Este viernes, desde las páginas
del diario La Nación, Natalio Botana
se preguntaba por la legitimidad
histórica de Occidente, puesta en cuestión por Trump. Hace poco menos de
una semana, en El País de España se
leía el llanto de lo políticamente correcto, que descargaba su furia sobre Trump
y la derecha que se desarrolla a escala europea. El llanto era por renegar de
los “valores históricos” del último medio siglo.
En última instancia lo que abre la
gestión Trump es un nuevo salto en la crisis del orden neoliberal golpeado por
la crisis económica abierta a partir de 2007-2008 y que, en los últimos años,
no cesaba de profundizarse.
Ese orden mundial de la segunda
posguerra ya venía siendo cuestionado. Las instituciones como la ONU habían sido
ninguneadas por un furioso George Bush hijo, empujando la ofensiva sobre Irak
más allá del consenso del Consejo de Seguridad. Esto pasó hace casi 14 años.
Si el “mundo multilateral” pudo
volver por una serie de años –y en forma degradada- fue como resultado del
fracaso del intento de imponer un “nuevo siglo americano” por parte de los
halcones republicanos. Anotemos que algunos de ellos han recalado hoy en la
flamante administración Trump. Obama fue la cara de esa multilateralidad
degradada como resultado de la experiencia político-militar desastrosa en Medio
Oriente. El llamado “soft power” fue una elección forzada. Y agreguemos que de “soft”
también tuvo poco. Los drones no son precisamente elementos para generar paz.
La primera semana de Trump al
frente del Gobierno sacudió el tablero político internacional. “America first”
fue la consigna que permitió dar la orden efectiva de construir un muro con
México; poner en una crisis profunda la relación político-comercial con ese
país y tensar las relaciones con el resto del mundo “occidental”.
Vamos por el mundo amenazando es
la consigna. La embajadora de EE.UU. en la ONU se encargó ayer de dejar bien
claro que quienes no respalden a la nueva administración “sepan que vamos a
apuntar sus nombres”. Ya China había recibido su dosis de matonismo trumpista.
Tanta prepotencia tiene límites.
En el caso puntual de México, EEUU no puedo imponer una subordinación a piacere. La propia clase capitalista
mexicana tiene sus mandamases, como Carlos Slim –uno de los 8 individuos más
ricos del planeta- que ayer salió a respaldar el llamado a la “unidad nacional”
para enfrentar a negociator Trump.
El discurso de “América first” tiene
también sus límites en el interior de sus fronteras. Trump amanece a su
presidencia después de haber sido derrotado por casi tres millones de votos en
el conteo general. Solo el legalmente
fraudulento sistema electoral norteamericano permite que, a pesar de
ello, sea hoy presidente. Su día uno de gobierno estuvo marcado por masivas movilizaciones
en todo el país, que sumaron una cifra similar de personas.
El viejo nuevo desorden mundial
se radicaliza de la mano de Trump.
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