Eduardo Castilla
El intento de fraude contra el Frente de Izquierda en Córdoba hace emerger,
aún incipientemente, un cuestionamiento profundo al régimen político provincial
sustentando en el “bipartidismo noventista” del PJ y la UCR, particularizado en
sus alas declaradamente derechistas, como lo evidencia la doble “gobernanza” de
De la Sota y Mestre, o la figura de Aguad como primer candidato a diputado
nacional por el radicalismo. Como afirmamos
alguna vez, ese bipartidismo está desfasado de la relación de fuerzas más
general, no determinado por derrotas del movimiento de masas sino por un
conservadurismo entre sectores amplios.
Uno de los pilares de ese régimen acaba de recibir un fuerte golpe (un auto-golpe
podríamos afirmar) al quedar en evidencia su estrecha relación
con el narcotráfico. Se trata de la policía, estructura central en el orden
provincial, órgano de represión contra la juventud y los pobres, organizadora
de todos los negocios ilegales.
El fraude ha logrado generar una enorme desconfianza en sectores de las
masas. La primera victoria política del Frente de Izquierda ha sido instalar la
idea de la existencia del fraude entre cientos de miles de cordobeses. Idea que
recorre los lugares de trabajo y estudio, que se expresa en la calle y en los
medios, que pasa por las páginas de los diarios y las cámaras de televisión. El
fraude es ya un hecho político que permite deslegitimar, aún más, este reaccionario
régimen político.
Democracia en declive
El politólogo italiano Carlo Galli, afirma en su libro El malestar de la democracia que asistimos a una crisis “en la democracia” (no de la democracia) en tanto ésta se ha
demostrado incapaz de lograr sus “objetivos humanísticos”. Esta idea recorre
las (miles de) páginas de libros, revistas y suplementos. En la Argentina, la
conmemoración de los 30 años del final de la dictadura, ha servido como
sustento a una amplia cantidad de publicaciones. En Córdoba la revista Estudios
le dedica su último número a este tema. Con muchas reservas sobre la salida
propuesta, se puede tomar esa idea.
La crisis capitalista internacional vino a profundizar una tendencia estructural
al angostamiento de las democracias burguesas en tanto régimen político de
dominación. Si ya, durante lo que hemos llamado “restauración
burguesa”, las nuevas democracias
estrecharon sus bases incluyendo sólo a las capas altas del proletariado y las
clases medias como “ciudadanos”, en tanto franjas amplias de las masas eran
relegadas como parias sociales, la crisis está actuando y pone en cuestión, incluso,
las mismas formas procedimentales que daban sustrato a esos regímenes. En ese
marco se desarrollan los fenómenos de creciente desencanto con el régimen
democrático-burgués. Desencanto que no necesariamente se expresa “por izquierda”
sino que tiene expresiones reaccionarias, por ejemplo, en el crecimiento de las
formaciones de ultraderecha en Europa.
En el terreno nacional, donde todavía las tendencias de la crisis
internacional actúan de manera incipiente, se ha expresado un rechazo hacia la
casta política en amplios sectores de los trabajadores y la juventud. Ese
rechazo se ha convertido en un componente del voto al FIT con una desigual
expresión por provincia, como lo muestran las importantes elecciones en Mendoza
o Salta y otras menores en el resto del país. Esta desigualdad del hartazgo con la “vieja política” no ha impedido que
el FIT conquiste tres bancas nacionales que deberán ser utilizadas como
verdaderas posiciones
de combate en el futuro inmediato.
El control del estado y los
mecanismos del fraude
La crisis política que se desarrolla en Córdoba no hace más que cimentar
ese descreimiento en el régimen de la democracia burguesa sin que eso implique,
por el momento, la visualización de una alternativa superadora a la misma.
Los elementos centrales del fraude han sido descritos, con precisión, aquí. Como en el 2007 cuando -durante un escrutinio que duró, excepcionalmente,
casi toda la noche- se arrebató la gobernación al juecismo, quedan en evidencia
un conjunto de mecanismos que hacen al funcionamiento de esta democracia para
ricos. Mecanismos que golpean duramente contra la pretendida igualdad formal de
los ciudadanos y la igualdad de los partidos y listas a la hora de ser elegidos.
Como señalara Lenin aparecen miles de “limitaciones y subterfugios reales” (El Renegado Kautsky, p.340)
para las masas trabajadoras y para los partidos que se proponen representar sus
intereses. Enumeremos.
La posibilidad de contar con fiscales por mesa no está al alcance de todas
las fuerzas políticas. Se hace necesario contar con un aparato aceitado y enormes
recursos. Sólo eso permite sostener una estructura de, en el caso cordobés, más
de 8000 fiscales para toda la provincia. El cálculo más modesto ubica la cifra básica
en $4.000.000, monto inalcanzable sin el control de cientos de municipios
(entre ellos el de la capital) y la provincia. Mediante este aparato fue, además,
como se introdujeron miles de boletas de las PASO en escuelas de toda la
provincia.
Quedó asimismo en evidencia la manipulación que se ejerce durante la carga
de datos. El súbito “cambio de tendencia” (cuando estaban escrutados más del
96% de los votos) le terminaba otorgando el diputado nacional a la UCR. Ese
mecanismo de carga se halla en manos de una empresa privada y del Correo, hoy
bajo el control del kirchnerismo que (¿casualmente?) no se ha pronunciado en
contra del intento de fraude.
La última “perla” que conforma este circuito la constituye la Junta
Electoral. Resulta sumamente ilustrativo que la (no) posibilidad de abrir las urnas esté determinada por sólo
tres jueces, elegidos desde arriba, sin ninguna participación popular, integrantes
de la Casta Judicial (a la que CFK fustigara tanto en ocasiones ya lejanas en
el tiempo). Tres personas deciden sobre el voto de cientos de miles, imponiendo
su criterio, ajeno por completo al reclamo popular.
“Tómense las leyes fundamentales de los Estados contemporáneos tómense sus gobiernos,
tómense la libertad de reunión, la libertad de prensa o la “igualdad de los
ciudadanos ante la ley” y se verá cada paso la hipocresía de la democracia burguesa”
escribía Lenin en 1918. El conjunto de mecanismos que hemos reseñado
constituyen verdaderas limitaciones a la democracia formal. Si está, de por sí,
limita las posibilidades reales de
las masas de participar en la gestión real
de los “asuntos públicos”, el fraude cometido en Córdoba pone de manifiesto la
impunidad adicional que asiste a los
grandes partidos patronales para manipular el sistema a su favor.
Las limitaciones de la democracia capitalista emergen de su carácter
intrínseco, donde la separación entre “representantes y representados” es
inherente al funcionamiento global. Esa división interna de la sociedad cumple
la función de separar a las masas de la palestra política y confinarlas al ámbito privado permitiendo “gobernar” a
través de una elección cada 2 o 4 años. La consagración de una casta de representantes, ajenos a los problemas
cotidianos de las masas cumple esa funcionalidad social y política.
El bipartidismo de las
multinacionales y los sojeros
El intento de fraude que estamos presenciando (y el ocurrido en el 2007) expresan
parte de los rasgos fundamentales de un régimen político orientado en función
de los intereses del gran empresariado, como se ha señalado aquí.
Esa funcionalidad al servicio de las grandes patronales se evidencia en la llamada
sociedad civil donde, por ejemplo,
una institución completamente reaccionaria como la iglesia mantiene un peso
fundamental. Se pone de manifiesto además en el rol que juega la burocracia
sindical como garante de la “paz social” al servicio de las multinacionales. Allí
también reina el fraude, como lo mostró aquel que se cometió contra los
delegados de la lista 2 de VW en noviembre del año pasado, ejecutado en común
entre la patronal y la burocracia del SMATA.
Parlamentarismo, lucha en
las calles y relación de fuerzas
La pelea contra el fraude se esta convirtiendo en el motor de la deslegitimación
del régimen, lo que puede jugar un rol central hacia el futuro, en las próximas
batallas de clase, cuando el empresariado se juegue a imponer nuevas
condiciones de explotación.
Lenin escribía que “hemos dicho a la burguesía: ustedes, explotadores e
hipócritas, hablan de democracia y al mismo tiempo levantan a cada paso
millares de obstáculos para impedir que las masas
explotadas participen en política. Les tomamos la palabra y en interés de
estas masas, exigimos la ampliación de su democracia burguesa, a fin de preparar a las masas para la
revolución que los derribará a ustedes, los explotadores”.
Precisamente la pelea contra el fraude cumple un importante papel en desnudar
lo profundamente limitado y formal de la democracia capitalista. El mecanismo
fundamental de su dominio, el sufragio universal, ni siquiera puede ser contabilizado.
En cierta medida y hasta cierto punto, se produce algo análogo a aquella situación
que Engels describía
en el famoso prólogo de Las luchas de
clases en Francia, “La ironía de la historia universal lo pone todo
patas arriba. Nosotros, los «revolucionarios», los «elementos subversivos»,
prosperamos mucho más con los medios legales que con los ilegales y la
subversión” decía el gran revolucionario.
La negativa a abrir las urnas y
contar los sufragios, pone de manifiesto que los partidos patronales ni
siquiera pueden atenerse al mecanismo que su sistema social consagra como la
máxima expresión de la igualdad. Pone de manifiesto las limitaciones de esta
democracia y sus defensores que no pueden, siquiera, actuar hasta el final, con
sus propias reglas.
Esta crisis puede permitir generar las condiciones de una mejor relación
de fuerzas en el futuro cuando la clase capitalista avance en intentar
hacer pagar la crisis a los trabajadores. En tanto crisis política actúa en un doble sentido. En primer lugar le
otorga una enorme visibilidad y legitimidad a la izquierda. Así permite golpear
sobre el discurso macartista, problema central al interior del movimiento obrero,
donde la burocracia actúa a través del terror y basándose en el “miedo a los
zurdos”. Ese miedo está siendo cuestionado, como lo muestran las elecciones al
interior de las grandes unidades productivas. Allí, el FIT conquistó
porcentajes que alcanzaron el 30-40%.
Pero además, esta crisis deslegitima a los partidos dominantes que, como
afirmamos antes, gestionan los negocios del gran capital. Para cientos de miles
queda en evidencia su negativa a permitir que el voto popular encuentre
expresión en el Congreso.
En esta conjunción de factores, al calor de una respuesta ofensiva de la
izquierda, se gestan mejores condiciones para las futuras batallas de la lucha
de clases que la crisis capitalista (y la necesidad de responder a la misma por
parte de la burguesía) impondrá. Así, la tribuna parlamentaria (o, en este
caso, la lucha por conquistarla) se convierte en el terreno de la batalla por
influir sobre la conciencia de las masas, deslegitimando el conjunto de la
institucionalidad burguesa y favoreciendo el desarrollo de la movilización
extraparlamentaria.
Esa perspectiva, la de la movilización extraparlamentaria, la de la lucha y
la organización de la clase trabajadora y la juventud, es parte de nuestra
perspectiva estratégica. En las calles se debe pelear efectivamente contra el
fraude. Por eso, este miércoles 6/11
volvamos a movilizarnos, a las 18hs, desde Colón y General Paz. Allí estaremos.
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