sábado, 10 de noviembre de 2012

El cristinismo en su debacle. Algunos apuntes sobre el 8-N




Por Eduardo Castilla

No es preciso ahondar en lo que se ha dicho en demasía y constituye la imagen del fenómeno: clases medias medias y altas que se movilizaron más ampliamente que hace casi dos meses. Reclamos más mesurados y una ubicación ideológica menos a la derecha. Pero en el fondo de estas imágenes de revuelven los límites del régimen burgués argentino para canalizar elementos del descontento de masas. En este buen post de FR se analizan algunas de las cuestiones estructurales que hacen la masividad de esta manifestación y las tendencias a la acción directa que son parte de la vida nacional hace años ya.
La situación profundiza una serie de contradicciones en el kirchnerismo que tendrá que verse hacia donde evolucionan. Lo que es seguro es que todos los opositores quieren cobrarse su parte de la deuda y hacen política, o sea declaraciones, en ese sentido. Hay que ver que dinámica toma todo. 

“Escuchar al pueblo”

Casi es la única consigna que levantan los opositores. Acá se pueden leer las declaraciones del Gallego De la Sota, de Macri y muchos más, exigiendo que el gobierno tome nota de los reclamos. Pero este pedido se choca contra la pared. ¿Qué significa exactamente que el gobierno tome nota? ¿Qué levante los cepos al dólar? ¿Qué remueva a Moreno? ¿Dejar la guerra contra Clarín?
Hacer esta exigencia implica pedirle al kirchnerismo que se autoliquide como camarilla que controla el poder del estado. Ignacio Fidanza lo dice claramente La histórica movilización del 8N tomó el Obelisco y pinchó la burbuja del relato en la que se mecían los kirchneristas. La presidenta necesita de manera urgente salir de su zona de confort: tiene que designar gente idónea en el gabinete, que ignore la pavada revolucionaria y trabaje sobre las demandas sin respuesta”. Si bien no hay nada de “revolucionario” (ni siquiera de mínimamente rebelde) dentro de la Cámpora, esta es una clara exigencia de retorno del viejo peronismo que, de la mano de Néstor, supo congraciarse con todo el mundo. Los Larroque, los Recalde y muchos otros serán buenos para alentar sonrisas en las arengas parlamentarias, pero son una estrecha base para gobernar en una Argentina donde el 54% es una imagen tan del pasado como un cuadro de Gardel.
Pero como señalan todos los medios, el gobierno reaccionó minimizando el cacerolazo o “ignorando a donde apuntan” al decir de Aníbal. Precisamente porque la contradicción de fondo es la que señalamos más arriba. El carácter de camarilla del kirchnerismo sólo pudo sostenerse sin grandes crisis y tener continuidad en los años de vacas gordas (o soja alta para ser precisos). Pero cuando la economía internacional tuvo un giro copernicano, fue preciso poner coto a tanto “populismo” con todas las clases y virar en redondo a garantizar (se) divisas. El precio que tuvo que pagar por su primera intentona fue la terrible lucha de la 125. Ahí empezó a verse la debilidad estructural del kirchnerismo. Debilidad que pudo ser paliada en dos ocasiones, pero que ahora tiene algunos problemitas. 

Lenta declinación…pero no tan lenta.

Las masivas movilizaciones son un golpe importante al gobierno. Golpe que, por un lado, le da cierto aire al desarrollo de la oposición patronal mientras que, por el otro, le pone límites a una recuperación política del kirchnerismo. El Turco Asís, con la perspicacia que lo caracteriza, dice que “es imposible que Nuestra César, sin ideas y con la calle tomada, pueda encarar, con algún optimismo, auspiciosamente, la Tercera Recuperación”. Y, desde nuestro punto de vista, algo de razón tiene.
Si el 2008 (crisis del campo) y 2009 (derrota electoral con De Narváez en Buenos Aires) fueron episodios sorteados gracias a las endeblez de la oposición patronal y a factores económicos internacionales (como el crecimiento de los precios de los comoditties) en un mundo todavía tironeado por los BRICS, este último elemento empieza a agotarse como se señala acá, aunque algunos datos de Brasil indiquen tendencias a la recuperación en estos últimos meses del 2012 y anuncien crecimiento para el 2013.
En anteriores crisis, dentro del terreno de la política, el kirchnerismo pudo salir a la ofensiva “por izquierda” con la Ley de Medios, la nacionalización de los fondos de las AFJP y la AUH, entre otras medidas. Pero los cartuchos cada vez se agotan más rápido. De aquellas banderas, la única que se hoy se agita con fuerza es la primera. Pero el 7-D, fecha emblema de la batalla contra la “Corpo” puede quedar en la nada misma. Como escribió un cronista estrella de los K hace algunos días, si Clarín no desinvierte o desmonopoliza, “El Estado (…) no confiscará ni expropiará (…) No se suspenderán transmisiones, no habrá apagón informativo, al menos provocado desde el Gobierno”. Es decir, como dice la “Corpo” el 7-D no tiene porque pasar nada. En este sentido, las ilusiones discursivas acerca del cambio en la actitud del gobierno son simétricas a las ilusiones discursivas acerca de la aceptación por parte de Clarín de la nueva ley.
A este panorama de estancamiento, le podemos sumar que la bala de plata de este año (la nacionalización de una fracción menor de YPF) se quemó muy velozmente, dando lugar al ruego por inversiones a Chevron y otras compañías yanquis. Los anuncios acerca del estudio de la re-estatización de los trenes, cumplen el papel de zanahoria para engañar a la llamada izquierda K durante el tiempo por venir. Con los argumentos de la “defensa del modelo” seguramente los “obligarán” a aceptar nuevos sapos en el futuro.
Si el kirchnerismo tuvo capacidad de seducción en estos años se debió más a lo terribles que fueron los noventa que a sus logros reales. Estos son los elementos de desgaste profundo que emergen, preanunciando crisis políticas y realineamientos de todo tipo. Si como dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver, entre las tropas K, hay un festival de ceguera política. Por ejemplo, el bloguero P Abel que escribe “Nada nuevo; en una situación muy distinta, hace 4 años también una gran cantidad de argentinos se movilizaron contra el gobierno. Ni entonces ni ahora alcanzó a cambiar por sí la correlación de fuerzas. Y en esos momentos tenían una conducción, gremial, aceptada: la Mesa de Enlace, y la situación institucional, la derrota del gobierno en el Senado, era más delicada”.
No, nada nuevo. Sólo cientos de miles de personas en las calles. El cómo se desarrolle el movimiento de las cacerolas es algo que está por verse. Aquí se analizan algunas opciones, además de introducir elementos de crisis política en curso. Pero el 2013 será una prueba para ver que sale de todo esto. Si las cacerolas pueden devenir política organizada es algo que no se puede saber aún. Por lo pronto, la oposición trabaja en un armado hacia ese objetivo, pero eso todavía es música del futuro. Como señala M. Wainfield, está lleno de problemas y  “el primero es que ese “colectivo 46” dudosamente exista en cuanto tal, unido y organizado. El segundo, más específico, es que una alternativa político-electoral requiere un esbozo de programa (…) no hay en plaza una oferta de programa económico alternativo al oficialista”.
El 46% antiK no existe aún como entidad. ¿Se puede conformar? Es la pregunta del millón. La otra pregunta, que es por dos millones, es en dónde. Afuera del PJ es un problema enorme como se viene viendo. Adentro del PJ se libra una batalla. Algunos tienen la espada desenvainada, como De la Sota. Otros aguardan, pero pueden ser depositarios de las esperanzas nacidas al calor del 8N, como parece ocurrir con Scioli. De eso habla también Alfonsín en estas horas, como se puede leer aquí

Acción directa, clases medias y movimiento obrero

Aquí se intentó mostrar un abanico social más amplio del que se moviliza, incluyendo al movimiento obrero industrial. Hace casi dos meses, Susana Viau había cumplido el mismo papel, sobredimensionando la amplitud del cacerolazo en ese entonces. Pero es evidente que la acción de las clases medias, su salida a las calles y sus reclamos, influyen entre la clase trabajadora, a distintos niveles pero lo hacen. Y no es para menos, dado que el kirchnerismo tiene ya en su haber inflación, límites a los aumentos salariales, la continuidad de la precarización laboral y la tercerización, el trabajo en negro. Y, sobre todo, tiene casi diez años de gestión con altos índices de crecimiento. Como se ha dicho ya, la clase obrera argentina actual no tiene motivos profundos para “dar la vida por Cristina”. De ahí que los reclamos de sectores medios influyan sobre la clase trabajadora, agudizando el descontento.
La ubicación de Moyano y Micheli es parte de estas tensiones entre franjas de la clase trabajadora y el gobierno. Pero aún esas críticas emergen atadas a los reclamos de sectores patronales. Precisamente el rol de los dirigentes sindicales, tanto aquellos que se oponen como los impotentes dirigentes aliados al gobierno, ponen una traba fundamental a acciones propias de los trabajadores que puedan reclamar por lo suyo. Desde este punto de vista, encontramos otro límite del “proyecto”. La clase obrera no puede hoy ser movilizada a favor del gobierno (contra las acciones “destituyentes”) tanto por la limitada gradación de conquistas obtenidas como por el rol de la conducción burocrática al frente de sus organizaciones. Si la burocracia sindical del primer peronismo fue incapaz de enfrentar el golpe del ‘55, la burocracia actual ni siquiera es capaz de cortar media calzada en “defensa del modelo”. Esa burocracia de los Martínez, de los Lescano y de los Caló, entre otros, tuvo su continuidad y fortalecimiento durante la era K.
Desde este punto de vista, las tendencias que emergen por abajo, se expresan tanto en el plano de la recuperación de las organizaciones sindicales, como se puede ver acá como en la existencia de duras luchas contra las patronales y regímenes brutales, como se ve en el Norte argentino, con la lucha de los Ingenios (ver acá). El desarrollo de una perspectiva clasista extendida en estas organizaciones y el conjunto del movimiento obrero puede ser un motor que ayude a la intervención independiente de la clase trabajadora en esta situación de creciente desgaste del gobierno. A eso es preciso apostar. 


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