sábado, 20 de abril de 2019

Los brazos cansados





Cuando este post esté subido nada más van a haber pasado 25 minutos de que corté con un amigo. Hoy cumplió años. Promedia la mitad de la década de los 30. Es mucho más que joven en un país donde la esperanza de vida alcanza los setenta y pico de años.


Sin embargo me dijo que tenía los brazos cansados. Se entiende. Carga cajas todo el día. Las lleva y las trae. Adentro, un peso muerto que no tiene nada que ver con su vida.


El problema no son las cajas. Es su hijo. Los brazos cansados se cansan aún más cuando se trata de cargarlo. No se trata de una necesidad. No hay impedimentos. Se trata solo de jugar. Se trata solo de disfrutar el (poco) tiempo libre que comparten juntos. Levantarlo y hacerlo volar, imagina uno.


El mundo es una mierda. Para miles de millones. Una cosa tan sencilla como levantar a tu hijo para jugar con él se parece algo, tal vez mucho, a la tortura, al sufrimiento. Donde debería haber placer y felicidad hay dolor y frustración.


No pude evitar acordarme de los rotos que dejan las patronales, de los que sufren dolores insufribles, de los que padecen en el cuerpo el solo hecho de estar en la línea de producción. No pudo evitar acordarme de los obreros de forja que habitaban las plantas de la Fiat cordobesa allá por los 70, aquellos que lloraban de impotencia y de sordera.


El mundo es una mierda. Vale la pena destrozarlo de pies a cabeza. Solo para que alguien puede jugar con su hijo entre sus brazos sin sentir que una aguja se los atraviesa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario