EC
¿Qué se puede escribir ante
la muerte? ¿Qué se puede
escribir ante la muerte de un ser querido, debería ser la pregunta? ¿Qué sensaciones
expresar? ¿Qué cosas transmitir? ¿Cómo mostrar el dolor y la tristeza? ¿Qué es
querer a alguien?
Hoy se cumplen tres años de la muerte de mi vieja. Hace un año escribimos (escribí
debería decir) esto.
Esas líneas se habían escrito (valga la redundancia) a pocas semanas de la
muerte de mi vieja. Era una forma de decir cuánto la extrañaba y cuanta
extrañaba sus condenas constantes a mi militancia. Cuanto extrañaba ese decir “no
vas a ningún lado con eso que estás haciendo”. Una amiga me dijo que cargaban
mucha tristeza. Es más que cierto.
Y a pesar de eso, de tanta crítica y de tanta condena, a veces -como le
decía a mi compañera ayer- me siento con unas ganas enormes de ir a verla, de
tomarme el colectivo, de llegar a Alta Gracia, hasta esa casa que ya no existe,
o por lo menos no existe para nosotros (para mis hermanos y yo) y contarle algo.
Algo. Lo que sea, cualquier cosa, desde la última materia de la facultad hasta
que hace un calor de mierda.
Y la verdadera mierda es no poder hacerlo. La verdadera mierda es poder
subirse al bondi, cruzar la ciudad, llegar a una puerta que no es la puerta de
todos estos años y no verla. No encontrarla para decirle sólo una pavada.
Se pueden escribir muchas
cosas sobre la muerte.
Saramago escribió uno de los libros
más geniales que leí en mi vida. Saramago nos hizo “querer” a la muerte. Ver su
enorme “labor humanitaria”, su sentido, la irracionalidad de su ausencia.
Serrat pudo escribir una de las canciones más bellas
sobre la muerte. Uno mismo mirando a la muerte de costado. A la propia. A la
que pisa nuestro huerto. Pero ese tipo
de escritos sólo se reservan a genios de la talla de Saramago o Serrat.
Y sin embargo la muerte sigue siendo tan mierda en esta sociedad. Sigue siendo
el fin. Sigue siendo el día a día para miles o millones que no paran de morir
injustamente.
Hace pocos días se fue la vieja de un amigo. Imposible no sufrirlo, no
sentirlo casi como propio. Hace casi veinte años que nos conocemos y compartimos
más que amistad. Es mentira que veinte años no es nada. Una absoluta farsa.
Y aunque casi no conocí a la Pocha, imposible no sentirla como propia por
momentos, imposible no sentir que era mi vieja, o la vieja de muchos de
nosotros. Esa vieja que, a pesar de todo, te “bancaba”. Esa vieja que te
puteaba y te decía que estabas perdiendo el tiempo, pero te bancaba igual. Esa
vieja que era de fierro y era re-frágil a la vez. Esa vieja que estaba, que
estuvo.La Madre de Gorki sin llegar a serlo.
Se pueden escribir muchas cosas y ninguna sobre la muerte. Se puede decir
de todo sin decir nada y escribir líneas y líneas sin afirmar absolutamente
nada. Eso hacemos en este momento. Pero lo hacemos porque hace falta hacerlo.
Lo hago para ser preciso. Siempre escribo en plural en este blog. Hoy no. Es mi
vieja. Es la Pocha, pero no la de todos.
Se pueden escribir muchas cosas sobre la muerte. Como dijimos una vez, el
problema es desde donde se escribe. Qué guía nuestra pluma, o nuestro teclado,
o nuestros dedos.
Será por eso que acá
escribimos sobre la muerte como escribimos sobre todo. Escribimos desde la izquierda, desde la
revolución, desde la lucha, desde la loca idea de barrer con todo lo
establecido. Desde ahí le damos al teclado.
Y por eso pensamos, o pienso (eso es lo correcto decir, porque este es un blog
colectivo) la muerte como parte de la vida. Como lo que viene. No hemos visto
muchas muertes. Vimos, sufrimos, sentimos, la de Mariano Ferreyra. Cada 20 de
octubre nos llenamos de odio por esa muerte. Pero hemos visto, aún, pocas.
Trotsky escribió
ante la tumba de su amigo Kote Tsintsadze que “Tsintsadze fue la viva negación del arribismo político, es decir, de la
tendencia a sacrificar los principios, ideas y objetivos de la causa a los
fines personales. Eso de ninguna manera se contrapone con la sana ambición
revolucionaria. No, la ambición política cumple un gran papel en la lucha. Pero
revolucionario es aquel que subordina totalmente su ambición personal al gran
ideal, aquel que se somete y se hace parte de él. Durante toda su vida y en el
momento de su muerte Tsintsadze repudió sin misericordia el coqueteo con las
ideas y la actitud diletante hacia éstas por ventajas personales. Su ambición
fue la inconmovible lealtad revolucionaria”.
Engels escribió,
ante la tumba de Marx, que “Marx era, ante todo, un revolucionario.
Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista
y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación
del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la
conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las
condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La
lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como
pocos”
¿Cómo terminar un post que no es un post? No lo sé. Un blog tiene todas las
ventajas de ser una especie de ventana propia al mundo. Uno puede escribir de
política, como lo hace siempre, de ideología o de teoría. Puede escribir lo que
sea, incluso esto, que no sabemos que es, salvo la expresión de profundos
sentires que anidan ahí, adentro, en el cuerpo, en la cabeza, en donde sea.
Sólo una cosa sabemos (para ser más preciso, sé), escribimos desde la
lucha, desde Marx y desde Tsintsadze. Somos
luchadores, revolucionarios, trotskistas, bolcheviques. Y lo somos más allá de
la muerte.
Camarada, ya nos parecía que detras de todx revolucionarix hay una Pocha que nos banca, a pesar de todo...
ResponderEliminarsaludos
Pocha me bancó en un momento muy difícil personal que atravesé en Córdoba. Cuando a mi alrededor no había mucho "aguante", me quedé sin lugar donde vivir, estaba sin trabajo y con un problema de salud y me fui a vivir a su casa. Sin nada para dar a cambio de la cama, los desayunos, las cenas en familia y la sonrisa de la Pocha que me trató como una hija. Una dulce mujer, que me dio todo eso, por un pequeño lapso de tiempo y casi sin conocerme. Sólo porque era camarada y amiga de su hijo y estaba en la mala. Así de simple.
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