Eduardo Castilla
Las imprentas no
han dejado de funcionar para imprimir las miles páginas que dan cuenta de estos
diez años. El kirchnerismo posiblemente pasará a la posteridad como uno de los
más duraderos movimientos políticos de la historia argentina. De allí que en su
momento no hayan faltado quienes llegaron a elucubrar la (bastante) exagerada
idea de un “Tercer movimiento histórico”. Pero el declive actual, con los
escándalos de corrupción de capitalistas amigos y los límites para emparchar el
llamado “modelo”, ponen de manifiesto que no será ese el devenir del movimiento
nacido hace una década.
Los balances
versan necesariamente sobre todo. Como dice
mi amigo Fernando Rosso, se han publicado infinidad de números en los cuáles es
difícil no extraviarse. Aquí
se escribe un balance desde la izquierda, poniendo sobre el tapete los
profundos límites en aquellos tópicos donde el gobierno quiso construir su
relato. En este post, humildemente pretendemos trazar algunas líneas sobre la
deriva (y la actual crisis) de los intelectuales K, que han sido (y lo siguen
siendo) parte fundamental del intento de construcción del relato (o de los
múltiples relatos) que contuviera, dentro de los marcos
de la coalición gubernamental, a parte importante del progresismo local.
La “tragedia” del intelectual K
Si Milcíades
Peña, en su más que recomendable Historia
del Pueblo Argentino, apuntó a Sarmiento y Alberdi como figuras trágicas
del pensamiento nacional, podríamos tal vez usar la misma figura para los
intelectuales K. Peña escribió que “nada hay más iluminador sobre la naturaleza
de las clases dominantes argentinas (…) que el desencuentro cada vez más
acusado entre ellas y los dos hombres que dedicaron su vida a elaborar un
programa de desarrollo nacional”.
Salvando las
obvias distancias entre Sarmiento, Alberdi y la actual generación de
intelectuales afines al gobierno nacional, podríamos decir que nada ilumina más
los límites del kirchnerismo (como fracción política de la clase dominante) que
la permanente “traición” a las falsas ilusiones de la intelectualidad K. Pero
si Sarmiento y Alberdi murieron alejados de la oligarquía que crecía oliendo a
bosta, la actual generación que encuentra una de sus expresiones en Carta
Abierta, prefiere aceptar los aromas fétidos con tal de seguir respaldado el
“proyecto”. Exploremos algunos tópicos que constituyen nudos del “relato”. Nudos
que podríamos calificar de “gordianos”,
que no han sido desatados ni lo serán bajo el kirchnerismo.
De la “pelea por la renta” a la (no) “democratización”
Allá por fines
del año 2008 Ricardo Forster escribía
que “en la Argentina se volvió a discutir la olvidada cuestión de la renta y de
su distribución (…) se llegó a revisar el concepto mismo de riqueza”. A pesar
de la derrota de la Resolución 125, la épica kirchnerista rebosaba de fuerza.
Se venía de la batalla contra la oligarquía golpista. Esa misma que tantas veces
había irrumpido en la historia nacional que imponer sus intereses. El
kirchnerismo desafiaba a los poderes existentes.
Pero esas
batallas por la “igualdad” que debían constituir el núcleo del programa
democrático del kirchnerismo pronto empezaron a ser la sombra de sí mismas. Si
2008 fue un año memorable donde se discutió “la renta” extraordinaria de las
patronales del campo, 2009 dejó de serlo y ya nunca más volvió al debate. Desde
ese año, la renta de la “oligarquía golpista” siguió indemne.
De la batalla
por la “renta” se pasó a la pelea contra la Corpo mediática. Esa expresión de “la
nueva derecha” en la era de la Sociedad del Espectáculo (al decir de Forster)
que anida en los grandes medios de comunicación. Fue la “épica” de la Ley de
Medios contra Clarín que tuvo su Waterloo en el 7D. Allí las fuerzas
mancomunadas del “modelo”, la juventud militante de La Cámpora y los
movimientos sociales se estrellaron contra…una medida cautelar. Como dijimos
en su momento nada pasó el 7D y no podía pasar porque la política de “luchar
contra la Corpo” se reducía, simplemente, a crear una corporación mediática
propia mientras se presionaba a una reestructuración administrativa a Clarín.
Clarín no se “puso nervioso”. No era necesario.
Detrás de Clarín
estaba la “corporación judicial”. Esa se convirtió en la nueva “batalla
ideológica” en defensa de la democracia y contra las corporaciones. Pero esta
batalla truncó antes de empezar. Apenas si vimos alguna que otra bala perdida. Como
una derrota auto-infligida, el gobierno
pactó con la Corporación judicial garantizando que los fondos millonarios que
maneja la Corte Suprema siguieran bajo su control, entre otros pequeños
detalles.
De conjunto, la
“batalla por la igualdad” cedió su terreno progresivamente a una mejor
negociación con las corporaciones, síntoma del “fin de ciclo K”. Martín
Rodríguez en el último número de Le Monde Diplomatique, haciendo un balance
del kirchnerismo, afirma que “si el campo es la oligarquía pero lo cuentan como
si fueran Los Ingalls, entonces hay que ir por quienes lo cuentan: ¿Qué te pasa
Clarín? Y si Clarín es el monopolio de sentido, entonces habrá que serruchar la
rama que lo sostiene: el Poder Judicial en el cielo de las cautelares”. Pero
“olvida” decir cuál fue el resultado de estas múltiples incursiones del
gobierno. El gobierno fue y no fue por todos. Fue por todos y no fue por
ninguno. Las “batallas” terminaron en nada. Hoy, la lucha contra la oligarquía
sojera es un recuerdo tan del pasado como los aviones Pulqui; el 7D, la fecha
de una farsa montada para salir del atolladero de fines del 2012; la
“democratización de la justicia”, una ley acordada con la Corpo Judicial para
no tocar nada de lo esencial.
La Igualdad en el reino de las abstracciones
Martín Rodríguez
dice, en el mismo artículo, que el kirchnerismo inaugura la lógica de la “transición
permanente”. Más bien podríamos afirma que, en los últimos años, en las peleas
duras, hemos asistido a la “capitulación permanente”. Si, a pesar de eso, los
intelectuales K siguen brindando su apoyo, esto conlleva una progresiva fuga de
la materialidad. Así, las mismas nociones de igualdad y libertad que pregonan como
sustento del accionar del kirchnerismo se encuentran en el reino de las
abstracciones.
Diego Tatián, en el último número del Ojo
Mocho, afirma que “Lo que ocupa
el centro del actual litigio político e intelectual en Latinoamérica es la
cuestión de la igualdad”. Pero renglón seguido nos aclara (repitiendo
textualmente lo escrito en el libro Lo Impropio) que “Igualdad no es en primer lugar una más justa
redistribución de bienes sino un reconocimiento más intenso y más extenso de
las personas como fuerzas productivas del pensamiento (palabra en la que
incluyo aquí las acciones políticas) acerca de lo justo”. De afirmaciones de esta índole es posible concluir porqué la
intelectualidad que se afirma ligada al “modelo” es incapaz de plantear la
perspectiva de verdaderas transformaciones que conlleven modificaciones sustanciales
de la desigualdad.
Las tres
millones de familias que carecen de vivienda propia en el país no estarán
felices de entrar en el terreno de la “igualdad” concebida como “reconocimiento
de las fuerzas productivas del pensamiento”, mientras CFK goza de la propiedad
de 12 departamentos y 6 casas entre otros bienes inmuebles. Tampoco quiénes
fueron brutalmente reprimidos en Ledesma y en el Parque Indoamericano sólo por
ese reclamo.
El tercio de la
clase trabajadora que se encuentra en situación de informalidad, después de
diez años de kirchnerismo, no podrá objetar nada mientras se le brinde la
oportunidad de “pensar acerca de lo justo” y tenga la “gentileza” de no
quejarse ni luchar por sacarse de encima a connotados burócratas sindicales
kirchneristas como Gerardo Martínez o Antonio Caló.
Los pobladores QOM
del Chaco y Formosa que sufren las brutales represiones de los gobernadores
kirchneristas, no dejaran de sentir los terribles límites de esta igualdad
pregonada por los intelectuales afines al gobierno, mientras pelean por
defender sus territorios ante el avance irrefrenable de los empresarios
sojeros, verdaderos “ganadores” del modelo K.
La Igualdad (que
se transformó en una fuerza política motriz en la revolución burguesa a fines
del siglo XVIII) se vacía así de todo contenido para convertirse en valor
etéreo. Esto no tiene nada de sorprendente si se analiza el recorrido del
kirchnerismo. A pesar de un crecimiento a “tasas chinas” durante los años 2003-2008
y una recuperación importante durante 2010-2011, los elementos más profundos de
atraso no lograron ser revertidos.
Luego de la
crisis del 2009-2010, las “tendencias a la igualdad” que tendía a construir
ideológicamente el kirchnerismo, dejaron paso al “Nunca menos”, eslogan (o “nombre”
como les gusta decir a los intelectuales que aquí criticamos) que puso en
evidencia un techo ya construido para el bienestar del pueblo trabajador. El Nunca
menos fue el punto final de la batalla por la igualdad. Abusemos una vez más
del trabajo del amigo Rosso que en este
post da algunos números de la década K que evidencian la falsía del discurso
intelectual kirchnerista.
La Libertad bajo recorte
La
intelectualidad kirchnerista construyó su relato de la “Libertad” en estos años
bajo un doble postulado: el juzgamiento a los genocidas y la no represión de la
protesta social. Estos fueron los componentes de una democracia que, como escribió
Forster, recupera el conflicto y la lucha por la igualdad. Contra el
“republicanismo” de la derecha opositora y sus intelectuales afines, se trata
de una democracia donde “el movimiento, la subversión, la conmoción y los
inesperado” son una “fuerza vital” de la misma.
Pero al igual
que ocurre en el terreno de la tan mentada pelea por la Igualdad, la Libertad también
se fue desdibujando y la “irrupción de lo inesperado” se transformó en un problema de agenda permanente para el gobierno
nacional. El kirchnerismo, volviendo sobre su propio discurso inicial,
convirtió a la protesta social y a la acción directa de los trabajadores y
demás sectores, en uno de sus blancos favoritos. Basta repasar los discursos de
CFK en los últimos años para encontrar
una mención casi permanente condenando los cortes de ruta o los paros del
movimiento obrero. Basta recordar aquel discurso de apertura de sesiones del
Congreso donde fustigó abiertamente contra los “privilegios docentes” que no
son tales. Si en su etapa de gobierno “de desvío” construyó una discursividad
que hizo creer, a propios y ajenos, en la posibilidad de un gobierno que no
reprimiera la protesta social, ese montaje pasa, cada día más, al baúl de los
recuerdos.
Lo evidencia la
creciente bonapartización del gobierno nacional, expresada a través del aumento
de los mecanismos represivos. La sanción de la Ley Antiterrorista, el creciente
procesamiento de luchadores populares, el espionaje de Proyecto X y los
policías infiltrados en organizaciones sociales y políticas populares y de izquierda
son parte del paisaje en la era K, verdaderos síntomas de la “reversión” de la “democracia
con apertura”.
Pero además, y
como se ha explicado aquí, el
kirchnerismo siguió jugando un sutil juego de equilibrista, apoyado en los
viejos poderes consagrados bajo la “democracia menemista”. Allí está la brutal
evidencia del asesinato de Mariano Ferreyra, llevada a cabo por las bandas de
la burocracia pedracista, no muy distinta a la burocracia que campea en la
mayoría de los gremios. Ese asesinato constituyó un crimen en defensa del statu
quo de las relaciones laborales impuesto bajo el neoliberalismo e inalterado
bajo los casi ocho años (en ese entonces) de gobierno K. Asimismo, la persecución
y la represión en las Comunidades QOM por gobernadores que son parte del “proyecto”
(y las cuáles nunca fueron claramente condenadas por CFK) expresan ese entramado
de relaciones políticas donde anida el poder real bajo el kirchnerismo.
Así, dentro de
los enormes límites que impone, de por sí, la misma democracia capitalista, el
gobierno que vino a permitir recuperar el papel “del conflicto” se corrió
abiertamente hacia el control y el freno del conflicto social, hacia la persecución
abierta, hacia la alianza con las burocracias sindicales que todos estos años
contuvieron al movimiento obrero y sus luchas.
El “momento de cierre” y la obsecuencia hasta el final
A principios de este año, luego de los
afanosos meses que siguieron a los cacerolazos y al enorme paro nacional del
20N, algunos intelectuales K afirmaban
“percibimos un inquietante y riesgoso “momento de cierre”, desde el que, por
ejemplo, se blanden y exigen posiciones subjetivas de “apoyo incondicional” (…)
Exigencia de cierre de la cadena de articulación subjetiva que suele ampararse en la objetividad de lo hasta aquí
conseguido”.
Si en ese
momento los intelectuales afines al modelo, rechazaban la exigencia del “apoyo
incondicional” los meses que han transcurrido parecen haberlos convencido de lo
contrario. Empezamos este post horas antes de que saliera a la luz la Carta
Abierta nº13 bautizada, con toda solemnidad, como “Los Justos”. Allí, una vez
más ratifican su total compromiso con el gobierno nacional, a pesar de las
enormes acusaciones que se tejen en este momento sobre la figura de Néstor
Kirchner. Lo que está en juego, por decirlo de alguna forma, es la figura
política sobre la cual construyeron un manto mítico de abnegación y de
sacrificio.
“El nombre de
Kirchner vino a romper una continuidad malsana, vino a desequilibrar la marcha
regular hacia la barbarie de un modelo económico-político que, desde mucho
tiempo atrás, no sólo venía ejerciendo su poderío sobre la vida material de los
desposeídos, sino también había logrado capturar los núcleos más profundos y
decisivos de la vida cultural” escribe Forster en la página 20 de Litigio por
la democracia. Su nombre “habilitó el regreso (…) de lenguajes emancipatorios
extraviados entre las derrotas y los errores”.
Los golpes al
nombre de Kirchner son los golpes al relato construido (y reconstruido
constantemente) desde aquel 27 de octubre del 2010. El relato que garantizó que
la épica, cada vez más degradada como señalamos antes, siguiera moviendo las
ruedas del kirchnerismo. La Carta Abierta nº13, sin ambages, señala que “¿Vivimos en sociedades sin corrupción? Esto no es
posible afirmarlo. Pero es posible decir que la corrupción más importante (…) es
la que ocurre en las grandes transacciones capitalistas en materia de
estructuras financieras ilegales, circulaciones clandestinas”. La afirmación es
una verdadera acta de acusación contra el kirchnerismo. ¿El gobierno es
corrupto? No tiene importancia, hay una corrupción mayor, la de los
empresarios. Y los empresarios, que según afirmó repetidas veces CFK, “se la
llevan en pala”, ¿al abrigo de qué gobierno pueden actuar de manera corrupta?
Son preguntas que no serán respondidas. Como tampoco serán respondidas las
preguntas por la igualdad material real, las preguntas por la criminalización
de la protesta social, sobre la alianza con los Martínez y los Caló, sobre la
coalición con los Gioja, los Insfrán y los Capitanich. La intelectualidad
kirchnerista ha optado por los conceptos fuertes (Igualdad, Libertad, Justo) a
costa de vaciarlos de contenido social. Ha optado por las abstracciones en su objetivo
de justificar lo “realmente existente”. Ha optado
por la “prudencia y la cautela como cualidades políticas” a costa de no
criticar la herencia neoliberal que aún persiste, tras un década “ganada”.
El fin de ciclo
kirchnerista trae nuevos actores y nuevas tareas. Si hace una década el
kirchnerismo pudo imponerse y constituir una cuerda para salvar al endeble
capitalismo argentino, su crisis actual abre la posibilidad de retomar ese
camino que iluminaban las barricadas que ardían en Plaza de Mayo en aquellas Jornadas
Revolucionarias de Diciembre del 2001. Que esas fogatas vuelvan a arder, con
más fuerza y atizadas por los trabajadores y el pueblo, es una tarea
impostergable.
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