La primera vez que escuché Construcción tenía 19 años. Ha pasado más de 20 ya de aquel
entonces. Ya por eso entonces la canción era un himno.
Íbamos en un VW 1500. O en un Dodge 1500. Para el caso no
tiene importancia. Incluso no tengo idea de si esos modelos existen o solo los
inventa mi memoria atravesada por los recuerdos borrosos de hace dos décadas.
Tampoco importa por dónde íbamos. Aunque la zona era
Ferreyra. La memoria es demasiado frágil para recordar si andábamos por el
Camino Interfábricas o solo íbamos por lo que era la vieja ruta 9, que es lo
mismo que la avenida Sabattini. Pegábamos afiches. Creo. Sino haríamos
pintadas.
La canción me la hizo escuchar el Cabezón. El cabezón no
está más. Hace ya 20 años o más. Desde casi el mismo tiempo que pasó desde aquella
canción que escuché. Se fue. Estuvo mal en irse. Cometió un error. Pero se fue.
Posiblemente el cuerpo y el alma no le dieron. Había pasado por los llamados
años de plomo. Yo apenas lo conocí. Cuando yo llegaba, él se iba. Como una
suerte de caminos que se cruzan. Todavía lo recuerdo escapando de un viejo y
sucio local que teníamos en una esquina que, casi se podría decir, no existe
más.
Y sin embargo, el Cabezón, además de hacerme escuchar a
Chico Buarque, me enseñó que te podían matar. A pocas horas de haber llegado a
las ideas de la izquierda, desde una suerte de mundo paralelo que era la
bucólica ciudad de Alta Gracia, ya sabía que te podían apuntar con un revolver
en la cabeza, preguntarte por tus dirigentes y jugar con tu vida. Ya sabía que
morir o vivir podía ser una ruleta rusa. Buena enseñanza.
Esa conversación tuvo lugar en la zona de Ferreyra. Hace más
de 20 años. Y sin embargo es difícil olvidarse.
Para los que nacimos a la vida política en el final del
menemismo, el mundo era una derrota apilada sobre otra derrota. Sin embargo la
mística de los años 70 estaba ahí. Por lo menos, en Córdoba, estaba ahí. Para
decirnos que era vida. Que era realidad, que no había más que esperar y prepararse.
La historia no se repite. Pero sí se repite. Y el proletariado cordobés dará
sus Cordobazos. La impaciencia es mala consejera.
Hoy me acordé del Cabezón y de Ferreyra. Como siempre, meacordé del Goyo. Como siempre, me acordé de Arturo M. Bas y San Juan.