lunes, 2 de abril de 2012

El kirchnerismo y Malvinas. Gran política y pequeña política



Hoy se cumple un nuevo aniversario del desembarco de las tropas argentinas en Malvinas. Ya hemos escrito en otras oportunidades sobre este tema. Pero tanto el discurso de CFK en Ushuaia como las notas que se publican en los diarios “obligan” a tocar nuevamente el tema.
Hace unos meses nos preguntábamos acá si estábamos en presencia de una política de soberanía nacional o, simplemente, de fuegos de artificio. La realidad de los últimos meses no hizo más que mostrar el avance del gobierno en la utilización del tema Malvinas para legitimarse, en un marco donde distintas crisis empiezan a golpear sobre su base social.
Pero en el tema Malvinas el gobierno ha logrado quedar “a la izquierda”, despertando un rechazo en intelectuales y medios, que alcanza niveles extremos de cipayismo. Como por ejemplo esta columna de opinión de Grondona en La Nación o los pronunciamientos de los intelectuales liberales como Sarlo. Como muy bien señala Guillermo Crux, ciertos autodefinidos “marxistas” terminan adhiriendo a esta posición por su negación de la opresión imperialista.
Frente a todos ellos, CFK aparece como lo más granado  de la política antiimperialista. Pero en este caso es preciso mostrar los límites del discurso y la política gubernamental. 

Gran política y pequeña política

Para este objetivo podemos tomar una definición que hace Gramsci. El dirigente revolucionario italiano escribe La gran política comprende las cuestiones vinculadas con la función de nuevos Estados, con la lucha por la destrucción, la defensa, la conservación de determinadas estructuras orgánicas económico-sociales. La pequeña política comprende las cuestiones parciales y cotidianas que se plantean en el interior de una estructura ya establecida, debido a las luchas de preeminencia entre las diversas fracciones de una misma clase política (…) Los mismos términos se dan en la política internacional: 1) la gran política en las cuestiones que se refieren a la estatura relativa de los Estados en sus recíprocas confrontaciones; 2) la política pequeña en las cuestiones diplomáticas que se ocultan en el interior de un equilibrio ya constituido y que no tratan de superar el mismo equilibrio para crear nuevas relaciones. (Resaltado propio)
En términos relativos podríamos ajustar estas definiciones a la política del kirchnerismo en Malvinas. En el terreno de la “defensa de la soberanía nacional”, entendiendo ésta como una realidad económica y social, no sólo como los atributos políticos formales. En este terreno, la política del gobierno nacional no se propone tocar la estructura capitalista heredada de los años 90. Aquí hemos señalado muchos de esos límites estructurales. En esta nota de Christian Castillo y Fredy Lizarrague se puede profundizar aún más sobre el mismo tema.
Tomando en cuenta esos análisis, podemos definir que, en cuanto a la soberanía económica y política, los objetivos del gobierno “se plantean en el interior de una estructura ya establecida” donde la dominación imperialista impone un patrón regresivo en la estructura nacional.
En el plano internacional no existen diferencias sustanciales. La política del kirchnerismo se mantiene dentro de los marcos de la “pequeña política”. Contra esto se rebelarán todos los periodistas e intelectuales que enloquecen cada vez que CFK lanza algunas palabras contra el Consejo de Seguridad de la ONU o habla contra el colonialismo. Pero además de los discursos, existe la realidad material y la política concreta que el kirchnerismo lleva a cabo.
Argentina sostiene hoy una alineación internacional con EEUU, como se evidencia en la aprobación de la Ley Antiterrorista y en la condena a Irán por los atentados de la AMIA. Hechos que se producen cuando EEUU se ubica a la ofensiva con Irán, incluso hablando en términos de ataque militar contra ese país.
Desde este punto de vista, más allá de las apelaciones a que no haya más “resoluciones de primera y de segunda” en la ONU y que éstas sean acatadas por todos los países, su apoyo a EEUU (garante del semi-orden internacional actual), convierte ese discurso es puras frases vacías. 

Cristinismo y burguesía nacional

CFK (y el kirchnerismo) vienen a continuar las políticas de sumisión que la burguesía nacional y sus representaciones políticas tuvieron a lo largo de la historia. El siglo XX registró la alternancia entre dictadura militares abiertamente defensoras de los intereses de la oligarquía rural en alianza con las potencias imperialistas; y por otro lado, gobiernos radicales y peronistas que, incluso con discurso demagógico, sostuvieron esas limitaciones.
Perón hizo gala de un nacionalismo que encontró su límite en la compra de los ferrocarriles, hecha a precio de mercado, mientras se trataba de maquinaria en pésimo estado. Como ha señalado Juan Carlos Cena, el capital inglés quería deshacerse de los ferrocarriles hacía casi una década. Las condiciones excepcionales bajo las que gobernó Perón en su primer mandato generaron importante cantidad de divisas. Como se señala acá una parte de las mismas “fue dedicada a planes de obras públicas y compra de empresas en términos altamente desfavorables para el país, con casos emblemáticos como el de los ferrocarriles, donde se entregó una jugosa indemnización a pesar de que en pocos años vencía la concesión y que los capitales ingleses querían deshacerse de ellos”.
El desarrollismo de Frondizi estuvo al servicio de las grandes multinacionales imperialistas, provocando crisis entre los sectores progresistas que lo habían apoyado (incluso en el movimiento obrero, como ocurrió con  Tosco).
Los años del tercer gobierno de Perón fueron años de contención de lucha de clases y utilización de la Triple A contra la vanguardia obrera y estudiantil. En su conjunto, el Pacto Social evidenció un equilibrio imposible, que terminó estallando y lanzando a la clase capitalista local en manos del capital financiero.
La historia posterior es conocida. Dictadura militar, penetración aún mayor del capital extranjero, destrucción de importantes conquistas de la clase trabajadora, división de las filas obreras, hiperinflación, hiperdesocupación y recuperación limitada del nivel de vida de las masas, acompañando ganancias siderales de la clase capitalista.  

Antiimperialismo y clase obrera

Los límites estructurales de la clase capitalista argentina no implican que no puedan existir roces, tensiones o crisis con potencias imperialistas o con los grandes monopolios, como las que estamos viendo en el caso con YPF. Aquí se han explicado las contradicciones que llevan a esa tensión.
Pero en el caso de Malvinas, la defensa, el discurso tiene una función aún más política-ideológica. Como dice Carlos Pagni (otro apóstol del cipayismo) “Si lo que pretende Cristina Kirchner es promover sentimientos nacionalistas para conseguir consenso en medio de sinsabores económicos, es probable que las banderas de Malvinas y el petróleo estatizado se refuercen una a otra, permitiéndole, por un rato, alcanzar el objetivo”. Si bien CFK no dijo nada en su discurso en Ushuaia sobre YPF, esta semana se enviará un proyecto al Congreso que pretende la compra del 51% de las acciones de la empresa.
Estos límites estructurales, que se refractan en la política, son una constante en la historia de la clase capitalista nacional. Incluso los años de crecimiento bajo el kirchnerismo no han sido precisamente los que han permitido sortear el atraso y dependencia. La relación con el mercado mundial capitalista, relación marcada por el rol de proveedor de mercancías con poco valor agregado y commodities, el enorme peso de las multinacionales imperialistas en el país, el control de recursos estratégicos como la energía y el transporte por parte de capitales extranjeros, entre otros, son índices de la subordinación de la clase capitalista nacional.
Precisamente, frente a esa subordinación e impotencia, mostrada por las burguesías semicoloniales en la década del 20, León Trotsky señalaba en las tesis de La revolución permanente que “Con respecto a los países de desarrollo burgués retrasado, y en particular de los coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la resolución íntegra y efectiva de sus fines democráticos y de su emancipación nacional tan sólo puede concebirse por medio de la dictadura del proletariado, empuñando éste el poder como caudillo de la nación oprimida y, ante todo, de sus masas campesinas”.
Los elementos estructurales que hemos señalado son los que condicionan al kirchnerismo en el terreno de la soberanía nacional. De ellas surge la “pequeña política” que reseñamos. Precisamente la clase trabajadora y el pueblo pobre, que no abrigan intereses en común con las potencias imperialistas, son aquellos sectores que pueden efectivamente llevar a cabo un enfrentamiento serio y profundo. Pero esto sólo puede hacerse bajo una bandera independiente, no siguiendo los limitados discursos de los representantes políticos de la clase capitalista.
A propósito de la lucha por la liberación nacional en la India, León Trotsky escribirá “En el caso de que la burguesía india se vea obligada a avanzar aunque sea un milímetro en la lucha contra la dominación arbitraria de Gran Bretaña, el proletariado, naturalmente, tendrá que apoyar ese milímetro. Pero lo apoyará con sus propios métodos: actos masivos, consig­nas audaces, huelgas, manifestaciones, actividades decididamente combativas, según la relación de fuerzas y las circunstancias existentes. Precisamente para esto el prole­tariado debe tener las manos libres. Al proletariado le es indispensable la independencia total de la burguesía, so­bre todo para influir sobre el campesinado, el sector más numeroso de la población de la India. Sólo el proletariado es capaz de levantar un programa agrario audaz, revolucionario, de levantar y arrastrar a decenas de millo­nes de campesinos y dirigirlos en la lucha contra los opresores nativos y el imperialismo británico. La alianza de obreros y campesinos pobres es la única honesta, viable, para garantizar la victoria final de la revolución india”.
Una condición indispensable de la “independencia total de la burguesía” en nuestro país es la superación política del peronismo, movimiento que encadenó a la clase obrera durante décadas, a las concepción de colaboración de clases y al nacionalismo. En esa tarea estratégica es necesaria la construcción de una fuerte organización revolucionaria de la vanguardia obrera y juvenil. Al mismo tiempo es precisa una clara práctica internacionalista que ligue las tareas de la pelea antiimperialista a la lucha por la revolución socialista a escala nacional. Tal es el sentido estratégico de este Acto que se realizó hoy en Buenos Aires. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario