“Una de las aspiraciones de Macedonio era convertirse en
inédito. Borrar sus huellas, ser leído como se lee a un desconocido, sin previo
aviso. Varias veces insinuó que estaba escribiendo un libro del que nadie iba a
conocer nunca una página. En su testamento decidió que el libro se publicara en
secreto, hacia 1980. Nadie debía saber que ese libro era suyo. En principio
había pensado que se publicara como un libro anónimo. Después pensó que debía
publicarse con el nombre de un escritor conocido. Atribuir su libro a otro: el
plagio al revés. Ser leído como si uno fuera ese escritor. Por fin decidió usar un pseudónimo que nadie pudiera
identificar. El libro debía publicarse en secreto. Le gustaba la idea de
trabajar en un libro pensado para pasar inadvertido. Un libro perdido en el mar
de los libros futuros. La obra maestra voluntariamente desconocida. Cifrada y
escondida en el porvenir, como una adivinanza lanzada a la historia. La verdadera
legibilidad siempre es póstuma”. (Ricardo Piglia, Prisión perpetua).