miércoles, 28 de agosto de 2024

Sadness

 


¿Cómo procesar esta tristeza? Escribiendo una vez más. Dándole a un teclado rebelde que se resiste al vínculo que uno quisiera tener. Que se niega a poner las teclas en el lugar en donde caen los dedos. Dedos que, por algún extraño motivo, ejercen una labor completamente arbitraria, ajena a la voluntad del escribiente.

Ese escribiente no es Batherbly. No puede serlo. Ese es otro recuerdo. Aquel personaje es la negación de la compulsión. Es un acto pasivo de resistencia ante un mundo que impone, incluso cuando lo hace con la mayor de las paciencias.

Somos esa imposición y somos víctimas de la misma. Somos el extraño caso de un amor qué es y no puede ser. Que se materializa en palabras, en besos, en sonidos, en risas. Pero no puede ser más que un deseo. Un deseo ya ajado de tanto desearse. De tanto deambular circularmente sobre él mismo. Estancado, como aquel auto de un cuento de Samantha Schweblin, que encarna el estancamiento de una relación entre madre e hija. Nosotros estamos en el mismo barro. Por eso el amor se estancó y no puede salir. Porque el deseo sin la voluntad no es nada y la voluntad sin materia que la sustente no vive. O no se puede. O no se materializa.

Ese es el secreto de este fracaso: al deseo le falta la material voluntad. Carece de la entidad capaz de hacerlo posible.

La pregunta es casi retórica: ¿podemos torcer ese destino impotente? Podemos es una primera persona del plural de la que tengo que excluirme. En este caso, querer es poder y yo no quiero. Me adelanto a los hechos; camino al futuro sintiendo las crisis que desataré. Pienso y repienso para solo lograr anularme. Soy el resultado impotente de mi decisión consciente. El fracaso voluntario. La autocensura como programa de acción.

La tristeza no se va a ir. No se puede ir. Está arraigada al fondo del alma, dando por sentado que creemos en el alma. Que creo. Ese nosotros en plural no corresponde a nadie más. Hay, efectivamente, una cierta dosis de creencia en el alma cuando uno está enamorado. Hay una cuota de misticismo, donde todo resulta maravilloso y envolvente.

Esperemos que la tristeza se vaya pronto.