En este 1º de mayo queremos, en primer lugar, desear Feliz día a todos los trabajadoras y trabajadoras. Para los socialistas revolucionarios este es un día de lucha y conmemoración, no un feriado más.
La clase obrera argentina, producto de la influencia política e ideológica del peronismo, tendió a tomarlo sólo como un feriado o día de descanso. La mayor perversión a la tradición revolucionaria fue transformarlo en el día del Trabjo, celebrando la conciliación de clases y la armonía entre capitalistas y trabajadores.
Hoy estaremos dando una pelea más contra esas ideas. Lo hacemos en este rincón del mundo que nos toca habitar, pero lo hacemos con una gran perspectiva que va más allá de las fronteras nacionales y de los tiempos actuales.
Por eso dejamos esta nota como post. Porque nos sentimos hermanados con quienes luchan hoy en todo el mundo contra este sistema opresor, pero también con los que lucharon antes, hace un siglo, hace ciencuenta años, hace 35 o hace 10.
Nuestra historia es rica en proezas, en hazañas y en grandes combates. Aprender de ella, tomar los mejores episodios, analizarlos y estudiarlos críticamente tiene el sentido de preparanos para lo que viene. Porque en este sistema, basado en la propiedad privada y el lucro de unos pocos, al decir de Antonio Gramsci, lo único que se puede preveer es la lucha.
Nuevamente feliz día.
Apuntes de Frontera
Este 1º de mayo, una vez más, marcharemos en memoria de los heroicos
obreros anarquistas y socialistas que en 1886 dieron su vida por la
jornada de ocho horas, y para decir bien fuerte que los trabajadores
tenemos que luchar para que la crisis la paguen los capitalistas.
Este 1º de Mayo cobra un sentido particular porque la crisis
capitalista ha hecho emerger el fantasma de la lucha de clases. Miremos
Europa. El viejo continente convertido en escenario de la resistencia
obrera y popular a las medidas de ajuste que los patrones, banqueros y
sus gobiernos descargan contra las masas. La lucha de los mártires de
Chicago está presente en todos aquellos/as que enfrentan los despidos,
las rebajas salariales, el aumento de la edad jubilatoria, las
privatizaciones y una mayor flexibilización. Sus banderas flamearon en
los paros generales de Grecia, en la huelga del Estado Español, en la
resistencia que los jóvenes comienzan a dar en el corazón de Estados
Unidos. O en las grandes rebeliones de Egipto y Túnez.
En los ’90, el “neoliberalismo” impuso la idea de que la clase obrera
había dejado de existir. La burguesía y sus intelectuales repetían esa
cantinela mientras seguía extrayendo sus ganancias del trabajo no pagado
al obrero, de la plusvalía que se obtiene al quitarle a los
trabajadores la porción de trabajo no remunerado por el salario.
La crisis actual vuelve a demostrar que lo único obsoleto es el
capitalismo. Y los que fueron dados por muertos siguen estando, como
diría la canción, por “siempre jóvenes”. La clase obrera somos cada vez
más: una fuerza de más de 2.500 millones de personas que diariamente
hace mover al mundo. Somos los que producimos alimentos; los que
fabricamos y movemos todas las mercancías; construimos las ciudades y
rutas; damos clases en las escuelas y atendemos en los hospitales. En
Argentina, la clase trabajadora -contando a nuestros hijos y padres ya
jubilados - somos cerca del 75% de la población.
Los capitalistas y sus agentes -los políticos patronales y burócratas
sindicales- quieren evitar que ese poder social se desarrolle. La crisis
mundial lo pondrá a prueba. Por el momento, las primeras repuestas de
los trabajadores a la crisis le hicieron recordar a la burguesía esa
máxima que lanzara Federico Engels: “el pie de su verdugo está en
umbral”.
180 años de tradición gloriosa
El capitalismo ha llevado a la humanidad a crisis periódicas, donde
las hambrunas, las guerras, las dictaduras militares y el fascismo,
fueron, son y serán “instrumentos” del propio sistema para responder a
sus contradicciones. Y si ésta es la historia de la burguesía, la
nuestra, la de la clase obrera, está abonada por 180 años de heroicas
batallas por su emancipación y por la de los pueblos que el imperialismo
oprime.
La clase obrera ha sido además el sustrato indispensable para que
grandes intelectuales como Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Rosa
Luxemburgo, Gramsci y tantos otros puedan crear y desarrollar el
marxismo con su crítica científica de la explotación capitalista, su
“concepción del mundo” basada en la dialéctica materialista, con la
interpretación materialista de la historia, con la teoría de la
revolución permanente y el programa transicional, no como creaciones
exteriores sino partiendo de la experiencia histórica del proletariado
para penetrar en sus filas para luchar por la emancipación y sintetizar
las conclusiones de sus triunfos y derrotas en la lucha contra el
capital.
Sindicatos, partidos de trabajadores y “conquistas sociales”
Desde su nacimiento, la clase obrera construyó sindicatos y partidos
obreros (nacionales e internacionales) que en pocas décadas agruparon a
millones de trabajadores y, a través de la lucha de clases, arrancaron
conquistas como la jornada de 8 horas, las vacaciones pagas, el
aguinaldo, las jubilaciones y los servicios de salud.
En 1864 se crea la I Internacional. Siete años más tarde con la
Comuna de Paris, los proletarios se levantarán en armas estableciendo su
propio gobierno. Los Comunards (comuneros) pagarán con su sangre la
osadía de “tomar el cielo por asalto”. El capitalismo logra
estabilizarse, pero en ese periodo, la clase trabajadora funda la II
Internacional y construye partidos obreros y socialistas de masas que,
como en Alemania y otros países, utilizan la “táctica parlamentaria” a
la vez que se fortalecen en los sindicatos. Pero ese desarrollo se da
bajo el dominio de un capitalismo que se está convirtiendo en
imperialista y que no tarda en cooptar a las direcciones de las capas
más altas del proletariado. Surgirá la burocracia sindical y las
tendencias reformistas tomarán el control de los partidos obreros que,
abandonando el internacionalismo proletario, terminarán apoyando a sus
respectivas burguesías en la Primera Guerra Mundial.
Revoluciones
La Gran Guerra trae padecimientos inauditos para las grandes masas y
los fuegos de la Comuna, vuelven a encenderse en Rusia. Por primera vez
en la historia, la clase obrera derrota a la burguesía y toma el poder.
La naciente republica basada en consejos de obreros, campesinos y
soldados (“soviets”) que ejercen la democracia directa, pone fin a la
guerra, expropia a los terratenientes y entrega la tierra a los
campesinos, otorga la autodeterminación de las nacionalidades, da
libertades inéditas a las mujeres como el derecho al aborto; y expropia a
los capitalistas estableciendo la planificación de la producción.
Esta primera revolución fue posible por la existencia del Partido
Bolchevique, un partido de trabajadores revolucionario e
internacionalista, templado en años de persecuciones y exilio; en luchas
económicas y en grandes luchas políticas. Que supo apropiarse y recrear
lo más avanzado de la teoría marxista y que tenía una dirección probada
en la lucha de clases, la de Lenin y Trotsky. Este partido impulsará la
creación de la III Internacional.
Sin embargo, la URSS quedará aislada debido a que los procesos
revolucionarios de Europa (sobre todo en Alemania) son traicionados o
derrotados a sangre y fuego. Esas derrotas permiten el ascenso de una
burocracia (el stalinismo) que convierte a la III Internacional en su
apéndice; traiciona la lucha contra el fascismo y masacra a lo mejor de
la vanguardia bolchevique a fines de los ’30.
Sin el rol jugado por el stalinismo, es imposible comprender por qué el capitalismo pudo sobrevivir durante el siglo XX.
Las derrotas de los ’30 impidieron frenar el camino hacia la Segunda
Guerra Mundial, con su cortejo de muerte, campos de concentración,
bombas atómicas y barbarie. Pero nuevamente la guerra será partera de
revoluciones. Finalizada la guerra, se abren procesos revolucionarios
(Francia, Italia y Grecia) donde el stalinismo es clave para evitar el
triunfo. El imperialismo logra las condiciones para relanzar las
economías europeas devastadas, y a cambio de ceder conquistas a los
trabajadores con el “Estado de bienestar”, aleja los procesos
revolucionarios de los centros capitalistas. En paralelo, revoluciones y
guerras de liberación nacional se extienden por el “tercer mundo”. La
burguesía será expropiada en Yugoslavia y luego en China en 1949. Pero
estas revoluciones, así como la expropiación de los capitalistas en
Europa del Este, estarán marcadas por el surgimiento de nuevas
burocracias. En América Latina, en 1959 el triunfo de la Revolución
Cubana, desmentirá la tesis de los PC locales respecto que nuestros
países eran “inmaduros” para imponer el poder obrero y campesino y
expropiar al imperialismo y la burguesía.
Lucha de clases y autoorganización
La clase obrera volverá a dar muestras de voluntad de lucha y
capacidad de autoorganización, con el ascenso abierto con el Mayo
Francés del ‘68, el Otoño Caliente Italiano y la Revolución Portuguesa
de 1974. En América Latina, se abre un proceso revolucionario en el Cono
Sur con los Cordones Industriales chilenos o el Cordobazo argentino.
Las movilizaciones en EE.UU. contra la Guerra de Vietnam mostraron que
ni el centro del mundo se salvaba. En este período, la clase obrera se
rebeló también contra el dominio de la burocracia. En Checoslovaquia, en
Polonia, en Yugoslavia, y nuevamente en Polonia en 1980-81, donde las
fuerzas opositoras a la burocracia no podrán evitar que fuerzas afines a
la Iglesia Católica frustraran el desafío a la burocracia.
El último ascenso revolucionario fue derrotado por una combinación de
desvíos en Europa y represión abierta en países como Argentina, Chile,
Uruguay, México y Brasil. Esas derrotas permitieron que el
“neoliberalismo” abriera una etapa de Restauración Burguesa que duró 30
años. En medio de la crisis económica por la imposibilidad de construir
el socialismo aisladamente en un mundo dominado por el imperialismo y
ante los nuevos levantamientos en 1989-91, las burocracias stalinistas
liquidarán la propiedad nacionalizada para consumar la restauración
capitalista.
Una nueva etapa
Ante la emergencia de la lucha de clases, no faltan quienes hablan
del “atraso” de las masas y pronostican el fracaso de la clase obrera.
Se apoyan en el peso de las direcciones sindicales burocráticas, en las
falsas ilusiones en populistas de derecha o en variantes reformistas de
centroizquierda. Pero no hay nada asombroso. Treinta años de retroceso
no son en vano. Derrotas como las del Cono Sur latinoamericano dejan
huellas. El derrumbe patético de los países llamados socialistas marcó
negativamente la conciencia de millones. Pero a la nueva realidad hay
que verla en su dinámica. Pese a las derrotas, la crisis mundial está
haciendo que millones vuelvan a las calles y a las huelgas; y cuando de
estas acciones se pase a las insurrecciones, será allí donde la clase
obrera logrará sacarse de encima, más rápido de lo que muchos creen, la
pesada carga de derrotas y traiciones de años anteriores.
El propio capitalismo es quien hace emerger con las crisis, sus
propias contradicciones y la irrupción de la clase obrera. Y cuando la
clase obrera se pone en movimiento es un torrente incontrolable, cambia
lo existente, pasa por arriba del poder establecido, sorprende y crea
nuevas formas de organización y lucha. El estallido, la huelga, la
revolución, serán parte de la historia hasta que ésta termine con las
causas que la generan. Mientras tanto, veremos a la clase obrera emerger
y sumergirse para volver a salir. Las derrotas y traiciones estarán
también a la orden del día. Siempre la burguesía pondrá a la clase
obrera ante la disyuntiva de luchar o sufrir su propia decadencia y más
temprano que tarde, los esclavos modernos tomarán el camino de la lucha
abierta, aprenderán de las peleas pasadas y buscarán el camino a la
victoria, para huir de la barbarie.
La clase obrera argentina, su experiencia con el peronismo y la izquierda
La generación actual de la clase obrera argentina viene remontando la
herencia del genocidio de la Dictadura y los desastrosos gobiernos
radicales y peronistas “democráticos”.
A mediados de los ’90 los desocupados comenzaron a construir una
nueva historia con los levantamientos en Cutral Có, Tartagal, General
Mosconi y Jujuy. Cuando De la Rúa quiso continuar con la política
menemista recibió en respuesta primero los paros generales y luego
nuevos levantamientos de los desocupados. Las Jornadas revolucionarias
de diciembre de 2001 acabarán con su gobierno.
Para estabilizar la situación, el peronismo tuvo que cambiar de
política. La clase obrera ocupada fue mayoritariamente sacada de escena
gracias a la acción de su dirección burocrática y el terror a la
hiperdesocupación. El movimiento piquetero fue golpeado muy duro con el
asesinato de Kosteki y Santillán. Mientras, un sector de avanzada de los
trabajadores ocupados supo mostrar en pequeño gran potencialidad. Más
de 200 fábricas fueron ocupadas y puestas a producir. Allí brillaron
Brukman y Zanón que pelearon por la estatización bajo administración
obrera y le mostraron al mundo que de un lado existe una clase parásita
que vive de la explotación del trabajo ajeno, y del otro trabajadores
que no se resignan a perder su puesto de trabajo, capaces de organizar
la producción sin necesidad de sus explotadores.
Bajo el kirchnerismo, y al calor del crecimiento económico, los
trabajadores, aún con ilusiones en el gobierno, comenzaron a hacer sus
primeras armas de lucha, comprendiendo cómo actúan los distintos
sectores del peronismo: el aparato de Estado, los intendentes y
gobernadores administradores de la redes clientelares, las alas de la
burocracia sindical. Desde 2004 se inicia un proceso de luchas obreras. A
la huelga telefónica de 2004, se sumó el Garrahan, el Subte, Jabón
Federal, el Casino Flotante, Maffisa, Fate y la gran huelga de Kraft
contra los despidos en 2009 que paraliza la fábrica durante 37 días,
corta 11 veces la Panamericana y gana un amplio apoyo popular.
El PTS fue parte de este proceso con sus triunfos y derrotas. Desde
Zanon conquistando el Sindicato Ceramista a Jabón Federal donde no pudo
evitarse una derrota parcial. Nuestro rol en la histórica lucha de
Kraft, donde conquistamos la Comisión Interna, no fue obra del azar sino
del trabajo paciente realizado previamente, trabajo que en momentos de
lucha abierta muestra lo que puede llegar a ser la fusión entre un
partido revolucionario y sectores avanzados de la clase obrera.
Tareas preparatorias para formar una corriente revolucionaria en la clase obrera
El PTS participa hoy en muchos procesos de lucha y organización.
Formamos listas antiburocráticas en los grandes sindicatos. Pero por más
importantes que sean estos procesos sabemos que no resuelven por sí
mismos el problema de fondo que condena a la clase obrera a la miseria.
Participamos en ellos con fuerza, no porque creamos que evolutivamente
la clase obrera conquistará por esas vías un buen lugar en esta sociedad
burguesa, sino porque en esa lucha, la clase va reconociendo sus
fuerzas, identifica a sus aliados y enemigos, y en definitiva se prepara
para la lucha abierta contra los capitalistas, sus partidos y su
Estado.
También impulsamos el Frente de Izquierda que ha permitido que muchos
trabajadores se acerquen a las ideas socialistas. Pero no somos
electoralistas. Sabemos que nuestros objetivos se lograrán con la
movilización revolucionaria de los trabajadores y los explotados.
Por una dirección política revolucionaria de la clase trabajadora
Tarde o temprano, la crisis capitalista golpeará más dura y
directamente en nuestro país y la clase obrera se enfrentará a
situaciones decisivas. Para vencer se necesita una organización política
templada en la lucha previa, llena de confianza en que los trabajadores
pueden no sólo hacer huelgas sino también levantamientos,
insurrecciones, consejos obreros y revoluciones.
Si queremos terminar con la explotación capitalista, los trabajadores
tenemos que actuar políticamente. Por eso necesitamos construir nuestro
propio partido revolucionario. 180 años de lucha demuestran que la
burguesía no cederá el poder sino es obligada por la acción violenta y
revolucionaria de los trabajadores. La dominación capitalista no es
inexpugnable, hubo grandes derrotas, pero también victorias
revolucionarias.
Los trabajadores no necesitamos recorrer el camino desde cero,
podemos partir de lo más avanzado conquistado históricamente. Por ello
reivindicamos la tradición que mantuvo viva la experiencia
revolucionaria del marxismo frente a su deformación estalinista y
socialdemócrata, el trotskismo, la que con la fundación de la IV
Internacional (1938) recogió las mejores enseñanzas y experiencias. Esa
Internacional es la que queremos reconstruir para que la clase obrera
alcance la victoria.
Como parte de este combate, en nuestro país nos proponemos construir
un partido de trabajadores revolucionario, con miles de obreros y
jóvenes socialistas. Ese Partido hay que construirlo hoy porque en medio
de las situaciones más agudas no puede improvisarse. Y sus objetivos
deben ser claros: luchamos por la total liberación material y espiritual
de la clase trabajadora y el pueblo pobre. No es posible hacerlo más
que mediante el derrocamiento revolucionario de la burguesía y la
destrucción de su Estado cuyos pilares son las FF.AA.y de represión que
serán usadas cuando nuevas generaciones cuestionen su dominio.
Sólo un gobierno obrero y popular, basado en la autoorganización de
los trabajadores y los explotados y surgido de una revolución, puede
comenzar a construir una sociedad socialista, expropiando a los grandes
monopolios, utilizando los recursos que hoy son apropiados por los
terratenientes, los banqueros, los capitalistas.
Sabemos por experiencia histórica que una sociedad socialista no
puede sostenerse en un solo país en los marcos de la economía mundial
capitalista. El internacionalismo, entonces, es una necesidad objetiva,
la de impulsar la revolución internacional para derrotar definitivamente
a los capitalistas y construir una sociedad comunista donde todas las
fuerzas productivas se centralicen y de esa forma cada uno realmente
pueda otorgar según sus posibilidades y recibir según sus necesidades,
donde el Estado y las fuerzas de represión sean parte del pasado
histórico, porque ya no tendrán sentido al acabarse la división de
clases.
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