Eduardo Castilla
Hace algunos meses cuando las elecciones recién figuraban como parte de un horizonte
lejano, discutíamos contra la “novedad teórica” que Aldo Casas
pretendía construir alrededor del estado capitalista en función de darle sustento
a la participación electoral de la izquierda independiente. Allí señalamos que
las primeras expresiones concretas de ese intento estaban poniendo en tensión
muchas de las ideas de estas corrientes que, durante años, renegaron de la “estadolatría”
de la izquierda partidaria, a la que motejaban, de manera casi permanente, de “electoralista”.
Los meses han pasado, y cuando faltan pocos días para las PASO, la campaña
de Camino Popular, agrupamiento en el que terminaron confluyendo Marea Popular y
Claudio Lozano no se diferencia de cualquier otra campaña de centroizquierda. A
pesar de los ataques contra la “izquierda dogmática” que “hace un fetiche de
las elecciones”, la campaña de “Caminá
distinto” destila puro electoralismo. Las “correcciones teóricas” que Casas
presentó, fueron parte de alentar el actual curso electoral, donde las ideas anticapitalistas
están directamente ausentes. Los intentos de presentar un “estado en disputa” no
podían más que desembocar en una campaña de este tipo.
La “transformación” del
estado capitalista
Recientemente se ha reeditado
¿Una política son clases? de Ellen Meiksins
Wood (que nos recomendó el amigo FR y del cual se puede encontrar una reseña de
Claudia Cinatti en el segundo y muy buen número de Ideas de Izquierda). Allí la autora demuestra la continuidad
que se estableció entre las ideas de Nicos Poulantzas y las del postmarxismo. Lo
que nos interesa aquí señalar es la semejanza entre las ideas de Poulantzas, en
su último período, y las ideas de la izquierda independiente acerca del estado capitalista.
En la concepción del marxista griego, el estado paulatinamente tomó un
nivel de autonomía creciente sobre las relaciones sociales de producción,
pasando de ser el órgano de opresión de una clase a ser un terreno “en disputa”.
La formulación que, en su momento, criticábamos a Casas (“El Estado
es una forma de relación social o, mejor dicho, un proceso
relacional, dinámico, que se teje en interacciones recíprocas de los
seres humanos, que se realiza en el conflicto y en cuya configuración
participan también las clases subalternas”) bien puede inscribirse dentro de la misma lógica.
Afirmará Meiksins Wood “para Poulantzas, el estado no puede
simplemente ocuparse, debe también transformarse. Es necesario que haya un
“cambio decisivo en las relaciones de fuerza” en el interior del estado-no
solamente dentro de las instituciones representativas a partir de una victoria
electoral, sino también dentro de los órganos administrativos y represivo del
estado, la administración pública, el Poder Judicial, la policía y los
militares” (p.109). La “transformación del estado” conlleva necesariamente la
ocupación de espacios como paso práctico que tiende a tener carácter cuasi-estratégico.
La tarea de destrucción del estado desaparece.
No es entonces sorprendente que, a la luz de esta concepción general,
la participación electoral se termine convirtiendo en una finalidad en sí
misma, es decir en una estrategia. Si en su momento, se había discutido aquí alrededor de la ausencia
de estrategia en la izquierda independiente, la participación en las elecciones
parece estar mostrando que las presiones existentes empujan hacia la adopción
de otra estrategia: la reformista. La alianza con Lozano, que no se define precisamente
como anticapitalista (menos aún como revolucionario) ¿será la confirmación de esa
redefinición estratégica?
Una campaña “desdibujada”
En este artículo, de hace poco más de un mes, Miguel Mazzeo, intelectual de
cabecera de la izquierda independiente, “advierte” sobre la participación
electoral, ya que “existe
el peligro de confundir “la política” con algunas de sus expresiones más
estrechas y limitantes, verbigracia: las instituciones burguesas clásicas, la
representatividad y la delegación, en fin: la democracia liberal como forma políticamente
dominante y como dogma hegemónico”. En la misma nota afirma que “El
experimento puede desdibujar los perfiles libertarios de la izquierda
independiente” (subrayado nuestro)
La advertencia parece no haber surtido efecto. La campaña electoral que
ha desarrollado Camino Popular en Capital Federal estuvo plagada de frases
vacías y lugares comunes que cualquier agrupamiento de centroizquierda podría repetir
sin sonrojarse. Puede verse, por ejemplo, en este spot de campaña, donde
Itai Hagman parece tener como única consigna “no repetir los errores del
pasado”. Por fuera de eso y de la idea un poco (bastante) vaga de “democracia
participativa” ¿qué distingue este spot de algún otro de centroizquierda?
La lógica contra la que advertía Mazzeo se impuso: la campaña electoral
“desdibujó” el ya escaso perfil libertario de Marea Popular. Tanto que Hagman
apenas insinúa una
tibia crítica hacia los políticos que se enriquecen gobernando para los
capitalistas, quedando incluso rezagado (y a la derecha) en relación al odio
que sienten millones por esa casta parasitaria, como se expresó, por ejemplo,
en las inundaciones de La Plata ¿O será que las consignas demasiado
radicalizadas y precisas pueden asustar a los vecinos
de Belgrano?
Lenin: parlamentarismo y lucha
de clases
Pero hacia los sectores más avanzados, Marea Popular aún sostiene un
discurso con ribetes anti-sistémicos. En estos días plantean que “nuestras experiencias se piensan como
un aporte a la construcción de una izquierda nueva, emancipada de viejos dogmatismos, alejada
del sectarismo y el oportunismo electoral que ha marcado la mayor parte de las
experiencias de izquierda tradicional en nuestro país. Nuestra apuesta asume la participación
electoral como un episodio táctico en emergencia de un nuevo proyecto histórico
de las clases populares”.
Dejando de lado los repetitivos (y ya
aburridos) ataques contra la izquierda partidaria, el eje de la campaña de la
izquierda independiente ha estado lejos de permitir la “emergencia” de las
clases populares. Al respecto, la consigna de “Caminá distinto” es completamente
confusa ¿A qué conclusiones conduce a los sectores políticamente más conscientes?
¿Cuál es la relación entre la participación electoral y el desarrollo activo de
las clases populares o su emergencia? ¿Cuáles son los obstáculos que deben
sortear esas clases populares para emerger? ¿O emergen votando a Lozano y
Hagman?
A diferencia de este tipo de definiciones
abstractas, en el pensamiento de Lenin, se pueden encontrar las bases que permiten
pensar la unidad entre la participación electoral (y la eventual conquista de
legisladores) y la organización revolucionaria de las masas obreras y
populares. En 1920, discutiendo contra los izquierdistas holandeses, el
revolucionario ruso señalaba que
“mientras no se tenga fuerza para suprimir los parlamentos burgueses y
todo tipo de instituciones reaccionarias se debe actuar dentro de ellas
porque es allí donde se encuentran todavía obreros embaucados” (El
Izquierdismo, enfermedad infantil, Obras
selectas, pág. 465).
Lenin establece una mecánica precisa entre el
accionar parlamentario (que podemos hacer extensivo a la participación en las
elecciones) y la conciencia de las masas obreras “fuera” de ese parlamento. La labor
“educativa” de la política en el parlamento, debe ir en el sentido de “demostrar
a las masas atrasadas porqué semejantes parlamentos deben ser eliminados”
(p.466). Es decir, el terreno de la lucha parlamentaria apunta a favorecer el
desarrollo de la movilización extraparlamentaria.
Lenin escribía discutiendo contra los
izquierdistas holandeses que consideraban “históricamente superado” el
parlamentarismo. Pero lo esencial de sus enseñanzas conserva plena validez. La izquierda
“electoralista” atacada por años por la izquierda independiente buscó dar una
batalla en un terreno en el que las masas aún confían en los mecanismos
existentes. Se puede no compartir esa confianza, pero no se puede ignorar su
existencia. La izquierda independiente optó por ignorar la pelea en el terreno
electoral, siendo de esta forma funcional al fortalecimiento político de otras variantes,
en particular el kirchnerismo. Hoy, cuando deciden lanzarse a la pelea en este
terreno, lo hacen abandonando cualquier tipo de lógica anticapitalista,
intentando ocupar los espacios que el régimen y la crisis del gobierno dejan vacante.
Intentan capitalizar electoralmente un espacio policlasista de oposición sin
romper ni chocar con el gobierno nacional. De esta forma, siguen siendo
funcionales al kirchnerismo.
La campaña del FIT y las perspectivas de la clase obrera
Contrario a esto, desde el PTS en el FIT hemos
venido desarrollando una campaña que apunta a acelerar el desarrollo político
de sectores del movimiento obrero y la vanguardia juvenil, al calor del declive
del kirchnerismo y de las primeras expresiones de descontento marcado del
movimiento obrero con el gobierno. El FIT, y el PTS centralmente, han levantado
una fuerte denuncia contra la casta política que dirige el país y que viene siendo
cuestionada crecientemente. La consigna programática de que los diputados y
funcionarios ganen como una maestra o como cualquier trabajador implica una
denuncia clara al conjunto de la casta política, mostrando el único medio de
realista de hacer posible hoy la liquidación de los privilegios que les otorga
administrar el estado capitalista.
Por otra parte, el FIT fue la única fuerza que
realizó spots televisivos donde se denunciaba claramente el principal
obstáculo que tienen los trabajadores en la situación actual para defender
sus demandas y enfrentar los ataques de las patronales: la burocracia sindical
de los Daer, Moyano, Caló, Martínez, Dragún y muchos otros. La demanda de “echar
a la burocracia sindical” y la tarea de conquistar diputados de izquierda “para
fortalecer esta pelea” muestran la dialéctica entre la lucha parlamentaria y la
movilización y organización extraparlamentaria. Conquistar nuevas comisiones
internas, cuerpos de delegados y, potencialmente, sindicatos, sacándose de
encima a la burocracia, es un aspecto central de la posibilidad de que la clase
trabajadora pueda emerger en la realidad política nacional. De allí el
peso esencial de esa idea en esta campaña electoral.
La unidad estratégica de una política
revolucionaria para organizar a la clase obrera y la juventud “por abajo” y una
intervención revolucionaria en el terreno electoral, pude permitir abonar el
camino para la emergencia de un fuerte partido de vanguardia cuando las
condiciones políticas y sociales de la Argentina tiendan a hacerse más críticas
como ya ocurre en otros países del continente. En esas circunstancias la clase
obrera podrá jugar un rol central si ha logrado educarse en la independencia
política en el período previo. Esa es una apuesta de nuestra política.
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