jueves, 22 de mayo de 2025

Escolleras

 


Ansioso pero lento, casi cansino, Edgar caminó aquella decenas de cuadras. Intangibles, interminables, largo recorrido recto que ofrecía la promesa de un mar borrascoso y la delicia de los besos más lujuriosos. Sintió cada paso como el último y el primero a la vez; como una forma de irse y de llegar en simultáneo. Saboreó en sus labios el gusto salado de un mar que se le ofrecía como promesa y, al mismo tiempo, se le presentaba como realidad allí, a su izquierda, entre los contornos de ese puerto que era punto de llegada y punto de partida, además de concurrida guarida de lobos marinos.

Caminando llegó al extremo de la escollera. Parada en el extremo superior de la escalera, Vera Lisboa contemplaba la inmensidad del Atlántico. Parada en un vértice imaginario miraba tanto hacia ese puerto que dejaba de ser como a esa inmensidad marítima que era, cada vez más, inabarcable. Edgar entrevió su nariz entre flameantes ondulaciones negras. Adivinó su cintura debajo de esa larga campera celeste. Intuyó sus ojos castaños absortos en el oleaje. Empezó a subir las escaleras. Su cuerpo, lentamente, se llenó de ansiedad. Un deseo tan inmenso como ese Atlántico furioso lo recorría.


miércoles, 7 de mayo de 2025

Vera Lisboa y los objetos




Casi neutra, la temperatura transmite poco y nada. Insípido y aburrido, el plástico parece casi mudo al tacto; mínima información sobre un objeto que está ahí para ser utilizado con un fin tan banal como calentar agua.

Los sentidos, en cambio, se alteran desde adentro. Desde algo parecido al cerebro. O de una zona inexistente, donde el cerebro y el corazón parecieran enredarse como una magnífica autopista. La imagen elige asaltar el pensamiento: una pava eléctrica marca Spica; una asa templada tirando a caliente; un tacto que recuerda eso como parte de recordar un todo. Una sensación que se extiende por todo el cuerpo como tenue cosquilleo, como susurro de leves movimientos, que espasmódicamente se trasladan de la cabeza a los pies. Una pava eléctrica Spica dice todo eso. O, para ser precisos, transmite todo eso.

“Eso” es el recuerdo de esos rulos cayendo sobre los hombros más hermosos. “Eso” son esos hombros coronando una espalda desnuda, apenas vestida por un tatuaje. “Eso” son dos ojos castaños brillando a media luz. Los ojos de Vera Lisboa.

Los objetos son más que objetos. Son sensaciones. Intensas o más tenues. Dispersas a lo largo del día. Recorriendo la geografía de Buenos Aires o parte de ella. Los objetos son la imagen brillante de Vera.