Si
todo se mantiene tal como hasta hoy, el gobierno que surja de las
elecciones nacionales del 23 de octubre tendrá asegurada una base social
muy amplia. Dentro de esa amplitud se ubicarán importantes sectores
conservadores ya que el gobierno logró atraer el voto conformista de grandes franjas de las clases medias urbanas y rurales.
Esto
configurará un gobierno que tendrá el sustento social conservador como
para atacar a sectores de trabajadores y la juventud que salgan a luchar
dando respuesta a la crisis internacional y sus consecuencias cuando
ésta se desate sobre el país. El ajuste
de la economía argentina está dictado por las presiones de la crisis
internacional y los límites que empiezan a asomar en el crecimiento
argentino. Es decir que, por diversas vías y con tiempos que tendremos
que ir viendo cómo se desarrollan, la necesidad de avanzar en limitar
las conquistas de las masas es una tarea no menor hacia el futuro.
En
este escenario, nos “atrevemos” a hacer un paralelismo o comparación
con el escenario del segundo gobierno de Menem, tomando semejanzas y
diferencias.
El ayer
El segundo gobierno de Menen contó también con un amplio aval que iba desde franjas de las clases
medias altas a un amplio apoyo entre las masas pobres y sectores
importantes de los trabajadores. Menem accedió a su segundo mandato con
un caudal de votos del 49,94%,
superando por casi 20 puntos a Bordón, incluso ganando en la mayoría de
los distritos provinciales importantes. La UCR hizo una elección mala
con el 17% de los votos. En cierto sentido, igual que ahora, la
oposición sufrió una paliza.
Cuando
el gobierno de Menem, sostenido en ese enorme caudal de votos, quiso
avanzar sobre las conquistas de las masas, empezando por la educación
pública (Ley de Educación Superior) y siguiendo por la relación con el
movimiento obrero (Flexibilización Laboral) encontró una importante
oposición en las calles.
Esta
oposición en las calles que implicó tres paros nacionales, cortes de
ruta, levantamientos locales con piquetes en Jujuy, Neuquén y Salta, el
desarrollo de una resistencia obrera en algunos sectores avanzados y
masivas luchas del movimiento estudiantil en 1995 y 1999, logró ser
canalizada por una oposición de centroizquierda que estaba fuera del
partido peronista. Esa oposición tuvo su pata social/sindical en el
frente CTA/MTA (con la inestimable colaboración de la CCC) y logró
aportar para que los votos del 97 y 99 fueran a la Alianza del Frepaso y
la UCR. Este fue un canal de contención a la creciente movilización
social que se venía desarrollando a nivel nacional. Si bien esto no
logró frenar el estallido de masas de diciembre del 2001, fue un factor
que impidió el desarrollo de las tendencias más radicales, como las que
se habían expresado en los piquetes de Jujuy del 97 o en la gran lucha
del SiTramF del 96’.
El hoy
Como decíamos al principio, si todo sigue igual, en octubre habrá un gobierno fuerte. Al día de hoy, el “cristinismo”,
que ha venido girando a la derecha, tiene por delante la necesidad de
“normalizar” el país. Es decir de instaurar una serie de mecanismos
políticos y económicos que garanticen la clara dominación de las
fracciones capitalistas, así como el funcionamiento de sus negocios sin
distorsiones, amenazas o conflictos. No es que las patronales hayan
tenido problemas en acumular ganancias en estos años bajo los gobiernos
K. Pero el discurso disruptivo (mucho de discurso, algo de disruptivo)
de los primeros años del kirchnerismo y durante el conflicto con las
patronales del campo, generaba un “ruido” que, a los oídos del gran
capital, no asegura completamente sus ingresos.
La
“normalización” implica una serie de tareas que incluyen garantizar
cuentas públicas en orden para afrontar la crisis internacional y los
pagos de la deuda. Al mismo tiempo, limitar la protesta social y, en
particular, la protesta sindical. Para este objetivo CFK
viene actuando desde hace tiempo, con discursos sobre ponerle “freno a
la protesta social” así como distanciándose de la burocracia sindical de
Moyano como una forma de ponerle límites al movimiento obrero y sus
reivindicaciones. Obviamente que un gran ejemplo de esta oposición a la
acción directa han sido los avales K a los asesinatos en Formosa y en
Jujuy, así como la represión a los docentes de Santa Cruz en Capital
Federal.
Este
giro a la derecha del gobierno nacional, si bien le fue restando base
social de izquierda, no implicó una ruptura clara con amplios sectores
de las franjas progresistas, sino que Cristina mantuvo esos votos. Pero
la amplia mayoría de los votos recibidos, están lejos de ser una carta
en blanco, por lo que las medidas que el gobierno se vea obligado a
tomar para enfrentar la crisis y garantizar los negocios capitalistas,
van a chocar con las expectativas de amplias franjas de las masas
trabajadoras.
Hoy,
a diferencia del segundo gobierno de Menem, no existe una oposición de
centroizquierda fuerte por fuera del gobierno nacional y es difícil que
las elecciones de octubre sirvan para darle un empujón a su
reconstitución. Por más que Binner saque un porcentaje de votos más
altos que los de este 14 de agosto y quede instalado como el mejor
opositor (o el opositor menos golpeado podríamos decir), el armado de
una oposición política social como la que ayudó a la conformación de la
Alianza es hoy mucho más complicado por algunas de las siguientes
cuestiones:
a. La
inexistencia de la CTA que pasó a mejor vida luego de las elecciones
generales del año pasado. Por más que los gremios que la integraron
sigan existiendo, su peso como central alternativa, de carácter
político, es inexistente
b. El
moyanismo se halla dentro del gobierno. El rol del MTA en los años 90
de opositor en las calles al neoliberalismo se diluyó. Esto no quiere
decir que sea imposible su ruptura con el gobierno y el
paso a la oposición, pero lo hará con crisis, con una figura como Moyano
que ya tiene un desgaste importante y que está cuestionada por un
importante abanico dentro de la burocracia sindical. El tiempo de
oficialismo con los K no pasó en vano.
c. Por otro lado, como dijimos acá la
centroizquierda de Binner es realmente mucho más de derecha y
propatronal que las que existieron hasta el momento en el país, como fue
Proyecto Sur o el Frepaso. Su capacidad de acción en las calles es
prácticamente nula. Más bien se trata de un agrupamiento republicano,
con base en Santa Fe, pero sin posiciones sólidas entre las masas ni
extensión nacional.
A la izquierda del kirchnerismo está…la izquierda
Esto
crea una situación donde, en los hechos, la única oposición que por el
momento parece perfilarse a la izquierda del gobierno nacional, está
representada en las fuerzas que integramos el Frente de
Izquierda. La izquierda en estos años ha tenido peso social en sectores
de vanguardia del movimiento obrero y del movimiento estudiantil. La
conformación del FIT y el muy buen resultado de las elecciones primarias
le dieron un espaldarazo en el terreno superestructural. La
crisis de las fuerzas patronales opositoras y este resultado se
combinan para dejar a la izquierda ubicada como una fuerza de oposición
que, de desarrollarse acciones de respuesta a la crisis, pueda avanzar
en confluir con sectores amplios de los trabajadores y la juventud.
Esta
situación pone incómoda a la “izquierda kirchnerista”. Las recientes
elecciones mostraron que “el peligro de la derecha” sencillamente no
existe. Intentar acomodar la realidad y hacer creer que los votos que el
FPV obtuvo masivamente en el campo o entre los votantes de Del Sel o De
la Sota, expresaron una adhesión a lo que ellos denominan “el modelo”
es un intento utópico de maquillar la realidad. El kirchnerismo de
izquierda está obligado a intentar este maquillaje para sostener la,
cada vez más bastardeada, idea de un “modelo” distinto.
Si
en los años 70’ Montoneros, bajo la misma lógica, intentó sostener a
como diera lugar la imagen de Perón construyendo el “socialismo
nacional”, a pesar de las 3A, la Ley de Prescindibilidad, la reforma del
Código Penal y demás; hoy este intento se repite como farsa al pretender sostener la imagen “progresista” de un gobierno que se abraza con Insfrán después del asesinato de los QOM y avala a Barrionuevo después de los asesinatos en Ledesma.
Precisamente
son los medios ligados a la izquierda K los que viene intentando
golpear sobre el Frente de Izquierda (algo a lo que lamentablemente
ayudan nuestros aliados del PO). Tanto los ataques desde la revista Barcelona, como la comparación con el conjunto de la oposición burguesa en el diario Página 12 o la crítica en 678 apuntan a intentar derribar al verdadero fantasma que los corre por izquierda.
La preocupación de los kirchneristas tiene sustento, pero es preciso seguir dando pasos en el camino de la construcción de una izquierda de los trabajadores, verdaderamente enraizada en los principales lugares de trabajo,
en las grandes fábricas y empresas de servicios, con capacidad real de
afectar y atacar la producción y la ganancia capitalista. Sólo avanzando
en ese camino es posible que la izquierda que ha dado pasos importantes
en la escena política nacional en estas elecciones (y que puede
seguirlos dando en octubre), sea una verdadera alternativa cuando la
crisis internacional empuje a las patronales al ataque sobre las
condiciones de vida de las masas.
Desde
el PTS venimos dando esa pelea desde hace años. Como se expresó el
pasado domingo 14, una parte de esos compañeros y compañeras que
comparten las luchas cotidianas en los lugares de trabajo contra las
patronales y la burocracia sindical, dio un paso más y militó por el
Frente de Izquierda. La actividad de cientos de compañeros y compañeras trabajadoras expresa
tendencias en el movimiento obrero que son la base para avanzar en
construir una verdadera izquierda de los trabajadores.
Al
mismo tiempo es preciso dar pasos concretos en poner de pie fracciones
militantes en el movimiento estudiantil que puedan actuar como aliados
fundamentales en cada “escuela de guerra” que sea vea obligada a llevar
adelante la clase obrera. En esa tarea seguimos empeñados luego de este
importante paso que fueron las elecciones del 14 de agosto.
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