lunes, 7 de mayo de 2012

Apuntes sobre Europa, la crisis y las tendencias políticas




Por Eduardo Castilla y Javier Musso

La crisis económica en Europa se convierte, crecientemente, en crisis social y condena a las masas pobres a terribles padecimientos. Desde los desahucios que recorren España, hasta la reciente aparición de las “viudas de la recesión”, hay un hilo conductor marcado por las consecuencias de una crisis que se viene expresando en ajuste hacia el pueblo trabajador y garantía de sus ganancias para los grandes capitalistas. Cada vez más, esto pone al desnudo el rol de los estados como garantes de los negocios de la burguesía. En ese sentido aporta a la maduración política de las masas, al mostrar el carácter social del estado.
Esta situación está en la base de los fenómenos políticos que se vienen desarrollando en los últimos años. Las recientes elecciones en Francia y Grecia son sintomáticas en este sentido. Las votaciones que allí se realizaron constituyen parte de las respuestas a la crisis que recorre el viejo continente. En los resultados de las urnas se expresa la emergencia de fuertes tendencias eurófobas así como el repudio a la Europa “del ajuste”, aunque sin despertar enormes esperanzas.
Junto a estos procesos electorales, se viene dando una creciente entrada en escena del movimiento obrero y la juventud en respuesta a los ataques de los gobiernos para garantizar el Pacto de Estabilidad reafirmado a fines del 2011. Se empiezan a delinear así los polos de una situación que empieza a caminar, todavía lentamente, hacia un período similar a los años 30’. Período marcado por el enfrentamiento abierto entre revolución y contrarrevolución. 

Ascenso de la derecha y crisis social

Un aspecto central de este proceso es el crecimiento, en toda Europa, de las tendencias de derecha, racistas y eurófobas. Amanecer Dorado en Grecia es la expresión más desarrollada. Marine Le Pen en Francia, Geert Wilders en Holanda entre otros, son otras de las manifestaciones de ese mismo fenómeno. Tratando de aprovechar esta tendencia, Sarkozy, hacia el final de su campaña llegó a pedir exámenes de francés a quienes pretendieran cruzar la frontera.
Lo que se expresa políticamente por arriba es el resultante de la enorme frustración de masas ante la crisis y sus secuelas. El odio contra los inmigrantes, el antisemitismo y la islamofobia son algunas de las variantes ideológicas que intentan imponer estos sectores de derecha y que llegan a transformarse en tragedias. Hace pocos meses vimos la masacre de 3 niños y un rabino en una escuela de Francia. En julio del 2011 fuimos testigos del salvaje asesinato de 77 estudiantes laboristas en Oslo por Anders Behring Breivik.
Esas expresiones brutales se combinan con cientos de episodios similares, de distinta envergadura. Los dirigentes de extrema derecha acicatean estos sentimientos reaccionarios como una forma de desviar el odio de las masas pobres hacia otros sectores oprimidos y explotados, en lugar hacerlo hacia la clase capitalista, verdadera responsable de la crisis.

El “peligroso” señor Hollande

En Europa, en el marco de la crisis, se viene expresando la aguda contradicción existente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las fronteras nacionales que ya señalara el marxismo hace siglo y medio. La Europa prefigurada por el capital imperialista muestra sus profundas contradicciones. La unidad supraestatal choca a cada momento con las realidades nacionales y abre la perspectiva del fin del Euro como moneda común. 
El capital financiero internacional actúa de manera anárquica, atacando a los estados nacionales, poniendo en riesgo su estabilidad mediante la suba del riesgo país y la especulación con los bonos de las deudas públicas. Al mismo tiempo, desde las calificadoras y los grandes medios de comunicación, se han convertido en apóstoles del ajuste a las finanzas estatales, para garantizar un “estado mínimo”. En ese sentido, estamos asistiendo a un ataque al pacto neoliberal que implicó una importante estabilidad política dentro de las potencias durante las últimas dos décadas.
La acción del capital imperialista socava las bases políticas de los estados y los regímenes  burgueses. Como se desprende de esta nota, el gobierno español es obligado al ajuste más allá de que eso acelere la pérdida de su prestigio político. Hace pocos días, esta nota de The Economist consideraba “peligroso” a Hollande por no ser lo suficientemente enfático en la garantía de los ajustes necesarios y la defensa de los intereses de la banca. Para que no quedaran dudas, la nota afirmaba que, si Hollande continua y profundiza el camino de Sarkozy, “no one would be happier than this newspaper” (nadie sería más feliz que este diario).

Los límites del ajuste

La “austeridad” es la bandera del capital  financiero internacional para salvar al Euro. The Economist expresa su “preocupación” por el crecimiento del rechazo en Francia y en los Países Bajos hacia la Unión Europea y, esencialmente, hacia los ajustes para sostener la moneda común.
Pero tanto la elección de Francia como la de Grecia ponen sobre el tapete los límites para imponer las medidas de ajuste hacia las masas. En el caso de Hollande, su discurso de campaña tuvo como componente importante la necesidad de aportar al crecimiento, lo que es un límite para la política que venía siguiendo el eje “Merkozy”. Política que empieza a ser cuestionada no sólo por acciones de lucha de sectores de masas, sino incluso por gobiernos y partidos políticos, que no están dispuestos a pagar el costo social de ese ajuste.
Como se señala acá “Lo más importante de la victoria de Hollande es que se produce en un contexto en el que el cambio de discurso ya se ha producido. El FMI, la Comisión Europea, el Gobierno holandés, todos se han subido ya al tren del crecimiento”

Reformismo sin reformas

Pero precisamente allí es donde se expresan los mayores límites del reformismo del PS. Frente al crecimiento de la derecha xenófoba y racista, sectores amplios de las masas parecen albergar la esperanza de que la vuelta de la socialdemocracia, sea un límite a los ajustes y restaure su nivel de vida.
Pero estas esperanzas pueden transformarse, en el período próximo, en desencanto y desazón. Como señalan muchos analistas, el nuevo gobierno se halla limitado en cuanto a las medidas que puede tomar para frenar la crisis. Hollande gobernará en los marcos de la estructura capitalista impuesta por 30 años de avance neoliberal. Acá se señala, por ejemplo, que “Respecto al paro, los márgenes de maniobra son muy estrechos. Las medidas propuestas por Hollande no van a cambiar las coordenadas del problema, pues no podrá desestabilizar más las leyes del mercado de trabajo sin poner en peligro sus bases sociales; tampoco podrá relanzar fuertemente el crecimiento sin aumentar el déficit público”
Además, las esperanzas chocan de frente con las transformaciones del PS en las últimas décadas, ya que fue el partido que inició el avance neoliberal de la mano de Mitterrand e impuso leyes de flexibilización laboral bajo el gobierno de Jospin.  Sus dirigentes actuales son la viva encarnación de la distancia con la vida de las masas. Estas transformaciones son las mismas que sufrieron todos los partidos socialista de Europa, como expresión del giro neoliberal.

La emergencia de la lucha de clases

El futuro llegó hace rato. No son sólo las tendencias de derecha las que emergen en la situación política, sino que además estamos presenciando un lento despertar del movimiento obrero y de la juventud europea en el último período. Así se intenta ponerle límites, aún tibiamente, a los ataques del capital.
Esta lentitud es la resultante de dos elementos: por un lado, el rol de la burocracia sindical en los países imperialistas que juega un papel central a la hora de frenar las tendencias a la movilización de masas. Un ejemplo categórico lo vemos en España donde los ataques del gobierno y las patronales han venido avanzando sin que las direcciones sindicales hayan dado una respuesta contundente.
El enorme paro del pasado 29 de marzo es una respuesta tardía, cuando la desocupación en España se acerca a los 6 millones de parados. Sin embargo, más allá de eso, la clase obrera del Estado español mostró una enorme fuerza en esa acción. Incluso en la misma huelga ha habido sectores que superaron en la acción los límites que quería imponer la dirección del movimiento. Se demuestra que era posible frenar el avance capitalista antes. En ese sentido, el papel de la burocracia sindical, ha sido fundamental para este resultado.
En segundo lugar, la clase obrera europea despierta a la lucha de clases después de años de conformismo. Si bien hemos visto importantes peleas parciales en las últimas décadas, ante la magnitud del ataque, está dando las primeras respuestas ante los ataques. Sin embargo, esto no implica una definición fatalista. Por el contrario, estas acciones anuncian las futuras luchas de la clase trabajadora europea que mantiene una fuerza social enorme. Fuerza que podrá expresarse en la medida que supere a sus viejas direcciones reformistas.
Para este objetivo es central el papel que juegue la izquierda que se reclama anticapitalista o revolucionaria. Hasta el momento, lamentablemente, ha jugado un rol completamente conservador en cuanto a desarrollar las tendencias más radicales que se expresaron en las luchas de masas en estos años. Eso hemos cuestionado en este balance y vuelto a señalar aquí, a propósito del balance de la primera vuelta de las elecciones en Francia.
Los años de “restauración burguesa” moldearon una izquierda conformista, adaptada a los marcos del estado capitalista en las potencias imperialistas. Izquierda que limó sus programas hasta convertirlos en simples plataformas electorales, dejando de lado una preparación consciente para los momentos en que la lucha de clases se torne aguda y el capital descargue su furia sobre las masas trabajadores.
Por el contrario, de lo que se trata es de construir una fuerza política y social, no sólo en Europa sino en los lugares donde sea posible avanzar ya mismo, que se prepare para los momentos de aguda lucha de clases. Definir qué vamos hacia momentos similares a los años ‘30, implica definir la posibilidad  del surgimiento y desarrollo de fenómenos como el fascismo, los frentes populares y la revolución social. Se trata, en fin, de retomar la tradición del trotskismo para preparar partidos revolucionarios que pueden ser un factor de peso frente a esos escenarios. 

1 comentario:

  1. Agradecemos los aportes de Manolo Romano y Virginia Pescarmona, que influyeron en el texto final.

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