domingo, 23 de febrero de 2020

El peso de las palabras




¿Las palabras tienen peso? Y sí es así. ¿cómo las afecta la ley de gravedad? Imposible saberlo. Porqué en todo caso el peso de las palabras se desplaza en el tiempo. Se mueve en imaginarias e intangibles balanzas, que se cargan a cuesta de las muchas conciencias existentes. En última instancia, el peso de las palabras es completamente subjetivo. Sería imposible ponerse de acuerdo entre dos personas acerca del significado de las palabras “te amo”. Incluso si esas dos personas efectivamente se amaran (lo cuál abriría el debate sobre qué es el amor). Te y Amo serían dos cosas radicalmente distintas. Posiblemente hasta opuestas, partiendo de que no existen oposiciones que no tengan, a la vez, un punto de contacto, un lugar de soldadura desde el que se abren en abanico.

Ese peso, al determinarse de manera subjetiva, se vuelve inestable, etéreo, frágil. Tan maleable como las interpretaciones mismas. Vara de lo imposible, registro de lo inexistente o lo inasible.

Entonces. ¿para que decimos lo que decimos? Cuando volcamos palabras al universo de aire, ruido y olor que nos rodea. Cuando enunciamos aquello que ya hace rato circula de neurona en neurona, caminando a velocidad hacia nuestros labios y lengua, luego de haber subido por la laringe.

Las palabras pesan por partida doble. Comunicación no es lo que uno dice sino lo que el otro entiende (algo que enseñaban en Comunicación de Córdoba). Falso de toda falsedad. Comunicación son las dos cosas. Son dos necesidades enfrentadas. Son dos medidas para pesar el peso de las palabras. Allí donde hablo digo algo que pesa en mi conciencia, en mi ser, en mis sentimientos. Allí donde escucho calibro las mismas variables. Escucho y leo pesando el peso de las palabras. Aquellas que informan, aquellas que alagan, aquellas que insultan.

Debería haber terminado Las palabras y las cosas. Posiblemente tendría en la punta de los dedos algunas palabras más para agregar peso en este breve escrito.