viernes, 30 de marzo de 2012

Izquierda democrática e izquierda revolucionaria. Apuntes para el debate



Por Eduardo Castilla y Javier Musso

Hace unas semanas salió publicada en la revista Deodoro, editada por la UNC, un artículo titulado Plataforma 2012, Carta Abierta y después: algunas notas.  En la misma, se da cuenta, desde una óptica claramente oficialista, de los distintos reagrupamientos que existen a nivel intelectual. La nota aborda, entre otros temas, la contraposición entre izquierda democrática e izquierda revolucionaria, dentro de la cual se hallaría la corriente de intelectuales que se agrupa alrededor del FIT. Dicho sea de paso, el autor nombra a uno de los intelectuales marxistas más importantes de la actualidad, Eduardo Grüner, pero omite decir que es un activo participante de esa Asamblea.
Queremos centrar esta nota en el aspecto antes mencionado ya que nos parece central: la dicotomía entre una “izquierda democrática” (dentro de las que se hallarían Carta Abierta y Plataforma 2012) y la izquierda clasista (revolucionaria) con un discurso “adoquinado”, expresada por ejemplo en nuestro partido y en la Asamblea de intelectuales de apoyo al FIT.

Ecos del pasado


El autor de la nota no aporta nada nuevo a un debate que vuelve a emerger entre la autodefinida “Izquierda democrática” y la izquierda revolucionaria, agrupada en los partidos trotskistas. Este debate tuvo un punto central a fines de los años 70 y principios de los 80, cuando un sector importante de los intelectuales exiliados, decidió “abandonar” el “modelo insurreccional” y reemplazarlo por la estrategia de la “radicalización de la democracia”.
Fue en estos años que, por ejemplo, Oscar del Barco escribió que “el punto de partida de este trabajo lo constituye el reconocimiento del fracaso de la revolución rusa”. Años después, Aricó en La Cola del diablo enunció que “el reconocimiento de la derrota (…) nos obligó a pensar en otras formas de acción (…) capaces de conjugar política y ética, realismo y firmeza social” (Pág. 25) para luego agregar que “las elaboraciones de Gramsci forman parte de nuestra cultura y constituyen un patrimonio común de todas aquellas corrientes de pensamiento democráticas y reformadoras del continente” (Pág. 84)
Ubicados desde esa lógica, los ex integrantes de la revista Pasado y Presente, fueron parte activa de esta “revalorización de la democracia”. En Argentina, encontraron al “sujeto” de esas “transformaciones” en el alfonsinismo. La historia nos confirma en que terminaron esas ilusiones: Ley de Obediencia Debida, Punto Final, represión y asesinatos en los saqueos del hambre, entre otras “conquistas”. La izquierda democrática, nacida de la renuncia a las ideas de la revolución social, terminó en las “trincheras” del estado burgués, justificando el accionar del gobierno radical.

Democracia y consenso

El “fracaso” de la izquierda revolucionaria o clasista viene a ser, para estos sectores, su no reconocimiento de las bondades del régimen democrático burgués. La no valoración de la posibilidad de votar y elegir representantes para la dirección de la vida social. Al respecto, Perry Anderson ha señalado en Las antinomias de Antonio Gramsci que “La particularidad del consentimiento histórico conseguido de las masas en las modernas formaciones sociales capitalistas no se puede encontrar de ningún modo en su simple referencia secular o en su temor técnico. La novedad de este consenso es que adopta la forma fundamental de una creencia por las masas de que ellas ejercen una autodeterminación definitiva en el interior del orden social existente. No es, pues, la aceptación de la superioridad de una clase dirigente reconocida (ideología feudal), sino la creencia en la igualdad democrática de todos los ciudadanos en el gobierno de la nación (…) El consentimiento de los explotados en una formación social capitalista es, en este caso, de un tipo cualitativamente nuevo que ha dado lugar sugestivamente a su propia extensión etimológica: consenso o acuerdo mutuo” (resaltado propio)
En esa posibilidad de construcción de consenso alrededor de la creencia de que las masas ejercen una autodeterminación al interior del sistema, radica la fortaleza del régimen democrático burgués. No por algo Lenin la definió como el “envoltorio más dulce del capital”. Bajo la igualdad formal se esconde la desigualdad real que se expresa en que el verdadero control de la sociedad se halla en manos de los grandes grupos económicos. Las leyes consagran su dominio y la expropiación de las verdaderas decisiones de manos de las masas.
El régimen de la democracia capitalista puede sostener la apariencia de una igualdad formal mientras las contradicciones sociales y económicas no se agudizan. Pero cuando esto ocurre, la esencia del estado empieza a desplazar su apariencia. La experiencia actual en Europa puede servir de ejemplo para mostrar la dinámica que adquiere el régimen democrático burgués en momentos de crisis social, política y económica. El representante del “conjunto de la sociedad” se transforma en el gerenciador de los negocios capitalistas, el aplicador de ajustes contra las masas pobres y la clase trabajadora. Su “rol neutral” desaparece para dejar paso a una clara parcialidad a favor de los grandes bancos y empresas financieras, salvadas a costa de la miseria de la mayoría de la población. Incluso, el voto, último reducto de esta concepción ideológica, muestra su nulidad en Grecia y en Italia donde, virtualmente, asistimos a golpes de estado de los grandes grupos financieros y a la instalación de verdaderos tecnócratas al servicio de los mismos. Estos procesos devienen en la crisis y deslegitimación del mecanismo del voto, dando lugar a la emergencia de tendencias sociales diferenciadas, tanto hacia la izquierda como hacia la derecha.

Ni “izquierda” ni “democrática”

Así como los ex Pasado y Presente fracasaron en su proyecto de “radicalizar la democracia alfonsinista” hoy asistimos a una crisis de la intelectualidad K en su intento de “profundizar el modelo”. Los intelectuales agrupados en Carta Abierta, Argumentos y otras variantes ligadas al kirchnerismo se sirven de crecientes malabares para justificar su defensa de un gobierno que viene girando a la derecha desde hace ya más de un año. Cada vez les es más necesario acomodar la realidad política y conceptual a los esquemas preexistentes de defensa del modelo K.
Frente a cada hecho de la realidad, los intelectuales agrupados en Carta Abierta y otros sectores, más allá de denuncias parciales, han estado a la derecha en sus respuestas. Ante la emergencia de los problemas estructurales (como los que se expresaron en la masacre de Once y la defensa de lo “actuado” en ese momento, o en el discurso contra los docentes) han centrado sus intervenciones en la defensa del gobierno. Lejos de una denuncia abierta sobre las condiciones en las que viaja la enorme mayoría de la población trabajadora, los intelectuales de este espacio han avalado al gobierno.
Esta intelectualidad “nac&pop” también ha estado a la derecha en la “cuestión nacional”. No sólo por el tibio discurso ante la problemática de las Islas Malvinas, donde el discurso antibritánico va de la mano de garantizar los intereses de importantes multinacionales en el país. A eso le podemos adicionarla aceptación de la influencia del GAFI a través de la presión en función de la Ley Antiterrorista o la aceptación de la relación de la Gendarmería con la DEA como lo denuncia el mismo Horacio Verbitsky.
Pero además, la emergencia de los problemas estructurales implica, del lado del gobierno, el crecimiento de la criminalización de la protesta social. Lo vemos con la Ley Antiterrorista, el espionaje de Proyecto X y la represión en las provincias. Frente a esto, la intelectualidad agrupada en la llamada izquierda kirchnerista, a pesar de denunciar puntuales, también ha avalado esas medidas con su inacción. No basta con un discurso o unas palabras cada tanto contra alguna política del gobierno. No conocemos la actividad sistemática de esta “izquierda democrática” destinada a lograr la anulación de la Ley Antiterrorista o el desprocesamiento de los miles de luchadores obreros y populares. No la conocemos porque no existe.
Así, la “izquierda democrática”, igual que sus antecesores de Pasado y Presente, termina del lado del estado burgués, avalando sus políticas y justificando el aumento de las medidas represivas. Muy lejos de la izquierda y muy lejos de lo democrático.

El espacio intelectual y la izquierda trotskista

En un post de hace unos días señalamos que Diego Tatián hacía un “uso político” de la reseña de “Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo”. Tanto la reseña de Tatián como la nota que criticamos aquí, tienen en común un intento de descalificar las ideas trotskistas. Tatián lo hace mediante el uso de la falsa contraposición que Aricó establece entre Trotsky y Lenin en el libro reseñado.
Lejos estamos de presenciar una causalidad. Las corrientes trotskistas agrupadas en el FIT vienen siendo un actor esencial de la realidad política nacional, derribando el viejo discurso de que, a la izquierda del kirchnerismo, está la pared. Por el contrario, la izquierda viene de protagonizar una muy buena elección en el año 2011, derrotando la proscripción que quería llevar adelante el gobierno nacional.
Pero además se halla en el centro de la escena por ser parte activa de la oposición social, como se evidencia en las luchas obreras, en la denuncia de la masacre de Once y la responsabilidad del gobierno o en la persecución específica que se ejerce sobre los delegados, dirigentes y activistas como, por ejemplo, los integrantes de la Comisión Interna de Kraft. De ahí que los discursos sobre la “marginalidad” de la izquierda” atrasan cada vez más y sirven para justificar el apoyo a un gobierno en franca derechización.  
Un aspecto esencial de ese nuevo espacio se expresa en la Asamblea de Intelectuales que apoya al FIT. Como señala Hernán Camarero en esta entrevistaEl espacio potencial, las posibilidades de interpelar y de organizar desde nuestra Asamblea desde los planteos de la izquierda revolucionaria, son aún más grandes, porque el desgaste y el desprestigio del gobierno será creciente, y las diferentes expresiones de la “oposición” no tienen mucha consistencia, y estos dilemas y debilidades se proyectarán a sus agrupamientos intelectuales. Por eso, creo que es necesario hacer un fuerte relanzamiento de la Asamblea.”
Como se mostró esta semana, en las movilizaciones del 24 de marzo, la izquierda ganó Plaza de Mayo, pero además marchó en todo el país como un polo de la oposición política al gobierno nacional, frente a las ubicaciones completamente subordinadas de la llamada izquierda K  y algunos organismos de DDHH.
Hace unos días Manolo Romano escribía acá sobre el resurgimiento de la idea de una “izquierda insurreccional”. Frente a los límites que muestra el proyecto que se define como “izquierda democrática”, los debates que intentamos llevar adelante aquí van en el camino de construir una izquierda capaz de actuar ante los momentos convulsivos de la lucha de clases que el futuro proyecta sobre Argentina y empieza a mostrar claramente hoy en Europa y el norte de África. 


Santa Juana (Hernán Aragón)

Reposteamos a el violento oficio de la crítica con este muy buen texto de Hernán Aragón



Bernard Shaw escribió, en 1923, “Santa Juana”: la historia de la “Doncella” que se convirtió en soldado - vestía como tal - y por designio de Dios y Santa Catalina tenía encomendado liberar a Francia de los invasores ingleses.
Juana además de ser una joven campesina, era por sobre todas las cosas un mal ejemplo, una figura revulsiva para la moral, las leyes y convenciones de la Edad Media. Todas las épocas tienen las suyas.
Acusada por la iglesia católica de herejía, brujería y hechicería, fue quemada en la hoguera a la edad de solo 19 años. La particularidad del caso es que a favor de su ejecución estuvieron de acuerdo tano las autoridades inglesas como francesas, es decir el clero, los nobles y los jefes militares de ambos países.
La tragedia es mayor porque, a pesar de infundirle moral a una Francia en ruinas, dirigir a su ejercito a liberar a la sitiada Orleans y coronar a Carlos - el delfín - en la catedral de Reims (Notre-Dame de Reims), Juana de Arco estaba sola. 
Pero la historia no se agota con su crimen infame. En 1456 la Iglesia la rehabilita de todos los cargos, la designa venerable en 1904, la declara beata en 1908 y finalmente la canoniza en 1920.
En el final de la obra de Bernard Shaw, Juana se reúne con el rey Carlos, con sus verdugos y con quienes, de una u otra manera, la traicionaron. Todos ellos le lloran arrepentimiento. En ese momento ingresa un oficial de la iglesia con la misiva de que Juana acaba de ser canonizada. La adulación de todos los presentes se vuelve inmensa. Con la inocencia que la caracterizaba, Juana les dice algo más o menos así: “- Oh, si ahora soy una santa, entonces puedo hacer milagros. Y si puedo hacer milagros, puedo resucitar. ¿Creen ustedes que debería hacerlo?”
Cauchon, obispo francés, le responde que es mejor que siga muerta, porque los ojos del mundo aún no han aprendido a diferenciar entre los santos y los herejes.
Todos, cada cual con una excusa pertinente, se retiran y Juana vuelve a quedarse sola.
Se acaban de cumplir 36 del golpe genocida. ¿Por qué la “Santa Juana” se vuelve tan presente? ¿Por qué su rostro se confunde con la imagen de algún desaparecido? Será tal vez porque los Cauchon que besaron la cruz de quien antes habían mandado a quemar, abundan por todos lados.
36 años no pueden compararse con los casi cinco siglos que a Juana le costó convertirse en santa. A 36 años los leños de la hoguera aún siguen humeantes, por más que algunos que convierten los patíbulos en museos de la memoria se esfuercen soplándolos.
Las analogías son, por cierto, intencionadas. Si Juana en vez de nacer en 1412 lo hubiese hecho en 1957 no hubiese sido una hereje, sino una sucia trotskista, una guerrillera de mierda o una subversiva a la que era preciso eliminar.
Juana miró con escepticismo cuando un ex presidente descolgaba el cuadro de uno de sus inquisidores. Desde entonces, el nombre de la doncella estuvo en todos los actos y ceremonias, recibió ofrendas y hasta se juró por el. Pero Juana parece haber comprendido que los partidos de la burguesía solo pueden hacer canonizaciones parciales y que si erigen estatuas, lo hacen solo para dilapidar su contenido heroico. Ante todo el terror al fuego liberador. No sea caso que alguien quiera volver a prender la mecha.
Si no fuera así, pensemos sino qué sucedería si Juana y los 30.000 desaparecidos se presentaran hoy ante las autoridades gubernamentales y preguntaran con la inocencia de la campesina guerrera: ¿”y si resucitamos?”  

domingo, 25 de marzo de 2012

A 36 añosdel golpe: el (re)descubrimiento de la "izquierda insurreccional"




A partir de algunas repercusiones que ha tenido la película Memoria para Reincidentes, está (re)apareciendo un concepto nuevo (a escala de un público amplio) en el debate actual de la historia de los 70 que puede influir ideológicamente los próximos años de la izquierda en la Argentina. El periodista David Blaustein, partidario del kirchnerismo señaló, al comentar la película, que "Los procesos de la izquierda revolucionaria, la izquierda insurreccional, se van a convertir en un material absolutamente imprescindible”.

Años atrás, cuando la crisis orgánica carcomía el final del gobierno de Menem y desde el inicio del de De la Rua, se abrió una disputa cultural entre "tres relatos" de lo sucedido en los ‘70. Al de los propios militares que, en su cara más benigna, hablaban de “errores y excesos” en el marco de una “guerra contra la subversión apátrida”, y al ya desgastado discurso alfonsinista de “la teoría de los dos demonios”, se agregó un tercero que se diferencia de los anteriores en reivindicar la militancia revolucionaria.
Sin embargo, esta última visión que podríamos llamar de un “setentismo ligth”, adoptado por un sector afín al kirchnerismo después del 2001, ponía en un plano muy secundario la acción de la clase trabajadora y su tendencia a la insubordinación al régimen burgués que recorrió todo el período abierto con el Cordobazo hasta el golpe militar.
Los trotskistas del PTS dimos una batalla en este “frente ideológico”, como lo llamaba Engels, ante las falsas interpretaciones históricas, desde lo que llamamos un “cuarto relato”. No porque creamos que de relatos se trata la historia, sino en el mismo sentido que Trotsky debatió sobre “tres concepciones de la revolución rusa” luego del ensayo revolucionario de 1905. Sobre nuestro ensayo revolucionario de los ‘70, planteamos que el  trasfondo y motor del proceso 69-76, fue la Insurgencia Obrera.

En esta nueva etapa, no es casual que se comience a reconsiderar el protagonismo de “la izquierda insurreccional” en los 70. Hace rato que la izquierda K y sectores aledaños, en su acompañamiento al giro derechista de Cristina, dejó de coquetear con un discurso que reivindique la militancia de la izquierda guerrillera, y más en general, a todo cambio social por la vía de la violencia revolucionaria para obtener los ideales “setentistas”.
Ya en el Luna Park del 2010, cuando la presidenta fue oradora excluyente en el acto de las juventudes kirchneristas, se reivindicó una “sociedad policlasista” firmando así la partida de nacimiento de La Cámpora que surge, en realidad, como "La Solano Lima" conservadora del statu quo de la dominación capitalista y aportando para ello funcionarios en la burocracia estatal.

En el presente de incertidumbre capitalista por la crisis internacional y de declive de un gobierno que ya agotó “sus relatos” por izquierda, se abre una brecha para pasar a una ofensiva ideológica.
Ya no se trata de oponer defensa a los discursos dominantes, sino de hacer emerger un discurso revolucionario capaz de ganar las mentes de decenas de miles. Mientras que para las nuevas generaciones el Che Guevara es poco más que un poster luego de la derrota del proyecto guerrillerista, la potencialidad revolucionaria de clase obrera sigue latente. Como comentan algunos trabajadores que vieron la película: "si ya pasó, puede volver a suceder". 
Aquella "izquierda insurreccional" de la clase obrera que tendencialmente se expresó en los ‘70 como fenómeno político social, en los "azos" del período, no se terminó de abrir paso como un partido con influencia decisiva ante los convulsivos acontecimientos de la lucha de clases que pudiera superar la estrategia predominante de los aparatos guerrilleristas y la loza del peronismo y su burocracia sindical en el grueso de  la clase obrera, antes que el golpe militar asestara su derrota.
Está planteada actualmente la oportunidad de una ofensiva ideológica que alimente, en esta nueva etapa, la preparación militante de la organización de un partido revolucionario.




viernes, 23 de marzo de 2012

Apuntes sobre “Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo” (libro de Aricó recientemente publicado)


Este post surgió de un mail que el amigo Fernando Rosso nos mandó a los cordobeses a propósito de la nota que se publica acá. Allí Diego Tatián, actual decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC hace una reseña del libro “Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo”, de José María Aricó, editado hace pocos meses por FCE.
En la reseña Tatián escribe sobre Aricó que éste “recupera el concepto leniniano de “formación económico-social” (particularmente agudas las páginas de la lección sexta en las que contrapone esta noción de Lenin a la de “revolución permanente” que Trotsky había acuñado inspirado en Parvus), y promueve un marxismo como estudio de singularidades sociales, a contrapelo del dogmatismo con el que se confronta”.
Tenemos que decir que Tatián se quedó corto en su reseña, porque debería haber agregado que Aricó “recupera” no sólo este concepto, sino que incluso repite, con pequeñas modificaciones, muchos de los viejos argumentos estalinistas dirigidos contra Trotsky y la Teoría de la revolución permanente. En este aspecto el hijo dilecto de los “gramscianos argentinos”, por lo menos en esta Lección, no aporta nada distinto a sus ex camaradas del PC.  En esta misma sección no dejamos de hallar definiciones verdaderamente sorprendentes que bien, hacen gala de un enorme desconocimiento histórico o, por el contrario, se tratan de una falsificación consciente de las cosas. 

Rusia y Europa

Según Aricó “el análisis de Trotsky presuponía una sobrevaloración de la capacidad revolucionaria del proletariado europeo. Subordinar la posibilidad del triunfo del movimiento socialista a la capacidad de extensión del movimiento revolucionario ruso a la socialdemocracia europea (…) era no comprender el nivel, el grado de conciencia, de organización, de consistencia de este proletariado” (pág. 200)
Agrega que esto “establecer sin discusión la dependencia de la revolución con respecto a la situación internacional, estableció un límite fundamental en la medida en que el resultado de la revolución e convertía en un interrogante” (pág. 201)
Aricó quiere mostrar un contrapunto entre Trotsky y a Lenin. A tal extremo llega que acerca de Lenin escribe “nunca confió en que una revolución externa pudiera determinar la suerte de la revolución interna. Este pensamiento siempre estuvo ausente del horizonte mental de Lenin” (pág. 203). Esta afirmación se choca contra la tradición histórica del marxismo revolucionario ruso. Repite el viejo argumento, un tanto modificado, de que Trotsky no confiaba en las fuerzas internas del proletariado ruso para edificar el socialismo. Argumento que el estalinismo va a reiterar constantemente a partir de 1924, cuando surge la teoría del socialismo en un solo país, aunque tenemos dudas sobre si los “teóricos” del estalinismo llegaron tan lejos en su negación del pensamiento de Lenin como lo hizo Aricó.
En Lenin, hay una continuidad entre la revolución rusa y la revolución europea. En el Informe sobre la revolución de 1905, Lenin escribía “la revolución rusa sigue siendo un prólogo de la futura revolución europea. Es indudable que esta futura revolución solo puede ser una revolución proletaria (…) no nos debe engañar el silencio sepulcral que ahora reina en Europa. Europa está preñada de revolución” (A propósito de las consignas. Ed. Anteo, Pág. 36). El resaltado del propio Lenin, intenta mostrar la continuidad entre ambos procesos.
Pero al mismo tiempo, establecía una dependencia entre la revolución rusa triunfante y sus posibilidades de sostenerse frente a la presión del imperialismo mundial. A principios de 1918, decía “El hecho de que estemos atrasados nos ha empujado hacia adelante, y pereceremos sino sabemos resistir hasta el momento en que encontremos el poderoso apoyo de los obreros insurrectos de los otros países” (Lenin, Obras Escogidas. Ed. Cartago)
Como relata, E.H. Carr, durante las negociaciones de Brest-Litovsk, ante el aval de Zinoviev y Stalin a su posición, “Lenin rechazó el apoyo que le viniese basado en cualquiera de esos dos argumentos. Existía “un movimiento de masas en “Occidente”, aunque la revolución no había comenzado aún y si los bolcheviques cambiaban su táctica contando con ella “traicionarían al socialismo internacional”. Por otro lado, si Zinoviev tenía razón y si “el movimiento germánico es capaz de desarrollarse inmediatamente en el caso de una ruptura de las negociaciones de paz, habremos de sacrificarnos, puesto que la revolución alemana será mucho más poderosa que la nuestra” (citado en Cómo se armó la revolución, pág. 30-31, resaltado propio).
Contraponer a Lenin y Trotsky en este aspecto es la falsificación más lisa y llana de la historia. El profundo realismo político de Lenin que lo lleva a insistir en la firma inmediata de la paz, no se puede confundir con un pensamiento socialista nacional, que considerara que la revolución rusa era pasible de triunfar y desarrollarse en los marcos del retroceso de la revolución mundial.

Campesinado y proletariado

Como si no hubiera pasado la historia, Aricó repetirá los argumentos estalinianos cuando escribe “Otra cosa que preocupaba a Lenin, y que no percibía Trotsky, era la falsedad del argumento según el cual el campesinado no podía conformar su partido político, pues existía en Rusia un partido que expresaba las pasiones del campesinado: el partido socialista revolucionario” (pág. 204).
La "falsedad" de la afirmación de Aricó reside en que Trotsky planteaba “que los partidos pequeño burgueses con una base campesina pueden acaso asumir una apariencia de política independiente en los días pacíficos de la historia (…) cuando la crisis revolucionaria de la sociedad pone a la orden del día los problemas fundamentales de la propiedad, el partido pequeño burgués campesino se convierte en un instrumento de la burguesía contra el proletariado” (La Revolución Permanente)
Pero además, la historia enseña que, en la cuestión relativa al problema campesino, Trotsky “tuvo razón” contra Lenin. En el pensamiento de éste, hay un giro importante tras la revolución de Febrero. Todo aquel que haya leído la historia de la revolución rusa, conoce este cambio que se expresará en las Tesis de Abril y que implicará una dura pelea política contra los “viejos bolcheviques” que defendían la fórmula de “dictadura democrática de obreros y campesinos”.
Que Lenin revisó su propia visión no es un secreto. Si Aricó no lo sabía (algo realmente dudoso) Tatián debería saberlo. En las Tesis de Abril se señala “La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado (…) Reconocer que, en la mayor parte de los Soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeñoburgueses y oportunistas -sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado-, desde los socialistas populares y los socialistas revolucionarios hasta el Comité de Organización”(resaltado propio). La formulación de Lenin es “permanentista” y señala claramente que los partidos que expresan “las pasiones” del movimiento campesino están subordinados a los que expresan los intereses de la burguesía en plena revolución.

De Lenin a Mao

La contraposición entre Lenin y Trotsky sobre el problema campesino (que por otro lado Trotsky contesta en La Revolución Permanente, libro que Tatián y Aricó deberían haber leído) sirve al fundador de Pasado y Presente para justificar su apoyo al maoísmo. Afirma “Lenin reconsidera el problema del movimiento campesino y se ubica ante las puertas de un tema cuyo reconocimiento habrá que esperar hasta la Revolución china. Sólo entonces se verá con claridad que no es verdad que el movimiento campesino no tenga potencialidades propias, que necesite imprescindiblemente de la presencia física del proletariado” (pág. 206)
Sobre la estrategia del maoísmo hemos escrito recientemente acá y acá marcando los límites de la conquista del poder por parte de una guerrilla con base campesina, tanto en el plano de la revolución socialista como tal como en el plano del internacionalismo proletario. Sobre el marxismo de Aricó (y el de la corriente Pasado y Presente) se pueden consultar estos dos muy buenos artículos de Juan Dal Maso y Ariane Díaz.
En otro post discutiremos el “uso político” que Tatián hace de esta falsa contraposición entre Trotsky que Aricó establece entre Trotsky y el análisis más concreto de Lenin de la formación social rusa. En este post volcamos las primeras impresiones surgidas al leer el capítulo. 


jueves, 8 de marzo de 2012

¡FELIZ DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA!

En el día internacional de la mujer trabajadora, le robo este texto a mi amiga Andrea D'Atri como homenaje a todas las compañeras que lucharon, luchan y lucharan contra todas las formas de opresión y explotación 

¡FELIZ DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA!

 

La participación de las mujeres en la Comuna de París

Versión en castellano de la ponencia presentada en el evento nacional a 140 años de la Comuna de París, organizado por la Universidade Federal da Fronteira Sul (Chapecó - Brasil)

Desde mediados del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, junto a la producción artesanal, se expande en Europa la modalidad del trabajo a destajo efectuado fundamentalmente por las mujeres en sus propios hogares, y se desarrolla rápidamente la industria textil. Esta tendencia a la proletarización de las mujeres convirtió a la “mujer trabajadora” en una figura problemática, que cuestionaba la idea de feminidad de la ideología patriarcal dominante y planteaba un dilema entre el “deber ser” de su feminidad y el trabajo asalariado. Surgía así, con la figura de la “mujer trabajadora”, una oposición antagónica entre el hogar y la fábrica, la maternidad y la productividad, los valores tradicionales y la modernidad que imponía el capital.
La figura de la “mujer trabajadora” da lugar a profundos debates entre quienes defendían su derecho a la inclusión en la producción social y quienes desestimaban esta participación con alegatos que se basaban en posiciones tanto libertarias como profundamente sexistas.
Marx y Engels entienden que oponerse a la incorporación de las mujeres a la producción social, invocando los males que acarrea para su existencia, es utópico: el desarrollo industrial arrasa con todas las costumbres y valores existentes; las mujeres y los niños son incorporados a la producción, mal que les pese a los moralistas conservadores y a los socialistas pequeñoburgueses. Por eso, ante la inevitable incorporación de las mujeres a la fuerza de trabajo explotada por el capital, reclaman su participación en las organizaciones obreras, su incorporación a las filas proletarias para que no sean sólo carne de explotación, sino también sujetos conscientes en la lucha por su liberación. De allí que, a pesar de la oposición de las corrientes anarquistas, propugnaron la organización de la Sección Femenina de la Asociación Internacional de los Trabajadores, bajo la dirección de Elizabeth Dimitrieff, quien luego fuera enviada como representante a la Comuna de París, expresando la solidaridad del movimiento obrero organizado.
Muy a la inversa del anarquista Proudhon, también de la I Internacional, quien manifestaba sus prejuicios pequeñoburgueses cuando consideraba “funestos y estúpidos todos nuestros ensueños sobre la emancipación de la mujer; le niego toda clase de derecho e iniciativa políticos; creo que para la mujer, la libertad y el bienestar consisten únicamente en el matrimonio, la maternidad, los trabajos domésticos, la fidelidad al esposo, la castidad y el retiro.” Proudhon, también sostenía que la mujer tenía sólo dos destinos posibles: ama de casa o prostituta y por eso se oponía a la incorporación de las mujeres a la producción. Cuando la costurera francesa Jeanne Déroin propuso presentarse como candidata a las elecciones de 1849, Proudhon la declaró no apta, alegando que los órganos que las mujeres poseen para alimentar a los bebés no las hacen apropiadas para el voto. Jeanne Déroin le respondió pidiéndole que le mostrara el órgano masculino que le permitía votar.
Para la época de la Comuna, en Francia, las mujeres ya tenían una larga tradición de participación en luchas revolucionarias. En 1789, durante la Gran Revolución Francesa, las mujeres de la burguesía habían asumido reivindicaciones políticas y derechos civiles, mientras las mujeres de los barrios populares desempeñaban un papel destacado en las movilizaciones contra la escasez y la carestía.
Fueron estas primeras revueltas contra el hambre y la participación en las luchas revolucionarias las que posibilitaron a las mujeres de los sectores populares la experiencia de la acción social y política colectiva, rompiendo con el aislamiento del hogar.
Junto con la crítica ilustrada de un sector de mujeres burguesas e instruidas, a una política masculina y burguesa que excluía de los derechos civiles a las propias mujeres de la clase dominante, serán experiencias que no transcurrirán en vano y así se demostrará en el transcurso del siglo XIX.
Años más tarde, durante la Primavera de los Pueblos de 1848, se destaca la presencia de trabajadoras, inspiradas en ideas socialistas y comunistas, que sostienen la igualdad para las mujeres y la asocian con la emancipación de clase, con la superación del orden existente.
En aquellos tiempos, regía en Francia el Código Civil napoleónico, uno de los instrumentos burgueses más restrictivos del status social femenino, ya que despojaba a las mujeres de cualquier derecho, sometiéndolas enteramente al padre o al marido. No reconocía las uniones consensuadas y los hijos que nacían de esas relaciones eran considerados bastardos. Las mujeres estaban privadas del derecho al voto, mientras las trabajadoras sufrían, además, la explotación en condiciones de vida miserables. El código establecía que las mujeres eran propiedad del marido y que su rol social era exclusivamente el de ser madres.
Pero esa experiencia en la lucha de clases de Francia fue un bagaje revolucionario para las mujeres que, en 1871, ven en la Comuna la posibilidad de conquistar una república social con igualdad de derechos.

Como se sabe, en 1870, el emperador Napoleón III había arrastrado al país hacia una guerra contra el poderoso ejército prusiano. Cuando las noticias de la derrota francesa llegaron a París, el emperador abdica y se funda la república, creándose un gobierno de defensa nacional, al tiempo que Prusia iniciaba el sitio de la capital francesa. Miles de parisinos formaban, entonces, la milicia de la Guardia Nacional, donde algunos batallones formados mayoritariamente por obreros, elegían a sus propios oficiales. Cuando en marzo de 1871, la Asamblea Nacional aprueba una paz humillante, la Guardia Nacional no acepta el desarme.
El 18 de marzo de 1871, las mujeres fueron las primeras en dar la alarma de que las tropas del gobierno intentaban retirar los cañones de las colinas de Montmartre y desarmar París. Se pusieron delante de las tropas e impidieron que los cañones fueran retirados, llamando al proletariado y a la Guardia Nacional a defender la ciudad. Así se inició, hace 140 años, la gesta heroica del proletariado parisino: la Comuna de París. La comunera Louise Michel relata: “Bajé la colina, con mi carabina bajo la capa, gritando ‘¡Traición!’. Pensábamos morir por la libertad. Nos sentíamos como si nuestros pies no tocaran el suelo. Muertos nosotros, París se habría levantado. De pronto ví a mi madre cerca mío y sentí una angustia espantosa; inquieta, había acudido, y todas las mujeres se hallaban ahí. Interponiéndose entre nosotros y el ejército, las mujeres se arrojaban sobre los cañones y las ametralladoras, los soldados permanecían inmóviles. La revolución estaba hecha.”
La Asamblea Nacional, ante la rebeldía de su propio ejército y el pueblo de París, se trasladó a Versalles con el objeto de someter, desde allí, a la capital rebelde. La rebelión del pueblo de París instauró entonces un poder revolucionario comunal y exhortó al resto de los municipios franceses a imitar su ejemplo y a unirse en una federación.
Izando una bandera roja en el mástil del ayuntamiento, este primer gobierno obrero y popular de la historia, en poco tiempo, decretó la separación de la Iglesia del Estado y declaró de propiedad nacional todos los bienes de la Iglesia, la revocabilidad de todos los cargos de gobierno, la obligación de que los parlamentarios no cobraran más que el salario de un trabajador; suprimió el ejército regular y le contrapuso el pueblo en armas, condonó los pagos de alquileres adeudados por los inquilinos y proclamó la igualdad de derechos para las mujeres. La Comuna fue un ejemplo brillante de cómo el proletariado puede cumplir las tareas democráticas que la burguesía sólo puede declamar.
Mientras tanto, el poder ejecutivo aceleró el ataque contra los rebeldes bajo la mirada de aprobación de los prusianos. La resistencia de la gloriosa Comuna de París sólo pudo quebrarse después de semanas de sangrientas luchas que concluyeron con atroces represalias y costaron miles de vidas, siendo una de las represiones más crueles que registra la historia. Murieron más personas durante la última semana de mayo que durante todas las batallas de la guerra Franco-Prusiana, y más que en ninguna masacre anterior de la historia francesa.
Valerosas mujeres participaron ardientemente de la Comuna, empuñando las armas, resistiendo contra las tropas francesas y de los prusianos, hasta que la derrota les impuso la muerte en combate, o las deportaciones y los fusilamientos.
Las mujeres, como lo hicieron siempre en todos los combates de la historia, hicieron uniformes, atendieron a los heridos, proporcionaron el abastecimiento a los soldados. Miles de mujeres cosían las bolsas para la construcción de barricadas. En corto tiempo, también crearon cooperativas y sindicatos; participaron de clubes políticos, reivindicando la igualdad de derechos y crearon sus propias organizaciones, como el Comité de Mujeres para la Vigilancia, el Club de la Revolución Social y la Unión de Mujeres para la Defensa de París, fundada por miembros de la Primera Internacional, influenciados por el pensamiento de Karl Marx.
Pero, además, en la Comuna, por primera vez, alrededor de tres mil mujeres, trabajaron en fábricas de armas y municiones, construyeron barricadas y recogieron las armas de los caídos para seguir el combate y formaron un batallón femenino de la Guardia Nacional, integrado por 120 mujeres que luchó en las barricadas de París durante la última semana de resistencia de la Comuna, cuando todas perecieron en el combate.
Eran trabajadoras, mujeres de los barrios populares, pequeñas comerciantes, maestras, prostitutas y “arrabaleras”. Estas mujeres se organizaron en clubes revolucionarios como el Comité de Vigilancia de las Ciudadanas o la Unión de Mujeres para la Defensa de París, de la misma manera que lo habían hecho anteriormente las mujeres en la Revolución Francesa de 1789. Pero a diferencia de las mujeres que participaron en la Gran Revolución, esta vez, las que así lo quisieron contaron con las armas que los proletarios parisinos no les negaron empuñar, como sí lo habían impedido los revolucionarios burgueses.
En los primeros días de abril, los diarios publicaban una convocatoria en la que se les pedía a las parisinas apoyar el combate de sus maridos y hermanos y también tomar las armas ellas mismas. Era la convocatoria de Elizabeth Dmitrieff, representante de la Primera Internacional enviada a París, que llamaba a poner en pie comités de mujeres en todos los distritos y formar la Unión de Mujeres por la Defensa de París. Esta organización reclamaba al poder comunal un espacio de reunión y dinero para publicar panfletos. La Unión de Mujeres organizó numerosas asambleas públicas, sus comités organizaban la provisión de víveres, enviaban ambulancias y atendían a los heridos.
Cuando el gobierno de la Comuna decretó que los talleres abandonados debían transformarse en cooperativas de trabajadores, la Unión de Mujeres reclamó la participación de las trabajadoras: “Unión de Mujeres exige a la Comisión de Trabajo y Comercio de la Comuna, organizar y repartir nuevamente el trabajo de la mujer en París y encomendar al comité central el armamento militar. Sin embargo, ya que este trabajo no alcanza para la masa de trabajadoras, el comité central exige además otorgar a las Asociaciones Productivas la suma de dinero necesaria para reactivar las fábricas y talleres que los burgueses dejaron y que abarcan ocupaciones esencialmente llevadas a cabo por mujeres”.
Entre las mujeres del Club de la Revolución brilla el nombre de Louise Michel. Había nacido en 1830, era la hija natural de una sirvienta parisina; pero recibió educación y se convirtió en maestra. En su graduación, se negó a jurar fidelidad al Imperio y se vio obligada a fundar una escuela libre para poder ejercer la docencia. Conforme a sus convicciones, abogó por la enseñanza profesional y la creación de orfanatos laicos, algo que en aquella época resultó una innovación difícil de aceptar.

El 21 de mayo, las tropas comandadas por Versalles, ingresan a París dando comienzo a la Semana Sangrienta. Los testimonios de la época, cuentan que cuando cayó la Comuna las mujeres, enfurecidas por la masacre, golpeaban a los oficiales y luego se lanzaban contra las paredes esperando ser fusiladas. La dueña de un restaurante enfrenta un juicio por haber saqueado un comercio de estatuas para iglesias, con el propósito de armar una barricada. “¿Usó usted las estatuas de los santos para alzar una barricada?”, preguntó el juez. “Sí, es verdad. Pero las estatuas eran de piedra y quienes morían eran de carne”, respondió la comunera.
De estos días data la leyenda de las incendiarias: aunque las investigaciones difieren en afirmar si los incendios que ocurrían en diversos puntos de la ciudad eran provocados por las fuerzas contrarrevolucionarias o si eran las mujeres que resistieron hasta el último día en las barricadas las que prendían fuego a París, fueron ellas las que pagaron con deportaciones, cárcel y su propia vida, pasando a la historia como las incendiarias. La República se propuso acallarlas.
En París, los obreros y obreras resistieron el salvaje y vergonzoso ataque del ejército comandado por la burguesía francesa, con quien colaboró el enemigo prusiano, liberando a los prisioneros de guerra para que pudieran alistarse y combatir contra el propio proletariado francés en armas.
Las mujeres y hombres de la burguesía que huyeron de París ante el poder obrero que se levantaba amenazante de sus privilegios de clase, colaboraron como agentes e informantes del gobierno represor.
Finalmente, cuando sobrevino la derrota de los heroicos comuneros, las mujeres de la burguesía retornaron a sus hogares y se pasearon por las calles de París, con regocijo por el regreso del “orden”, mojando –como lo muestran algunos grabados de la época- la punta de sus sombrillas en la sangre todavía fresca de aquellos hombres y mujeres que, trágicamente, se convirtieron en mártires.
Louise Michel se presenta ante los jueces pidiendo para sí la muerte. Al igual que sus hermanos de clase, reivindica morir en el Campo de Satory donde, en la noche del 27 de mayo, millares fueron masacrados por las tropas de Versalles. Mantiene una actitud heroica ante el tribunal, ejemplo de firmeza y convicción revolucionaria, rechazando a los abogados designados y presentando su defensa personalmente. Ante el tribunal que la condenaba, declaró: “Pertenezco enteramente a la Revolución Social. Declaro aceptar la responsabilidad de mis actos. Hay que excluirme de la sociedad y se les dice a ustedes que lo hagan. Ya que, según parece, todo corazón que late por la libertad sólo tiene derecho a un poco de plomo, ¡exijo mi parte! Si me dejáis vivir, no cesaré de clamar venganza y de denunciar, en venganza de mis hermanos, a los asesinos de la Comisión de las Gracias”.
Finalmente fue deportada por nueve años a la colonia penitenciaria de Nueva Caledonia, donde enseñó a los nativos a pensar en la libertad, acompañándolos en su rebelión contra el yugo colonial francés. Cuando regresa a París, es penada con seis años de cárcel por encabezar una manifestación de desocupados que culminó con la rotura de ventanas de panaderías y carnicerías. En esa ocasión, llevaba una bandera negra, que más tarde fue tomada como símbolo de lucha por los anarquistas.
Reanuda su militancia: da conferencias predicando la idea de la liberación por medio de la revolución social, en contra de la pena de muerte y a favor de la huelga general. Entre 1890 y 1895, vivió en Londres donde escribió algunas de sus poesías y novelas y sus Memorias de La Comuna. En Marsella, en 1905, mientras dictaba una conferencia ante un auditorio obrero, murió la que después fue llamada “la virgen roja”. Una multitud integró el cortejo fúnebre.
Pero Louise no ha sido la única mujer que participó valientemente en las memorables jornadas de la Comuna de París. Podemos nombrar también a André Léo responsable de la publicación del periódico La Sociale; Beatriz Excoffon, Sophie Poirier y Anna Jaclard, del Comité de Mujeres para la Vigilancia; Marie-Catherine Rigissart, que comandó un batallón de mujeres; Adélaide Valentin, que llegó al puesto de coronel, y Louise Neckebecker, capitán de compañía; Nathalie Lemel, Aline Jacquier, Marcelle Tinayre, Otavine Tardif y Blanche Lefebvre, fundadoras de la Unión de Mujeres, Joséphine Courbois, conocida como la reina de las barricadas.
Como no es difícil apreciar, la unidad con las mujeres burguesas era imposible en las barricadas. Dos clases se enfrentaban abiertamente y las mujeres se alinearon según sus intereses de clase a un lado y otro de la línea de fuego. Es que en el siglo XIX, las contradicciones que aparecían en germen durante el siglo anterior, se despliegan en toda su dimensión. El proletariado hace su entrada en la historia como una clase bien diferenciada que se rebela contra la salvaje explotación del capital. Como lo demuestran estas luchas, entre las cientos de huelgas, mítines, sabotajes y revueltas del movimiento obrero del siglo XIX, la historia de este siglo es la de la desintegración de aquel frente único entre burgueses y proletarios que había luchado contra el clero y la aristocracia constituyendo los modernos estados capitalistas.
El proletariado, que había sido aliado de la burguesía contra el absolutismo feudal, se transformó abiertamente en potencial enemigo. La burguesía, acobardada por el temor que le inspira el proletariado en armas, es ya impotente para llevar a cabo su misión histórica. Ese rechazo contra las masas se transformó en ríos de sangre en la Comuna de París, y ya no hubo vuelta atrás. En este nuevo período histórico, tal como lo señalan diversas autoras, tanto en las luchas como en las nuevas formas de organización social, las mujeres trabajadoras y de los sectores populares constituyeron una vanguardia importante entre esas masas que “empujaban hacia delante” en una lucha que las enfrentaba a otras mujeres que habían sido, alguna vez, sus aliadas.
Es por la acentuación de este antagonismo de clase que el frente de lucha de las mujeres por sus derechos se fractura en dos grandes tendencias. Mientras las mujeres que pertenecían a las clases dominantes seguirán rebelándose contra la desigualdad de derechos formales con respecto a los varones de su misma clase –pero sólo en pocas ocasiones se solidarizarán con las mujeres de las clases subalternas-, las mujeres pertenecientes a la clase obrera y los sectores populares impulsarán, fundamentalmente, las luchas de su clase por obtener sus derechos y, en ese marco, reivindicarán sus derechos como mujeres.
La importante participación de las mujeres en la Comuna de París, revolucionó al movimiento obrero francés, que abandonó su impronta antifeminista proudhoniana y comenzó a tener una actitud más abierta con las mujeres políticamente activas de la clase trabajadora.
Ante cada levantamiento de la clase trabajadora, en todos los acontecimientos de la lucha de clases y en todos los lugares del mundo, cada vez que los explotados enfrentan la opresión, las mujeres ocupan un lugar de vanguardia, como lo han hecho en la Comuna. Es que, como decía el revolucionario León Trotsky, quienes más han sufrido con lo viejo son quienes pelean con más fervor por lo nuevo. O en palabras de la comunera Louise Michel: “Cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodea y se sublevan contra el viejo mundo. Ese día nacerá el nuevo mundo.”

miércoles, 7 de marzo de 2012

Córdoba: Un “boom” inmobiliario que se mide en vidas

Ayer se conoció la terrible noticia de la muerte de dos obreros de la construcción en una obra del barrio Nueva Córdoba. Según denuncia la burocracia de la UOCRA "Se construía hormigón, columnas, viga y loza juntas maximizando los riesgos de derrumbe”. En lo que van del año hay tres obreros muertos en estos accidentes debido a la desidia capitalista.
Aquí habíamos escrito hace un año y medio a propósito de la muerte de la joven Estefanía Puechagut, hecho que ocurrió a pocas cuadras de mi casa, en un lugar por donde pasaba todos los días. 
La muerte de los obreros ayer en Nueva Cordoba, barrio cheto de nuestra ciudad, demuestra que los datos consignados en la nota y el análisis general mantienen vigencia. 
Pago abajo la nota


Córdoba: Un “boom” inmobiliario que se mide en vidas


Justicia y negocios capitalistas: una asociación estratégica

Hace pocas semanas Estefanía Puechagut, de sólo 24 años moría producto de las lesiones sufridas cuando la pared de un edificio en construcción se desplomó desde el décimo piso sobre ella. El pasado lunes 6 de septiembre el fiscal de la causa, imputó a 10 trabajadores de la obra como responsables de “homicidio culposo” por el hecho. Se podría hablar de ceguera, cinismo, falta absoluta de criterios, pero la realidad es que en Córdoba el negocio inmobiliario mueve millones, generando enormes ganancias para los sectores capitalistas ligados a la construcción.
Este es el verdadero motivo por el cuál, hasta el momento en que escribimos esta nota, no hay imputados entre los responsables de la empresa constructora ni entre los funcionarios del gobierno municipal. La justicia burguesa responde así a la verdadera “asociación estratégica” que existe entre los empresarios de la construcción y los estados provincial y municipal para garantizar sus negocios.

Ladrillos, soja y más ladrillos.

La muerte de Estefanía vino a desplegar nuevamente ante los ojos de la población la brutal forma de hacer negocios de los capitalistas. Las obras se realizan en condiciones completamente precarias y a una velocidad acelerada. Córdoba se va remodelando y surgen edificios en los barrios más cercanos al centro, así como barrios cerrados en las zonas alejadas y especialmente construidas para las clases medias altas.
“Córdoba se viene despegando en los últimos años con un crecimiento superior a la media del país. De hecho, en la ciudad se registraron 1,5 millón de metros cuadrados en permisos de construcción durante 2009, 18 por ciento superior a 2008. La cifra es alta por sí sola, pero lo es todavía mucho más si se tiene en cuenta que en todo el país, en ese período los permisos cayeron el 15 por ciento (entre ellos Capital Federal bajó 35 por ciento y Rosario cayó el 18)”.
Los datos presentados por el matutino cordobés muestran un verdadero “boom” que logró sortear los golpes que recibió la provincia en los inicios de la crisis internacional. Este “boom” viene motorizado centralmente por las gigantescas ganancias que el sector ligado al campo obtiene por la mayor cosecha y los precios de la soja que se mantienen altos a nivel internacional. El “yuyo” más cotizado de los últimos años está permitiendo una importante acumulación de capital en sectores de la burguesía y pequeña burguesía acomodada del interior provincial que se invierte en la construcción y adquisición de inmuebles, lo que se considera una “inversión segura”. Al mismo tiempo, muchas empresas están construyendo nuevas sucursales y oficinas para aprovechar el crecimiento económico de los últimos meses.
Las constructoras y las empresas ligadas al sector han apuntado a estos sectores sus cañones. El sitio elinmobiliario.com, dedicado al seguimiento de las nuevas inversiones anuncia exultante que “Ya están listas la sede actual de Hewlett Packard, Quorum Hotel, la cancha de golf 9 hoyos par 3 (la primera del país apta para practicar el deporte de noche), el Centro de Congresos y Convenciones y el zócalo comercial”.
Mientras se desarrolla una construcción orientada a las altas clases medias, se vino produciendo una reestructuración de la vivienda para lo sectores pobres de la provincia, impulsada desde el gobierno provincial, a través de la construcción de “barrios- ciudades”, en zonas marginales de la ciudad, enormemente alejadas del centro y con viviendas de muy baja calidad. Allí fueron reubicados miles de habitantes de las villas miserias que se hallaban cercanas al centro. De esta forma esos terrenos mejoraron su cotización y son algunos de los lugares donde decenas de torres de departamentos se construyen hoy.

Una fortuna que se cuenta en dólares y en vidas obreras

Pero el “espíritu inversor” encuentra otro aliento en las condiciones de superexplotación en la que trabajan la enorme mayoría de los trabajadores de la construcción.
No hablamos sólo de los salarios miserables, sino además de condiciones brutales de precarización laboral y de higiene y seguridad en cada obra o trabajo ligado a la construcción o a la extensión de servicios públicos.
El afán de lucro capitalista impulsa un alza en las condiciones de superexplotación sobre todo en sectores como la construcción y la minería: a nivel nacional “los números se muestran positivos y con tendencia a la baja. En 2007 fallecieron en accidentes laborales 1.020 personas; en 2008 la cifra bajó a 952 y 2009 cerró con 808”.
Hablar de números “positivos” cuando cientos de personas mueren por año suena a un cinismo total. La cifra es realmente espeluznante. Pero incluso la cifra misma es falsa. Las estadísticas están conformadas centralmente en base a las denuncias que se realizan ante las ART, pero apenas el 50% de los trabajadores en Argentina se halla registrado dentro de estas instituciones.
En Córdoba el afán de ganancias rápidas llevó no sólo a la muerte de Estefanía, sino además a la de 4 obreros de la construcción en lo que va del año. A eso hay que sumarle que se produjeron decenas de accidentes en los últimos meses en distintas obras que han generado lesiones e invalidez en muchos casos .

De responsables y cómplices

Como queda en evidencia la búsqueda de una mayor rentabilidad en la construcción lleva a los capitalistas a dejar de lado toda consideración por la vida de los trabajadores. Cuentan con ello, con la inestimable complicidad del estado capitalista.
La municipalidad, a cargo del “soldado de los K”, Daniel Giacomino, se desligó inmediatamente de alguna responsabilidad en la muerte de Estefanía. El Secretario de Desarrollo Urbano declaró: “No podemos poner un ingeniero dentro de cada obra, para saber si el profesional que contrató la empresa está haciendo bien las cosas”. No obstante, la Municipalidad sigue emitiendo permisos de construcción en toda la ciudad para garantizar la expansión de los negocios.
La obra en la que se produjo el accidente había sido inspeccionada por la Secretaría de Trabajo provincial en 4 ocasiones e incluso clausurada en abril por ausencia de la bandeja de protección. La misma Municipalidad había detectado “irregularidades en las normas de seguridad” pero nada se hizo para impedir que efectivamente se siguiera construyendo en esas condiciones.
Junto a la complicidad de los estados municipal y provincial hay que poner en el ranking a la UOCRA. Ante las imputaciones que sufrieron los trabajadores de la obra por la muerte de Estefanía, salió a anunciar que presentarán proyectos en el Consejo Deliberante y en la Legislatura para que se logre la “sanción de normas que resguarden la seguridad de los trabajadores y terceras personas en obras de alto riesgo” e incluso propondrá una reforma del Código de Edificación.
Pero en la enorme mayoría de las obras en construcción no existen delegados ni la conducción de la UOCRA se hace presente, más que ocasionalmente, a lo sumo para anunciar algún aumento o prima conseguida, mientras se mantienen el conjunto de las condiciones de superexplotación y precariedad laboral.
Su mayor denuncia fue contra los “profesionales” que están en la obra. Según la burocracia que permite cientos de muertes y accidentes por año, la responsabilidad hay que buscarla en los ejecutores de la obra y no en las condiciones generales en las cuáles se construye.

Anarquía capitalista y problema de la vivienda

Mientras el negocio inmobiliario se cobra la vida de obreros y produce tragedias como las que se llevó la de Estefanía, el problema de la vivienda sigue siendo central para amplios sectores de la población pobre de Córdoba. Esta cuestión no puede resolverse si el objetivo que mueve la construcción es el lucro capitalista.
El déficit habitacional sigue siendo enorme en la provincia. Distintos estudios indican que “que de 359.404 hogares existentes en Córdoba capital, 173.743 se encuentran en situación de déficit habitacional: casi un 50% de los hogares”.
Como ya señalamos la “solución capitalista” al déficit viene implicando una mayor polarización social en la provincia con barrios privados y condominios para los sectores altos y barrios-ciudades marginales y de mala calidad para la población pobre.
Para dar una solución de fondo al problema de la vivienda y establecer condiciones dignas de trabajo para los obreros del sector es necesario reorientar la construcción en el sentido de resolver los problemas del conjunto de las masas trabajadores y pobres de la provincia.
Es necesario imponer una profunda Reforma urbana que empiece por la estatización del conjunto de los edificios para viviendas. Sobre esa base es posible empezar a resolver el déficit habitacional. Un informe del año 2001 señala que “Mientras que entre 1980 y 1991 el número de casas desocupadas creció un 20% (de 20.472 a 24.218), en el periodo de 1991 a 2001 aumentó un 210% (de 24.218 a 74.331)”.
La anarquía capitalista se expresa en este terreno también. Mientras decenas de miles de familias no poseen una vivienda digna, viven hacinados o directamente en la calle existen miles de departamentos y casas vacías porque no son redituables desde el punto de vista de la ganancia capitalista. Con la estatización del conjunto de los edificios de vivienda sería posible otorgar la posesión de departamentos y casas a esos sectores.
Una profunda reforma urbana implica además una planificación centralizada de la construcción de nuevas viviendas y de mejoras de las ya existente, extendiendo por ejemplo, la red de gas natural y los servicios de agua potable y cloacales. El censo del FONAVi del año 2001 mostraba que en toda la provincia 100 mil viviendas no tenían agua corriente y más de 400 mil carecían de gas natural. El mismo relevamiento mostraba que sólo una de cada 4 casas tenía acceso a la red de cloacas. Hoy, según lo consigna el diario La Voz del Interior en su edición del domingo 12/9, el porcentaje de casas con acceso a la red de cloacas alcanza apenas al 45% de la provincia.
Sólo un plan de obras públicas, controlado por las organizaciones de los trabajadores y por comités elegidos por los habitantes de cada barrio y localidad, puede definir los pasos efectivos para dar solución a estas demandas insatisfechas que ni las empresas ni el estado a su servicio es capaz de solucionar y establecer condiciones dignas para los trabajadores de la construcción.

1 - La Voz del Interior. 04/05/2010
2 - http://www.elinmobiliario.com
3 - Los Andes, 30/04/10
4 - En el año 2004, según informaba El Dipló “Las pésimas condiciones en que se trabaja en el país provocan enfermedades invalidantes que alcanzan números aterradores. Así, en la construcción y en la minería el 65% de las jubilaciones que se otorgan son anticipadas, por causa de invalidez”. Estos datos no parecen haber variado demasiado dadas las actuales condiciones de trabajo.
5 - Hoy la universidad. 18/05/08
6 - Ídem