1) Después de la elección de este domingo, el escenario
político queda corrido hacia la derecha. Sin embargo, como se dice hace mucho
tiempo, el impresionismo suele ser mal consejero.
2) La relación de fuerzas social y política se
expresó tanto en la campaña como de manera inmediatamente posterior. En el
momento pos electoral se expresa como el llamado a un “acuerdo nacional” con el
objetivo de imponer un ajuste consensuado con el conjunto del poder político. A
partir de un triunfo determinado, se trata de alinear a todos los factores del
poder político (la representación en sus diversas formas) como garantes del
plan de ajuste del capital.
3) La lógica política (y ahí se evidencia en que
saben hacer política) en “anti-triunfalista”. Lejos de subirse al pony y avanzar
por los caminos del decisionismo se trata de una línea destinada a comprometer
a todos los sectores políticos en una agenda que, de fondo, es antipopular.
4) La ventaja del oficialismo radica en que la
lógica de la oposición reproduce una especie de movimiento de Cinta de Moebius,
donde la fortaleza del gobierno deviene de las concesiones de la oposición y
estas concesiones se explican por la fortaleza del gobierno. Un círculo vicioso
que el resultado electoral seguramente reforzará.
5) Los factores de poder sufren de una debilidad estructural
que es resabio de las décadas pasadas: el enorme peso del poder central a la
hora de otorgar recursos. Provincias, municipios y burocracias sindicales tiene
una relación estrecha con los fondos que llegan desde la Nación. De ahí deviene
su intensa “vocación” negociadora.
6) El poder político logrado por Cambiemos no
debe ser confundido con la hegemonía en el sentido propio del término. No se trata
de una discusión conceptual o abstracta. La campaña de Cambiemos combinó la apelación
genérica al “futuro” con el rechazo recurrente al “pasado” -expresado en figuras
altamente cuestionadas a escala social. Sería bueno preguntarse por la “repentina”
reapertura de la (infundada) causa creada a partir de la denuncia de Nisman.
Sería bueno analizar el rol de la casta judicial operando en un furibundo
accionar de citaciones a declarar a ex funcionarios nacionales.
Es imposible entender la “hegemonía” de Cambiemos
sin esa evidente unidad de propósito entre el accionar del Partido Judicial, la
gran corporación mediática y el discurso vacío del gobierno. Un reparto de
tareas entre los que hacen el trabajo sucio y los que hablan bonito. En ese
marco, las apelaciones al “progreso individual” son los suficientemente
abstractas y genéricas como para dialogar trasversalmente con diversas capas y
clases sociales.
Que esto puede tener una base más firme en un nivel
de clase media alta es innegable. Pero en los sectores populares la votación de
Cambiemos no puede separarse de dos cosas: la parcial estabilización en la situación
económica (que no logra frenar la inflación sin embargo) y el uso generalizado
de lo que el neoliberalismo clásico llamó “gasto público” en pos de sostener la
agenda social. A eso hay que agregarle un regadero de obras públicas que tienen
por base el endeudamiento creciente.
7) El “kirchnerismo ordenado” de Cambiemos le
saca fuerza al “kirchnerismo real” de Cristina. Por dos razones. La primera es
que evidencia que el programa de la gestión “nac&pop” en relación la
pobreza resultó tan moderado que hasta la actual CEOcracia gobernante puede
ejecutarlo sin grandes tensiones. Al mismo tiempo, se evidencia el “aprendizaje”
por parte de la nueva gestión estatal sobre la necesidad de esa contención
sobre los sectores más humildes en aras de sostener la estabilidad política. En
ese marco, las buenas votaciones “cambiemitas” en sectores empobrecidos no
deberían sorprender.
8) Las ventajas del oficialismo radican, como se
ha abundado, en la crisis del peronismo. Una crisis que debe verse en el plano
de un período que abarca los últimos años, pero también en términos más históricos.
El “techo bajo” de CFK, la candidata más votada, evidencia que su construcción discursiva
de “todo tiempo pasado fue mejor” no es compartida por amplias franjas de la
población. La polarización política del macrismo encuentra ahí parte de su
éxito.
Pero ese techo también expresa los límites históricos
del kirchnerismo en cuanto avatar del
peronismo. Su impotencia objetivo/subjetiva de revertir la degradación de las condiciones
de vida de la clase trabajadora y el pueblo pobre legada por el neoliberalismo.
Su imposibilidad de establecer un nuevo “piso” de ciudadanía social para la
clase trabajadora. Todo ello es una muestra de la degradación histórica de ese
movimiento. El debate sobre la “muerte del peronismo”, que parece hacer gozar
orgásmicamente al pseudo-periodismo gorila, al elenco oficial y cierta
intelectualidad afín, no puede analizarse separadamente de esas limitaciones estructurales.
9) Si el kirchnerismo en el poder, con los
resortes del Estado a su favor por más de una décadas, en un contexto altamente
favorable a escala internacional, fue incapaz de transformar profundamente la
estructura nacional enfrentado seriamente a los grandes poderes ¿Por qué ahora,
desde el llano, podría oponer una resistencia seria al ajuste por venir? No
debe olvidarse, además, que muchos de los “traidores” que dieron gobernabilidad
a Cambiemos fueron parte de ese oficialismo hasta diciembre de 2015. En ese
sentido, la “verdadera herencia kirchnerista” es la troupe de garantes de la
gobernabilidad macrista.
10)El límite estratégico del kirchnerismo, como
ya lo señalamos, radicó en su carácter de clase burgués. Su administración del Estado,
más allá de los roces con sectores del gran empresariado, fue garantía de una gestión
relativamente exitosa de las ganancias del capital. De allí que, contra todo el
relato construido, nunca hubo acciones “destituyentes” serias sino batallas
parciales destinadas a negociar tajadas de la riqueza nacional. Nadie debería
olvidar que pocos meses antes de la elección de 2015, en el Council de las
América, el candidato más aplaudido por el gran capital imperialista era Daniel
Scioli. Nadie en ese lugar parecía ver en el ex motonauta a un potencial
expropiador de sus riquezas.
11)Ese fracaso implica volver a plantear la cuestión
estratégica de como enfrentar a la derecha que, recordemos para evitar los
lugares comunes, es el gran capital concentrado, los grandes medios de comunicación,
la casta judicial, los servicios de Inteligencia del Estado y, como no podía
ser de otra manera, sus fuerzas represivas. Entre éstas, la Gendarmería que
desapareció de manera forzada a Santiago
Maldonado.
12)El único poder social capaz se oponerse
realmente se encuentra en la clase trabajadora. Esos cerca de 13 millones de asalariados
y asalariadas, junto a sus familias, son la inmensa mayoría de la nación. Agreguemos,
para los desmemoriados, que son la palanca que hace funcionar el conjunto de la
sociedad y, por ende, tiene la capacidad de paralizarla. Se trata entonces de
construir una fuerza política que exprese ese poder social, hoy enormemente
limitado por el accionar de la dirigencia sindical burocrática.
13)La izquierda trotskista realizó una gran
elección a nivel nacional. En lugares como Jujuy o Mendoza evidenció una fuerte
y permanente presencia en amplias capas de los trabajadores y la juventud. Se trata,
como dijo ayer Christian Castillo, de usar ese capital político conquistado
para avanzar en el camino de construir una organización que verdaderamente
sirva a los explotados para enfrentar y derrotar a la derecha.
14)Volvamos al principio. El impresionismo puede
ser mal consejero. Ver la “ola amarilla” más grande y potente de lo que es,
puede despertar un escepticismo innecesariamente infundado. En el mundo
académico de las ciencias sociales las “novedades” que se sostienen suelen
pegar duro. No está de más recordar que allí se repitió por años la absurda
idea del “fin del proletariado” y “el triunfo completo del capitalismo”. En
esas dos le erraron bastante.