miércoles, 4 de septiembre de 2013

Un gran logro. León Trotsky (a 75 años de la fundación de la IV Internacional)

A 75 años de la fundación de la IV internacional posteamos este excelente artículo escrito por León Trotsky pocos días antes de la reunión del Congreso fundacional que es parte de la compilación lanzada por el Centro de Investigaciones y Publicaciones León Trotsky y el IPS Karl Marx. El artículo se puede consultar directamente aquí. EC

Un gran logro


León Trotsky, 30 de agosto de 1938
Tomado de la versión publicada en León Trotsky, Escritos (1929-40), Bs. As., CEIP, 2000, libro 5 y cotejado y modificado con la versión de Œuvres Nº 18, Francia, ILT, 1984, p. 263. Fue publicado en New International, octubre de 1938. Trotsky realiza esta evaluación desde México, donde se encontraba exiliado, siendo imposible su asistencia a la Conferencia de fundación de la IV Internacional que se realizaría 4 días después en París.

Cuando estas líneas aparezcan en la prensa, la Conferencia de la IV Internacional[1] probablemente habrá concluido sus labores. La citación a esta Conferencia es un gran logro. La tendencia irreconciliablemente revolucionaria, sujeta a persecuciones que ninguna otra tendencia política en la historia del mundo ha sufrido en forma parecida, ha dado mostrando nuevamente su fuerza. Sobreponiéndose a todos los obstáculos que tuvo por los golpes de sus poderosos enemigos, convocó a su Conferencia Internacional. Este hecho constituye una evidencia irrefutable de la profunda viabilidad y de la firme perseverancia de la internacional bolchevique-leninista. La posibilidad misma de una Conferencia exitosa se garantizó primero por el espíritu del internacionalismo revolucionario con el cual están imbuidas todas nuestras secciones. De hecho, es necesario darle gran valor a los vínculos internacionales de la vanguardia proletaria con el objeto de reunir, en la actualidad, al equipo revolucionario internacional, cuando Europa y el mundo entero viven a la expectativa de la próxima guerra. El humo del odio nacional y de la persecución racial compone hoy la atmósfera política de nuestro planeta. El fascismo y el racismo son simplemente las expresiones más extremas de la bacanal chovinista que busca superar o ahogar las intolerables contradicciones de clase. El resurgimiento del socialpatriotismo en Francia y en otros países, o bien, su nueva manifestación abierta y desvergonzada, pertenece a la misma categoría del fascismo, pero con una adaptación a la ideología democrática o a sus vestigios.
El abierto fomento al nacionalismo en la URSS, en mítines, en la prensa, en las escuelas, pertenece al mismo tipo de hechos. No se trata de ninguna manera del así llamado “patriotismo socialista”, en defensa de las conquistas de la Revolución de Octubre contra el imperialismo. No, es cuestión de restablecer la preeminencia de las tradiciones patrióticas de la vieja Rusia. Aquí la tarea, asimismo, es la de crear valores por encima de lo social, por sobre las clases, para disciplinar a los trabajadores, con mayor éxito y someterlos a la voracidad de las sabandijas burocráticas. La ideología oficial del actual Kremlin apela a las hazañas del príncipe Alexander Nevsky, al heroísmo del ejército de Suvorov-Rimniksky o Kutuzov-Smolensky[2], mientras cierra los ojos ante el hecho de que este “heroísmo” se basaba en la esclavitud y la ignorancia de las masas populares y que por esta razón el ejército de la vieja Rusia sólo era victorioso en las luchas contra los todavía más atrasados pueblos asiáticos o contra los Estados débiles y en desintegración de la frontera occidental. Por otro lado, frente a los países decadentes europeos, el ejército zarista era inexistente. Obviamente, la experiencia de la última guerra imperialista ya ha sido enterrada en el Kremlin, así como han olvidado el hecho, no sin importancia, de que la Revolución de Octubre surgió directamente del derrotismo. ¿Qué les importa todo esto a los termidorianos[3] y bonapartistas? Ellos necesitan fetiches nacionalistas. Alexander Nevsky debe venir en ayuda de Nikolai Iezov[4].
La teoría del socialismo en un solo país, que liquidó el programa de la lucha revolucionaria internacional del proletariado, no podía sino terminar en una oleada de nacionalismo en la URSS y engendrar una de la misma naturaleza en los partidos “comunistas” de otros países. Hace sólo dos o tres años se sostenía que las secciones del Comintern estaban obligadas a apoyar a sus gobiernos, sólo en los así llamados Estados “democráticos” que estuviesen dispuestos a apoyar a la URSS en su lucha contra el fascismo. Se pretendía que la tarea de defender al Estado obrero sirviera como justificación para el socialpatriotismo. Hoy, Browder[5], quien no ha sido ni más ni menos prostituido que otros “líderes” de la Stalintern, declara ante un comité investigador del senado[6], que en el caso de una guerra entre EEUU y la URSS, él, Browder, y su partido, estarían del lado de su propia patria democrática. Es muy probable que esta respuesta haya sido instigada por Stalin; pero esto no cambia nada. La traición tiene su propia lógica. La III Internacional, al entrar por el camino del socialpatriotismo, claramente está por escapársele de las manos a la camarilla del Kremlin. Los “comunistas” se han convertido en socialimperialistas y se diferencian de sus aliados y competidores “socialdemócratas” sólo en que su cinismo es mayor.
La traición tiene su propia lógica. La III Internacional siguiendo a la II, ha perecido completamente como internacional. Ya no es capaz de desplegar ningún tipo de iniciativa en la esfera de la política proletaria mundial. Por supuesto, no es casual que después de quince años de desmoralización progresiva, el Comintern reveló su total podredumbre interna en el momento de acercarse la guerra mundial, precisamente en el momento en que el proletariado necesita urgentemente su unificación revolucionaria internacional.
La historia ha acumulado monstruosos obstáculos ante la IV Internacional. La tradición muerta se levanta contra la revolución viviente. Durante siglo y medio el influjo de la gran Revolución Francesa le sirvió a la burguesía y a su agente pequeñoburgués –la II Internacional– como medios para destrozar y paralizar la voluntad revolucionaria del proletariado. La III Internacional está ahora explotando las tradiciones incomparablemente más frescas y más poderosas de la Revolución de Octubre con el mismo fin. La memoria del primer levantamiento victorioso del proletariado contra la democracia burguesa le sirve a los usurpadores para salvar a la democracia burguesa del levantamiento proletario. Enfrentadas a la proximidad de una nueva guerra imperialista, las organizaciones socialpatrióticas han unificado sus fuerzas con el ala izquierda de la burguesía, bajo el membrete del Frente Popular, que no representa sino el intento de la burguesía, en su agonía de muerte, de someter una vez más al proletariado a su dominio, como la burguesía revolucionaria lo sometió en el amanecer del capitalismo. Lo que una vez fue una manifestación histórica progresiva, ahora aparece ante nosotros como una repugnante farsa reaccionaria. Pero mientras los “Frentes Populares” son impotentes para curar un capitalismo que está podrido hasta el alma, mientras son incapaces aún de detener la agresión militar del fascismo –¡el ejemplo de España está recargado de una significación simbólica!– sin embargo, todavía comprueban que son lo suficientemente poderosos para sembrar ilusiones entre las filas de los trabajadores, para paralizar y destruir su voluntad de lucha y de ahí en adelante crear las más grandes dificultades en el camino de la IV Internacional.
La clase obrera, especialmente en Europa, está todavía en repliegue, o al menos en un estado de vacilación. Las derrotas están demasiado frescas y la gente más que exhausta; asumieron su forma más aguda en España. Tales son las condiciones en que se está desarrollando la IV Internacional. ¿Sorprende acaso que su crecimiento sea más lento de lo que nos podría gustar? Los diletantes, charlatanes o tercos, incapaces de entender la dialéctica de los flujos y reflujos históricos, más de una vez han traído su veredicto: “Las ideas de los bolcheviques-leninistas pueden ser correctas pero son incapaces de construir una organización de masas. “¡Como si las organizaciones de masas pudiesen ser construidas bajo cualquier condición! ¡Como si un programa revolucionario no nos obligase a permanecer en minoría y nadar contra la corriente en época de reacción! El revolucionario que utiliza su propia impaciencia como medida del tiempo en una época no vale nada. Nunca antes el camino del movimiento revolucionario mundial había estado bloqueado con tan monstruosos obstáculos como hoy, en el umbral de la época de las más grandes convulsiones revolucionarias. Una correcta apreciación marxista de la situación arrojaría la conclusión de que, a pesar de todo, hemos logrado éxitos inestimables en los últimos años.
La Oposición de Izquierda rusa nació hace 15 años. El trabajo correcto en el terreno internacional todavía no suma una década. La prehistoria de la IV Internacional se divide propiamente en tres etapas. Durante el curso del primer período, la Oposición de izquierda todavía fundaba sus esperanzas en la posibilidad de regenerar al Comintern, y se veía a sí misma como marxista. La repugnante capitulación del Comintern en Alemania, tácticamente aceptada por todas sus secciones, planteó abiertamente la cuestión de la necesidad de construir la IV Internacional. Sin embargo, nuestras pequeñas organizaciones, que crecieron por medio de una selección individual en el proceso de la crítica teórica, casi por fuera del movimiento obrero real, no estando aún dispuestos a actuar de manera independiente. El segundo período se caracteriza por los esfuerzos de encontrar un verdadero campo de acción para estos aislados grupos de propaganda, aun a costa de renunciar temporalmente a la independencia formal. La entrada a los partidos socialistas inmediatamente aumentó nuestras filas, aunque cuantitativamente los logros no fueron tan grandes como pudiesen haber sido. Pero esta entrada significó una etapa extremadamente importante en la educación política de nuestras secciones, que por primera vez se probaron a sí mismas y a sus ideas, frente a frente a las realidades de la lucha política y sus exigencias vivas. Como resultado de la experiencia adquirida, nuestros cuadros crecieron bastante. Otra conquista no menos importante fue habernos separado de los sectarios incorregibles, vacilantes y maliciosos que están siempre dispuestos a unirse en sus inicios a cualquier movimiento nuevo para hacer todo lo que esté a su alcance para desacreditarlo y paralizarlo.
Por supuesto, las etapas del desarrollo de nuestras secciones en diferentes países no coinciden cronológicamente. Sin embargo, la creación del Socialist Workers Party [SWP, Partido Socialista de los Trabajadores][7] norteamericano puede reconocerse como el final del segundo período. Desde ahora, la IV Internacional se enfrenta con las tareas del movimiento de masas. El Programa de Transición es un reflejo de este importante cambio. Su importancia reside en que, en vez de proporcionar un plan teórico a priori, realiza el balance de la experiencia ya acumulada por nuestras secciones nacionales y sobre la base de esta experiencia abre perspectivas internacionales más amplias.
La aceptación de este programa, preparada y asegurada por una larga discusión previa –o más bien una larga serie de discusiones– representa nuestra conquista más importante. La IV Internacional es ahora la única organización internacional que toma en cuenta no sólo las fuerzas que rigen la época imperialista, sino que está armada con un sistema de consignas transicionales capaces de unificar a las masas para una lucha revolucionaria por el poder. No necesitamos autodecepciones. La discrepancia entre nuestras fuerzas de hoy y las tareas de mañana la percibimos más claramente nosotros que nuestros críticos. Pero la dialéctica dura y trágica de nuestra época está trabajando a nuestro favor. Llevadas por la extrema pendiente de la desesperación y la indignación, las masas no encontrarán otra dirección que la que les ofrece la IV Internacional.



[1] Aunque se hace referencia continuamente a la “Conferencia” de fundación de la IV Internacional, el verdadero carácter de ésta fue el de “Congreso”. De hecho se lo consideró como el I Congreso de la IV Internacional.
[2] Alexander Nevsky (1220?-1263): Legendario héroe ruso que derrotó a los suecos (1240) en el río Neva. Gral. Alexander V. Suvorov (1730-1800) y príncipe Mijail I. Kutuzov (1745-1812): Fundadores de la ciencia militar rusa. En nombres de estos tres personajes, el stalinismo creó órdenes de honor.
[3] Trotsky utilizó el término Termidor a la burocracia stalinista, en analogía al golpe que derribó a Robespierre en 1794 luego de la Revolución Francesa iniciando un período de reacción, aunque sin cambiar la estructura social del Estado que había instaurado la revolución.
[4] Nikolas Iezov (1895-1939): Bolchevique en 1917, después del asesinato de Kirov en 1934 y de la represión contra los viejos bolcheviques, empezó una carrera que lo llevó a encabezar la NKVD en 1936.
[5] Earl Browder (1891-1973): Entró en 1921 en el PC norteamericano. Fue un personaje de segundo plano hasta que Stalin lo favoreció, convirtiéndolo en “jefe”. También era representante de la IC en América Latina y responsable de la actividad de la GPU en el continente. Según Trotsky fue el encargado de los preparativos que se realizaban para su asesinato.
[6] Se trata de la comisión presidida por Martin Dies.
[7] El SWP fue fundado en una convención reunida en Chicago del 31 de diciembre de 1937 al 3 de enero de 1938, luego de la expulsión de la fracción trotskista que había realizado un entrismo en el Partido Socialista (SP) desde 1936. Durante esta experiencia de entrismo tuvieron una participación importante en la huelga naval de California de 1936, en las fábricas automotrices y terminaron influyendo a la juventud del SP, la Young People Socialist League (YPSL, Liga de la Juventud Socialista) la que en su mayoría pasó a las filas del SWP.

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