jueves, 29 de mayo de 2014

La barbarie viste de azul. Acerca del simulacro de crucifixión de un joven en Córdoba


Eduardo Castilla


“Bajo la práctica penal de la Roma antigua la crucifixión también exhibía el estatus social bajo del criminal. Era utilizada para esclavos (de ahí que Séneca lo llamara supplicium servile) y más tarde fue extendida a libertos de las provincias (“humildes”), rebeldes, piratas y para enemigos y criminales odiados. Los ciudadanos romanos condenados no eran crucificados. Estaban exentos de morir colgados ya que morían más honorablemente por decapitación (…) la crucifixión era considerada como la forma más vergonzosa y humillante de morir” (aquí).
Si algo le faltaba a la oleada derechista que recorre los medios de comunicación nacional, emerge en todos y cada uno de los discursos de los políticos patronales y se convierte en millones de pesos dedicados a fortalecer a las fuerzas represivas, era un toque bárbaro. Barbarie que, en este caso, no es sinónimo de extranjería sino que connota alevosía en el maltrato.  
La sentencia luxemburgiana de “Socialismo o Barbarie” vuelve a hacerse presente. Si ya los linchamientos expresaron la emergencia de tendencias semi-fascistas, la simulación de crucifixión de Víctor Robledo en la localidad de San Francisco (Córdoba) agrega un toque dantesco, donde lo brutal se mezcla con el atraso propio de la religiosidad, en un mensaje propio de “cruzada moral”.
La “cruz” de madera, el cartel que reza No Robarás y la exposición pública no pueden más que remitir a la reaccionaria y rancia tradición de la Iglesia condenando “a los pecadores”. La paradoja cultural radica en acudir al método con el que los romanos crucificaron a Jesús según la tradición bíblica. Pero el fin en este caso, necesita de medios brutales. Así, lo pagano se entrecruza con lo religioso, en una puesta en escena cuyo objetivo es sumarse (o no quedarse afuera), desde un ángulo macabro, a la campaña contra la llamada “inseguridad”.  

El guardián (azul) de la moral

Aunque algunos medios lanzaron la hipótesis de vecinos haciendo “justicia por mano propia”, tanto las acusaciones de Víctor como el pase a disponibilidad de 6 policías en la Comisaría de Frontera (Santa Fe) alientan la idea del accionar de los guardianes azules.
Los policías que ataron a Víctor apelaron a la mística bíblica. Ante nuestros ojos y los de todo el país, apareció el 7º mandamiento. La mística religiosa hizo su entrada en escena. Es preciso preguntarse ¿bárbaros sueltos? Bárbaros al fin, pero determinados socialmente.
Determinados por el creciente peso de la Iglesia en la situación nacional, de la mano de Francisco allanandole el camino. Gozando a su favor de la bendición papal y la presidencial ¿Qué son sino las caras de emoción de CFK volviendo al Tedeum del 25 de mayo, luego de 8 largos años o sus reuniones con la Iglesia para destrabar tensiones?
Bárbaros determinados por el peso de las campañas políticas sobre la llamada “inseguridad”. Agraciados además por la impunidad de la que gozan las fuerzas policiales en todo el país. Impunidad que, en Córdoba y Santa Fe, se hace notoria. Al calor de esa impunidad que da el uniforme y el arma ¿cómo no sentirse parte de la “espada de dios” en la tierra y tratar de impartir lecciones morales a la sociedad? La leyenda No robarás colgada en el pecho de Víctor suena a infamia viniendo de las mismas fuerzas policiales imbricadas con el delito mayor. Una justa distribución gráfica debería hacerles colgar sobre sus uniformes leyendas como “no traficarás”, “no organizarás redes de trata” o “no asesinarás”.

Barbarie e (ir)racionalidad

La pregunta por el porqué no deja de resonar ¿Donde radica la racionalidad de la acción? ¿Qué la explica? Al igual que ocurrió con los linchamientos las razones no están en la superficie ni en la simple psiquis de los ejecutores, aunque también están allí.
Los linchamientos fueron la expresión de una profunda polarización social que se da al calor de la crisis económica en su dinámica creciente. Crisis que se cobra despidos y suspensiones en la clase trabajadora aunque, entre los “ricos y famosos”, siga fluyendo la riqueza como manantiales. En el marco de esa crisis se desarrolla una profunda tendencia a la polarización social y, sobre la misma, se empiezan a hacer carne los discursos de las fuerzas sociales y políticas que se proponen “dar una salida”.
En ese marco, la cuestión de la “propiedad” se ha convertido en un elemento permanente de la ideología dominante. Alrededor del cuidado de la propiedad se estructura el discurso de capas enteras de la clase dominante, en todas sus alas políticas. Y ese discurso derrama y se difunde por el conjunto de las clases medias y sectores altos de los trabajadores. No existe el poder absoluto del discurso. Los sentidos comunes que se difuminan por todo el arco social son expresión de profundas divisiones en las masas populares luego de varias décadas de avance neoliberal.
“No robarás” expresa, de manera concentrada, esa carga ideológica. En una sociedad donde la propiedad y la riqueza se concentran en cada vez menos manos, la figura del ladrón (el “motochorro”, el “punga”, la “rata” o alguna otra definición de una larga lista de “sinónimos”) se convierte en la figura en la que se concentran el conjunto de las miradas condenatorias por parte del régimen político y las instituciones al servicio del orden burgués.
Trotsky definía al fascismo como una operación de dislocación de los cerebros de las clases medias en función de sus peores enemigos, los capitalistas. Esa dislocación tenía como marco las épocas de crisis social y económica. Empezamos a asistir a ese nivel de crisis. A partir de esas tendencias, en el marco de los valores construidos en la época neoliberal, es que florecen “locuras” como la crucifixión de Víctor.

La verdadera irracionalidad radica en la crisis misma, donde una sociedad capaz de producir riqueza a gran escala, lanza periódicamente, a millones a los padecimientos más inhumanos. Allí, en esa locura del capital (que es la locura de una sociedad dividida en clases) radica la esencia de la brutalidad y los enfrentamientos. Allí radica la construcción y creación de valores y concepciones que surgen a partir de intereses opuestos y que pueden llevar hasta "locuras místicas" (o una mística justiciera") como la se puede apreciar en la crixifixión de San Francisco.
Anotemos al pasar que Engels, al enumerar los estadios de la prehistoria humana, ponía entre los mismos a la barbarie. La lucha por una sociedad cuya esencia no se base en los antagonismos de clase, es decir por una sociedad comunista supone, como señalaban Marx y Engels, la superación de la prehistoria de la humanidad, es decir la superación de la barbarie.

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