A modo de apuntes rápidos, hay
que caer en la cuenta de lo que significó el brutal ataque del régimen contra
la izquierda en los últimos días por la negativa a avalar la truchísima
maniobra de intentar excluir a De Vido de la Cámara de Diputados. Quien
requiera argumentos sobre el tema los puede buscar en La Izquierda Diario.
Los ataques incluyen desde las
notas de Clarín y La Nación (domingo y lunes), pasando por Intratables y pseudo-periodistas
como Levinas y Guillermo Lobo. Hoy fueron los ataques de una Carrió cínica que
se quedó callada una semana cuando se conoció el acuerdo del Correo Argentino.
Si le sumamos las redes sociales, todo es una especie de combo anti-zurdo muy
fuerte.
Me da la impresión de que no se
puede separar este ataque de lo que significó PepsiCo como hecho en la lucha de
clases y en la política nacional. Es decir, como hecho que marcó un relativo
hito en la lucha de clases de los últimos meses (años) y generó una sacudida
política nacional. Ahí se mostró que realmente se puede hacer “resistencia con
aguante” ante el ataque de patronales y gobiernos.
Ese peso de la izquierda en la
escena nacional es un problema no solo en términos electorales.
Aunque también
lo es. Bajar su peso, golpearla, bien puede ser parte de las necesidades del
régimen en su conjunto. Máxime cuando actúa en el marco de un kirchnerismo muy
derechizado (haciendo Unidad Ciudadana) y de la traición de la burocracia
sindical.
Pegar a la izquierda con De Vido puede
no ser sólo parte de una maniobra para cambiar la agenda de la crisis social y económica
en curso a discutir la corrupción kirchnerista. También puede ser parte de una
política destinada a intentar debilitar y hacer retroceder el peso de esa
izquierda, en el marco de una economía en estancamiento, con una situación social
que empeora y con una burocracia sindical atada al poder político por su
pasividad.
La afirmación tiene un grado
no menor de especulación. Pero es una pregunta que uno debería poder hacerse.
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