sábado, 29 de junio de 2013

Brasil: transformismo del PT y "fin de ciclo". Apuntes para el análisis




 

Paula Schaller y Eduardo Castilla
 
Las masivas movilizaciones que hemos visto en estas semanas en Brasil plantean una serie de interrogantes en relación a la dinámica de la lucha de clases en el vecino país. ¿Asistimos al fin del ciclo del PT? ¿Las movilizaciones políticas pueden abrir un nuevo ciclo de luchas sociales más extendidas? ¿Podrá el gobierno limitar el “daño” de estas acciones sobre el conjunto del régimen político burgués? Las enormes movilizaciones demuestran el hartazgo de sectores de las masas con la casta política que gobierna el Brasil. Aparecieron de la noche a la mañana, como rayo en cielo calmo, sorprendiendo a todos y todas. En el país que aspiraba a cumplir (y en parte lo hacía) el rol de potencia regional integrando la “elite” de los BRICS, bajo un gobierno que se vanagloriaba de “haber sacado a 40 millones de personas de la pobreza” para “convertirlas en “clase media”. Allí, en ese país que se preparaba para las Olimpíadas y el Mundial, estalló la furia.
Ya es evidente que las movilizaciones trascienden largamente las demandas ligadas al aumento del boleto. Están expresando un “Brasil profundo” que cuestiona el “Brasil de arriba”, el de los políticos que conforman la casta que dirige los negocios de ese gigantesco estado burgués. Existe un repudio extendido, como señala Atilio Borón, a la “partidocracia gobernante”. Precisamente ésta es la demanda a la que intenta dar respuesta por estas horas el gobierno de Dilma Rousseff con el anuncio de un plebiscito que permita avalar una reforma política. Sabiendo que mientras escribimos se siguen desarrollando las movilizaciones, trataremos en este post de delinear algunas de las discusiones abiertas.
 
¿Fin de una Revolución Pasiva?

Lo primero es definir a qué proceso de ruptura estamos asistiendo en Brasil. El fin de la revolución pasiva tituló Massimo Modonesi su columna dominical en La Jornada, dando cuenta de lo que define como “un proceso de modernización impulsado desde arriba, que recoge sólo parcialmente las demandas de los de abajo y con ello logra garantizar su pasividad, su silencio, más que su complicidad”. Este proceso habría bloqueado el desarrollo de la movilización de masas en la última década en el país y estaría estallando hoy.
Es innegable que existieron elementos de “pasivización” en estos años, el primero de los cuales fue la propia elección de un presidente “obrero”, que dio al régimen una enorme confianza de las masas (Lula llegó al poder en una histórica elección en la que obtuvo unos 52 millones de votos, que representaban el 61, 4 %), a partir de lo cual el PT promovió una política de distribución a gran escala de parte de la recaudación estatal para aliviar la situación de los sectores más pobres. Conceptualizar la experiencia brasilera de los últimos años como una “revolución pasiva” exagera los resultados de la “modernización desde arriba”. Gramsci en sus escritos sobre el Risorgimiento describió el proceso de unificación nacional, llevado a cabo sin tendencias jacobinas por el transformismo del Partido de la Acción. Se trató de una revolución burguesa “desde arriba”, un cambio estructural profundo del carácter del Estado y la nación italiana, una forma de realización desde el Estado de grandes tareas históricas burguesas.
La perspectiva de Modonesi pareciera ser tributaria de los análisis de Aricó, quien (ver La cola del diablo) generalizaba el uso de la categoría de "revolución pasiva" para analizar el proceso de modernización de las sociedades latinoamericanas como proceso que, en ausencia de fuertes clases dominantes nacionales, es conducido desde el Estado. El riesgo que entraña esta generalización es el de exagerar las modificaciones estructurales que está en condiciones de impulsar la burguesía: en el Brasil de las últimas décadas el crecimiento económico no alcanzó a alterar las bases profundas de la estructura económica del país, como se explica aquí. Sus avances fueron parte del ciclo del que gozaron los países semicoloniales en la última década y los vaivenes de la economía internacional golpearon (y golpean) fuertemente sobre el país, limitando su crecimiento y las posibilidades de sostenimiento del nivel de vida que han conquistado franjas de masas en los últimos años.
Su emergencia como potencia regional, lejos de “derramar” sobre el conjunto de las masas, implicó la continuidad de la pobreza estructural para millones. Según este análisis, la población carcelaria se duplicó entre 2000 y 2012,  pasando de 233mil a 550mil presos. Por otra parte, Luciana Rabinovich afirma que “la pobreza y la desigualdad estructurales de Brasil no se resuelven ni con un asombroso superávit comercial ni con todo el petróleo del pre-sal. La contracara de ese indudable crecimiento es múltiple: el narcotráfico, la violencia, la corrupción y los problemas en la distribución de la tierra”.
Como se señala aquí, las condiciones económicas de la década pasada ni siquiera permitieron avances sustanciales en materia de servicios públicos y calidad de vida de las masas pobres. Más que "revolución pasiva" el Brasil petista  fue un intento de combinar neoliberalismo con asistencialismo estatal (ver acá), lo cual se asentó en un proceso de pasivización basado en condiciones excepcionales a nivel internacional que no cambiaron la estructura básica del país. El fin de esa pasivización, en el marco de la crisis internacional que pone en cuestión la continuidad de esas condiciones excepcionales, pone en jaque al PT como administrador "progresista" del neoliberalismo con "rostro humano". 

El transformismo del PT

El concepto de revolución pasiva va ligado estrechamente al de transformismo, es decir del pasaje de las capas dirigentes de las clases subalternas al campo de la clase dominante. El revolucionario italiano, en los escritos sobre el Risorgimiento italiano distinguía dos momentos: el transformismo “molecular” (“las personalidades políticas individuales elaboradas por los partidos democráticos de oposición se incorporan individualmente a la “clase política conservadora-moderada” (…) y el “transformismo de grupos extremistas que pasan enteros al campo moderado”. El PT pasó por estas dos etapas en la medida en que fue conquistando espacios dentro del régimen capitalista brasileño, logrando la gobernación de varios estados, donde incluso los gobernadores rompían políticamente con el partido en “defensa de sus electores” que lo trascendían. El ciclo del transformismo del PT se inicia en los años ‘80 cuando “La capacidad de acción política del PT y su base social en el ABC metalúrgico, le permite ganar el municipio de Diadema en 1982 y además conseguir las ciudades de San Pablo, Porto Alegre y Victoria en 1988”.
A partir del 2002 con la llegada de Lula al poder, el PT se convierte en el partido de gestión del capitalismo de Brasil y avanza claramente hacia “una coalición con el empresariado para modernizar el resto del país,  sustentado en la redistribución para mejorar las condiciones sociales de los brasileños,  sintetizado en el programa Fome Zero”. Como afirma Francisco “Chico” de Oliveira el PT culmina así su “transformación”: “Hace tiempo que se estaba preparando el terreno para la transformación ideológica del PT, pero no habría ocurrido plenamente sin la elección de Lula, que fue el acontecimiento que le dio materialidad. Pero son dos las caras de la moneda: la transformación del PT permite la victoria electoral y la victoria electoral permite la culminación de la transformación del PT”.
Las expresiones más brutales de este transformismo fueron la construcción de un partido cada vez más anclado en los cargos del estado capitalista y más alejado de las masas, que acumuló denuncias de corrupción, del cual el “mensalao” llegó a ser el más famoso. Si a fines de los 70’ e inicios de los 80’, como cita Fernando Rosso, el PT emergió como el partido orgánico de clase trabajadora brasilera y, en particular de sus sectores más combativos concentrados en el ABC paulista (lo que lo llevó en los años 80 a representar a un 70 % de los dirigentes de la CUT), esta relación, a lo largo de la década que pasó, se fue resquebrajando porque el PT se integró a la partidocracia que hoy es rechazada en las calles. El transformismo del PT ha sido directamente proporcional a su rol de gerenciador del neoliberalismo,  lo que lo llevó en todos estos años a basar su gobernabilidad en todo tipo de pactos y acuerdos con los distintos partidos del régimen.   
Es evidente que si las condiciones materiales no lograron cambios sustanciales que permitieran un período histórico en el que todo se redujera a “guerra de posición” (revolución pasiva), el principal factor de la pasivización fue el gigantesco transformismo del PT, que se había convertido no sólo en representante de la clase trabajadora, sino en hegemónico, es decir en representante del conjunto de la luchas de los oprimidos del Brasil. La cooptación del aparato dirigente de este partido parece haber actuado como una enorme pérdida para el conjunto de las masas en lucha. Los años de crecimiento (que están terminando) ayudaron a que esa experiencia entre las clases subalternas y la nueva ubicación que había adquirido el PT se mantuviera en estado latente. Pero las condiciones de la crisis internacional y sus efectos en el país, -que se combinan con la escalada inflacionaria que se disparó de cara al mundial-, así como la oleada de acciones de la juventud que recorre el mundo, están permitiendo que estos fenómenos se expresen y Brasil se ponga a tono con el hecho de que empieza el fin de la época de la "Restauración Burguesa".

La crisis de la casta política: representantes y representados

Estas movilizaciones deslegitiman a los políticos que han administrado el Estado al servicio del capital. Pero al mismo tiempo, siguiendo el espíritu de los indignados españoles y los movimientos que existen globalmente, atacan toda forma de representación, tendiendo a igualar a “toda la política”. He ahí su rasgo más contradictorio que ha valido respuestas de sectores como la burocracia de la CUT, que convocan a movilizarse de manera diferenciada.
En este escenario, lo que teme la burguesía en su conjunto es que se profundice el proceso de “separación entre representantes y representados”. FHC, ex presidente de Brasil por el PSDB, afirma que es preciso que los partidos “se reinventen” y “restablezcan vínculos con la población”. Por su parte, Dilma dijo hace poco que “es un equívoco que la sociedad prescinda de los partidos políticos”. Como se señala acá, se está viviendo algo similar al "que se vayan todos" del 2001 argentino: repudios de las movilizaciones a los políticos y al conjunto de las instituciones. Se está poniendo activamente en cuestión a una casta que vive en condiciones completamente ajenas a las del pueblo.
Pero esta crítica política parece estar abriendo el camino a la intervención de distintas franjas sociales con reivindicaciones económicas. Este miércoles los habitantes de las favelas de Río se unieron a las protestas por sus propias demandas incumplidas, dando un carácter más directamente plebeyo y negro a las movilizaciones que empezaron siendo policlasistas, con gran peso de la clase media. Mientras las centrales sindicales anuncian la convocatoria a una jornada de paro para el 11 de julio por “mayores inversiones en sanidad y educación; aumento de salarios para los trabajadores; reducción de la jornada de trabajo; apoyo a la reforma agraria y transporte público de calidad”. Estos reclamos económicos pueden abrir un proceso de cuestionamiento al programa de gobierno de Dilma y el PT en su conjunto.

¿Un maquillaje del régimen o una transformación revolucionaria?

Como señalamos al inicio, las movilizaciones se mantienen mientras escribimos este post. La propuesta de Dilma Rousseff de una Asamblea Constituyente para impulsar una Reforma política recibió respuestas por parte de diversos sectores del espectro político y judicial que temieron abrir una verdadera Caja de Pandora en un Brasil convulsionado. Es que lo que verdaderamente está de fondo es la gigantesca distancia entre quienes administran el estado y las masas que viven y sufren cotidianamente en el transporte, los hospitales y las escuelas; la juventud que sufre la brutal violencia de las fuerzas represivas o los millones que viven hacinados en las favelas.  
El gobierno intenta cerrar esa brecha con el intento de una muy limitada Reforma política. Pero es evidente que una verdadera modificación de las condiciones de vida del Brasil obrero y popular no vendrá de esta casta de políticos conservadores a la que se integró el PT. Por eso los compañeros de la LER-QI de Brasil levantan un programa que plantea, entre otras medidas, la necesidad de que “todo político gane lo mismo que un obrero”. Como se ha afirmado en este post, esas consigas cumplen un papel “transitorio” o sirven de “puente” hacia el cuestionamiento revolucionario del régimen democrático-burgués. Frente a las salidas limitadas que se propone dar el gobierno con el aval del conjunto de la oposición, este tipo de medidas puede efectivamente darle un norte más estratégico al conjunto de la movilización. Pero no se trata sólo de demandas aisladas. Contra la trampa de la Reforma Política limitada de Dilma, y para poner en discusión un programa verdaderamente obrero y popular que dé respuestas a los problemas acuciantes de las masas brasileras, es necesario luchar por imponer mediante la movilización una Asamblea Constituyente Revolucionaria.  Para que las profundas aspiraciones democráticas de las masas no sean llevadas a un callejón sin salida que sea un maquillaje de lo mismo,  es necesario luchar por imponer revolucionariamente una instancia verdaderamente democrática (con las propias formas de elección y representación que decidan las masas) que empiece por discutir la estatización bajo control de trabajadores y usuarios del conjunto del transporte público, el aumento del presupuesto educativo y de salud en base al No pago de la deuda externa e impuestos a las grandes fortunas y la renta financiera, que todos los funcionarios públicos ganen lo mismo que un trabajador, etc.  Esta es una vía para que las enormes movilizaciones que vienen dando las masas brasileras abran el camino a la lucha por sus intereses independientes. 
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1 comentario:

  1. "A exposição de uma ampla rede de corrupção por trás da conquista
    de poder de Lula, embora tenha sido um choque desmoralizador
    para grande parte da própria base do pt, pode ser posta — como o
    foi prontamente pelos legalistas — numa perspectiva histórica. O
    financiamento ilegal de campanhas por doadores secretos em troca
    de favores sempre foi generalizado na política brasileira: o presidente do principal partido da oposição, o psdb de Fernando Henrique Cardoso, foi alvo da mesma acusação e teve de renunciar em meio ao mesmo escândalo. A compra de votos no Congresso não era novidade. Era sabido que Cardoso tinha molhado a mão de deputados do Amazonas para garantir a mudança constitucional que lhe permitiu concorrer a um segundo mandato. O legislativo brasileiro há muito vinha sendo um covil de venalidade e oportunismo. Ao fim do primeiro mandato de Lula, de um terço a dois quintos dos deputados no Congresso tinham mudado de partido; até o final do segundo, mais de um quarto dos membros de ambas as Casas estavam indiciados ou enfrentando acusações" Perry Anderson. El Brasil de Lula

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