viernes, 20 de marzo de 2015

En la piel (a Natalia Gaitán)



Esto lo escribí hace mucho tiempo. No recuerdo si el blog exitía. Si el blog existía no recuerdo los motivos por los que no lo publiqué. Encontré el archivo original buceando la compu, casi sin querer. 
Hace pocos días se cumplieron  5 años de su asesinato. Va este texto como modesto recordatorio y homenaje.

EC





La idea de la catarsis viene a la mente.  Ya hay demasiadas cuentas hechas, demasiados papeles que llenar, que unir, que corregir. Lo único que hay de cierto en todo esto es que una vorágine de cosas. Cuando uno empezó a pensar que estaba liquidado, todo empieza de nuevo. Es como un remolino que no parece no tener ni inicio ni fin. Que sólo sigue y sigue y en algún momento vuelva a empezar
Son difíciles las metáforas a esta altura del año.  A esta altura de la vida uno se pregunta si tiene sentido incluso este ejercicio de sentarse a escribir delante de una PC para descargar la tensión existente. Si tendría más sentido malgastar el tiempo de otra forma, o por el contrario, si lo está malgastando ahora.
Se pregunta y se repregunta. ¿No debo hacer otra cosa? ¿Es éste el sentido de estar acá sentado? ¿No estoy, por casualidad haciendo escapismo como decían allá por los años setenta esos grupos realmente delirantes que creían que se podía tomar el cielo por asalto sin haberle movido el piso a Dios. Porque el cielo está terriblemente fortificado. Por las almas, por las conciencias. Hay una enorme cantidad de casamatas como diría el gran Antonio, esperando ser recuperadas o barridas.
Por ahí se va al cielo. Pero para ir hacia allá es preciso ganar acá. No se puede asaltar sin armas. Pero que se puede asaltar, se puede asaltar.
Como el remolino volvemos al principio. Seguimos sin ideas, sin objetivos, sin nada que se pueda comparar con la soberana necesidad e expresa algo. De decir algo que se trae adentro.
Pero ese algo está.
Es imposible silenciarlo. Salta cuando lees el diario. Sale en forma de gotas. Son lágrimas para más detalles. Se nota que son lágrimas y no cansancio porque son las diez de la mañana. Dormiste muchas horas. No tenés porque tener cansancio. Son lágrimas que surgen de lo profundo. Que vienen haciendo fuerza, que van profanando la coraza. Partiéndola de a poquito. Que se estrellan contra el muro y de a poco la van socavando, pero que es difícil que puedan aflorar con toda la fuerza del mundo.
Son las diez, ya lo dije. Es el diario, ya lo conté. Se llamaba Natalia, le decían y le gustaba que le dijeran la Pepa. Como dice el diario se sentía orgullosa. En un mundo de mierda que te parte en pedazos a cada rato, que te pega la cabeza contra la pared, ella sentía orgullo. Y se nota que se dio la cabeza contra la pared. Que se la dieron. Y ahí surge la pregunta y viene humedad porque la pregunta viene con las lágrimas.
¿Cómo es estar en su piel? ¿Se puede saber? Se intenta pensarlo  ¿Se puede racionalizarlo? Se puede incluso intentar escribir como sería estar en su piel. Pero es completa falopa. Tal vez lo pueden hacer otros y otras. Es difícil desde acá. La otredad no es el fuerte de uno.
Pero es difícil no empezar aunque sea a sentirlo un poquito. No imaginarse por momentos cara a cara con la muerte sólo por estar con la persona que se ama. Solo por ser “distinta”, por no encajar. Por no ser como ellos quieren, como todos quieren, como nosotros alguna vez queremos ser. Como nos enseñan  a que debemos querer ser.
Y es imposible que no dé una bronca violenta. Que no te den ganas de reventar a patadas el monitor o la mesa. O la cabeza del tipo que la mató.
Eso es empezar a sentirse un poquito como la Pepa
Y no es una piel. Son muchas. Es la piel de ser mujer y no serlo. Es la piel de ser pobre y serlo. Es la piel de ser rechazada y serlo. Es la piel indefensa porque todo alrededor es un campo de espinas. Y las espinas no sólo cortan sino que queman. Es ir a cada paso viendo como todo lo que uno es no es para los demás. Es el dolor de los sentidos siendo golpeados por cada puerta que se cierra, por cada mirada que se aparta, por cada sonrisa burlona, por cada gesto de repugnancia, por cada insulto, por cada silencio que insulta. Por cada golpe, por cada grito, por cada carcajada, por cada
Y es el silencio lo que sale. El silencio de la muerte. Y el silencio de la vida. Tenía 27 años. Era pura vida. Cuando uno no puede seguir escribiendo o cuando hay silencios, a veces, se usan los puntos suspensivos. Pero esas son las reglas. Acá paramos, lloramos, y seguimos.
A veces unas pieles pueden ayudar a otras. La piel se te hace gruesa de los golpes. De los arañazos. Del polvo de Parque Liceo que sigue tan pobre como hace diez años. De los perdigones de la escopeta que siguen tan mortales como hace cien años, del odio de la gente que sigue tan de mierda como hace 1000 años.
Pero sólo el odio puede vencer al odio. Sigo odiando. Cada día más.

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