miércoles, 31 de julio de 2024

Vera Lisboa y Edgar Copenhague (E.C.) toman whisky



Edgar Copenhague (E.C.) caminó aquellas treinta cuadras con el viento de frente. Sentía, a cada paso, una leve herida en las mejillas. Entrecerraba los ojos por momentos, esperando amainara. Podría no haberlo hecho pero ansiaba caminar. Necesitaba estirarse; salir de esa posición casi fetal a la que lo condenaba la computadora.
Miró el celular. Una vez más. Como cada 10 minutos. La compulsión era más fuerte que su voluntad. Tenía más convicción, más decisión y más firmeza. Persistía en envolverlo en esas teclas digitales que lo convocaban a la más leve de las concentraciones; a la más efímera de las miradas. Esta vez fue distinto. Vera Lisboa (V.L.) había escrito. Al lado de la diminuta imagen de su rostro sonriente aparecían unas pocas palabras. Se insinuaba un mensaje; un llamado de atención.
V.L. le contaba su tarde. Gris, fría, poco amena. Le transmitía un enojo: con el mundo, con la estructura jerárquica del sistema escolar; con las distancias y los climas hostiles. Exigía, en compensación un abrazo.
E.C. recordó sus dedos entre los rulos de V.L.
Imaginó una escena: una fría tarde invernal a un par de kilómetros del mar; dos vasos de whisky; dos miradas que se cruzan; una infinita cantidad de palabras viajando en ambas direcciones, entre dos bocas que en ese momento pausaban los besos. Pensó en sus dedos recorriendo el cuero cabelludo de V.L. mientras la escuchaba desarrollar argumentos. Mientras la miraba mover las manos, gesticular y reír.
Dejó esa imagen al futuro, donde posiblemente correspondiera. Volvió al celular. Se sacó una foto. La borró. Se pareció demasiado serio a sí mismo. No era su perfil, pensó. Se preguntó si él tenía un perfil. Se confirmó que si tal cosa existía, la imagen que le devolvía el aparato no se correspondía con tal cosa. Se sacó una segunda foto. Sonreía. Le pareció más acorde a la demanda de V.L. La asoció a aquel abrazo reclamado a distancia, desde las inmediaciones del gélido mar marplatense. La envió. Sintió que en esa imagen iba el abrazo requerido.
Volvió a pensar en el whisky y en los rulos de V.L. Los imaginó, entre sus dedos, apenas una fracción de tiempo en el futuro.

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