lunes, 2 de septiembre de 2013

Sobre el parlamento y la política revolucionaria. A propósito del pensamiento de Lenin y el gran ejemplo de Raúl Godoy





Paula Schaller
El punto de vista revolucionario hacia la intervención parlamentaria quedó delineado, desde que allá por los años 20' del siglo pasado, Lenin discutiera contra las alas ultraizquierdistas del comunismo internacional que negaban la necesidad de la participación en el parlamento y en los sindicatos reaccionarios. Como es sabido, Lenin tildaba de infantil la posición de negarse a la intervención parlamentaria por considerar "caduco el parlamentarismo", lo que llevaba a confundir los "tiempos históricos", que de conjunto en la época imperialista marcan una tendencia a la agudización de la crisis capitalista, la consecuente exacerbación de la lucha de clases y por lo tanto al agotamiento de las vías parlamentarias como canales de expresión de la actividad política; con los "tiempos políticos", que lejos estaban de mostrar un descreimiento generalizado de las masas en el parlamento. En últimas, Lenin estaba diciendo que un partido revolucionario que se precie de tal no puede pasar por encima de la propia experiencia de las masas, ni pretender resolver ésta por la vía administrativa de la abstracción teórica. Ni hablar, además, de que hoy no estamos en los años '20 y que la experiencia de más de 30 años sin revoluciones proletarias reverdeció las ilusiones parlamentaristas de las masas, aunque hoy haya crisis de las democracias neoliberales.
Así, que la vanguardia organizada en partido revolucionario  haya asimilado las conclusiones más avanzadas sobre la necesidad de superar las instituciones que lejos de los intereses "universales" instrumentan el poder burgués (como el parlamento), no implica que la mayoría de la clase haya procesado estas conclusiones y menos aún que las haya generalizado como "sentido común". Claro que esto no quiere decir caminar al compás de los sectores más atrasados, que en este caso implicaría alentar las expectativas de las masas en el Parlamento burgués como ámbito "natural" del manejo de la política y, en un sentido amplio, de resolución de sus condiciones de vida: "Precisamente porque las masas atrasadas de obreros (...) están imbuidas (...) de prejuicios democrático-burgueses y parlamentarios, precisamente por esto  únicamente en el seno de instituciones como los parlamentos burgueses pueden (y deben) los comunistas sostener una lucha prolongada, tenaz, sin retroceder ante ninguna dificultad para denunciar, desvanecer y superar dichos prejuicios." Sólo tiene sentido usar la tribuna parlamentaria si es para alentar la auto-confianza de las masas en sus propias fuerzas. Pero esta confianza no se fortalece "en abstracto" o por mera declamación desde la tribuna parlamentaria, sino en la construcción concreta de una organización anclada en el seno de la clase obrera y la juventud que pueda pesar decisivamente en la lucha de clases. Porque, como decía Trotsky, las masas no se convencen por doctrinas sino que "razonan en base a los hechos", y más que mil discursos las convence una organización con perspectivas y el propósito de vencer. 

Los "jefes"... 

En sus "notas sobre Maquiavelo...", el gran teórico de la política moderna, Gramsci dice: "Quien ha nacido en la tradición de los hombres de gobierno, por todo el complejo de la educación que absorbe del ambiente familiar, en el cual predominan los intereses dinásticos o patrimoniales, adquiere casi automáticamente los caracteres del político realista." Permítasenos hacer abstracción del propósito directo de esta afirmación, que no contiene ninguna impugnación de orden moral o denuncia política sino que busca subrayar que las tesis de Maquiavelo, elaboradas en el s. XV, tuvieron el gran mérito de independizar el carácter y las reglas propias, específicas, de la política respecto de la ideología tradicional-religiosa, mostrando la necesidad de forjar un "jefe", una dirección consciente de sus propósitos; y tomemos aquello que esta afirmación contiene respecto a la formación y reproducción del personal dirigente de los grupos dominantes.
En efecto, como regla general, los representantes políticos de los partidos burgueses nacen en un medio intelectual-cultural que los hace conscientes de sus "intereses patrimoniales" y los prepara para su función, sin descartar lógicamente que los partidos burgueses también se nutren de la asimilación de los burócratas sindicales, cuya reproducción de sus condiciones de vida se independiza relativamente de su medio social, o aquellos casos en los que se desarrollan bajo formas frente-populistas o movimientistas y recurren a la cooptación de dirigentes del movimiento de masas. El caso es que si algo distingue a los cuadros políticos de los partidos dominantes es que se seleccionan a través del carrerismo político-burocrático, cuyas chances de "llegar más lejos" están condicionadas por la cercanía y el patrocinio de los poderes económicos (y sus capataces "territoriales"). Estos métodos de reproducción se corresponden directamente con el contenido social de su función: ya lo demostraron por estos días kirchneristas, radicales y emepenistas votando la entrega a la imperialista Chevron con brutal represión, desnudándose abiertamente como una casta servil a los intereses capitalistas. 
Volviendo a Lenin, éste planteaba que, por el contrario, la clase obrera y el partido revolucionario seleccionan y forjan a sus "jefes" en el combate, lo que no implica sólo "la guerra misma" sino la preparación en cada "escuela de guerra" como las luchas económicas (cada huelga o enfrentamiento reivindicativo a la patronal, a la burocracia) y políticas, combinando el trabajo ilegal con el legal. Es en esa arena donde los jefes "pasan la prueba" (o no) y se ganan (o no) el derecho de conducir a su propia clase.
Raúl Godoy, que por estos días dio un gran ejemplo de utilización revolucionaria de la tribuna parlamentaria (a lo que nos referimos más abajo), se forjó al calor de la intervención en múltiples "escuelas de guerra", desde la pelea paciente primero por recuperar la comisión interna de la fábrica y después por recuperar el sindicato ceramista de manos de la burocracia sindical, la lucha contra el vaciamiento patronal en 2001 y la puesta en producción bajo gestión obrera de Zanón, pasando por la permanente intervención en la lucha de clases del sindicato ceramista, que no sólo funciona democráticamente con dirigentes revocables, rotativos y sometidos al mandato de asamblea, sino que es un aliado incondicional de cada sector en lucha.
La Lista Marrón, que conduce el sindicato, es uno de los más avanzados ejemplos de corrientes clasistas en el movimiento obrero, precisamente porque levanta un programa obrero y popular para el gobierno de los trabajadores desde el cual se pronuncian y plantean una política ante los principales debates nacionales y provinciales, con lo que no es casual que integren las listas del Frente de Izquierda con la que obtuvieron la representación de los ceramistas en la legislatura. La banca que hoy ocupa Raúl Godoy, como dirigente del PTS, en la legislatura neuquina, no sólo contiene esta tradición sino que es una nueva "escuela de guerra" en el camino de forjar los políticos que requiere la clase obrera, que para su propio empoderamiento también necesita aprender a manejar las artes parlamentarias a la manera revolucionaria. Como decía Lenin: "hay que hacer pasar a los 'jefes', entre otras pruebas, también por la del parlamento. La crítica, la más violenta, más implacable, más intransigente, debe dirigirse no contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben -y más aún contra los que no quieren-, utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna parlamentaria a la manera revolucionaria."

...y las batallas políticas

Antes de adentrarnos en la gran batalla política que por estos días dio Raúl Godoy en la legislatura neuquina, permítasenos de nuevo, salvando las enormes distancias, una licenciosa analogía. En 1925, 3 años después de la llegada del fascismo al poder en Italia, Gramsci dio una gran lucha política en el parlamento como diputado con el propio Mussolini como antagonista directo. La polémica, que estuvo centrada en denunciar las leyes que pretendían suprimir la masonería, en definitiva apuntaba a desenmascarar que el fascismo quería avanzar en la prohibición de la actividad política comunista. Se trataba ahí de develar a ojos de las masas el carácter y los objetivos de un fascismo que todavía no había avanzado en suprimir todos los elementos de democracia en el régimen político, incluido el propio parlamento. La discusión sobre la masonería contenía entonces una batalla política de mayor alcance.
La denuncia que Raúl Godoy hizo desde la legislatura neuquina contra el acuerdo con la imperialista Chevron no se trata "únicamente" (si se nos permite el reduccionismo) de la defensa del medio ambiente y de la soberanía de nuestros recursos sino de una cuestión esencial de estrategia revolucionaria: señalar a cientos de miles porqué no se puede confiar en ningún político burgués, por mucho que éste se disfrace de cordero y se diga "nacional y popular", así como el carácter reaccionario del parlamento mismo. Aunque varios legisladores se retiraron del recinto denunciando la represión y negándose a votar el acuerdo, ninguno lo pudo hacer desde la perspectiva de clase que lo hizo Raúl Godoy, denunciando la brutal sumisión al imperialismo que hermana a todas las variantes políticas patronales ya sean éstas kirchneristas, emepenistas, radicales, etc. etc., algo que simbolizó al retirarse dejándoles la bandera norteamericana para que "sesionen bajo esa bandera", la de los intereses reales que defienden.
Por eso Godoy fue uno de los (muy) pocos que se puso al frente de la movilización y el que está siendo demonizado y perseguido por el conjunto del régimen político neuquino y el gobierno nacional que, en boca de Parrilli, salió a azuzar la vieja (y muy gorila) teoría de la “alianza golpista” entre la izquierda y la derecha, acusando de golpistas a los que son reprimidos por movilizarse contra la entrega al imperialismo.  De fondo, en la demonización a Raúl Godoy subyace lo que todo político burgués considera un pecado imperdonable: un obrero utilizando el parlamento para hacer política de clase.  
Es que el parlamento proporciona a los políticos revolucionarios de la clase obrera una enorme posibilidad de desplegar una "agitación política" que favorezca el avance de la conciencia en franjas amplias del movimiento obrero y los sectores populares. Al respecto, escribía muy tempranamente Lenin “Si no hay en el campo económico problema de la vida obrera que no sea utilizable para la agitación económica, tampoco hay en el campo político problema que no sirva de objeto de agitación política. Estos dos géneros de agitación se encuentran tan indisolublemente ligados en la actividad de los socialdemócratas como lo están entre sí las dos caras de una medalla. Tanto la agitación política como la económica son igualmente indispensables para el desarrollo de la conciencia de clase del proletariado, tanto la agitación política como la económica son igualmente indispensables como dirección de la lucha de clases de los obreros rusos, puesto toda lucha de clases es lucha política... La agitación política multilateral es precisamente el foco donde coinciden los intereses candentes de la educación política del proletariado y los intereses candentes de todo el desarrollo social y de todo el pueblo, en el sentido de todos los elementos democráticos de él. Nuestro deber es mezclarnos en todas las cuestiones planteadas por los liberales, definir nuestra actitud socialdemócrata ante ellas y tomar medidas para que el proletariado participe activamente en su solución y obligue a resolverlas a su modo.” Quiere decir Lenin con esto que "el arte" de la agitación es poder elevar las denuncias, sobre todo aquellas más sensibles, al terreno del enfrentamiento con el régimen para señalar a la clase obrera sus amigos y enemigos y levantar una perspectiva propia.  
En un momento político como el actual, donde el kirchnerismo acentúa su declive y pierde el amplio apoyo que supo concitar en franjas de la juventud, las clases medias y los trabajadores que se entusiasmaron con el "modelo nacional y popular", denunciar cada hecho que expone su verdadero carácter pro-burgués y por lo tanto pro-imperialista, levantando un programa obrero y socialista, es un medio muy importante para acelerar la experiencia política con el gobierno y extender la influencia de los revolucionarios. Pero, como "la consciencia se construye en la práctica", la agitación parlamentaria es justamente eso: sólo un medio, ni "el fin en sí", ni tampoco el más importante, y está siempre subordinado al centro de gravedad: la construcción de una fuerza social militante anclada en el seno de la clase obrera y la juventud, que se foguee en cada "escuela de guerra" (incluida la propia lucha parlamentaria), preparando incansablemente el ejército para "la guerra misma". En eso andamos. 

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