Eduardo Castilla
Hace pocos
días Julián de Diego, abogado que defiende abiertamente a las grandes
multinacionales, decía que la productividad había bajado en Argentina por
responsabilidad de los delegados de izquierda. El vocero de las patronales
decía a través del diario Cronista Comercial (otro vocero de las mismas) que:
“La pérdida
de productividad y el tiempo perdido por medidas de fuerza anómalas, asambleas
supuestamente espontáneas, e interrupciones en tareas y producción, son la
segunda causal de los últimos diez años después de las ausencias por
enfermedades o accidentes. A estas malas prácticas se le debe adicionar la
regulación del nivel o del ritmo de producción, utilizado como medio de presión
en momentos en donde la empresa debe responder a una mayor demanda de sus
bienes o servicios”.
Más claro,
échele agua. Resulta ser que enfermarse constituye una “mala práctica”, salvo
que quien se enferme sea el gerente.
De Diego
solo abre el camino a la burocracia sindical. El jueves pasado, en una
entrevista esclarecedora, Rodolfo Daer (STIA) afirmaba que en las elecciones
de Mondelez (ex Kraft) del día anterior, “ganó el equilibrio, la sensatez y las
convicciones profundas de defender de la mejor forma a los compañeros de la
fábrica”.
Curiosa forma de hablar de quien no pudo pisar durante años la
planta, precisamente por su historial de traiciones, a pesar de su “sensatez”.
Como ya se
sabe, lo que triunfó en esa planta fue un rejunte de sectores de la burocracia
verde (oficialista en el STIA), La Cámpora y el PCR. Las “convicciones
profundas” suenan a cuento chino. Se trata de gente cuyo único acuerdo es
atacar al PTS, la corriente trotskista que dirigía la Comisión Interna.
Hoy lunes,
el periodista especializado en cuestiones sindicales de Clarín, Ricardo Cárpena
lo confirma.
“La alegría
de Daer en estas horas es seguramente la misma que sienten el empresariado y el
Gobierno por el retroceso del PTS en una de las más importantes plantas del
país, dentro de un contexto en el que los poderes político y económico entraron
en pánico por la “marea roja” sindical”.
El papel de
comparsa de la patronal y la burocracia lo cumple, una vez más, el PCR. El
maoísmo local tiene en su haber una camionada de traiciones. Desde su apoyo al
gobierno que armaba la Triple A allá por los años 74 y 75, pasando por el apoyo
activo a Menem en el año 89’ hasta esta pequeña gran traición donde, de la mano
de uno de los dirigentes afines al oficialismo, aporta a la derrota de la lista
combativa y antiburocrática en Mondelez.
Pero, como
bien advierte el periodista de Clarín, “quizá no haya que descorchar champaña
antes de tiempo. Si hay ajuste, los platos rotos los pagarán los trabajadores,
pero también la dirigencia que avale al próximo Presidente. La “zurda loca”,
como llamaba al trotskismo el metalúrgico Juan Belén, hace ese cálculo de lo
más cuerdo”.
La realidad vuelve a evidenciar el carácter abiertamente traidor del PCR. Junto a la burocracia de Daer, ellos
también pagarán los platos rotos ante la vanguardia obrera y combativa.