plantea que la concepción de Trotsky era igualmente mecanicista que
la de aquella. Si bien la obra de Poulantzas no está centrada en la crítica a
la noción de Trotsky, a la que incorpora como un aspecto subsidiario de su
análisis de conjunto, aquí la abordaremos en la medida en que entendemos
habilita a conclusiones generales erróneas al igualar dos perspectivas
contrapuestas, cuestión que no sólo resulta infundada desde la óptica de los
elementos históricos sino que conduce a una interpretación vulgarizada de la
dialéctica del pensamiento de Trotsky en este terreno.
Una crítica
mecanicista
Poulantzas
plantea que “Trotsky parece
no hacer caso de la crisis política especifica que caracteriza al fascismo. Se
fija esencialmente en dos características, que son significativas, ya que
demuestran, pese a todas las diferencias, que Trotsky compartía la visión de la Komintern. El
fascismo correspondería a: 1) una guerra civil abierta de la burguesía contra
la clase obrera insurreccionada, por lo tanto, a una ofensiva revolucionaria de
esta, caracterización errónea por la cual Trotsky se acerca al Komintern. 2)
Una característica general, obtenida de manera mecanicista, del periodo y que
subestima la lucha especifica de clases: el fascismo sería el modo propio de
apoyo de la burguesía declinante sobre la pequeño-burguesía, como lo fue el
jacobinismo para la burguesía ascendente y la socialdemocracia para la
burguesía en la época de su estabilización.”[2]
Desglosando, el
fascismo consistiría para Trotsky en una guerra civil abierta de la burguesía
contra la clase obrera insurreccionada; a la vez que en una forma de dominación
burguesa inherente a la época. Por el primer elemento, Poulantzas plantea que
la caracterización de Trotsky coincide con la de la Komintern , que
maximizaba las perspectivas revolucionarias alemanas; y por el segundo elemento
que su análisis es determinista y subestima el peso de la lucha de clases.
Señalemos primero que aquí hay una contradicción de orden formal, ya que ambos
aspectos son de contenido excluyente: al mismo tiempo, Trotsky habría
sobrevaluado y subvaluado el peso de la lucha de clases. Pero pasemos a
demostrar que, además, esta crítica se basa en una incorrecta lectura de Trotsky.
Los ´20 y los
´30: los análisis divergentes de Trotsky y la dirección de la Internacional
Fue Trotsky
quien más insistentemente alertó sobre el peligro del advenimiento del fascismo
en Alemania de no darse el proletariado una política correcta para enfrentarlo,
señalando ante cada coyuntura la necesidad de partir del análisis de las
tendencias reales.
Luego de 1923,
tras lo que definió como una capitulación del Partido Comunista Alemán (PCA) al
no organizar la insurrección cuando había condiciones favorables para ello[3], puso el acento
no en el peligro fascista inmediato, como lo hacían el PCA y la Internacional , sino
en el desarrollo de las organizaciones democráticas de dominación de la
burguesía: el bloque de izquierdas en Francia, el Labour Party en Inglaterra,
la socialdemocracia en Alemania. Coincidentemente, caracterizó que
internacionalmente se estaban desarrollando las condiciones favorables para una
coyuntura de estabilización relativa del capitalismo, donde la
vanguardia proletaria debía, más que lanzar una ofensiva revolucionaria
inmediata, prepararse organizativa y programáticamente para intervenir en el
próximo período. Ya desde el IV Congreso realizado en 1922 Trotsky polemizó con
Zinoviev y Bujarin, entre otros, quienes lo acusaban de desviaciones “pacifistas” por plantear la
posibilidad de asentamiento, bajo determinadas condiciones sociales, políticas
y económicas, de una próxima coyuntura democrático-pacifista de dominación
burguesa.
En su análisis,
el problema de las relaciones recíprocas entre Estados Unidos y Europa estaba
estrechamente ligado al estudio de las perspectivas de la situación alemana,
puesto que la derrota de la revolución de 1923 había permitido al capitalismo
norteamericano abordar de lleno la política de reducir a Europa a una nueva
relación de fuerzas por la vía pacifica, al menos coyunturalmente. Señalaba que
este aspecto no había sido considerado por la dirección del V Congreso de la Internacional , cuyas
resoluciones se basaron en el análisis de la situación al interior de Europa, “sin observar que
el aplazamiento prolongado de la revolución europea hacía de la ofensiva de
Estados Unidos contra Europa el eje de la situación mundial.”[4] Trotsky
insistió sobre este aspecto, planteando que era errónea la perspectiva de que “la situación
revolucionaria continuaba desarrollándose y que estuviese a punto de emprender
en breve batallas decisivas”[5],
caracterización emparentada con una visión catastrofista de la economía
internacional: “podemos señalar las perspectivas siguientes para los años 1924-1925: graves
crisis en Estados Unidos, una agravación de la situación económica de Europa y
la posibilidad objetiva de luchas proletarias que desemboquen en éxitos”[6], planteó
Vargas, uno de los principales economistas de la Internacional , en su
informe en el V Congreso.
Para definir que
a mediados de los años ‘20 existían más tendencias hacia el asentamiento de
regímenes democráticos que fascistas, Trotsky partió de analizar la situación
de la relación entre las clases, los Estados y la economía, planteando que la
ofensiva de EEUU sobre Europa:
“(…)
tomaba el carácter de ‘consolidación’ económica, de
normalización, de pacificación (…) y de ‘saneamiento’ de los principios democráticos. (…) Habría sido necesario
comprender que la infame ficción del pacifismo norteamericano, en combinación
con los dólares (después de la derrota de la revolución alemana) debía
convertirse y se convertía en el factor político más importante de la vida
europea. La socialdemocracia alemana creció gracias a ese germen, y también a
causa de él, en gran parte, progresaron los radicales franceses y el Labour
Party ingles. Para contrarrestar ese frente enemigo hubiera sido necesario
demostrar que la Europa
burguesa no podía subsistir más que como vasallo financiero de los Estados
Unidos: que el pacifismo de este país equivalía a la aspiración de imponer a
Europa un racionamiento de hambre. Pero en lugar de tener en cuenta esta
perspectiva para luchar contra la socialdemocracia con su nuevo culto del
norteamericanismo, la dirección de la Internacional Comunista
se orientó en un sentido contrario: se nos atribuyó una mezquina teoría sobre
el imperialismo normalizado, sin guerras ni revoluciones, basado en el
racionamiento norteamericano.”[7]
Mientras Trotsky
sacaba estas conclusiones, Bujarin[8] sostenía, tres
meses antes del triunfo del Labour Party en Inglaterra y el Bloque de las
Izquierdas en Francia, que “en casi toda Europa la situación es tal que no hay que
esperar ni siquiera un breve intervalo de pacifismo, una apariencia de
pacificación… Europa entra en
una fase de acontecimientos decisivos… Alemania va, al parecer, a una guerra civil.”[9]
Con la
modificación de esta situación internacional hacia fines de la década del ‘20,
momento en
que la crisis económica desatada en Estados Unidos quebró la
estabilización relativa lograda por el capitalismo en los años
anteriores y comenzaron a
acelerarse las tendencias hacia la guerra vía un aumento de las
confrontaciones
interestatales, Trotsky analizó un cambio en la situación europea y
alemana
particularmente. De caracterizar en el año 1923 que el fascismo no era
la
amenaza inmediata, planteaba ya desde el año 1930 que el proceso de
polarización
política entre las clases en Alemania lo convertía en un peligro
inminente,
mientras que la caracterización de la Internacional y el PCA recorrió el
proceso
inverso, minimizando ahora el peligro fascista.
Trotsky comenzó
a definir la situación alemana como prerrevolucionaria, pero no de manera
mistificada y lineal como un camino progresivo hacia la revolución inexorable,
sino partiendo de las condiciones objetivas planteadas y el desarrollo de los
elementos subjetivos, es decir, de la mecánica de clases, con una gran
burguesía vacilante y dividida en torno a los métodos a aplicar para sanear la
crisis social abierta:
“la terapia
socialdemócrata repele a un sector de la gran burguesía por la incertidumbre en
los resultados y los excesivos gravámenes (impuestos, legislación social,
salarios). El otro sector considera que la intervención quirúrgica fascista no
corresponde a la situación y es demasiado riesgosa. (…) la
burguesía financiera de conjunto vacila ante la evaluación de la situación, no
ve suficiente base como para proclamar su propia ofensiva”[10]
y una
pequeño-burguesía que se inclinaba hacia el nacional-socialismo:
“cuando la esperanza
revolucionaria embarga a la masa proletaria, inevitablemente arrastra consigo
por el camino de la revolución a sectores considerables y crecientes de la
pequeño-burguesía. Es precisamente en esta esfera que la elección reveló el
cuadro opuesto: la desesperación contrarrevolucionaria embargó a la
pequeño-burguesía con fuerza tal que arrastró consigo a muchos sectores del
proletariado.” [11]
Trotsky ensaya
una explicación de éste fenómeno a través de una comparación con el caso
italiano. Allí, planteó, el fascismo había llegado al poder al final de una
crisis revolucionaria en la cual la vanguardia proletaria reveló su incapacidad
de ponerse a la cabeza de la nación y cambiar el destino de todas las clases,
incluida la pequeño burguesía, como resultado del desaprovechamiento de una
situación revolucionaria. Pero el problema en Alemania no surgía en las postrimerías
de una crisis revolucionaria, sino cuando ésta se estaba acercando, lo cual
constituía para él no el “lado débil” del fascismo sino del comunismo. De ese
elemento, mientras Trotsky alertaba sobre el peligro del advenimiento del
fascismo y la necesidad de preparar una política para enfrentarlo, la Internacional sacaba
la conclusión de que éste, habiendo llegado “demasiado tarde”, estaba destinado a una derrota
inevitable y rápida.
El mismo
Dimitrov, secretario de la
Internacional , reconoció en su informe al VII Congreso en
1935:
“no podemos omitir una
serie de errores cometidos por los partidos comunistas, errores que frenaron
nuestra lucha contra el fascismo. En nuestras filas existía un imperdonable
menosprecio del peligro fascista que todavía no se ha liquidado en todas
partes. Semejantes concepciones como las que antes podíamos encontrar en
nuestros partidos, como aquella de que ‘Alemania no es Italia’, en el sentido de que el fascismo pudo triunfar
en Italia, pero su victoria estaba excluida en Alemania, por ser un país
industrialmente muy desarrollado, un país con una cultura muy elevada, con
tradiciones de cuarenta años de movimiento obrero, país donde el fascismo era
imposible; o la concepción que se mantiene hoy de que en los países de la democracia
burguesa ‘clásica’ no hay base para el
fascismo.”[12]
Ahora bien,
Poulantzas ubica en el centro de su crítica la consideración de Trotsky sobre
el fascismo en tanto guerra civil abierta de la burguesía contra la clase
obrera insurreccionada. Lo que nos lleva a preguntarnos ¿hubo revolución
proletaria en Alemania, en lucha contra la cual se alzara victorioso el
fascismo? Y seguidamente: ¿Planteó esto Trotsky en sus análisis?. Veamos.
En el artículo El
viraje de la
Internacional Comunista y la situación en Alemania,
Trotsky analizó la situación alemana partiendo del siguiente esquema: “Una situación
revolucionaria, que enfrenta al proletariado con el problema inmediato de la
toma del poder, se compone de elementos objetivos y subjetivos, ligados los
unos a los otros y hasta cierto punto condicionándose mutuamente. Pero ésta
dependencia mutua es relativa. La ley del desarrollo desigual también se aplica
a los factores de una situación revolucionaria.”[13] Y planteaba:
“¿Cuál es la situación alemana en éste sentido? Indudablemente
estamos ante una profunda crisis nacional (economía, situación internacional).
Parece no haber salida por el camino normal del régimen parlamentario burgués.
Es absolutamente cierta la crisis política
de la clase dominante y su sistema de gobierno. Esto no es una crisis
parlamentaria, sino una crisis de dominación de clase. Sin embargo, la clase
revolucionaria todavía se encuentra profundamente dividida por las crisis
internas. El fortalecimiento del partido revolucionario a expensas de los
reformistas recién está en sus comienzos, y hasta ahora ha avanzado a un ritmo
que dista de corresponder con la
realidad.
La pequeño burguesía, al principio de la crisis,
ya ha tomado una posición hostil al actual sistema de dominio capitalista, pero
a la vez mortalmente hostil a la revolución proletaria.
En otras palabras, existen las condiciones objetivas
básicas para la revolución proletaria. Está dada una de la serie de condiciones
políticas (el estado de la clase dominante); la otra condición política (el
estado del proletariado) recién empieza a volcarse hacia la revolución, pero
debido a la herencia del pasado no lo puede hacer con mucha rapidez;
finalmente, la tercera condición política (el estado de la pequeño burguesía)
no se dirige hacia la revolución proletaria sino hacia la contrarrevolución
burguesa. Así, nos encontramos ante una situación profundamente contradictoria.
Algunos de los factores ponen la revolución proletaria a la orden del día; sin
embargo, otros excluyen la posibilidad de su victoria en el próximo período, es
decir, si previamente no se produce un cambio en la relación de fuerzas
políticas.”[14]
Hacia el año
1931, con el comienzo de la revolución española, la crisis económica
norteamericana e inglesa y el aumento de las tensiones interestatales planteó,
en el artículo La clave de la situación internacional está en Alemania,
que los antagonismos políticos y económicos se habían desarrollado allí a un
nivel tan profundo que la situación prerrevolucionaria debía transformarse en
revolucionaria o en contrarrevolucionaria, ligando a éste desenlace las
perspectivas próximas de Europa. En
función del análisis de las particularidades presentadas por la situación
alemana, Trotsky afirmaba que el fascismo provenía de dos condiciones:
“por una parte, de una grave crisis social y, por otra, de la debilidad revolucionaria
del proletariado alemán. La debilidad del proletariado, por su parte, tiene dos
causas: en primer lugar, el papel histórico particular de la socialdemocracia,
que es una agencia poderosa del capitalismo en las filas del proletariado; en
segundo lugar, la incapacidad de la dirección centrista del Partido Comunista
para unificar a los obreros bajo la bandera de la revolución. El factor
subjetivo es para nosotros el Partido Comunista, porque la socialdemocracia es
el obstáculo objetivo que hay que suprimir.”[15]
Pese a la grave
crisis social, -recordemos que en 1932 la crisis
económica empeoró, alcanzándose la cifra de cinco millones de desocupados y
cayendo gravemente los salarios y los subsidios de desocupación en términos
reales-, este elemento subjetivo, que Trotsky consideraba la clave de la situación, permaneció
como un obstáculo, ya que pese a sus insistencias sobre la necesidad de
impulsar el frente único obrero entre comunistas y socialdemócratas para
enfrentar al fascismo, la
Internacional y el PCA siguieron considerando a la
socialdemocracia como fascista, negándose a una política de acción conjunta
para enfrentar al verdadero fascismo. Por lo tanto, la situación
revolucionaria caracterizada por Trotsky no se convirtió en una revolución,
cuestión para la cual era necesario una estrategia y una política correcta de
la dirección del movimiento obrero: el PCA. Por eso en su artículo La
tragedia del proletariado alemán: los obreros alemanes volverán a levantarse,
el stalinismo jamás, de 1933, planteó que la gran tragedia de este
proletariado, el más poderoso de Europa por su peso social, su tradición
política y la fuerza de sus organizaciones, era que no había opuesto una
resistencia organizada ante la llegada de Hitler al poder y sus primeras
medidas represivas. Análisis
análogo hizo en torno del caso italiano, donde planteó que el fascismo había surgido
como consecuencia directa de la traición reformista de la socialdemocracia al
proletariado en el marco del ascenso revolucionario que en septiembre de 1920
culminó con la ocupación obrera de fábricas e industrias: “La ruptura del
movimiento revolucionario se transformó en el factor más importante del
crecimiento del fascismo. En setiembre el avance revolucionario se detuvo y en
noviembre ya se asistía a la primera demostración importante de los fascistas:
la toma de Bolonia.”[16]
Y es que en su
concepción, el fascismo como forma de dominio excepcional ante una agudización
de la lucha entre las clases no deviene de manera formal, mediante la ecuación:
“sólo hay
fascismo si hay revolución proletaria abierta”, ya que precisamente señaló el problema
de la dirección política del movimiento obrero como un elemento de
fortalecimiento del fascismo, en el marco de una situación objetiva de
características revolucionarias partiendo del análisis de la situación
económica, el estado de las clases fundamentales de la sociedad alemana y el
desarrollo de las tensiones interestatales en el terreno internacional.
Considerando
haber demostrado hasta aquí que la caracterización realizada por Trotsky y los
dirigentes de la
Internacional stalinizada sobre la situación alemana distaban mucho de
ser coincidentes, pasemos ahora al segundo aspecto de la crítica de Poulantzas,
vale decir, que el análisis de Trotsky sería determinista por inferir
mecánicamente al fascismo de las características del período histórico del
capitalismo declinante.
Linealidad histórica y subestimación del fascismo
Ya planteamos
que la Internacional ,
escaso tiempo antes del triunfo del fascismo en Alemania, negaba de plano esta
posibilidad. Así lo reconoció Dimitrov, recordando que esto no se concebía por
el alto nivel de desarrollo económico alemán, en contraposición al atraso
italiano que había posibilitado la reacción de los terratenientes encarnada en
el fascismo. La concepción del fascismo como "reacción agraria" implicó un gran
debate en el IV Congreso de la
Internacional , en el año 1922, en el que Zinoviev, en
oposición a la tesis de Trotsky, Bordiga y de Radek, explicaba el fascismo como
reacción política de la aristocracia terrateniente.[17] Tal como
explica González Calleja en su análisis sobre los modelos de interpretación del
fascismo: “El IV Congreso
de la Comintern
(1922-23) explicó el fascismo como un fenómeno (…) propio de países (…) que
presentaban aún una importante estructura agraria tradicional (…) Zinoviev logró
hacer prosperar la tesis de que el fascismo era un fenómeno esencialmente
reaccionario que representaba los intereses agrarios en los países atrasados.”[18]
Con
posterioridad al acenso del fascismo en Alemania esta tesis de la dirección de la Internacional se
invirtió por el vértice, aunque manteniendo su error metodológico de matriz. En
su informe al XIII Plenario del Komintern, W. Pieck sintetizó: el
nacionalsocialismo había llegado al poder “al país industrialmente más adelantado a
causa precisamente de ese adelanto económico”.[19] En esta
verdadera operación de inversión, se argumentaba que el adelanto económico de
Alemania habría hecho de este país, el más fuerte industrialmente, el lugar en
que el capitalismo estaba “más podrido y descompuesto”. En ambos casos, el análisis partía de
una concepción fuertemente economicista y determinista, donde la posibilidad de
emergencia de los fenómenos políticos era deducida mecánicamente de la base
estructural “avanzada” o “atrasada” de cada
formación social, subestimando el desarrollo de los factores subjetivos y la
mecánica específica de clases.
Esta perspectiva
llevó a la Internacional ,
desde su VI Congreso en el año 1928,
a una permanente subestimación política y teórica del
peligro fascista, planteando que el mismo no podía asentarse ni subsistir, sino
que sólo sería un episodio pasajero en el camino hacia el triunfo
revolucionario. En esta concepción evolucionista de la crisis económica y de la
inminencia abstracta de la revolución, el fascismo no podía representar un
viraje o una etapa de la lucha de clases, una derrota que actuara como
contratendencia de la tendencialidad catastrófica que articulaba el pensamiento
político de la
Internacional. Así lo sintetiza Jean Jeacques Marie “en opinión del
hombre de Stalin que estaba a la cabeza de la Internacional ,
Manuilski, en muchos países capitalistas altamente desarrollados el fascismo
será la última fase del capitalismo antes de la revolución social, cuyo
desencadenamiento será precipitado por la victoria de aquél.”[20] De hecho, el
Presidium del Comité Ejecutivo de la Internacional , inmediatamente después de la
subida de Hitler al poder, planteó “la Alemania de Hitler corre
a una catástrofe económica que cada vez se dibuja de manera más inevitable… La calma
momentánea después de la victoria del fascismo no es más que un fenómeno
pasajero. La marea revolucionaria subirá ineluctablemente en Alemania a pesar
del terror fascista.”[21] En éste
momento, Trotsky escribía:
“Entre
la gran cantidad de literatura dedicada al problema del fascismo, basta con
referirse al discurso de Thaelmann, dirigente oficial del Partido Comunista
Alemán, quién, en el Plenario del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista celebrado en 1931, denunció a los ‘pesimistas’, es decir, a los que sabían prever, en los
siguientes términos: ‘No nos hemos dejado llevar por el pánico (…) hemos (…) constatado que el 14 de septiembre (1930) fue en
cierto sentido el día del apogeo de Hitler, y que luego no conocerá días
mejores sino peores. Los acontecimientos confirman nuestra caracterización de
ese partido (…) Hoy los fascistas no tienen razón alguna para reír.’ (…) Hoy Tahelmann se
encuentra en la cárcel (…) pero la política de Tahelmann es la política de Stalin, es decir, la
política oficial de la
Komintern. Es justamente esta política la causante de la
desmoralización total del partido en el momento de peligro (…) Una teoría política
falsa lleva su propio castigo: la fuerza y la obstinación del aparato sólo
aumentan las dimensiones de la catástrofe.”[22]
Vemos entonces
que en los análisis de la
Internacional , a la subestimación del fascismo como
posibilidad, se sumó, una vez llegado este al poder, la hipótesis
complementaria de que, en tanto simple episodio pasajero en el proceso mecánico
que llevaría ineluctablemente de la crisis económica a la revolución, se
hundiría por sí mismo en función de sus contradicciones internas. De esta
manera, el fascismo era considerado como una fase transitoria dentro del
proceso económico-social de la revolución necesaria e inminente, considerado
por lo tanto como un momento positivo en la medida en que actuaba como
acelerador del ritmo del proceso revolucionario: “Por su política aventurera, el fascismo
lleva las contradicciones internas del capitalismo alemán a la exasperación, y
conduce Alemania a la catástrofe. Así va tomando cuerpo el inmenso movimiento
de avance revolucionario en Alemania. El establecimiento de la dictadura
fascista abierta precipita el ritmo de desarrollo hacia la revolución
proletaria”, planteaba el
órgano de la
Internacional. Esta consideraba positivo al fascismo en tanto
que expresión directa de la crisis económica catastrófica del capitalismo. Así,
se afirmaba: “la dictadura
fascista es el gobierno político más débil de la burguesía en Alemania.”[23] Incluso ya
llegado Hitler al poder, en el año 1934, la Internacional seguía
sosteniendo “los fascistas
son califas de una hora. Su victoria no es duradera y después de ella se
impondrá rápidamente la revolución proletaria. La lucha por la dictadura del
proletariado está a la orden del día en Alemania.”[24]
Trotsky discutió
con ésta caracterización optimista, a la que veía como un medio de
autoconservación política de la dirección de la Internacional y el
PCA para evitar sacar lecciones de su propia responsabilidad en la
derrota. Planteó que, en primer lugar,
la victoria del fascismo determinaría una guerra inevitable contra la Unión Soviética ,
y, en segundo lugar, ocasionaría el exterminio de la elite del proletariado
alemán y la destrucción de sus organizaciones.[25] Polemizó contra
el argumento de que los obreros alemanes organizarían la insurrección contra
Hitler porque éste no cumpliría sus promesas, visión que tildó de mecanicista. En
el artículo ¿Cuánto tiempo permanecerá Hitler?, del año 1934, planteó:
“una revolución no es el castigo automático para
estafadores, sino un complejo fenómeno social que surge cuando están presentes
una serie de condiciones históricas. (…) La desorientación y división de las clases
dominantes; la indignación de la pequeño-burguesía; su pérdida de fe en el
orden existente; la creciente actividad militante de la clase obrera; una
política correcta del partido revolucionario”[26].
Analizó entonces
la dinámica de estos factores, planteando que el ascenso al poder del fascismo
había reducido los antagonismos entre las clases dominantes existentes a
principios de los años ‘30, agrupándose ahora todas estas bajo el ala del
gobierno: “el antagonismo
entre los agraristas y los industrialistas, así como entre grupos disidentes
industrialistas, no ha desaparecido, pero se ha
templado.”[27] Respecto de la
pequeño-burguesía, analizó que ésta había sido disciplinada por el gobierno a
través de una maquinaria militar que surgía de su propio seno: “las clases
medias se han convertido en el mayor sostén del orden”[28], mientras que
la clase obrera estaba atomizada producto del ascenso al poder del fascismo: “si hasta hace
pocos meses se encontraba –por culpa de sus dirigentes- incapacitada para defender
sus poderosas posiciones legales del asalto de la contrarrevolución, ahora
después de la derrota está inconmensurablemente menos preparada para llevar un
ataque a las poderosas posiciones legales del fascismo.”[29]
Respecto del
estado del partido revolucionario, el PCA, planteó que éste se encontraba en
una situación crítica: “el Partido Comunista no existe, su aparato, privado del
aire purificador de la crítica, se está asfixiando en una profunda lucha
interna.”[30] De lo cual
deducía que, lejos de una situación revolucionaria como proclamaba
abstractamente la
Internacional , Alemania estaba experimentando una
consolidación de la contrarrevolución: “las tácticas realistas no pueden
desarrollarse sin una perspectiva correcta. No puede haber una perspectiva
correcta sin comprender que no es una maduración de la revolución lo que tiene
lugar en Alemania, sino una profundización de la contrarrevolución fascista; ¡Y
no son la misma cosa!.”[31] De lo cual no
extraía conclusiones fatalistas, sino que planteaba una orientación acorde a la
situación política real: “Antes de que sea pasible el combate decisivo, la
vanguardia proletaria deberá reorientarse, (…) comprender claramente qué ha ocurrido,
repartir las responsabilidades de la gran derrota histórica, trazar el camino
nuevo y recuperar la confianza en sí misma.”[32]
Fascismo y lucha de clases
Si bien Trotsky
analizaba al fascismo como un tipo de régimen específico de la época de
decadencia capitalista, esto no implicaba que lo infiriera como forma política
de dominación burguesa inevitable, orgánica, a dicha época.
Lejos de
cualquier inferencia mecánica de la declinación capitalista, la explicación de
Trotsky ponía el acento, precisamente, en la agudización del conflicto entre
las clases que la misma motorizaba. Como analizó el historiador Alberto Pla, el
fascismo para Ttrotsky se presenta como resultado de un ciclo político que
involucra toda una serie de fases de cambios, giros, saltos, retrocesos,
modificaciones dialécticas en las relaciones entre las clases, hasta llegar al
establecimiento de las condiciones que posibilitaban su asentamiento. En su Último
artículo, borrador encontrado en su mesa de trabajo al momento de ser
asesinado, Trotsky se encontraba desarrollando un análisis sobre las
características del fascismo. Allí establecía:
“Tanto
el análisis teórico como la rica experiencia histórica del último cuarto de
siglo han demostrado con igual fuerza que el fascismo es cada vez que se
presenta el vínculo final de un específico ciclo político compuesto de los
siguientes elementos: la más breve crisis de la sociedad capitalista; el
aumento de la simpatía hacia la clase obrera y un deseo de cambios por parte de
la pequeño-burguesía rural y urbana; la confusión extrema de la gran burguesía;
sus maniobras dirigidas a impedir el ascenso revolucionario; el cansancio del
proletariado, su confusión e incluso indiferencia; la agravación de la crisis
social; la desesperanza de la pequeño-burguesía, su deseo de cambio y la
psicosis colectiva que la induce a creer en milagros; su disposición para
aceptar medidas violentas, su hostilidad creciente hacia el proletariado que ha
defraudado sus expectativas. Estas son las premisas para una rápida formación
del partido fascista y su victoria.”[33]
Para Trotsky,
pues, el fascismo se correspondía con una coyuntura específica de la lucha de
clases, en que la burguesía, para imponer su propia salida ante una situación
de lucha social aguda, debía sofocar las libertades democráticas y recurrir a
la destrucción de las organizaciones del movimiento obrero. Consideraba al
fenómeno en su dinámica viva, y no como un mero subproducto, manifestado en la
esfera superestructural, de la crisis
económica. Es decir que si bien en su análisis existe una relación entre el
sentido de la curva de desarrollo capitalista y las bases para el desarrollo o tendencias al
agotamiento de determinado tipo de regímenes políticos, o lo que en otros
términos equivale a decir que existe una relación entre las bases económicas y
la superestructura política, esta relación no es de ninguna manera mecánica,
sino que está influenciada y, en última instancia, determinada, por la acción
en la esfera política, en la cual se motorizan los intereses de clase. Para
Trotsky, el advenimiento del fascismo no estaba inscripto en la mecánica de la
evolución económica, sino que era el producto de las relaciones económicas,
ideológicas y centralmente políticas entre las clases sociales del capitalismo
en su época de declinación; y podía ser evitado en función de los resultados a
los que llevara la lucha de clases.
“Gradualismo” vs.
“dialéctica de la ruptura”
Contra toda
interpretación determinista, Trotsky polemizó con la concepción gradualista de la Internacional , que
se negaba a establecer diferencias cualitativas entre la democracia burguesa y
el fascismo, planteando que éste devenía orgánicamente de aquella. En el
informe de Maniulski al XI Plenario de la Internacional Comunista ,
se planteaba: “El fascismo
crece de manera orgánica de la democracia burguesa. El proceso de paso
de la dictadura burguesa a formas abiertas de represión constituye la esencia
de la democracia burguesa.” O: “Alemania demuestra que el paso de la democracia al
fascismo es un proceso orgánico que se desarrolla sin acontecimientos
particularmente sorprendentes y explosivos, sin un punto culminante notable,
pero que puede realizarse de una manera gradual y sobre la vía fría.” [34]
Contra estos
argumentos, en su artículo Democracia y fascismo, Trotsky planteaba:
“El IX Plenario del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista
juzgó indispensable acabar con las falsas concepciones que se apoyaban en ‘la interpretación liberal
de las contradicciones entre fascismo y democracia burguesa, así como entre las
formas parlamentarias de la dictadura burguesa y las formas abiertamente
fascistas’.
El sentido de esta filosofía estalinista
es muy simple: del rechazo marxista de la contradicción absoluta, se deduce la
negación de toda contradicción, aún de la relativa.” [35]
Así, vemos que además de
contrapuntos teóricos y políticos, en el análisis de Trotsky encontramos grandes diferencias metodológico-filosóficas
con el de los teóricos de la
Internacional.
Lejos del
empirismo objetivista de estos, el pensamiento de Trotsky se fundaba en el
análisis dialéctico. En el método de Trotsky encontramos que uno de los más
importantes principios consiste en la transformación de cantidad en calidad,
que permite destrabar cualquier antinomia formal entre forma/ contenido. En
este sentido, la concepción de Trotsky era la siguiente: “la antinomia
lógica de contenido y forma (no posee) un carácter absoluto.
Contenido y forma cambian de lugar. El contenido crea nuevas formas de sí
mismo. En otras palabras, la correlación de contenido y forma conduce, en
último análisis, a la conversión de cantidad en calidad.”[36] Permanentemente
Trotsky esbozó una visión que se oponía tanto al subjetivismo como al
objetivismo, ubicando la actividad del sujeto como parte de la realidad
objetiva, con múltiples determinaciones en ambos sentidos. En este sentido,
partir del mecanismo de conversión de cantidad en calidad tiene un importante
peso en su análisis político y el lugar que ocupa el concepto de transición en
el mismo.[37]
Desde esta base
lógica partía para analizar las transformaciones en las relaciones entre las
clases, planteando que para que se diera este movimiento como conversión
dialéctica, era necesario el fortalecimiento de algunos factores que implicaba
a su vez el debilitamiento de otros. Así, las transformaciones de cantidad en
calidad eran, para Trotsky, lo crítico en la dialéctica, ocasionando, por
acumulación de cambios, saltos que conducían a transformaciones de calidad. Tal
como plantea Ariane Diaz, lejos del gradualismo determinista, la concepción de
Trotsky puede ser ubicada como una dialéctica de la ruptura.[38] Ligado a esto,
vale plantear que otra de las leyes de la dialéctica importante en el sistema
de pensamiento de Trotsky, y estrechamente relacionada con la anterior, es la
de conversión de una posibilidad abstracta en una necesidad concreta. Respecto
a ésta, decía “¿se define cada
vez por una combinación de condiciones materiales definidas? Así, de la
posibilidad de una victoria burguesa sobre las clases feudales hasta la
victoria misma hubo varios lapsos de tiempo, y la victoria frecuentemente
pareció una semi-victoria. Para que una posibilidad se convierta en una
necesidad tiene que haber un correspondiente fortalecimiento de algunos
factores y el debilitamiento de otros, una interrelación definida entre esos
fortalecimientos y debilitamientos. En otras palabras: fue necesario para
varias series interconectadas de cambios cuantitativos preparar el camino para
una nueva constelación de fuerzas”[39]
De lo que se
deriva, entonces, que Trotsky no consideraba a la revolución, ni a su negación,
la contrarrevolución, como producto de la evolución lineal de los factores
históricos en su sucesión mecánica, sino como producto de una determinada
interrelación de factores objetivos y subjetivos que se interdeterminan,
fortaleciéndose unos y debilitándose otros, posibilitando las condiciones de
emergencia de una determinada relación entre las clases.
Así explica, al
fin y al cabo, al fortalecimiento del fascismo alemán, directamente
proporcional a la debilidad del partido revolucionario proletario.
Es este método el que está en la base de la
polémica de Trotsky con lo que consideraba como una esquemática y formal
equiparación entre el fascismo y la democracia realizada por la Internacional :
“Igualar democracia y fascismo
es el error típico del radicalismo vulgar. Pero si entre democracia y fascismo
no existe ninguna diferencia, aún en el terreno de las formas de dominación
burguesa, estos dos regímenes deben coincidir. De allí la conclusión:
socialdemocracia = fascismo. ¿Qué significa en este silogismo la palabra
social? Hasta ahora nadie lo ha explicado. Para los metafísicos (personas que
piensan antidialécticamente) una misma abstracción tiene dos o tres funciones
y, aún más, a menudo funciones directamente opuestas. Se nos dice que la ‘democracia’ en general y el ‘fascismo’ en general no se diferencian en nada uno del
otro. Sin embargo, existe una ‘dictadura democrática de obreros y campesinos’ propuesta por la Internacional Comunista
para China, India, España. ¿Qué dictadura se propone? ¿Una dictadura
proletaria? No, nos contestan. ¿Una dictadura capitalista? No, nos contestan.
¿Qué entonces? ¡Una dictadura democrática! Parece que existe en el mundo una
democracia pura por encima de las clases. Pero el IX Plenario ha explicado que
la democracia no difiere del fascismo. ¿En ese caso la dictadura democrática
difiere de la dictadura fascista? Hay que ser muy ingenuos para esperar una
respuesta seria y honesta de los stalinistas a esta cuestión de principios. Y
sin embargo, la suerte de la revolución de Oriente está ligada a esta pregunta.” [40]
Y proseguía:
“A pesar de las decisiones
de los plenarios del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista ,
la realidad no cambia. Existe una contradicción entre la democracia y el
fascismo. Esta contradicción de ninguna manera es absoluta, o, para decirlo en
términos marxistas, de ninguna manera significa oposición entre dos clases
irreductibles, sino que son distintos sistemas de dominación ejercidos por una
misma clase. Estos dos sistemas, el parlamentario democrático y el fascista, se
basan en formas distintas de explotación de las clases oprimidas, por lo que
inevitablemente estos dos sistemas chocan entre sí.”[41]
En éste sentido,
planteaba que mientras la socialdemocracia se basaba en un régimen de
dominación parlamentario-burgués y necesitaba apoyarse sobre la clase obrera
como base social para mantenerse en el poder, fomentando en ésta la confianza
hacia la pequeño-burguesía; el fascismo se basaba en un régimen de represión,
que movilizaba a la pequeño-burguesía contra el proletariado a los efectos de
destruir sus organizaciones independientes. Ligado a esta concepción del
fascismo como ruptura, Trotsky debatía contra la concepción de la Internacional de que
el pasaje de la democracia al fascismo se podía dar “en frío”, asumiendo el carácter de un proceso
orgánico que podía desarrollarse de manera gradual y sin choques sociales
agudos:
“durante
muchas décadas, dentro de la democracia burguesa, sirviéndose de ella y
luchando contra ella, los obreros edificaron sus fortalezas, sus bases, sus
reductos de democracia proletaria: sindicatos, partidos, clubes culturales,
organizaciones deportivas, cooperativas, etc. El proletariado no puede llegar
al poder en los marcos formales de la democracia burguesa. Sólo es posible por
la vía revolucionaria, hecho demostrado por la teoría y por la experiencia.
Pero, para saltar a la etapa revolucionaria, el proletariado necesita apoyarse
imprescindiblemente en la democracia obrera dentro del Estado burgués. (…) El
fascismo tiene por función esencial y única extirpar de raíz todas las
instituciones de la democracia proletaria. ¿Tiene o no este hecho una ‘importancia de clase’ para el proletariado? Sobre esto deben
reflexionar (…) Dando al régimen el nombre de burgués –lo que es incuestionable- Hirsch y sus amos han
olvidado un detalle: el lugar del proletariado en el régimen. Pero la lucha de
clases se desenvuelve sobre el terreno de la historia y no en la estratósfera
de la sociología. El punto de partida de la lucha contra el fascismo no es la
abstracción del Estado democrático, sino las organizaciones vivientes del
proletariado en las que está concentrada toda su experiencia (…) La tesis de que el
pasaje de la democracia al fascismo puede tener un carácter “orgánico” y “gradual” evidentemente no
significa otra cosa que esto: se puede quitar al proletariado, sin fricciones y
sin combates, no sólo sus conquistas materiales –cierto nivel de vida, la legislación social, los
derechos civiles y políticos- sino también el instrumento social de sus
conquistas, es decir, sus organizaciones.[42]
De esta forma,
la concepción del paso gradual y sin grandes fricciones de la democracia al
fascismo se emparenta con la definición de una mera “diferencia de grados” entre ambos
regímenes. Lejos del análisis de Trotsky, basado en la dialéctica entre las
clases y su dinámica, que por acumulación de contradicciones rompe con la
evolución lineal, dando como resultado nuevos fenómenos sociales cuyo futuro se
resuelve por la acción de la lucha de clases, la Internacional
realizaba un análisis determinista, en el que el fascismo, en tanto fase
orgánica del desarrollo burgués, sólo representaba un episodio en el proceso
hacia la revolución, considerada ésta como una abstracción automática en vías
de una maduración progresiva continua.
Como
explica George Novack, en la concepción de Trotsky, que sintetizó y
formuló como tal la ley del desarrollo desigual y combinado [43] la
historia tiene sus reversiones, así como sus movimientos hacia adelante; sus
periodos de reacción; donde formas infantiles y características caducas propias
de etapas primitivas de desarrollo pueden unirse con estructuras avanzadas para
generar formaciones extremadamente regresivas e impedir el avance social. Desde
éste punto de vista, en los análisis de Trotsky podría considerarse al
fascismo, en tanto que reacción burguesa en una época particular de su
declinación, como un “salto hacia atrás”,
donde para poder “rescatar” al capitalismo de su crisis la
gran burguesía necesitaba negar los propios métodos parlamentarios
históricamente consagrados por su dominación política para reducir al
movimiento obrero y hacerlo retroceder de las posiciones conquistadas. En este
sentido, coincidimos con Mandel cuando plantea que la teoría del
fascismo de Trotsky implica:
“(…) la
tentativa de englobar todos los aspectos de la actividad social según se
relacionan y coordinan estructuralmente unos con otros, [y] el esfuerzo de
identificar, en el interior de ese complejo integrado por relaciones en
constante modificación, los elementos que lo determinan, es decir, separar los
cambios que pueden ser integrados dentro de la estructura social existente de
aquéllos que sólo pueden llevarse a efecto por medio de una explosión violenta
de la misma.”[44]
A
modo de conclusión
Se
ha visto que, contra la visión que Poulantzas le adjudica a Trotsky, lejos
estuvo éste de inferir mecánicamente al fascismo como forma de dominación
política propia de la burguesía en la época del capitalismo declinante, puesto
que lo concibió como producto de la acción de los factores sociales vivos, como
“posibilidad
abstracta”
que, bajo una determinada coyuntura de la relación entre las clases en pugna,
deriva en “necesidad
concreta”.
El fascismo aparecía para Trotsky como la forma más organizada de
contrarrevolución burguesa para subordinar al proletariado, en un contexto
particular de crisis capitalista, pero no por esto resultaba como el correlato
mecánico, en la esfera superestructural, de las condiciones estructurales de la
economía en la etapa imperialista. En
este sentido, el análisis de Trotsky sobre el fascismo, como vimos en el caso
de Alemania, partía del método de poner en relación las diversas esferas de la
realidad, tanto a nivel del contexto de crisis capitalista, como de la forma en
que esto repercutía en cada estado y su rol internacional, así como en la
coyuntura específica de lucha de clases configurada en cada país producto de la
imbricación de éstos elementos. Si bien es cierto que el fascismo resulta
indisociable para Trotsky del contexto de crisis capitalista, en que la
burguesía recurría al aplastamiento de las libertades democráticas como forma
de contener las presiones de una clase obrera que, buscando elevar su nivel de
vida, se radicalizaba crecientemente, esto no implicaba que, inversamente, a la
crisis capitalista le correspondiera el fascismo como forma orgánica de
dominación. Considero, en este sentido, que la concepción de Trotsky en torno
al fascismo, lejos de ser mecanicista, resulta del análisis de la totalidad
social como la interdeterminación dinámica entre diversos niveles, jugando el
factor político un rol central.
Trotsky
encontraba, pues, la raíz de la convulsiva situación social alemana en el
entrecruzamiento entre la crisis económica, derivada de la situación más
general del capitalismo declinante y agudizada con la crisis del ’30; el rol
específico de Alemania en el sistema internacional, con su “llegada tardía” al avance
capitalista y al “reparto del mundo” operado entre las potencias imperialistas, la
contradicción entre su base industrial y su escaso peso como potencia
imperialista, siendo despojada de sus antiguas posesiones coloniales con
posterioridad al Tratado de Versalles y con una economía constreñida sobre sus
propias fronteras; y la situación entre las clases, con una pequeño-burguesía
cada vez más arruinada, un proletariado con tradición política y conquistas
sociales que mantener, y una gran burguesía que necesitaba encontrar
desesperadamente una salida a la crisis del capitalismo alemán. Así, fue
formulando su noción del fascismo y el bonapartismo en función de las propias
transformaciones concretas de la situación internacional, partiendo del
análisis de la relación entre las clases en Alemania desde la derrota de la
revolución de 1918 en adelante, complejizando su perspectiva hasta sistematizar
una concepción que involucró la dialéctica entre los factores económicos,
sociales y políticos. Incluso, en tanto que fenómeno novedoso de la realidad
histórica, Trotsky avanzó sobre la caracterización y conceptualización del
fascismo sin partir de desarrollos teóricos que al respecto haya elaborado el
marxismo clásico, valiéndole el mérito no sólo de haber formulado una orientación
política para posicionar al movimiento obrero ante los desafíos de cada
coyuntura, sino de haber legado un riquísimo arsenal teórico al que sigue
siendo valioso recurrir, toda vez que el capitalismo sigue engendrando crisis,
degradación social y, en consecuencia, choques agudos entre las clases.
Bibliografía
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TROTSKY, León, Revolución
y fascismo en Alemania. Escritos 1930-1933, Editorial Antídoto, Buenos
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[1] ANDERSON, Perry,
Las antinomias de Antonio Gramsci. Estado y revolución en Occidente, Fontamara, México, 2006, pg. 37.
[2] POULANTZAS, Nicos, Fascismo y
dictadura , Siglo Veintiuno editores,
Buenos Aires, 1998, pp.62-63.
[3] Ver TROTSKY, León, “ A 5 años de la Internacional Comunista ,
Introducción, en http://www.marxists.org/ espanol/trotsky/1920s/1924_ 0524_0.htm
[4] TROTSKY, León, El fascismo,
Editorial Cepe, Buenos Aires, 1973, pg. 48.
[5] CARR, Edward, V Congreso de la Internacional Comunista.
17 de junio-8 de julio de 1924, Cuadernos de Pasado y Presente, Córdoba, 1975, pg. 21.
[6] Ibídem.
[7] TROTSKY, León, El
fascismo, Op. Cit., pg. 48.
[8] Nikolai Bujarin (1888-1938) Economista,
miembro del Comité Central del PCUS desde 1917. Sucesor de Zinoviev como cabeza
de la Internacional
entre 1926 y 1929.
[9] Pravda, 2 de febrero de 1924, en TROTSKY, León, El fascismo, Op. Cit.
Pg. 51.
[10] TROTSKY, León, “¿Y ahora?”, en
TROTSKY, León, Escritos 1929-1940,
[CD ROOM].
[11] TROTSKY, León, Revolución y
fascismo en Alemania. Escritos 1930-1933,
Editorial Antídoto, Buenos Aires, 2005, pg
17.
[12] DIMITROV, Giogi, La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista
en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo. Informe ante
el VII Congreso de la Internacional Comunista , Emiliano Escolar Editor, Madrid, 1977, pg. 19
[13] TROTSKY, León, “El viraje de la Internacional Comunista
y la situación en Alemania”, en TROTSKY, León, Revolución y
fascismo en Alemania. Escritos 1930-1933 Op.
Cit, pg. 22.
[14] Ibídem
[15] TROTSKY, León, “La clave de la situación
mundial está en Alemania”, en TROTSKY, León, Revolución y fascismo en
Alemania. Escritos 1930-1933, Op. Cit., pg. 64.
[16] TROTSKY, León, El fascismo, Op. Cit., pg. 44.
[17] “Exceptuando los casos de
Trotski, Gramsci, Nin, Guerin y muy pocos más, la mayor parte de los análisis
marxistas del fascismo estuvieron condicionados por los dictámenes oficiales de
la Comintern ,
a partir del IV Congreso (noviembre-diciembre, 1922), con la característica
deformación economicista. Zinoviev, Martinov e, incluso, Togliatti, explicarán
el fascismo como fenómeno de las sociedades agrarias y producto del atraso
económico. Como ya había previsto Trotski, la subida de Hitler al poder en
Alemania echó por tierra todas las interpretaciones ‘ortodoxas.’” PASTOR,
Manuel, Modelos históricos de fascismo, Universidad complutense de Madrid, en http://e-spacio.uned.es/fez/ eserv.php?pid=bibliuned: DerechoPolitico-1978-1979-2- 13160&dsID=PDF
[18] GONZALEZ CALLEJA, Eduardo, Los
apoyos sociales de los movimientos y regimenes fascistas en la Europa de entreguerras: 75
años de debate científico, Instituto de Historia, CSIC, 2001, en http://hispania.revistas.csic. es/index.php/hispania
[19] Ver Nicos Poulantzas, Fascismo
y dictadura, Op. Cit.
[20] MARIE, Jean Jacques, Trotsky.
Revolucionario sin fronteras. Fondo de Cultura económica, Buenos Aires,
2009, pg. 391.
[21] TROTSKY, León, Revolución y
fascismo..., Op. Cit., pg 105.
[22] Ibídem.
[23] POULANTZAS, Nicos, Fascismo y dictadura…, Op. Cit., pg. 46.
[24] TROTSKY, León, El fascismo, Op.
Cit., pg 118.
[25] MARIE, Jean Jacques, Trotsky.
Revolucionario sin fronteras. Op. Cit., pg. 401.
[26] Ibídem, pg. 116.
[27] Ibídem.
[28] Ibíd., pg. 119.
[29] Ibídem, pp 119-120.
[30] Ibídem.
[31] Ibídem.
[32] TROTSKY, León, “La tragedia del proletariado
alemán: los obreros alemanes volverán a levantarse, el estalinismo jamás”, en
TROTSKY, León, Revolución y fascismo en Alemania. Escritos 1930-1933, Op.
Cit., pg. 291.
[33] TROTSKY, León, El
fascismo, Op. Cit. pg. 12.
[34] POULANTZAS, Nicos, Op. Cit., pg.
58.
[35] TROTSKY,
León, “Democracia y fascismo”, en TROTSKY, León, Escritos..., Op. Cit..
[36] TROTSKY, León, Escritos
filosóficos, CEIP León trotsky, Buenos
Aires, 2004, pg 54.
[37] A este respecto, planteaba:
“Algunos objetos (fenómenos) son fácilmente confinados dentro de fronteras de
acuerdo a la clasificación lógica, otros [se nos] presentan [con] dificultades:
pueden ser ubicadas aquí o allá, pero en una relación estricta, en ningún
lugar. Mientras provocan la indignación de los sistematizadores, tales formas
transicionales son excepcionalmente interesantes para los dialécticos, ya que
rompen las limitadas fronteras de la clasificación, revelando las conexiones
reales y la consecución del proceso vivo.”, en
TROTSKY, León, Escritos filosóficos, Op. Cit. pg 20.
[38] Ibídem, pg.17.
[39] Ibíd.., pg 35.
[40] TROTSKY, León, Revolución
y fascismo..., Op. Cit., pg.90.
[41] Ibídem.
[42] TROTSKY, León, Revolución
y Fascismo en Alemania. Escritos 1930-1933,
Op. Cit. pp 93-94.
[43] Ver TROTSKY,
León Historia de la
Revolución Rusa , Sarpe, Madrid, 1985, pág. 33.
[44] MANDEL, Ernest, El fascismo, Akal, Madrid, 1987, pg 23.
La Verdad es que justo leí tu artículo luego de leer Su moral y la Nuestra y descargar un par de Libros de Trotsky. Es muy orientador.
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