A 75 años de la fundación de la IV internacional posteamos este excelente artículo escrito por León Trotsky pocos días antes de la reunión del Congreso fundacional que es parte de la compilación lanzada por el Centro de Investigaciones y Publicaciones León Trotsky y el IPS Karl Marx. El artículo se puede consultar directamente aquí. EC
Un gran logro
León Trotsky, 30 de agosto de 1938
Tomado de la versión publicada en León Trotsky, Escritos (1929-40), Bs. As., CEIP, 2000, libro 5 y cotejado y modificado con la versión de Œuvres Nº 18, Francia, ILT, 1984, p. 263. Fue publicado en New International, octubre de 1938. Trotsky realiza esta evaluación desde México, donde se encontraba exiliado, siendo imposible su asistencia a la Conferencia de fundación de la IV Internacional que se realizaría 4 días después en París.
Cuando estas líneas aparezcan en la prensa, la Conferencia de la IV 
Internacional[1] probablemente habrá concluido sus labores. La citación a
 esta Conferencia es un gran logro. La tendencia irreconciliablemente 
revolucionaria, sujeta a persecuciones que ninguna otra tendencia 
política en la historia del mundo ha sufrido en forma parecida, ha dado 
mostrando nuevamente su fuerza. Sobreponiéndose a todos los obstáculos 
que tuvo por los golpes de sus poderosos enemigos, convocó a su 
Conferencia Internacional. Este hecho constituye una evidencia 
irrefutable de la profunda viabilidad y de la firme perseverancia de la 
internacional bolchevique-leninista. La posibilidad misma de una 
Conferencia exitosa se garantizó primero por el espíritu del 
internacionalismo revolucionario con el cual están imbuidas todas 
nuestras secciones. De hecho, es necesario darle gran valor a los 
vínculos internacionales de la vanguardia proletaria con el objeto de 
reunir, en la actualidad, al equipo revolucionario internacional, cuando
 Europa y el mundo entero viven a la expectativa de la próxima guerra. 
El humo del odio nacional y de la persecución racial compone hoy la 
atmósfera política de nuestro planeta. El fascismo y el racismo son 
simplemente las expresiones más extremas de la bacanal chovinista que 
busca superar o ahogar las intolerables contradicciones de clase. El 
resurgimiento del socialpatriotismo en Francia y en otros países, o 
bien, su nueva manifestación abierta y desvergonzada, pertenece a la 
misma categoría del fascismo, pero con una adaptación a la ideología 
democrática o a sus vestigios.
El abierto fomento al nacionalismo en la URSS, en mítines, en la 
prensa, en las escuelas, pertenece al mismo tipo de hechos. No se trata 
de ninguna manera del así llamado “patriotismo socialista”, en defensa 
de las conquistas de la Revolución de Octubre contra el imperialismo. 
No, es cuestión de restablecer la preeminencia de las tradiciones 
patrióticas de la vieja Rusia. Aquí la tarea, asimismo, es la de crear 
valores por encima de lo social, por sobre las clases, para disciplinar a
 los trabajadores, con mayor éxito y someterlos a la voracidad de las 
sabandijas burocráticas. La ideología oficial del actual Kremlin apela a
 las hazañas del príncipe Alexander Nevsky, al heroísmo del ejército de 
Suvorov-Rimniksky o Kutuzov-Smolensky[2], mientras cierra los ojos ante 
el hecho de que este “heroísmo” se basaba en la esclavitud y la 
ignorancia de las masas populares y que por esta razón el ejército de la
 vieja Rusia sólo era victorioso en las luchas contra los todavía más 
atrasados pueblos asiáticos o contra los Estados débiles y en 
desintegración de la frontera occidental. Por otro lado, frente a los 
países decadentes europeos, el ejército zarista era inexistente. 
Obviamente, la experiencia de la última guerra imperialista ya ha sido 
enterrada en el Kremlin, así como han olvidado el hecho, no sin 
importancia, de que la Revolución de Octubre surgió directamente del 
derrotismo. ¿Qué les importa todo esto a los termidorianos[3] y 
bonapartistas? Ellos necesitan fetiches nacionalistas. Alexander Nevsky 
debe venir en ayuda de Nikolai Iezov[4].
La teoría del socialismo en un solo país, que liquidó el programa de 
la lucha revolucionaria internacional del proletariado, no podía sino 
terminar en una oleada de nacionalismo en la URSS y engendrar una de la 
misma naturaleza en los partidos “comunistas” de otros países. Hace sólo
 dos o tres años se sostenía que las secciones del Comintern estaban 
obligadas a apoyar a sus gobiernos, sólo en los así llamados Estados 
“democráticos” que estuviesen dispuestos a apoyar a la URSS en su lucha 
contra el fascismo. Se pretendía que la tarea de defender al Estado 
obrero sirviera como justificación para el socialpatriotismo. Hoy, 
Browder[5], quien no ha sido ni más ni menos prostituido que otros 
“líderes” de la Stalintern, declara ante un comité investigador del 
senado[6], que en el caso de una guerra entre EEUU y la URSS, él, 
Browder, y su partido, estarían del lado de su propia patria 
democrática. Es muy probable que esta respuesta haya sido instigada por 
Stalin; pero esto no cambia nada. La traición tiene su propia lógica. La
 III Internacional, al entrar por el camino del socialpatriotismo, 
claramente está por escapársele de las manos a la camarilla del Kremlin.
 Los “comunistas” se han convertido en socialimperialistas y se 
diferencian de sus aliados y competidores “socialdemócratas” sólo en que
 su cinismo es mayor.
La traición tiene su propia lógica. La III Internacional siguiendo a 
la II, ha perecido completamente como internacional. Ya no es capaz de 
desplegar ningún tipo de iniciativa en la esfera de la política 
proletaria mundial. Por supuesto, no es casual que después de quince 
años de desmoralización progresiva, el Comintern reveló su total 
podredumbre interna en el momento de acercarse la guerra mundial, 
precisamente en el momento en que el proletariado necesita urgentemente 
su unificación revolucionaria internacional.
La historia ha acumulado monstruosos obstáculos ante la IV 
Internacional. La tradición muerta se levanta contra la revolución 
viviente. Durante siglo y medio el influjo de la gran Revolución 
Francesa le sirvió a la burguesía y a su agente pequeñoburgués –la II 
Internacional– como medios para destrozar y paralizar la voluntad 
revolucionaria del proletariado. La III Internacional está ahora 
explotando las tradiciones incomparablemente más frescas y más poderosas
 de la Revolución de Octubre con el mismo fin. La memoria del primer 
levantamiento victorioso del proletariado contra la democracia burguesa 
le sirve a los usurpadores para salvar a la democracia burguesa del 
levantamiento proletario. Enfrentadas a la proximidad de una nueva 
guerra imperialista, las organizaciones socialpatrióticas han unificado 
sus fuerzas con el ala izquierda de la burguesía, bajo el membrete del 
Frente Popular, que no representa sino el intento de la burguesía, en su
 agonía de muerte, de someter una vez más al proletariado a su dominio, 
como la burguesía revolucionaria lo sometió en el amanecer del 
capitalismo. Lo que una vez fue una manifestación histórica progresiva, 
ahora aparece ante nosotros como una repugnante farsa reaccionaria. Pero
 mientras los “Frentes Populares” son impotentes para curar un 
capitalismo que está podrido hasta el alma, mientras son incapaces aún 
de detener la agresión militar del fascismo –¡el ejemplo de España está 
recargado de una significación simbólica!– sin embargo, todavía 
comprueban que son lo suficientemente poderosos para sembrar ilusiones 
entre las filas de los trabajadores, para paralizar y destruir su 
voluntad de lucha y de ahí en adelante crear las más grandes 
dificultades en el camino de la IV Internacional.
La clase obrera, especialmente en Europa, está todavía en repliegue, o
 al menos en un estado de vacilación. Las derrotas están demasiado 
frescas y la gente más que exhausta; asumieron su forma más aguda en 
España. Tales son las condiciones en que se está desarrollando la IV 
Internacional. ¿Sorprende acaso que su crecimiento sea más lento de lo 
que nos podría gustar? Los diletantes, charlatanes o tercos, incapaces 
de entender la dialéctica de los flujos y reflujos históricos, más de 
una vez han traído su veredicto: “Las ideas de los 
bolcheviques-leninistas pueden ser correctas pero son incapaces de 
construir una organización de masas. “¡Como si las organizaciones de 
masas pudiesen ser construidas bajo cualquier condición! ¡Como si un 
programa revolucionario no nos obligase a permanecer en minoría y nadar 
contra la corriente en época de reacción! El revolucionario que utiliza 
su propia impaciencia como medida del tiempo en una época no vale nada. 
Nunca antes el camino del movimiento revolucionario mundial había estado
 bloqueado con tan monstruosos obstáculos como hoy, en el umbral de la 
época de las más grandes convulsiones revolucionarias. Una correcta 
apreciación marxista de la situación arrojaría la conclusión de que, a 
pesar de todo, hemos logrado éxitos inestimables en los últimos años.
La Oposición de Izquierda rusa nació hace 15 años. El trabajo 
correcto en el terreno internacional todavía no suma una década. La 
prehistoria de la IV Internacional se divide propiamente en tres etapas.
 Durante el curso del primer período, la Oposición de izquierda todavía 
fundaba sus esperanzas en la posibilidad de regenerar al Comintern, y se
 veía a sí misma como marxista. La repugnante capitulación del Comintern
 en Alemania, tácticamente aceptada por todas sus secciones, planteó 
abiertamente la cuestión de la necesidad de construir la IV 
Internacional. Sin embargo, nuestras pequeñas organizaciones, que 
crecieron por medio de una selección individual en el proceso de la 
crítica teórica, casi por fuera del movimiento obrero real, no estando 
aún dispuestos a actuar de manera independiente. El segundo período se 
caracteriza por los esfuerzos de encontrar un verdadero campo de acción 
para estos aislados grupos de propaganda, aun a costa de renunciar 
temporalmente a la independencia formal. La entrada a los partidos 
socialistas inmediatamente aumentó nuestras filas, aunque 
cuantitativamente los logros no fueron tan grandes como pudiesen haber 
sido. Pero esta entrada significó una etapa extremadamente importante en
 la educación política de nuestras secciones, que por primera vez se 
probaron a sí mismas y a sus ideas, frente a frente a las realidades de 
la lucha política y sus exigencias vivas. Como resultado de la 
experiencia adquirida, nuestros cuadros crecieron bastante. Otra 
conquista no menos importante fue habernos separado de los sectarios 
incorregibles, vacilantes y maliciosos que están siempre dispuestos a 
unirse en sus inicios a cualquier movimiento nuevo para hacer todo lo 
que esté a su alcance para desacreditarlo y paralizarlo.
Por supuesto, las etapas del desarrollo de nuestras secciones en 
diferentes países no coinciden cronológicamente. Sin embargo, la 
creación del Socialist Workers Party [SWP, Partido Socialista de los 
Trabajadores][7] norteamericano puede reconocerse como el final del 
segundo período. Desde ahora, la IV Internacional se enfrenta con las 
tareas del movimiento de masas. El Programa de Transición es un reflejo 
de este importante cambio. Su importancia reside en que, en vez de 
proporcionar un plan teórico a priori, realiza el balance de la 
experiencia ya acumulada por nuestras secciones nacionales y sobre la 
base de esta experiencia abre perspectivas internacionales más amplias.
La aceptación de este programa, preparada y asegurada por una larga 
discusión previa –o más bien una larga serie de discusiones– representa 
nuestra conquista más importante. La IV Internacional es ahora la única 
organización internacional que toma en cuenta no sólo las fuerzas que 
rigen la época imperialista, sino que está armada con un sistema de 
consignas transicionales capaces de unificar a las masas para una lucha 
revolucionaria por el poder. No necesitamos autodecepciones. La 
discrepancia entre nuestras fuerzas de hoy y las tareas de mañana la 
percibimos más claramente nosotros que nuestros críticos. Pero la 
dialéctica dura y trágica de nuestra época está trabajando a nuestro 
favor. Llevadas por la extrema pendiente de la desesperación y la 
indignación, las masas no encontrarán otra dirección que la que les 
ofrece la IV Internacional.
[1] Aunque se hace referencia 
continuamente a la “Conferencia” de fundación de la IV Internacional, el
 verdadero carácter de ésta fue el de “Congreso”. De hecho se lo 
consideró como el I Congreso de la IV Internacional.
[2]
 Alexander Nevsky (1220?-1263): Legendario héroe ruso que derrotó a los 
suecos (1240) en el río Neva. Gral. Alexander V. Suvorov (1730-1800) y 
príncipe Mijail I. Kutuzov (1745-1812): Fundadores de la ciencia militar
 rusa. En nombres de estos tres personajes, el stalinismo creó órdenes 
de honor.
[3] Trotsky utilizó el 
término Termidor a la burocracia stalinista, en analogía al golpe que 
derribó a Robespierre en 1794 luego de la Revolución Francesa iniciando 
un período de reacción, aunque sin cambiar la estructura social del 
Estado que había instaurado la revolución.
[4]
 Nikolas Iezov (1895-1939): Bolchevique en 1917, después del asesinato 
de Kirov en 1934 y de la represión contra los viejos bolcheviques, 
empezó una carrera que lo llevó a encabezar la NKVD en 1936.
[5]
 Earl Browder (1891-1973): Entró en 1921 en el PC norteamericano. Fue un
 personaje de segundo plano hasta que Stalin lo favoreció, 
convirtiéndolo en “jefe”. También era representante de la IC en América 
Latina y responsable de la actividad de la GPU en el continente. Según 
Trotsky fue el encargado de los preparativos que se realizaban para su 
asesinato. 
[6] Se trata de la comisión presidida por Martin Dies.
[7]
 El SWP fue fundado en una convención reunida en Chicago del 31 de 
diciembre de 1937 al 3 de enero de 1938, luego de la expulsión de la 
fracción trotskista que había realizado un entrismo en el Partido 
Socialista (SP) desde 1936. Durante esta experiencia de entrismo 
tuvieron una participación importante en la huelga naval de California 
de 1936, en las fábricas automotrices y terminaron influyendo a la 
juventud del SP, la Young People Socialist League (YPSL, Liga de la 
Juventud Socialista) la que en su mayoría pasó a las filas del SWP.
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