Eduardo Castilla
“Articular históricamente lo pasado no significa
conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un
recuerdo tal y como relumbra en el
instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla.
instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla.
Walter Benjamin
Como todo hecho histórico
donde las masas participan activamente, el Cordobazo implica un quiebre del
devenir político y social. Esas grandes acciones son escenarios de irrupción
del pueblo trabajador que vienen a alterar el curso de los acontecimientos y
poner la historia fuera de los gabinetes, los congresos y las sedes partidarias.
Poner la historia en las calles, las plazas, los barrios, las fábricas y las
universidades.
Desde ese punto de vista,
el Cordobazo cambió significativamente el panorama político nacional de los
años 60 y 70, pero además implicó profundas modificaciones en la conciencia de
los explotados. En ese sentido, tiene el carácter de hecho fundante de una
tradición en el movimiento obrero y la juventud.
Al mismo tiempo,
precisamente por su significación histórica, el Cordobazo se convierte en “terreno
en disputa” en cuanto a los sentidos comunes que genera o se pueden intentar
generar a partir del mismo. ¿Punto de cierre o punto de apertura de un periodo
histórico? ¿Espontaneidad u organización? ¿Revolución o lucha contra la
dictadura? Tal vez los puntos centrales de muchos debates que se han abierto en
la historia. A riesgo de incurrir en repeticiones volvemos sobre algunos de
esos nudos para dar nuestra visión.
Porque si la “herencia
de todas las generaciones muertas acosa la mente de las vivas como una
pesadilla” la herencia
del Cordobazo acosa la mentes de las generaciones vivas y una parte de éstas buscar
escaparle a muchas de las verdades forjadas al calor de las barricadas en las
calles de aquel mayo violento de hace 43 años. Así se constituyen mitos o, para
usar un término en boga, “relatos” que buscan relegitimar el presente a partir
de una reconstrucción del pasado en términos “inofensivos”. Las viejas
tradiciones son incorporadas, pero dejando de lados las aristas filosas que
puedan tener implicancias reales en el presente. Dichos “relatos” tienen una
clara funcionalidad político-ideológica que apunta a sostener y legitimar el
statu quo existente.
“Relato I”: el espontaneísmo no
existió
Mucho se ha debatido sobre
este punto. Y no es casual ya que este “relato” tiene por función justificar la
continuidad de la burocracia sindical actual así como limitar la compresión del
verdadero proceso que se operaba en las masas obreras del período del
Cordobazo. En esta versión de la historia, los protagonistas son los “dirigentes”
que “organizaron” esa gran batalla en las calles. Los trabajadores cumplen su papel
“encolumnados” dentro de las organizaciones obreras. Sostener la espontaneidad
de la acción de masas es atacar a las organizaciones sindicales.
Tal vez el paradigma de
esta visión sea este libro donde se pretende abordar la historia “sin
mitos”. Pero no ha sido el único. Cuando se cumplieron 40 años del Cordobazo,
una andanada de textos escritos por representantes e ideólogos de la burocracia
sindical defendió esta idea con el objetivo de cubrir de (falsa) gloria a las
direcciones sindicales.
Uno de ellos, fue Lucio Garzón Maceda que, en el libro La CGT Córdoba de La Falda al Cordobazo, señala “siempre en toda contienda hay algo
espontáneo, siempre está la creación individual. Pero debo decirle que hasta
las dos de la tarde, todo se desarrollaba como estaba previsto. El paro activo,
el encolumnamiento masivo y su distribución geográfica, los actos de
distracción policial, el combate callejero”.
Esta visión de la
ejemplar organización que garantizaron los sindicatos, sin embargo, tiene su
“pequeño” talón de Aquiles. “Lo único que
no fue previsto fue la derrota de la policía; nunca esperamos que la policía se
replegara y retirase por falta de gases y por temor. Son imponderables que
juegan para uno u otro contendiente (…) es ahí cuando los trabajadores se
sienten dueños. Se desparraman, al no tener a nadie que los contenga,
libremente por toda la ciudad y realizan atentados a sitios representativos del
imaginario y conforme la creatividad popular”[1]
El “imponderable” en
cuestión constituye un aspecto esencial del Cordobazo: la derrota de las
fuerzas policiales y la toma de la ciudad por los trabajadores, la juventud y
el pueblo. Sin tomar en cuenta este “detalle” casi no se puede hablar de
Cordobazo. Garzón Maceda no se pregunta cómo se explica la derrota de la
policía. Precisamente esto viene a mostrar que no todo estaba organizado y que
la espontaneidad jugó un papel central, superando los planes originales de los
dirigentes y siendo protagonista de la derrota de las fuerzas policiales.
Al respecto, James
Brennan señala “A pesar de los intensos
esfuerzos de Tosco por restaurar la disciplina. Esto se manifiesta imposible
(…) el dirigente lucifuercista, por ejemplo, no había estado involucrado en los
incendios de la avenida Colón ni se lo había consultado sobre la decisión de
quemar el Club de oficiales”[2]
Este libro además muestra
el “verdadero papel” que jugaron muchos dirigentes en esas horas de combate.
Eso viene a tirar por tierra el argumento de la organización del Cordobazo.
Señala Brennan “El espectáculo era tan
impáctate que hizo que muchos de los organizadores obreros comenzara a
amilanarse, temiendo que la protesta hubiera llegado demasiado lejos. La
dirigencia de la UOM se retiró a su sede central en la más segura zona este de
la ciudad y dejó de participar por completo del levantamiento. Juan Carlos
Toledo, un periodista que cubría los acontecimientos para un diario local, Los
Principios, visitó la sede de la CGT donde habían buscado refugio Correa y
otros dirigentes gremiales. Encontró allí trabajadores asustados y dirigentes
aturdidos, una visión que contrastaba con el desafío y la ira que había
advertido en los rostros de los obreros de las columnas del SMATA (…) Torres
había estado en su sede sindical desde las primeras horas de la tarde y pasado
de la euforia y la petulancia y de ésta al abatimiento. Desde el comienzo de
los incendios en la Avenida Colón se había hundido en un sombrío malhumor y
cortado temporariamente las comunicaciones con Tosco, apartándose durante un
período de varias horas de la participación directa en el levantamiento”[3]
Constituye una verdad de Perogrullo
afirmar que si los sindicatos no convocaban al paro y la movilización, no se
producían los enfrentamientos que abrieron paso a la semi-insurrección que
constituye el Cordobazo. Pero en Córdoba se convocaron más de 20 paros generales
a lo largo de este período y tan sólo dos terminaron con una semi-insurrección
de masas. El argumento de que estaba “todo previsto” no constituye más que un
intento de presentar a dirigentes al frente de las masas combatientes, cuando
la enorme mayoría de ellos estuvieron en la retaguardia.
Por eso es más preciso
hablar de momentos o episodios al interior de las jornadas que constituyen el
Cordobazo. El episodio de la huelga general con movilización abre el camino
para el enfrentamiento a las fuerzas represivas. El asesinato de Máximo Mena es
un detonante de ese cambio en la situación como muy bien lo describe el
compañero Orzaocoa en la entrevista que se podrá ver aquí.
Precisamente, esos
elementos de espontaneidad que escapan claramente al control de las organizaciones
sindicales, constituyen un aspecto esencial del período porque son un termómetro
de la fuerza social obrera. La batalla en las calles contra la policía y el
desborde del control de las organizaciones sindicales son elementos de autonomía
obrera que tenderán a desarrollarse abiertamente en el siguiente período. En
ese sentido, el Cordobazo abre un proceso de agudización de la lucha de clases
con crecientes elementos de guerra civil. Esto nos lleva directamente al “relato
II”.
“Relato II”: el Cordobazo sólo fue posible por
la existencia de la dictadura.
Esta tesis o idea ha sido
sostenida por todos aquellos que consideran que lo particular del Cordobazo hay
que buscarlo en la unidad del conjunto del pueblo contra la dictadura de la
llamada Revolución Argentina, lo cual viene a abonar la “teoría” de que las
duras luchas posteriores al retorno de la democracia en 1973 y el regreso de
Perón, habrían constituido “excesos” por fuera de ese objetivo.
En este catálogo entran
tanto las acciones de las organizaciones guerrilleras como los grandes combates
dados por la clase trabajadora, como el Villazo y la huelga general contra el
Plan Rodrigo. Pero además, en el estante de los que “no vieron” que se luchaba sólo
por la democracia se coloca también a los sindicatos clasistas como
Sitrac-Sitram, “culpables” de haber expresado un programa socialista y haber
denunciado a la burocracia sindical peronista.
No cabe duda que ese
elemento de unidad contra Onganía existió. Aquí hemos señalado que “El ataque de la dictadura contra el
movimiento de masas, sectores de la burguesía y pequeña burguesía, la
proscripción del peronismo, la persecución y encarcelamiento de militantes
obreros, estudiantiles y populares, eran factores que unificaban” al conjunto de las clases contra
la dictadura militar.
A
principios de 1973, en la revista Pasado
y Presente Juan Carlos Portantiero, lo ilustraba mejor: “Los reclamos del capital mediano y pequeño
y de la burguesía agraria; las explosiones regionales que abarcaban zonas de
desigual desarrollo económico, político y social, la situación de exasperación
que desbordaba, en los hechos, los intentos conciliadores de la burocracia
sindical y el descontento generalizado
de la pequeña burguesía expropiada políticamente y sometida a una
creciente pauperización, crearon una acumulación de fuerzas opositoras al
proyecto monopolista tan poderosa, abrieron una crisis social tan honda, que
precipitó la fractura del monolitismo militar”
Esta fractura era el
resultado del intento de superar el “empate hegemónico” que expresaba una situación en la cual el
gran capital extranjero era predominante en la estructura social y económica,
pero no podía imponer claramente sus designios en el terreno político y social.
Una expresión de esa impotencia era gobernar a través de la dictadura de la
llamada Revolución Argentina y no a través de mecanismos consensuales.
Si bien el Cordobazo
surge en esta situación, la perspectiva del proceso que se abre, la trasciende
ampliamente. En ese marco es preciso distinguir las dinámicas de las distintas
clases sociales que “concurren” en la acción del mayor cordobés. Al respecto se puede aplicar
esta definición de Lenin acerca de la
revolución rusa de 1905:
“El medio principal de esa transición fue la huelga de masas. La peculiaridad de la
revolución rusa consiste precisamente en que, por su contenido social, fue una
revolución democrático-burguesa
mientras que, por sus medios de lucha, fue una revolución proletaria”[4]
Salvando las distancias, (que
toda analogía tiene por principio) los medios de lucha que se abren claramente
con el Cordobazo y se extienden a lo largo de los años 70 hasta el golpe
genocida, son métodos claramente proletarios: la huelga y la movilización, las
toma de fábricas con rehenes, los piquetes para garantizar las medidas de
lucha, las asambleas como forma de organización que le imprime un carácter democrático
a toda acción obrera. Esos medios de lucha le dan claramente una tónica proletaria
al proceso. A su lado, el movimiento estudiantil, constituye un actor central
de esa alianza política y social que golpea en distintos momentos del período.
Pero el
conjunto de las clases sociales no sigue claramente un camino revolucionario. Las
fracciones capitalistas ligadas al mercado interno, intentan forzar una
transición hacia un gobierno menos abiertamente favorable a los monopolios. Como señala Brennan, ya hacia el final del periodo
de Lanusse y con el retorno de Perón, los empresarios nacionales, agrupados en
la CGE se volcarán a pedir la protección del estado y se volverán garantes del
orden. De ahí la participación directa de Gelbard en el gobierno nacional. “Luego de la cuasi-desaparición bajo el
gobierno de Onganía, los industriales que conformaban la CGE, la “burguesía
nacional” tan frecuentemente ensalzada por los peronistas, habían vuelto a
ascender a una situación de influencia y poder considerables a comienzos de los
años setenta (…) habían sido los principales promotores de la ley 19.135 sobre
la industria automotriz, promulgada por Lanusse en 1971. Estaban decididos a
impulsar aún más una legislación nacionalista para el sector automotor bajo el
régimen peronista”.[5]
Si bien
en el período abierto por el Cordobazo se entroncan claramente las demandas
democráticas (contra la dictadura) con demandas sociales, estás últimas van a
desarrollarse y empezar a cuestionar, progresivamente, la dominación
capitalista en Argentina. Ahí se expresa la tendencia a la emergencia autónoma
de la clase trabajadora. Tendencia, alimentada por la comprobación de la
gigantesca fuerza social expresada en las calles de la Docta.
Tabular al Cordobazo como
“rebelión contra la dictadura” tiene el objetivo de segmentar el proceso social
que se abre. Allí la clase obrera profundiza su insubordinación mientras los
capitalistas locales tienden, progresivamente, a volcarse al “orden”.
En ese sentido, se puede
hablar de la emergencia de elementos de una nueva hegemonía a partir de la
acción en las calles. Hegemonía que tenía por sujeto al proletariado. Pero esto
proceso no alcanzó a trascender al plano político. En esto cumplió un rol esencial
la dirección burocrática del movimiento obrero y el peronismo en su conjunto.
Así, el “relato II”
busca, por un lado, quitarle filo revolucionario a la clase obrera y su
accionar, diluyéndola dentro del marco del “pueblo”. Por otro, apunta a
legitimar la democracia y el tercer gobierno peronista con el objetivo de sostener
la imposibilidad actual de que una acción de ese tipo vuelva a repetirse.
Del Cordobazo
al Navarrazo
Pero la dinámica del
proceso revolucionario abierta en mayo del 69, sólo se clausura casi 7 años
después con un golpe genocida que empezó militarizando 200 empresas, luego de
haber pasado por mecanismos como las 3A o el Comando Libertadores de América.
Incluso el mismo Navarrazo fue impotente para frenar la movilización
revolucionaria de la clase obrera cordobesa a pensar de haberle impuesto una
derrota a su vanguardia, como hemos señalado aquí.
Pero el mismo Navarrazo,
que pasó también a la historia como el Contra-Cordobazo, constituye la
confirmación de que el período abierto por el Cordobazo no puede reducirse a la
pelea por la vuelta de la democracia. La
clase capitalista argentina y el peronismo en el poder fueron los artífices de
un golpe dado con el objetivo de imponer una derrota estratégica a los sectores
avanzados del movimiento obrero. Precisamente por ello, presentó un alto nivel de preparación tanto en el terreno militar
como en el terreno político.
Pablo Bonavena hace un
relato bastante detallado del levantamiento policial en la página 224 de este libro.
Allí pueden verse elementos centrales del golpe: la toma de la sede
de gobierno, el copamiento de los medios de comunicación y su utilización para
legitimar el golpe, la utilización de la ideología peronista en sus aspectos
más reaccionarios y macartistas con
la reivindicación del “peronismo auténtico” como punto de apoyo en las
ilusiones de sectores de masas que todavía confiaban en Perón. La derecha del peronismo había venido
preparando el golpe durante meses. Se trataba de derrotar el proceso de masas
abierto desde el Cordobazo y restaurar el orden burgués.
En Córdoba se instauró un
régimen de persecución y ataques abiertos contra las organizaciones obreras
combativas. Se intervinieron Luz y Fuerza y el SMATA, estallaron bombas y grupos
parapoliciales atacaron los locales de esos sindicatos. Además fueron
asesinados por la Triple A, el Cuqui Curuchet (abogado de Sitrac-Sitram)
y Atilio López. Empezó asimismo a actuar el Comando Libertadores de
América provocando secuestros y desapariciones, adelantando los métodos de la
dictadura del 76. En resumidas cuentas, se instauró un régimen de características
fascistas que tuvo por objetivo, liquidar a la clase obrera como sujeto
autónomo.
Del análisis de este
periodo es posible desprender una conclusión clara. La acción del Cordobazo trascendió
ampliamente el cuestionamiento a la dictadura de Onganía, enfrentó al gobierno
peronista, elegido en el año 73 y sólo pudo ser derrotado bajo el Proceso
abierto en el 76.
En este nuevo aniversario
del Cordobazo, las lecciones estratégicas del periodo abierto con aquella gran
acción de masas, sirven para preparar las futuras batallas de una lucha de
clases que se hace cada vez más nítida. En Córdoba, como hemos escrito aquí,
el régimen político intenta montar un freno preventivo a la emergencia de la
clase obrera, pero lo hace no sin algunas contradicciones. Incluso, en ese objetivo,
recurre a las burlas hacia la misma historia, como se puede ver en este plenario
de burócratas sindicales intentando recuperar algo de imagen.
Pero como escribió
León Trotsky, “las leyes de la historia
son más fuertes que cualquier aparato burocrático”. Tarde o temprano, la
clase obrera cordobesa retomará las leyes de la historia en sus manos. Para ser
un factor actuante en esos momentos nos preparamos.
[1] La CGT Córdoba de la Falda al Cordobazo. Edición UOGC. Córdoba.
2009. Pág. 99-100
[2] El Cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba. Sudamericana.1996. Pág.
197. Recordemos que los incendios en la Avenida Colón
son hechos emblemáticos de la jornada.
[3] Ídem. Pág. 198
[4] Informe sobre la revolución de 1905. Lenin. Ed. Anteo. Pág. 21-22.
[5] El Cordobazo. Pág. 353-354.
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