martes, 17 de abril de 2012

La expropiación de YPF y los límites del gobierno (un futuro con agujeros)


El envío del proyecto de expropiación del 51% de las acciones de Repsol-YPF al Congreso nacional constituye un hecho central en la política del gobierno en los últimos meses. A la vez que le permite recuperar iniciativa en el plano político, abre contradicciones a futuro que pueden implicar nuevas crisis sociales.
Es evidente que se trata de una salida “por arriba” a problemas que se arrastran en dos planos. Por un lado, el plano político, como bien lo señala acá Juan Dal Maso. Por otro lado, es la respuesta pragmática a la crisis energética que se profundiza hace años, que además encuentra una expresión colateral en el déficit fiscal, producto del abultado déficit comercial que se desprende de la importación de millones de dólares en combustible.
Que el gobierno nacional haya pasado semanas negociando con Repsol es una confesión de que ésta era una de las últimas cartas en el esquema K. Los “amagues” (como “el anuncio que no fue” que analiza Fernando Rosso acá) y los intentos de “obligar” a Repsol a invertir son muestras de esta negociación con presión in extremis.
Con la resolución de avanzar en la expropiación, el gobierno logra marcar la agenda nacional, dividiendo a la oposición, logrando poner a parte de los autodenominados “progresistas”  detrás de él  y alinear parcialmente a Moyano. En este sentido, el kirchnerismo-cristinismo demuestra buen olfato político, para lograr algo de aire fresco en un momento en que venía sufriendo embates y estando a la defensiva.
Pero se evidencian los límites de su poder político. Una expresión es la negociación con los gobernadores. Hace unos días, Clarín relataba que “Los gobernadores petroleros apoyan la estatización de YPF (…) no comparten la idea de que sea sólo la Nación la que audite las inversiones en hidrocarburos y piden ser parte del paquete accionario que quiere tomar el Estado (…) La mayoría de los gobernadores está a favor de que el Estado se quede con el control de la compañía, pero quieren ser socios de la Nación(Resaltado propio). Esta concesión del gobierno permite alinearlos y le da una base más amplia para esta “disputa parcial” con la empresa española, pero evidencia la necesidad de emprender esta ofensiva contando con aliados en los poderes provinciales.  
La “izquierda K” ha venido impulsando una amplia campaña a favor de la nacionalización de YPF. Ahora festejan a rabiar y la mayoría prefiere no tomar nota de los vaivenes que señalamos antes. Algunos de ellos, que llaman a “bancar más que nunca a nuestra Presidenta” no toman en cuenta que bajo el amparo del kirchnerismo, se continuó el saqueo petrolero. Esto está estrechamente ligado a la continuidad de la configuración de clases surgida bajo la dictadura y el menemismo. Sobre eso hemos escrito acá.

Garantías al capital

En el post que citamos de Juan Dal Maso están definidas cuestiones centrales que muestran los límites de la expropiación. Aquí sólo queríamos citar dos párrafos del Proyecto de Ley que intentan evidenciar que no se trata de una medida “confiscatoria”. En el artículo 15, sobre la continuidad jurídica, está escrito que la YPF expropiada no le son “aplicables legislación o normativa administrativa alguna que reglamente la administración, gestión y control de las empresas o entidades que el Estado nacional o los estados nacionales tengan participación”. En el artículo 16. Inciso b) se dice “la administración de YPF S.A (se hará) conforme a las mejores prácticas de la industria y del gobierno corporativo, preservando los intereses de sus accionistas y generando valor para ellos”
Estos apartados buscan mostrar que el cristinismo no tiene “pasión confiscatoria” sino que se trata de una medida tomada como resultado de una situación excepcional. De esta forma se evitar comprometerse ante el capital imperialista y local.

Agujeros en el futuro

Cómo señalamos al principio, lo que puede ser un éxito de coyuntura, reforzando el gobierno y dándole aire, presenta contradicciones a futuro no menores.
En primer lugar, el gobierno sufre un problema fiscal estructural. De esa contradicción nacieron a la vida la Resolución 125, la nacionalización de los fondos de las AFJP’s y las modificaciones de la Carta Orgánica del Central. Ahí también radica el origen de la sintonía fina y los intentos de reducción del gasto público.
Esa base estructural limita las posibilidades de inversión en exploración y extracción. Como acertadamente dice el bloguero K que citamos antes, “una vez “que vuelva la política” habrá que prestar atención a los aspectos geológico-económicos del negocio. Hace falta mucha plata para extraer el tipo de petróleo que hay en las reservas en Argentina”. Por su parte, Financial Times, vocero del capital imperialista, estima que son necesarios 25 mil millones de pesos para esas inversiones. Si se suman estas cifras a lo que el gobierno debería pagar por la expropiación a precios actuales de mercado (entre 6 y 7 mil millones de dólares) se obtiene una suma que oscila entre los 40 y los 50mil millones de pesos. Una cifra verdaderamente exorbitante en el marco de las tendencias a la desaceleración económica y el mayor impacto de la crisis internacional.
La segunda contradicción se halla ligada estrechamente a ésta. Al ser la crisis fiscal y comercial la que empuja a esta medida, es altamente improbable que esta medida implique grandes cambios en la vida del pueblo trabajador.
No se puede evaluar la medida sólo desde el punto de vista jurídico. Sino que es preciso analizar el verdadero alcance social que tendrá. Esto es imposible de definir hoy, pero la realidad presenta ejemplos en los últimos meses de cómo el gobierno no tiene ningún interés en los problemas de la vida de las masas. Precisamente aquí se halla uno de los límites del “modelo”, como se evidenció en la masacre de Once y en las consecuencias del temporal que arrasó Capital Federal y parte del Conurbano. En esas tragedias salió a la luz la decadencia estructural de la Argentina K.
Pero en los últimos años además sufrimos decenas de muertes ocurridas por la ausencia de calefacción que sufren millones de familias del pueblo pobre. Muchos muertos por tener que depender de estufas a cuarzo o, incluso, calentarse en fogatas que llevaron al incendio de las humildes viviendas o casillas donde habitaban. Por eso mismo, la nacionalización no se puede evaluar separada de un plan de obras públicas que permita solucionar todos esos problemas.
Como definimos acá sobre Malvinas, en el caso de YPF, todo indica que se trata una “pequeña política” destinada a cambiar algo en el marco de la estructura existente. Un elemento a señalar es que la nacionalización de Repsol implica sólo el control del 30% de la producción. Enormes sectores siguen en manos de otras empresas de capital extranjero como se señala acá.
Por el contrario, una política que verdaderamente intente dar solución de fondo al problema energético nacional, tiene que partir de la expropiación sin pago y avanzar en una planificación nacional de la explotación y la utilización de los recursos hidrocarburíferos.
Esto sólo puede ser logrado poniendo la administración y la gestión de YPF en manos de los trabajadores de esa empresa que gestionen en común con comités integrados por representantes del pueblo. Esa es la forma de avanzar en una planificación que tome como objetivos centrales la resolución de los problemas sociales que afectan a la vida de las masas. Es utópico pensar en una YPF al servicio del pueblo trabajador gestionada por De Vido, que está detrás de todos los negociados por las privatizaciones que sufre el pueblo.
La gestión K sobre YPF será seguramente la responsable de nuevas crisis sociales y políticas cuando quede en evidencia que tanto discurso de nacionalización no tiene implicancias en la vida real del pueblo trabajador.

sábado, 14 de abril de 2012

Lanzamiento de las Obras escogidas de León Trotsky. Gran iniciativa del IPS Karl Marx


Reposteamos a los y las camaradas del IPS Karl Marx que llevaron adelante la edición de esta importante obra de León Trotsky, profundizando una labor de difusión de la obra de Trotsky al servicio de la preparación revolucionaria de nuevas generaciones de jóvenes trabajadores y estudiantes


Presentación del primer tomo en la Feria del Libro 

Stalin el gran organizador de derrotas

León Trotsky
332 páginas
Abril 2012
Ediciones IPS/Museo Casa León Trotsky

El 29/4 de abril en la Feria del libro, el CEIP “León Trotsky” presentará Stalin el gran organizador de derrotas, su más reciente publicación que contó con el apoyo de Esteban Volkov, nieto de León Trotsky, y se realizó en coedición con el Museo Casa de León Trotsky.  Este libro será el primero de una la colección de Obras Escogidas que serán publicadas por Ediciones IPS.
El CEIP “León Trotsky”planea publicar sus obras clásicas, como la conocida biografía Mi Vida o su Historia de la Revolución Rusa, La revolución traicionada, Escritos sobre España, La lucha contra el fascismo o sus textos sobre arte, cultura y vida cotidiana, así como también compilaciones temáticas, algunas ya publicadas por el CEIP, que incluyen textos inéditos y que en esta nueva serie serán ampliados, tratando de abarcar una buena parte de su vasto legado.
Este libro reúne los documentos que presentó la Oposición de Izquierda previa y posteriormente al VI Congreso de una Internacional Comunista ya burocratizada bajo la dirección de Stalin. Aunque no pudo ser discutido debido a la censura de la burocracia, logró llegar e impactar a varios militantes de diferentes países y, de este modo, a pesar de las persecuciones, deportaciones y cárceles que estaba sufriendo la Oposición, sentó las bases para la fundación de la Oposición de Izquierda Internacional.
Trotsky escribió estos documentos desde su destierro en Alma Ata, apenas acaecida la muerte de su hija Nina. Cuando pudo reunir toda la documentación ya sufría el exilio en Turquía. La burocracia, lejos de silenciar a la Oposición, no pudo impedir que Trotsky traspasara con sus críticas las fronteras, con relación tanto a la “teoría” de Stalin del “socialismo en un solo país” como a las lecciones de los acontecimientos principales del momento, como la huelga general inglesa de 1926 o la Revolución china de 1925-27, lecciones que le permitirían un año después generalizar para todos los países su teoría de la revolución permanente.
Con Stalin, el gran organizador de derrotas inauguramos y nos comprometemos en un nuevo proyecto editorial del CEIP “León Trotsky” y Ediciones IPS, que abarcará alrededor de 30 volúmenes de la obra de Trotsky, para reactualizar su legado para las nuevas (y “viejas”) generaciones.
PALABRAS PRELIMINARES / Esteban Volkov
PRESENTACIÓN / Gabriela Liszt
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PALABRAS PRELIMINARES
Esteban Volkov
Ciudad de México, marzo de 2012 
La humanidad está entrando en un período de asombrosos avances científicos y tecnológicos, pero las estructuras ancladas en el pasado, basadas en la codicia y el parasitismo de un caótico y obsoleto capitalismo, rechazan toda innovación y progreso en el terreno socio-económico.
Más que nunca, el dilema es “barbarie o socialismo”: para salir de la barbarie del capitalismo, solo queda retomar el camino al socialismo. Tras una interminable secuencia de mortíferas guerras imperialistas de expoliación de recursos, así como traiciones y derrotas de muchas revoluciones a manos de burocracias parasitarias, la humanidad por desgracia se está deslizando a paso veloz hacia la barbarie. Solo hay dos opciones: que los avances, como hasta ahora, sirvan para poder explotar cada vez más eficientemente a la gran mayoría de la humanidad, aumentando su miseria y sufrimiento, desperdiciando valiosos recursos no renovables, así como contaminando y destruyendo nuestra morada terrestre; o bien, hacer posible la aplicación de los avances científicos y tecnológicos al hasta ahora vedado terreno de la organización socio-económica de la sociedad para construir una estructura social justa, para que estos avances se utilicen en traer bienestar a toda la humanidad, así como para cuidar y conservar nuestro planeta, maravilloso oasis que nos ha tocado en suerte habitar en el cosmos.
Para lograr estos objetivos, nada más valioso que el inmenso arsenal ideológico legado por el indomable revolucionario León Trotsky durante sus 43 años de lucha, 42 de los cuales militó bajo las banderas del marxismo. Su experiencia fue invaluable: fue, junto con Lenin, un personaje clave en la preparación, realización y triunfo de la primera revolución socialista en la tierra, en Octubre de 1917 en Rusia. Muerto Lenin, se enfrentó al inesperado surgimiento de un proceso contrarrevolucionario llevado a cabo por una voraz burocracia dirigida por José Stalin. Nadie como Trotsky analizó y desentrañó este nuevo acontecer histórico. Como protagonista de uno de los capítulos más trascendentes de la historia contemporánea, como fue la Revolución Rusa, tuvo el privilegio de ser testigo de primer orden en dichos eventos, y tuvo el mérito de haber transcrito minuciosamente, con gran precisión y certero análisis marxista, este trascendente capítulo de la historia. Gracias a ello nos deja un vasto y muy valioso arsenal revolucionario marxista imperecedero, de experiencias y armas ideológicas, para los revolucionarios presentes y futuros.
Una de las tareas que Trotsky consideraba primordial era la educación política de los revolucionarios. En este sentido, solo me resta felicitar al Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky” por continuar esta importantísima labor con el valioso trabajo editorial que están llevando a cabo con este nuevo emprendimiento, la publicación de las Obras escogidas de León Trotsky, que comprende títulos tales como La revolución traicionada, 1905, Escritos sobre España, Mi vida, Historia de la Revolución Rusa, La lucha contra el fascismo y tantos otros escritos que son claves para la causa socialista. Un proyecto que aporta a retomar la experiencia de esta generación de revolucionarios, sus enseñanzas y tradiciones, así como a plantear la actualidad que conservan para preparar un nuevo porvenir sin opresión.
PRESENTACIÓN
Gabriela Liszt 
Con este libro, comenzamos un nuevo proyecto de Ediciones IPS y el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (CEIP) “León Trotsky”, con el apoyo de Esteban Volkov, nieto de León Trotsky y en coedición con el Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa de León Trotsky, A. C. de México, con el que nos proponemos publicar una serie de Obras escogidas de León Trotsky, teniendo en cuenta que muchas de ellas hace décadas que han dejado de ser editadas (como el presente libro) en lengua castellana y que todas ellas pueden ser mejoradas, dada la mayor existencia de centros y fuentes dedicados al trotskismo, sobre todo, desde la década de los ‘80, así como la calidad editorial y de su traducción.
No es casual que el presente libro sea el N.º 1 de esta colección (que abarcará alrededor de 30 títulos y no guardará una numeración cronológica), ya que se lo puede considerar como uno de los textos fundacionales de lo que será la futura IV Internacional. Las nuevas generaciones, no pueden comenzar desde cero. Las tradiciones y las lecciones revolucionarias dejadas por revolucionarios como Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburgo en el siglo XX (atravesado por los más grandes procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios) tienen que ser la base desde donde partir para pensar cómo conquistar socialismo futuro. Esperamos que esta colección cumpla con este objetivo.
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El siguiente libro fue publicado como tal bajo la autorización de Trotsky, por la editorial Rieder en Francia en 1930, y editado varias veces el mismo año. Ya desde el ‘29, grupos o militantes que se habían ligado a la Oposición por el conocimiento de estos textos los publicaron, muchas veces como folletos separados, en numerosos idiomas . 
La mayoría de estos documentos fueron escritos por Trotsky en su destierro, en Alma Ata, entre julio y octubre de 1928. Como aclara Trotsky en su prólogo de 1929, ya desde su exilio en Turquía, las dos primeras partes fueron dirigidas al VI Congreso de la Internacional Comunista (IC), y las dos últimas fueron posteriores a su realización. El documento más importante, la “Crítica al Proyecto de Programa” (la Parte 2 del presente libro), fue redactado en julio de 1928 y acompañado por una declaración donde Trotsky reclama el cese 
de las persecuciones, deportaciones y cárcel a los Oposicionistas (bolcheviques-leninistas) y su readmisión en el PCUS , al mismo tiempo que se niega a renunciar a su lucha (“Sólo funcionarios corruptos hasta la médula pueden exigir semejante abjuración –la renuncia a toda actividad política en general y, en especial, en la Internacional– de un revolucionario. Sólo renegados despreciables podían hacer semejantes promesas” ), para buscar el “enderezamiento” del curso centrista que había adoptado la Internacional, luego de la muerte de Lenin. A su vez, los oposicionistas exiliados mostraban una gran combatividad, organizando grandes huelgas en Kiev, y manifestaciones contra la represión en Ucrania y Georgia. 
La “Crítica al Proyecto de Programa”, que fue impresa y circuló inicialmente “por error” y luego clandestinamente durante el VI Congreso, permitió la formación de la Oposición de Izquierda Internacional, la futura IV Internacional. La Oposición china, entre otras, surgió luego de la lectura y discusiones de Chen Du-xiu y Peng Shu-tsé del “Balance y perspectivas de la revolución china” y “La cuestión china después del VI Congreso” . Su lectura también ganó para la Oposición al futuro dirigente del SWP norteamericano, James P. Cannon. Junto a los documentos y resoluciones de los cuatro primeros Congresos de la Internacional Comunista, estos textos constituyen para Trotsky el basamento y programa de la Oposición.
Recurrentemente a lo largo del libro Trotsky resalta cómo, en el “Proyecto de Programa de la IC” escrito por Bujarin, existen varias formulaciones teóricas y programáticas que en general y tomadas aisladamente podrían ser 
consideradas correctas. Sin embargo, al mismo tiempo, resalta cómo esas definiciones, al no estar al servicio de sacar las conclusiones fundamentales de los principales procesos de la lucha de clases a nivel mundial ocurridos desde el IV Congreso (1922), tras el cual habían transcurrido hechos importantísimos donde había participado la IC y sus secciones: la derrota de la revolución en Alemania de 1923, la traición del Comité anglo-ruso a la huelga general inglesa de 1926 y la derrota de Cantón en 1927 a manos del Kuomintang, y ligadas a una justa orientación, dieron lugar a un eclecticismo teórico y a un desbarranque en el plano de la táctica y de la estrategia.
La unión de las 4 partes fue realizada por Trotsky bajo el título de La III Internacional después de Lenin. Sin embargo, pasó a ser más reconocido como Stalin, el gran organizador de derrotas . 
Entre otros conceptos, Trotsky explicita la relación orgánica entre el desarrollo de la teoría del socialismo en un solo país (como expresión teórica de la reacción sobre la Revolución de Octubre, producto de su aislamiento) y el abandono, por parte del stalinismo, de los principios estratégicos forjados por el Partido Bolchevique en la Revolución Rusa y de la III Internacional en sus cuatro primeros Congresos: “La imposibilidad de construir una sociedad socialista aislada –no en utopía, en la Atlántida, sino en las condiciones concretas geográficas e históricas de nuestra economía terrestre– está determinada para diversos países, en grados diversos, tanto por la extensión insuficiente de ciertas ramas como por el desarrollo ‘excesivo’ de otras. De conjunto, esto significa justamente que las fuerzas de producción contemporáneas son incompatibles con las fronteras nacionales” (p. 121 de la presente edición).
A diferencia de la II Internacional (época de desarrollo relativamente pacífico del capital), la III fue fundada en una época de guerras, crisis y revoluciones, la época imperialista. Hasta la III Internacional el concepto de estrategia era prácticamente ajeno al marxismo. Se discutía en términos de táctica, no había diferenciación entre uno y otro concepto: “la labor estratégica se reducía a nada, se disolvía en el ‘movimiento’ cotidiano con sus consignas sacadas de la táctica cotidiana. Sólo la III Internacional restableció los derechos de la estrategia revolucionaria del comunismo, a la cual subordinó completamente los métodos tácticos” (p. 132 de la presente edición). Y luego agrega que, con Bujarin y Stalin, “El problema fundamental del programa, es decir, la estrategia del golpe de Estado revolucionario (las condiciones y los métodos que conducen a la insurrección, la insurrección propiamente dicha, la conquista del poder) es examinada secamente y con parsimonia [...]. Es decir, se consideran los grandes combates del proletariado sólo como acontecimientos objetivos, como expresión de ‘la crisis general del capitalismo’, y no como la experiencia estratégica del proletariado (p. 133 de la presente edición). Trotsky da una importancia fundamental a la estrategia, a la que entiende como algo que no es reductible a los objetivos y los fines que se establecen en el programa, al mismo tiempo que destaca la unidad inescindible entre ambos. Es decir, no alcanza con responder “qué pretendemos conquistar” sino también “cómo nos proponemos conquistarlo”, pregunta propia de la estrategia.
Como destaca, la falta de una estrategia revolucionaria y las tácticas en función de ésta, lleva a la adaptación a las distintas corrientes reformistas y centristas, no revolucionarias e incluso contrarrevolucionarias.
La toma del poder en un país sólo es una estrategia en la medida que conduce a la revolución mundial (concepción totalmente alejada de la caricatura de Bujarin, según la cual la “permanencia” de la revolución significaba que esta se podía dar en todo momento y lugar) y ésta a su vez, a la revolución internacional. Dice Trotsky: “El carácter revolucionario de la época no consiste en que permite, en todo momento, realizar la revolución, es decir, tomar el poder. Este carácter revolucionario está asegurado por profundas y bruscas oscilaciones, por cambios frecuentes y brutales. [...] Si no se comprende de una manera amplia, generalizada, dialéctica, que la actual es una época de cambios bruscos, no es posible educar verdaderamente a los jóvenes partidos, dirigir juiciosamente desde el punto de vista estratégico la lucha de clases, combinar legítimamente sus procedimientos tácticos ni, sobre todo, cambiar de armas brusca, resuelta, audazmente ante cada nueva situación” (pp. 135, 138 y 139 de la presente edición).
Ese objetivo está indisolublemente ligado a la autoorganización de las masas, como lo hicieron las masas rusas bajo la forma de soviets, organismos que no aparecen “por decreto”, como intentó el stalinismo en Cantón, luego de haberse negado durante años a impulsar su formación entre las masas: “En la acción, las masas deben sentir y comprender que el soviet es su organización, de ellas, que reagrupa sus fuerzas para la lucha, para la resistencia, para la autodefensa y para la ofensiva. No es en la acción de un día ni, en general, en una acción llevada a cabo de una sola vez como pueden sentir y comprender esto, sino a través de experiencias que adquieren durante semanas, meses, incluso años, con o sin discontinuidad” (p. 220 de la presente edición). 
Pero la autoorganización de las masas no es suficiente, ya que “El oportunismo, que vive consciente o inconscientemente bajo el yugo de la época pasada, se inclina siempre a subestimar el rol del factor subjetivo, es decir, la importancia del partido revolucionario y de la dirección revolucionaria. Esto se manifestó plenamente durante las discusiones sobre las lecciones del Octubre alemán, del Comité anglo-ruso y la Revolución china. En estas ocasiones, como en otras menos importantes, la tendencia oportunista intervino siguiendo una línea política que contaba demasiado directamente con las ‘masas’, negando los problemas de la ‘cima’ de la dirección revolucionaria. Desde un plano teórico general, este enfoque es erróneo y en la época imperialista aparece como fatal” (p. 137 de la presente edición).
Con la III Internacional burocratizada, Trotsky va a ser el único que encarará en profundidad el balance de los principales procesos de la lucha de clases enriqueciendo enormemente el acervo estratégico del marxismo.
Establece una relación compleja entre lo político y lo económico, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la crisis capitalista, los momentos de estabilización y el papel que cumplen en estos las derrotas de la clase obrera: “No hay situaciones absolutamente sin salida’ –dice Trotsky, siguiendo a Lenin–. La burguesía puede superar sus contradicciones más difíciles únicamente siguiendo la ruta abierta por las derrotas del proletariado y los errores de la dirección revolucionaria.
Pero lo contrario también es verdad. No habrá un nuevo ascenso del capitalismo mundial [...] si el proletariado sabe encontrar el medio de salir por el camino revolucionario del presente equilibrio inestable” (p. 125 de la presente edición). La revolución de 1923 y su derrota es una gran fuente de enseñanzas. Para Trotsky la dirección del partido alemán, luego de haber tenido una orientación ultraizquierdista en 1921, se volcó, tal como le recomendó el III Congreso de la IC, a la “lucha por las masas”; pero se había vuelto incapaz de deshacerse de la rutina y de esta forma la táctica terminó desplazando a la estrategia. Trotsky advierte sobre este peligro cuando plantea que “La lucha cotidiana para conquistar a las masas absorbe toda la atención, crea su propia rutina en la táctica e impide ver los problemas estratégicos que se deducen de los cambios en la situación objetiva” (p. 142 de la presente edición). 
A través del ejemplo del Comité anglo-ruso y de las relaciones con el Kuomintang chino, que terminaron en una derrota aplastante, Trotsky demuestra cómo la política de la IC es convertir acuerdos temporales o circunstanciales en alianzas estratégicas, aunque esto signifique incluso, la masacre de miles de comunistas chinos. La IC, como todo centrismo, sostenía una política de derecha llevando a grandes derrotas y luego, con una relación de fuerzas desfavorable, se lanzaba a aventuras ultraizquierdistas para cubrir las consecuencias de sus propios actos.
A partir del VI Congreso la IC comenzó su giro “ultraizquierdista”, el que llegó a su punto culminante cuando permitió el ascenso del fascismo en Alemania, por negarse a realizar un frente único con la socialdemocracia, a la que acusaba de “socialfascista”. Este curso seguirá hasta el VII Congreso de la IC, en 1935, cuando vota la aplicación en todos los países de la política de los “frentes populares”, frentes de colaboración de clases que llevaron a la derrota procesos revolucionarios como los de Francia y España (derrotas que allanaron el camino a la Segunda Guerra Mundial), para luego desembocar en la alianza con el nazismo en 1939, a través del pacto Hitler-Stalin. 
El derrotero de la teoría del socialismo en un solo país llegó a sus últimas consecuencias cuando Stalin, como demostración de su actitud conciliadora hacia los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, disuelve la Internacional en 1943 por carecer de “funcionalidad”. La renuncia a la revolución internacional por la burocracia stalinista fue lo que permitió que dos sistemas de por sí antagónicos (a pesar de las deformaciones burocráticas) pudieran coexistir durante tantos años. Inevitablemente, como planteó Trotsky, un sistema iba a terminar triunfando sobre el otro.
Por el contrario, Trotsky desarrollará y generalizará su teoría de la revolución permanente, plasmada en una polémica con Karl Radek alrededor de la política hacia la revolución china y el Kuomintang, que finaliza en sus 14 “Tesis fundamentales” . Aunque a través de esta polémica demostrará que el imperialismo ha dejado de lado la vieja distinción entre países maduros o inmaduros para la dictadura del proletariado, sean países avanzados como Alemania, imperios decadentes como Rusia o países atrasados como China, ya en la “Crítica al Proyecto de Programa”, adelanta esta generalización de su teoría: “Por sí misma, la tesis de la falta de madurez económica y cultural, tanto de China como de Rusia (evidentemente mayor todavía en China que en Rusia) no puede ser discutida. Pero no se puede deducir de esto que el proletariado deba renunciar a la conquista del poder, cuando esta es dictada por todas las condiciones históricas y por una situación revolucionaria en el país. 
La cuestión histórica concreta, política, se reduce a saber, no si China está económicamente madura para establecer su propio socialismo, sino más bien si, políticamente, está madura para la dictadura del proletariado. Estas dos cuestiones no son de ninguna manera idénticas. Lo serían si no existiese en el mundo una ley del desarrollo desigual. En el presente caso, esta ley, que se extiende enteramente a las relaciones mutuas entre la economía y la política, es perfectamente aplicable. ¿Está China, entonces, madura para la dictadura del proletariado? Sólo la experiencia de la lucha podrá decirlo de una forma indiscutible” (p. 223 de la presente edición).
Las “Tesis fundamentales” demostraron frente a cada nuevo fenómeno de la lucha de clases como el fascismo, la guerra civil española o los bonapartismos “sui generis”, la perspectiva de la revolución proletaria internacional. La IV Internacional se fundó en 1938, como continuación de la Oposición de Izquierda Internacional, preparándose para ser una alternativa a las direcciones que, como la socialdemocracia o el stalinismo, eran (y son) un obstáculo para la revolución internacional, para conducir al triunfo a los procesos revolucionarios que, seguramente, se desarrollarían, tanto en los países imperialistas como en las semicolonias, debido a los padecimientos de las masas durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque la IV Internacional no pudo dirigir estos procesos, consideramos que la aguda crisis del capitalismo mundial actualmente en curso pone de relieve, nuevamente, la necesidad de llevar adelante esta tarea.
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Esta obra fue realizada por un equipo de Ediciones IPS y el CEIP. La edición general estuvo a cargo de Gabriela Liszt, quien junto a Rossana Cortez tuvieron a su cargo las traducciones del francés. Demian Paredes y Valeria Foglia fueron los responsables de la corrección de estilo. Y Julio Patricio Rovelli de la producción editorial.
Agradecemos especialmente a Pablo Oprinari y a Bárbara Funes por sus gestiones para la coedición de las Obras escogidas de León Trotsky con el Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa de León Trotsky, A. C.
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[1] La presente edición está basada en traducciones castellanas pero ha sido cotejada y modificada según la edición original francesa. Julián Gorkin realizó una traducción al español en 1930.
[2]Los oposicionistas fueron expulsados del PCUS en el XV Congreso (1927).
[3] Ver “La crisis de la Internacional”, p. 23 de esta edición. Más adelante, en una carta del 16 de diciembre de 1928, frente al ultimátum de expulsión de la URSS, Trotsky cita esta parte de la declaración, agregando: “No tengo nada que quitar ni añadir a estas palabras” (León Trotsky, Mi Vida, Bs. As., Pluma, 1979, p. 444).
[4] Cf. Pierre Broué, Histoire de l’International communiste, París, Fayard, 1997, p. 570.
[5]Para esta edición, hemos agregado tres textos no incluidos en anteriores ediciones españolas. El primero, la declaración ya nombrada; el segundo, un “Prefacio a una edición alemana” como folleto de la Parte 4 (“¿Quién dirige hoy la Internacional Comunista?”), y un anexo: “¿Socialismo en un solo país?”. Las notas entre corchetes que dicen NdEF pertenecen a la edición francesa; las que dicen NdEE pertenecen a la edición española; las que dicen NdLT y LT, que tambien aparecen entre paréntesis son del autor. Las signadas con NdE pertenecen a esta edición.
 [6] Ver León Trotsky, La teoría de la revolución permanente (compilación), 3.º ed., Bs. As., Ediciones IPS, 2011, p. 239.

jueves, 12 de abril de 2012

Lenin: derrotismo revolucionario, defensismo y la lucha por el poder.


Hace unos días empezamos a tratar de desarrollar algunas discusiones de las que hicimos en este seminario junto a compañeros y compañeras de Córdoba que no viajaron. Entre los debates que surgieron, nos pareció importante tomar uno y desarrollarlo. El debate se dio sobre la posición de Lenin en la guerra ruso-japonesa de 1905. La cuestión en discusión era si Lenin levantaba una posición derrotista o no.  Paula Schaller aportó este artículo publicado por el CEIP León Trotsky, donde se señala la posición de Lenin.
Pero el derrotismo revolucionario fue afirmado como política central y extendida al conjunto de las naciones en la Primera Guerra Mundial. La guerra fue el fin de un período de desarrollo relativamente pacífico, que incubó un creciente conservadurismo en los partidos de la socialdemocracia europea. El surgimiento de la aristocracia obrera generó un colchón de conformismo que atenuaba las contradicciones entre la dirección del movimiento de masas y el estado capitalista. A propósito de este enorme choque histórico, Trotsky escribirá a fines de los veinte que La política, considerada como fuerza histórica de masas, está siempre retrasada con respecto a la economía. Si el reinado del capital financiero y de los monopolios y trusts comenzó a fines del siglo XIX, no se reflejó en la política mundial hasta después de la guerra imperialista, de la revolución de octubre y de la creación de la Tercera Internacional”.
El enorme giro que implicó la guerra fue un punto de quiebre que los marxistas europeos, en su enorme mayoría, no pudieron o no quisieron ver. Frente a ello, surgió un ala izquierda, que sostuvo las tradiciones revolucionarias frente a la hecatombe de la II Internacional. 

Lenin y la guerra

La guerra marcó el cambio de época en dos sentidos, íntimamente relacionados. Por un lado, evidenció que ya no existían campos progresivos entre las potencias imperialistas. Lenin enfrentará a las corrientes que intentaban mostrar una continuidad entre las guerras nacionales del siglo XIX y la contienda inter-imperialista. En La bancarrota de la II Internacional escribirá “Las falsas apelaciones a Marx y Engels constituyen aquí el argumento “clave” de los dos cabecillas del socialchovinismo: Plejánov recuerda la guerra nacional de Prusia en 1813 y la de Alemania en 1870; Kautsky trata de demostrar, con aire archidoctoral, que Marx plateaba la cuestión de qué bando, es decir, qué burguesía, era preferible que triunfase en las guerras de 1854-1855, 1859, y 1870-1871 (…) Las guerras anteriores (…) representaban la “continuación de la política” de unos movimientos nacionales de la burguesía que habían durado muchos años e iban dirigidos contra el yugo extranjero y contra el absolutismo”.
Esta discontinuidad tiene fundamentos estructurales: “El imperialismo representa la subordinación de todas las capas de las clases poseedoras al capital financiero y el reparto del mundo entre 5 ó 6 “grandes” potencias, la mayoría de las cuales participa hoy día en la guerra” (…) No es posible seguir viviendo a la antigua, en el ambiente relativamente tranquilo, civilizado y pacífico del capitalismo que evoluciona suavemente y se extiende poco a poco a nuevos países, pues ha llegado una nueva época (resaltado propio). Ante la nueva época que había llegado, era necesario romper con todas las alas de la burguesía y aquellos sectores de los socialistas que se negaban a enfrentarla.
El manifiesto de Basilea[1], firmado en 1912, entre los partidos integrantes de la II Internacional, señalaba que la guerra traería profundas conmociones y crisis en los países que entraran en ella. Se trataba de utilizar esas crisis para abrir el camino de la revolución social. La posición de derrotismo revolucionario era la única consecuente con esas definiciones y que se proponía “transformar la guerra mundial en guerra civil”.
En El Socialismo y la Guerra (Julio-agosto 1915) definirá “En una guerra reaccionaria, la clase revolucionaria no puede dejar de desear la derrota de su gobierno; no puede dejar de ver que existe una relación entre los reveses militares de este gobierno y las facilidades que éstos crean para su derrocamiento (…) esa posición respondería al pensamiento más íntimo de todo obrero consciente y se situaría en el marco de nuestra actividad encaminada a la trasformación de la guerra imperialista en guerra civil”. A eso era lo que renunciaban tanto los sectores socialchovinistas como los centristas (Kautsky). 

Derrotismo y defensismo de clase

El mismo Lenin señalaba, tomando a Von Clausewitz, que “la guerra es la prolongación de la política por otros medios”, es decir por la violencia. Pero la diferencia entre un análisis marxista y el del gran general prusiano, parte de las consideraciones de clase que dirigen la política, es decir, que clase social guía (o intenta hacerlo) los timones del estado. 
La caída del zar en febrero de 1917 y su suplantación por un gobierno liberal burgués, que sostuvo la estructura económica de la Rusia prerrevolucionaria, no cambiaba el carácter de clase del gobierno que hacía la guerra. Pero la revolución de Febrero abría un escenario nuevo en el terreno político. La entrada de las masas en escena, el desarrollo de los soviets y la crisis del gobierno burgués generaba una situación altamente contradictoria, donde la conciencia del movimiento de masas jugaba un papel central.
El problema de la guerra seguía sin ser resuelto y era un factor actuante en la revolución. La debilidad de la burguesía la obligaba a intentar derrotar la revolución basándose en el “defensismo”. Primero, intentando subordinar a las masas para retomar la ofensiva contra el frente alemán. Luego, desmoralizando y desorganizando al ejército para permitir el avance de de las tropas alemanas y derrotar a las masas desde afuera.
En la lógica de Lenin y Trotsky, la guerra, estrechamente ligada al problema de la tierra, era un motor de la lucha por la conquista de las masas para la lucha por el poder. Pero eso exigía combatir el “defensismo revolucionario” que se expresaba en la conciencia de las masas y al mismo tiempo era utilizado por la burguesía.
Si bien en 1918, Lenin señala  que Éramos derrotistas bajo el zar, ya no lo éramos bajo Tsereteli y Tchernov”, la pelea central desde abril del 17 será contra el defensismo. En Las tareas del proletariado en la actual revolución, afirmará que “El fenómeno más importante y destacado de la ola pequeñoburguesa que lo ha inundado “casi todo” es el defensismo revolucionario. Es éste, precisamente, el peor enemigo del desarrollo y del triunfo de la revolución rusa (…) La burguesía engaña al pueblo especulando con el noble orgullo de éste por la revolución y presenta las cosas como si el carácter político-social de la guerra hubiese cambiado, por lo que a Rusia se refiere, a consecuencia de esta etapa de la revolución, de la sustitución de la monarquía de los zares por la casi república de Guchkov y Miliukov”.
Agregaba Debemos saber explicar a las masas que el carácter político-social de la guerra no se determina por la “buena voluntad” de personas, de grupos ni aun de pueblos enteros, sino por la situación de la clase que hace la guerra; por la política de esta clase, que tiene su continuación en la guerra; por los vínculos del capital, como fuerza económica dominante de la sociedad moderna; por el carácter imperialista del capital internacional (…) La más insignificante concesión al defensismo revolucionario es una traición al socialismo, una renuncia total al internacionalismo, por muy bellas que sean las frases y muy “prácticas” las razones con que se justifique (…) Es imposible salir de la guerra imperialista, es imposible conseguir una paz democrática, una paz no impuesta por la violencia, sin derribar el Poder del capital y sin que el Poder del Estado pase a manos de otra clase, del proletariado (…) Esta revolución ha dado el primer paso hacia el cese de la guerra. Pero sólo un segundo paso puede asegurar ese cese, a saber: el paso del Poder del Estado a manos del proletariado”
La política del partido bolchevique implicaba una pelea a muerte contra todas las corrientes conciliadoras que querían poner un límite a la revolución, frenando las tendencias de las masas, en función de la “defensa nacional”. Frente al defensismo de mencheviques y social-revolucionarios, la política bolchevique era delimitarse tajantemente, incluso al costo de permitir el avance alemán en territorio ruso. En Historia de la revolución rusa, en el capítulo Los bolcheviques y los soviets, Trotsky escribe:
“Los acontecimientos desarrollados en el teatro de la guerra sometieron bien pronto a una prueba crucial la política del partido, desde el punto de vista de su internacionalismo. Después de la caída de Riga, la cuestión de la suerte de Petrogrado interesó vivamente a los obreros y soldados (…) Ni como obreros industriales ni como ciudadanos de la república burguesa estaban dispuestos en lo más mínimo los proletarios de la barriada de Viborg a sabotear la defensa de la capital revolucionaria. Pero como bolcheviques, como miembros del partido, no querían ni por un momento compartir con los dirigentes la responsabilidad de la guerra ante el pueblo ruso y ante los pueblos de los demás países. Lenin, temiendo que el estado de opinión favorable a la defensa se convirtiera en una política defensiva, escribía: "Seremos defensistas solamente después que el poder haya pasado a manos del proletariado... Ni la toma de Riga ni la toma de Petrogrado nos harán defensistas. Entre tanto, estamos por la revolución proletaria contra la guerra; no somos defensistas." "La caída de Riga -escribía Trotsky desde la cárcel- ha sido un rudo golpe. La caída de Petersburgo sería una desgracia. Pero el hundimiento de la política internacional del proletariado ruso sería funestísimo." ¿Doctrinarismo de fanáticos? Pero en esos mismos días, mientras los tiradores y los marinos bolcheviques caían delante de Riga, el gobierno provisional retiraba tropas para mandarlas contra los bolcheviques, y el generalísimo en jefe se preparaba para la lucha contra el gobierno” (Resaltados nuestros)
La política de los bolcheviques era explicar “por los hechos” la incapacidad de la burguesía para defender seriamente la nación frente a la agresión alemana y poner de manifiesto que toda la política defensista estaba destinada a impedir el desarrollo de la revolución y aplastar a las masas. Implicaba no tomar sobre sus espaldas un gramo de responsabilidad por la política burguesa y de los reformistas.
Desde este punto de vista, existía una continuidad entre el derrotismo previo a Febrero y esta ubicación. Sólo una posición claramente independiente podía ayudar a las masas a ver que la clase capitalista rusa era enemiga estratégica de la defensa nacional y preparar la toma del poder, única forma de terminar con la guerra.

Estado obrero y patriotismo de clase

En 1918, discutiendo contra Bujarin y los comunistas “de izquierda” Lenin señalará que “Reconocer la defensa de la patria equivale a reconocer la justicia y la legitimidad de una guerra. ¿Legitimidad y justicia desde que punto de vista? Únicamente desde el punto de vista del proletariado y de su lucha por la liberación; no admitimos ningún otro. Cuando la guerra es librada por una clase explotadora con la finalidad de consolidar su dominio como clase, es criminal y el “defensismo de tal guerra es una infamia y una traición al socialismo. Cuando es librada por el proletariado que ha derrotado a su burguesía, que lucha para defender la consolidación y el desarrollo del socialismo, entonces es legítima y “sagrada”. Desde el 25 de octubre de 1917 somos defensistas” (Lenin, Sobre el “infantilismo” de la izquierda y el espíritu pequeño burgués, mayo del 18).
Precisamente en esa discusión, Lenin se ubica formalmente “a la derecha” de sus oponentes que sostienen la continuidad de la guerra revolucionaria y no ven la correlación de fuerzas existente entre el estado obrero naciente y la burguesía imperialista a nivel internacional. Pero al mismo tiempo establece una definición estratégica en relación a la guerra. Nuevamente aquí la guerra es “la prolongación de la política por otros medios”. Lo que cambia es el carácter de clase del estado que lleva adelante la guerra o que, en este caso, se defiende frente a la agresión imperialista.
En el artículo que hemos citado antes “Imposible entonces, resumir la posición de Lenin en una única fórmula de “derrotismo”. El derrotismo revolucionario es para él la consecuencia de una línea estratégica – que no es el único en pregonar – “la transformación de la guerra imperialista en guerra civil”.
Pero aquí, el defensismo de clase no es un fin en sí mismo, sino un eslabón de la lucha por la revolución socialista internacional. La defensa del primer estado obrero es la defensa de una trinchera para avanzar en la lucha estratégica por la revolución mundial, como método para avanzar hacia el socialismo.


[1]El Manifiesto de Basilea dice: 1) que la guerra provocará una crisis económica y política; 2) que los obreros considerarán un crimen participar en la guerra; que será un crimen “ponerse a disparar unos contra otros en aras de las ganancias de los capitalistas, de ambiciones dinásticas o del cumplimiento de los tratados diplomáticos secretos”; que la guerra despertará en los obreros “cólera e indignación”; 3) que esa crisis y ese estado de ánimo de los obreros debe ser aprovechado por los socialistas para “agitar al pueblo y acelerar el hundimiento del capitalismo”; 4) que los “gobiernos” -todos sin excepción- no pueden desencadenar la guerra “sin correr un grave peligro”;5) que los gobiernos “temen la revolución proletaria”; 6) que los gobiernos “deben tener  presente” la Comuna de París (es decir, la guerra civil), la revolución de 1905 en Rusia, etc. Todas éstas son ideas perfectamente claras, en las que no figura la garantía de que la revolución ha de venir”. La Bancarrota de la II Internacional en http://es.scribd.com/doc/67035659/27/LA-BANCARROTA-DE-LA-II-INTERNACIONAL

lunes, 9 de abril de 2012

miércoles, 4 de abril de 2012

Una forma cordobesa de ser moyanista



 
Llamó la atención que los funcionarios-sindicalistas de De La Sota dieran apoyo a Hugo Moyano la semana pasada. La cuestión es que, en medio de una pulseada nacional, el jefe de la CGT recibió en la sede central de Azopardo en Buenos Aires el apoyo de José Pihen, por la CGT “unificada” de Córdoba, legislador provincial delasotista, y del mismísimo Omar Dragún, Ministro de Trabajo provincial y secretario general (con licencia) del SMATA regional.
“Sobre el hombro de De la Sota, disparen sobre Cristina”, parece ser la táctica de Moyano en la provincia, buscando una alianza más amplia que la limitada a sus leales seguidores, en pos de garantizarse la reelección en la CGT.
Mientras mantiene a la propia tropa de una CGT “Nac & Pop” de camioneros, licifuercistas y municipales cordobeses, también les reconocerá la personería a “los gordos” de Córdoba alineados con el gobernador. No hay que olvidarse que el primero en llamar “estalinistas” a los K, por su verticalismo interno, fue el hoy goberna cordobés, lo que tiene empatía con la actual denuncia de Moyano a la “sovietización” del gobierno. El cambio de discurso de Moyano hacia lenguajes comunes de la derecha peronista tiene que ver con este giro de la cúpula cegetista hacia una alianza con el poder territorial del PJ.
Por su parte, los sindicalistas cordobeses reformulan el viejo lema identitario de Perón y dicen: “moyanistas somos todos”. Tampoco hay que olvidar que, en los años 60, los sindicatos peronistas de Córdoba, como el SMATA de Elpidio Torres o la UTA de Atilio López, se ubicaron bajo el ala “legalista” de Vandor contra los ortodosxos de la CGT de Alonso, pero para su juego propio y autonomía relativa. Ahora, en su doble carácter, de funcionarios delasotistas y miembros de la cúpula sindical, Pihen y Dragún juegan en dos canchas a la vez. En la pulseada de la sucesión de la CGT, y en otra sucesión mayor, la presidencial. De la Sota, que no deja de aspirar a ser presidenciable, puja actualmente con el gobierno nacional, sin obtener nada aún, por los fondos que lo saquen del apuro con la Caja de Jubilaciones, cuyo default le significaría la guerra con los sindicatos. Bien puede haber dado luz verde a sus sindicalistas-funcionarios de sumarse a la táctica vandorista, detrás de Moyano, de “pegar para negociar”.

Poder y sindicatos: ruptura de pactos pre-existentes

El alineamiento con Moyano habla de una contradicción central de la burocracia sindical en el régimen cordobés, sintetizada en la presencia de  Dragún como Ministro de Trabajo. En Córdoba la nueva situación fiscal, tanto para el intendente Mestre como para De la Sota significa un cimbronazo en la relación con los sindicatos. En este tiempo se vienen desarrollando una multiplicidad de conflictos parciales, eminentemente de trabajadores del estado pero también empiezan algunos en la industria que muestra una “ruptura de contratos o pactos de paz preexistentes”. Los sindicatos de recolectores de residuos son jaqueados con cese de concesiones, los trabajadores de Luz y Fuerza sufren la enésima amenaza de privatización, las empleadas embarazadas son despojadas, por Ley, de meses de licencia de embarazo que les había sido otorgados en la época de crecimiento, las enfermeras y trabajadores municipales bregan contra el atraso en el pago de salario y los recortes, los metalmecánicos de FIAT y Renault sufren suspensiones y hay menos horas extras con que usualmente los trabajadores del SMATA completan sus salarios. En empresas industriales como Holcim se libran peleas contra despidos. Además las tendencias opositoras en el gremio docente movieron el tablero en el último paro de UEPC, ante una conducción incómoda entre los ataques de CFK y la disidencia de los docentes.
La clase trabajadora de Córdoba está en dispersas escaramuzas parciales en el marco de brechas abiertas entre el gobierno y la burocracia sindical que provocan inestabilidad en los sindicatos. La nueva ubicación de Dragún y Pihen en el escenario nacional, poniendo su peso en la balanza de fuerzas a favor de Moyano, es una movida en su propia defensa ante lo que puede significar una reacción de los trabajadores a los nuevos tiempos de crisis capitalista. Recientemente, el cuerpo de delegados de la multinacional VW presentó un petitorio al SMATA, comenzó un proceso de asambleas en su planta y busca consenso con delegados de otras plantas para exigir acciones del conjunto del gremio por el salario y las reivindicaciones obreras.
Como puede verse, se preanuncian tiempos menos pacíficos.

¡Carlos Fuentealba PRESENTE!


martes, 3 de abril de 2012

Homofobía y orgullo gay


Hoy reposteamos al amigo Facundo Aguirre y este muy buen post contra la homofobia

Este domingo iba caminando de la mano e intercambiando besos con un camarada con el cual sostengo una relación afectiva y sexual, para no llamarlo novio. En Plaza Italia (la Plata, que es donde vivo), un grupo de jóvenes de unos 20 apenas cumplidos esperaron a alejarse un poco y nos gritaron “¡puto, chupame la pija!”, unas cuadras después por 44, desde un auto otros pibes jóvenes volvieron a gritarnos ¡putos!. Poco antes en el bar La Placita eramos el centro de las miradas por besarnos en las mesas del bar. Un par de días antes habíamos tenido la misma sensación de incomodidad en un colectivo que iba por Flores. En los asientos de atrás, esos que son continuados íbamos nosotros y otro flaco sobre la otra ventanilla, quedando dos asientos libres que nadie ocupaba, a pesar de que habia gente de pie, porque nosotros nos besábamos e íbamos abrazados. Se me ocurrió pensar que nos protegía de ser como Daimiel Zamudio, el joven gay chileno asesinado con crueldad por un grupo de neonazis hijos del pinochetismo. Mi primer reacción fue que tanto yo como el camarada con quien salgo somos tipos muy grandotes, de metro noventa y en mi caso de 120 kilos de peso y bastante curtido en la gresca callejera lo cual se nota y me permite plantarme con más seguridad frente a una agresión. Pero tampoco es una garantía, una banda fascsita o de lúmpenes decidida puede cagarnos a trompadas y darnos una buena tunda si se lo propone. Luego intente pensarlo desde las conquistas democráticas de la sociedad argentina. Acá las luchas populares y democráticas han obligado al Estado capitalista a reconocer algunos derechos de los homosexuales como ser el matrimonio entre personas del mismo sexo o la adopción, lo cual hace que la homofobía, que existe y es violenta y burda, se encuentre agazapada y a la defensiva. Dicho de otra manera, se puede putear al puto pero queda mal hacerlo en voz alta, sobre todo en la Capital Federal y allí donde transita la clase media, el resto del país es más conservador aún. Como soy una persona que ha decidió salir del closset no hace mucho recién comprendo que es esto lo que empuja a los gays y lesbianas a la vida de ghetto, al afecto publico entre iguales y con el ghetto a la mercantilización de la elección sexual y al consumo cultural de lo que el capital produce para esa franja de consumidores. Fue entonces también que sentí que la homosexualidad sigue siendo subversiva porque desnaturaliza la idea de amor y relación sexual impuesta por la moral burguesa judeo-cristiana, el patriarcado y la necesidad del capital de entes productivos y cuerpos que se reproduzcan para garantizar mano de obra constante y un mercado creciente de consumidores. Porque rompe la institucionalidad del amor y de la pareja heterosexual con la cual se reprimen los continentes del deseo de las personas.
Cuando me gritan puto me siento orgulloso. Orgullo gay, digamos, . Porque no decidí a los 40 años asumir completamente mi costado homosexual sino es para poder decirlo, manifestar mi afecto como quiera y adonde quiera, sino es para sentirme más libre. Y la libertad se conquista, no se pide.
Así que muchachitos homofóbicos, cuando me gritan puto, me están diciendo algo que ya lo se, no me digan obviedades, intenten ser un poco más inteligentes.

lunes, 2 de abril de 2012

El kirchnerismo y Malvinas. Gran política y pequeña política



Hoy se cumple un nuevo aniversario del desembarco de las tropas argentinas en Malvinas. Ya hemos escrito en otras oportunidades sobre este tema. Pero tanto el discurso de CFK en Ushuaia como las notas que se publican en los diarios “obligan” a tocar nuevamente el tema.
Hace unos meses nos preguntábamos acá si estábamos en presencia de una política de soberanía nacional o, simplemente, de fuegos de artificio. La realidad de los últimos meses no hizo más que mostrar el avance del gobierno en la utilización del tema Malvinas para legitimarse, en un marco donde distintas crisis empiezan a golpear sobre su base social.
Pero en el tema Malvinas el gobierno ha logrado quedar “a la izquierda”, despertando un rechazo en intelectuales y medios, que alcanza niveles extremos de cipayismo. Como por ejemplo esta columna de opinión de Grondona en La Nación o los pronunciamientos de los intelectuales liberales como Sarlo. Como muy bien señala Guillermo Crux, ciertos autodefinidos “marxistas” terminan adhiriendo a esta posición por su negación de la opresión imperialista.
Frente a todos ellos, CFK aparece como lo más granado  de la política antiimperialista. Pero en este caso es preciso mostrar los límites del discurso y la política gubernamental. 

Gran política y pequeña política

Para este objetivo podemos tomar una definición que hace Gramsci. El dirigente revolucionario italiano escribe La gran política comprende las cuestiones vinculadas con la función de nuevos Estados, con la lucha por la destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas económico-sociales. La pequeña política comprende las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el interior de una estructura ya establecida, debido a las luchas de preeminencia entre las diversas fracciones de una misma clase política (…) Los mismos términos se dan en la política internacional: 1) la gran política en las cuestiones que se refieren a la estatura relativa de los Estados en sus recíprocas confrontaciones; 2) la política pequeña en las cuestiones diplomáticas que se ocultan en el interior de un equilibrio ya constituido y que no tratan de superar el mismo equilibrio para crear nuevas relaciones. (Resaltado propio)
En términos relativos podríamos ajustar estas definiciones a la política del kirchnerismo en Malvinas. En el terreno de la “defensa de la soberanía nacional”, entendiendo ésta como una realidad económica y social, no sólo como los atributos políticos formales. En este terreno, la política del gobierno nacional no se propone tocar la estructura capitalista heredada de los años 90. Aquí hemos señalado muchos de esos límites estructurales. En esta nota de Christian Castillo y Fredy Lizarrague se puede profundizar aún más sobre el mismo tema.
Tomando en cuenta esos análisis, podemos definir que, en cuanto a la soberanía económica y política, los objetivos del gobierno “se plantean en el interior de una estructura ya establecida” donde la dominación imperialista impone un patrón regresivo en la estructura nacional.
En el plano internacional no existen diferencias sustanciales. La política del kirchnerismo se mantiene dentro de los marcos de la “pequeña política”. Contra esto se rebelarán todos los periodistas e intelectuales que enloquecen cada vez que CFK lanza algunas palabras contra el Consejo de Seguridad de la ONU o habla contra el colonialismo. Pero además de los discursos, existe la realidad material y la política concreta que el kirchnerismo lleva a cabo.
Argentina sostiene hoy una alineación internacional con EEUU, como se evidencia en la aprobación de la Ley Antiterrorista y en la condena a Irán por los atentados de la AMIA. Hechos que se producen cuando EEUU se ubica a la ofensiva con Irán, incluso hablando en términos de ataque militar contra ese país.
Desde este punto de vista, más allá de las apelaciones a que no haya más “resoluciones de primera y de segunda” en la ONU y que éstas sean acatadas por todos los países, su apoyo a EEUU (garante del semi-orden internacional actual), convierte ese discurso es puras frases vacías. 

Cristinismo y burguesía nacional

CFK (y el kirchnerismo) vienen a continuar las políticas de sumisión que la burguesía nacional y sus representaciones políticas tuvieron a lo largo de la historia. El siglo XX registró la alternancia entre dictadura militares abiertamente defensoras de los intereses de la oligarquía rural en alianza con las potencias imperialistas; y por otro lado, gobiernos radicales y peronistas que, incluso con discurso demagógico, sostuvieron esas limitaciones.
Perón hizo gala de un nacionalismo que encontró su límite en la compra de los ferrocarriles, hecha a precio de mercado, mientras se trataba de maquinaria en pésimo estado. Como ha señalado Juan Carlos Cena, el capital inglés quería deshacerse de los ferrocarriles hacía casi una década. Las condiciones excepcionales bajo las que gobernó Perón en su primer mandato generaron importante cantidad de divisas. Como se señala acá una parte de las mismas “fue dedicada a planes de obras públicas y compra de empresas en términos altamente desfavorables para el país, con casos emblemáticos como el de los ferrocarriles, donde se entregó una jugosa indemnización a pesar de que en pocos años vencía la concesión y que los capitales ingleses querían deshacerse de ellos”.
El desarrollismo de Frondizi estuvo al servicio de las grandes multinacionales imperialistas, provocando crisis entre los sectores progresistas que lo habían apoyado (incluso en el movimiento obrero, como ocurrió con  Tosco).
Los años del tercer gobierno de Perón fueron años de contención de lucha de clases y utilización de la Triple A contra la vanguardia obrera y estudiantil. En su conjunto, el Pacto Social evidenció un equilibrio imposible, que terminó estallando y lanzando a la clase capitalista local en manos del capital financiero.
La historia posterior es conocida. Dictadura militar, penetración aún mayor del capital extranjero, destrucción de importantes conquistas de la clase trabajadora, división de las filas obreras, hiperinflación, hiperdesocupación y recuperación limitada del nivel de vida de las masas, acompañando ganancias siderales de la clase capitalista.  

Antiimperialismo y clase obrera

Los límites estructurales de la clase capitalista argentina no implican que no puedan existir roces, tensiones o crisis con potencias imperialistas o con los grandes monopolios, como las que estamos viendo en el caso con YPF. Aquí se han explicado las contradicciones que llevan a esa tensión.
Pero en el caso de Malvinas, la defensa, el discurso tiene una función aún más política-ideológica. Como dice Carlos Pagni (otro apóstol del cipayismo) “Si lo que pretende Cristina Kirchner es promover sentimientos nacionalistas para conseguir consenso en medio de sinsabores económicos, es probable que las banderas de Malvinas y el petróleo estatizado se refuercen una a otra, permitiéndole, por un rato, alcanzar el objetivo”. Si bien CFK no dijo nada en su discurso en Ushuaia sobre YPF, esta semana se enviará un proyecto al Congreso que pretende la compra del 51% de las acciones de la empresa.
Estos límites estructurales, que se refractan en la política, son una constante en la historia de la clase capitalista nacional. Incluso los años de crecimiento bajo el kirchnerismo no han sido precisamente los que han permitido sortear el atraso y dependencia. La relación con el mercado mundial capitalista, relación marcada por el rol de proveedor de mercancías con poco valor agregado y commodities, el enorme peso de las multinacionales imperialistas en el país, el control de recursos estratégicos como la energía y el transporte por parte de capitales extranjeros, entre otros, son índices de la subordinación de la clase capitalista nacional.
Precisamente, frente a esa subordinación e impotencia, mostrada por las burguesías semicoloniales en la década del 20, León Trotsky señalaba en las tesis de La revolución permanente que “Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas”.
Los elementos estructurales que hemos señalado son los que condicionan al kirchnerismo en el terreno de la soberanía nacional. De ellas surge la “pequeña política” que reseñamos. Precisamente la clase trabajadora y el pueblo pobre, que no abrigan intereses en común con las potencias imperialistas, son aquellos sectores que pueden efectivamente llevar a cabo un enfrentamiento serio y profundo. Pero esto sólo puede hacerse bajo una bandera independiente, no siguiendo los limitados discursos de los representantes políticos de la clase capitalista.
A propósito de la lucha por la liberación nacional en la India, León Trotsky escribirá “En el caso de que la burguesía india se vea obligada a avanzar aunque sea un milímetro en la lucha contra la dominación arbitraria de Gran Bretaña, el proletariado, naturalmente, tendrá que apoyar ese milímetro. Pero lo apoyará con sus propios métodos: actos masivos, consig­nas audaces, huelgas, manifestaciones, actividades decididamente combativas, según la relación de fuerzas y las circunstancias existentes. Precisamente para esto el prole­tariado debe tener las manos libres. Al proletariado le es indispensable la independencia total de la burguesía, so­bre todo para influir sobre el campesinado, el sector más numeroso de la población de la India. Sólo el proletariado es capaz de levantar un programa agrario audaz, revolucionario, de levantar y arrastrar a decenas de millo­nes de campesinos y dirigirlos en la lucha contra los opresores nativos y el imperialismo británico. La alianza de obreros y campesinos pobres es la única honesta, viable, para garantizar la victoria final de la revolución india”.
Una condición indispensable de la “independencia total de la burguesía” en nuestro país es la superación política del peronismo, movimiento que encadenó a la clase obrera durante décadas, a las concepción de colaboración de clases y al nacionalismo. En esa tarea estratégica es necesaria la construcción de una fuerte organización revolucionaria de la vanguardia obrera y juvenil. Al mismo tiempo es precisa una clara práctica internacionalista que ligue las tareas de la pelea antiimperialista a la lucha por la revolución socialista a escala nacional. Tal es el sentido estratégico de este Acto que se realizó hoy en Buenos Aires.