jueves, 3 de agosto de 2017

Hay muchas maneras de equivocarse...



Hay muchas maneras de equivocarse. Una es, simplemente, ser hombre. No hombre en el sentido genérico (cuestionable) de “humanidad”. Sino hombre en el sentido de “macho”. Se puede decir que no es una “equivocación” en el sentido estricto del término y no se faltará a la verdad.

Se puede decir que es una determinación social y tampoco se faltará a la verdad. Pero la verdad es más que pura sociología. Muchas veces. Otra es simple determinación. La noche que la botella de cerveza se estrelló contra las vías de ese tren abandonado, no hubo determinación sino decisión.

La noche en que los vidrios estallaron violentamente contra los pedazos de metal que hacía años no servían más que para acumular herrumbre no había nada que pudiera justificar ese accionar, salvo el simple hecho (no tan simple) de ser macho. Simplemente había que demostrar que uno podía hacer que ese vidrio compacto estallara. Ahí estaba el poder, perdonando y apropiándose de Foucault.

Esa noche, como ocurre cuando uno es hombre, hubo una equivocación.


Esta noche, llegando a Mitre y Boulogne Sur Mer, me acordé de cuando fui un boludo y de cuando fui un imbécil. 

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